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viernes, 13 de abril de 2018




OCCAM Y LA CULTURA DE LA IMAGEN  


             Un signo es una realidad con significado. El significado es una intención del alma (a no ser que se trate de señales, en cuyo caso sería más bien una atención del alma). Vayamos por partes:
Una intención del alma es cuando ponemos cosas dotándolas de significado. Pulgarcito dejó piedras en el camino para marcar el camino de vuelta; para él esas piedras no eran piedras sino avisos, marcas, señales que identificaban, entre todos los caminos posibles, cuál era el que tenía que tomar para volver a casa. Un marcapáginas es una señal que ponemos en el libro para saber hasta dónde hemos llegado con nuestra lectura. Y una fotografía es una señal que hemos puesto debajo de un nombre para identificar a una persona.
            Una atención del alma es cuando atribuimos significado a las cosas, convirtiéndolas en signos cuando descubrimos relaciones lógicas entre ellas. Esos signos son causados por sus significados cuando no se parecen a ellos; el humo es causado por el fuego, el agujero es producido por la bala y la herida ha sido abierta por el bisturí. En la película de Jean-Jacques Annaud, Fray Guillermo estudia unas pisadas que hay en la nieve sobre una pendiente; las que suben son menos profundas que las que bajan: la razón es que, al bajar, el fraile iba con un peso encima, posiblemente el cadáver de otro fraile; lo dejó al fondo del terraplén y por eso al volver, sus pisadas eran menos profundas.
            Los signos intencionales sirven para comunicar; la atención a los signos, para descubrir. El investigador debe estar atento a las señales que tiene delante para poder interpretarlas. En algunos casos esas señales se parecen a lo que representan, como una foto se parece a su modelo o una estatua se parece a su personaje; en otros casos no se parecen, como el humo no se parece al fuego ni la pisada al pie; en el primer caso hablamos de imágenes; en el segundo, de huellas; tanto las huellas como las imágenes pueden servir para expresar cosas (como el pintor del Escorial firmaba con un caballo blanco, o el ciudadano se identificaba con una bandera, o aquella sociedad secreta firmaba con el dibujo de una mano negra); o para estudiarlas (como los huesos del paleontólogo o las huellas de Fray Guillermo). Hay, pues, signos para llamar y signos para entender.
            Hay otros signos que no se parecen a lo que representan pero tampoco son causados por sus significados: son las palabras. La herida es una señal que avisa de la presencia del bisturí, pero la palabra “bisturí” sirve para señalar el bisturí que estamos buscando y para hacernos preguntas acerca de él. Una chaqueta en el asiento de un cine sustituye a su dueño para indicar que la silla está ocupada: ésa es una señal entendida como mensaje lanzado por su dueño; pero un papel con la palabra “ocupado” produce también el mismo efecto. Las palabras reemplazan o sustituyen (a veces pueden suplantar) a una pluralidad e individuos; por ejemplo el término “hombre” sustituye a todos los hombres individuales. Occam decía que las palabras sustituyen a las cosas a las que se refieren (es la teoría de la suppositio; “suppositio” significa en latín “sustituir”).


            En la teoría de Occam las imágenes y huellas no producen intelección, a menos que conozcamos previamente la realidad a la que se refieren; un círculo rodeado de otros círculos es ininteligible (a menos que conozcamos lo que es un átomo, en cuyo caso lo identificaremos con un núcleo rodeado de electrones); o un montón de esferas apelotonadas como una frambuesa es imposible de identificar (a menos que sepamos que es el ojo de un insecto fotografiado con muchos aumentos). Las palabras, en cambio, sí producen intelección, o lo que es lo mismo: desarrollan nuestra inteligencia.
            La idea de Occam es muy sugerente si la trasladamos a la cultura de la imagen. Una imagen (decían los chinos) vale más que mil palabras, y era porque la escritura china es tan compleja que resultaba más fácil dibujar que escribir. Pero con Occam sabemos que una palabra vale más que mil imágenes; por lo tanto, leer una novela nos enriquece mucho más que ver una película. Si la novela habla de un coche nosotros nos tenemos que imaginar cómo es el coche, atendiendo al contexto y, muy especialmente, al lugar y la época; pero una película te lo muestra tal y como es y te ahorra, por tanto, el trabajo de imaginarlo.
            Si nos atenemos a la teoría de la evolución, veremos que el progreso ha consistido en sustituir el tacto por el olfato, el olfato por la vista y la vista por el oído. Los mamíferos primitivos tenían un lóbulo olfatorio muy desarrollado, pero los insectos tenían antenas como los gatos pelos en el bigote; nuestro lóbulo olfatorio se ha atrofiado bajo la masa encefálica en la que se han desarrollado, como flores en primavera, el lóbulo occipital (que controla las imágenes) y el lóbulo temporal (que controla el habla con las áreas de Broca y de Wernicke). Evolucionar es, por consiguiente, pasar del contacto al olor, del olor a la imagen y de la imagen al sonido; un animal que habla es más perfecto que un animal que ve; y leer es siempre más interesante que mirar una pantalla. Cuando los seres antropomorfos se hicieron arborícolas necesitaron dominar las tres direcciones del espacio para no caerse, y desarrollaron una visión estereoscópica; pero cuando el cambio climático destruyó la selva necesitaron dominar no sólo la realidad presente, sino también sus posibilidades; y desarrollaron una forma de comunicación infinitamente más potente que la imagen: el lenguaje. Sin embargo hoy la tecnología está sustituyendo otra vez los sonidos por imágenes, arrastrándonos a una involución que es una evolución al revés, y estamos andando hacia atrás como los cangrejos. Es más, la imagen se ha convertido en soporte de videojuegos, y más que entender una historia nos interesa ahora demostrar nuestra destreza manual apretando botones. En otras palabras: de la inteligencia abstracta (con los conceptos) retrocedemos a la inteligencia concreta (con las imágenes) y ésta sirve de trampolín para proyectarnos hacia la inteligencia sensomotriz: que es la que tienen los niños de menos de un año.


            O sea que la cultura de la imagen nos está atontando. Cierto, también podemos crear poesía con las imágenes, pero eso nos obliga a proyectarlas hacia el concepto, y necesitamos símiles, metáforas, metonimias, sinécdoques, hipérboles, ironías y mucha interacción, la mayoría de las veces compleja, entre la imagen y el sonido; pero eso a nuestros jóvenes no les interesa, y en cuanto ven más de dos secuencias del Potemkin nos mandan parar porque “eso ya raya”; prefieren unas secuencias de Torrente, que produce encefalogramas planos.
            En resumen: en Occam (siglo XIV) encontramos herramientas para hacer una buena crítica de la sociedad en la que estamos; porque las huellas y las imágenes nos enriquecen si van asociadas al lenguaje, sea éste de imágenes, sonidos o palabras; pero las imágenes solas, al margen del entendimiento, sólo pueden atrofiar la mente de los jóvenes; y éste es un producto desastroso del progreso, que debería desaparecer, si queremos, fecundando las imágenes con palabras. Para eso, desde luego, hay que echarle voluntad al asunto. Y estar dispuestos a ponerle esfuerzo al consumo pasivo de imágenes para mantener vivo nuestro esqueleto cerebral; sin asustarse de tener que rayarse un poco cuando eso nos obligue a pensar, tan pronto como empezamos a enriquecernos, con nuestras mentes demasiado cómodas y atrofiadas.




viernes, 30 de marzo de 2018

EL OJO DE DIOS



         A una distancia de años luz, en algún lugar del espacio, existe una nebulosa extraña; los astrónomos la llaman “el ojo de dios”. Parece que nos está mirando.
         En homenaje a Stephen Hawking.
  


EL OJO DE DIOS

 

¡Cantad, musas, la cáscara del cielo! ¡Cantad las bóvedas oscuras que envuelven nuestra nuez! Un día estallaron en la mente de los pueblos y se abrió el mundo. Penetró la vista en los abismos del cielo y se hundió en las tinieblas; se llenó todo de explosiones de historia, de poesía, fue carne preñada de verbo. ¡Calíope, Euterpe, cantad para mí! ¡Arrancad la música escondida en el espacio y traedla a mis oídos, donde vendrá la palabra, arrancada de los pozos del universo, preñada de tiempo en la placenta de la eternidad! Allá en el espacio mira, desde un fondo sin límite, la pupila celeste y extraña; la mirada rodeada de colores; el polvo perdido en el espacio; el ojo de dios.
¿Es nube de historia o corazón de galaxia? ¿Poética sin fondo o palabra sin decir? ¿Es música, es voz en el insondable silencio? ¿Es vida, es cuerpo, espíritu sin carne, o es carne sin cuerpo? ¿Es la voz de la carne o es la carne de un silencio? ¿El tremendo silencio del espacio en el que brilla, como un globo, la mirada de dios? ¿Es voz sin palabra la insondable nebulosa, es música, es aire, una mancha variopinta plantada en un ojo del universo, un hueco del espacio en los espacios del tiempo, un pozo del ser? En sus confines late como un poema la música del caos, los albores del tiempo, la cuna del espacio, Ginungagap.
Cantad, musas, la tremenda historia brotada en el seno de la poesía. Cantad los albores del tiempo, los orígenes del ritmo y el canto, la voz que fue vida y mientras lo era ya era palabra; de ella salimos todos, y cuando no habíamos nacido aún no estábamos allí para oírla, pero ya era, ya estaba, y estaba fuera del tiempo, ya existía. En las tinieblas brilla con bellos colores la mítica galaxia, la nebulosa misteriosa, la voz inefable y la extraña presencia, el ojo de dios.
El ojo de dios es una nebulosa que flota en el espacio en uno de sus confines. En uno de sus agujeros, en un universo sin límites, en un patio sin esquinas, sin arriba ni abajo ni superficie ni profundidad. Allí, en ese espacio negro, brotan como miles de flores los agujeros del tiempo, los extraños huecos del espacio, como agujeros negros, los pozos del ser. Son miles de fuentes de historia y poesía, y de ellas salen millones de gusanos, vientos erigidos como túneles del tiempo, música silenciosa, porque no estábamos nosotros para oír. Allí, en el ojo de dios, está la palabra. Y en millones de manantiales que brotan de nubes de espuma más allá de la cáscara del cielo, más allá de los confines del mundo, donde la bóveda duerme con su luz celeste, una cápsula en las tinieblas, nuestro planeta enquistado en el mundo, el sistema solar.
¡Cantad los violines del universo! ¡Cantad las cuerdas que vibran y en su vibrar construyen los átomos, los puntos de materia surgidos del espacio, electrones y bosones, los gluones, los quarks! ¡Ahí, ahí estamos nosotros envueltos de cielo! ¡Allí encapsulados, dormidos en la cáscara, aislados en el mundo, insensibles al dolor! Incapaces de sentir vibraciones, pero vibrando y sintiendo aún como cuerdas, no como seres humanos; dormidos en el tiempo, perdidos en el espacio, antes de nacer.
Cantad, musas, la fuente de poesía donde brotó la historia. El mundo sin espacio, el mundo sin tiempo, la vida y la palabra, el huevo del cosmos, el caos sin forma: Ginungagap. Cantad el tiempo donde no vive el tiempo, la vida sin cuerpo que fue cuerpo vivo antes de ser; la carne del verbo donde brotará todo, un cuerpo de música, pero cuerpo sin cuerpo, cantad a la vida: ¡cantad!




sábado, 6 de mayo de 2017

Los ecos de las voces bíblicas





ECOS DE LAS VOCES BÍBLICAS

 

1.
EL INFIERNO

-Escucha, Juan, el evangelio de Lucas es desconsolador, pero a veces contradictorio. No para de decir que al que se arrepiente se le ha de perdonar, pero el arrepentimiento tiene un límite: la muerte. Si te arrepientes en el juicio ya no hay perdón. Tienes que arrepentirte antes del  juicio, aunque sea medio segundo antes de morir.
-Quizá sea porque uno debe arrepentirse de sus actos, no de sus consecuencias.
-¿Te refieres al infierno?
-Efectivamente. Si te muestran el castigo que te espera tú te arrepientes de haberlo merecido, no de haber obrado mal. 
-Pero el evangelio nos dice por todas partes que sigamos a dios para merecer el cielo. No nos dice que lo sigamos para buscar el bien, sino para recibir un premio. El bien ajeno es el medio que dios nos da para conquistar nuestro bien egoísta; el amor al prójimo, Juan, no es más que instrumento del amor propio.
Juan se detuvo un instante. Levantó la vista y miró a Hans a los ojos.
-¿Te das cuenta –dijo- de lo poco ortodoxo que es eso que me cuentas?
-Sí.
-Pero estás en un seminario.
-Sí. Pero estoy lleno de dudas. Mi corazón está lleno de fe, pero es una fe a la que se resiste mi cabeza. Lo que me dice mi pecho me lo desdice la lógica. Lo que me dicen mis entrañas choca con la sensatez.
-Pero es sensato hacerle caso al corazón.
-El corazón me arrastra a la locura.
-Al corazón, Hans –lo miró de nuevo a los ojos-: no a las tripas.
Hans se mantuvo en silencio mientras arañaba la tierra con la punta de su zapato. Camino arriba, entre las lomas, se internaban en el pinar.
-Luego están las escrituras –dijo-. Casi todo lo que en ellas se dice me parece correcto. Pero mi corazón se niega a aceptar la presencia del infierno. ¿Tú sabes lo que duele la salpicadura del aceite cuando fríes un huevo? Pues eso mismo, repartido por todo el cuerpo, es el infierno de Lucas; y, para colmo de males, dura toda la eternidad. ¿Esa crueldad sin límites es propia de un dios bondadoso?
Juan callaba. Escuchaba. Por encima de la loma se espesaba el pinar. A lo lejos, como un esquife, la silueta del castillo.
Hans prosiguió.
-Dios nos ha hecho libres de elegir. Pero nos niega el derecho a equivocarnos. El error tiene fecha de caducidad.
Prosiguió, arrancándole voz al silencio.
-El hijo pródigo. El hijo que se equivoca y luego, arrepentido, vuelve a casa en busca de perdón. Y no vuelve como hijo, sino como empleado de su padre a cambio de un sueldo. Pero su padre lo recibe como hijo y lo perdona. ¿No es eso dios para nosotros? ¿No somos todos hijos pródigos? El hijo pródigo no volvió porque comprendiera que estaba mal dilapidar su fortuna. Volvió porque acabó en la ruina. Y al final, en el juicio del padre, no le esperaba el infierno: le esperaba el perdón.
El silencio perdió espesor mientras miraba la silueta del castillo. Su corazón, aliviado, sintió alas y columbraba que podía volar. Sentirse ligero, aliviar la pesadez de sus temores, le devolvió la alegría. Sonrió bondadosamente a Juan.
-Lo que Lucas dice con la letra lo desdice luego con el espíritu: en la parábola.
Las barbas de Juan se mecieron suavemente bajo la brisa.
-Gracias –miró a Juan deteniéndose de nuevo-. Me ha aliviado mucho hablar contigo.
-Pero si no he hecho nada…
-Me has escuchado. Y tu silencio ha sido un espejo para mí. En él he visto mis dudas, en él me he mirado: y en el problema de la duda he encontrado la solución.
El castillo, sobre la loma, sonreía con el aplomo de un padre en la cordialidad de la lejanía.


 

2.
LOS MERCADERES DEL TEMPLO

Hans le daba vueltas a la cabeza. Había leído que en la edad Media los gremios se reunían en los soportales de las iglesias. Sin embargo, los evangelios decían que  Jesús echó a los mercaderes del templo. Era grande su perplejidad. Creía que la iglesia debía estar atenta a lo que ocurriera en el mundo, abrir sus puertas a la vida, ceder su espacio a las transacciones comerciales, a las conversaciones de los artesanos. ¿No era el ágora en Atenas la plaza pública, donde se reunían los ciudadanos? En la Edad Media no había ágora: y la gente estaba en las iglesias.
¿Cómo, entonces, iba a echar Jesús a los mercaderes del templo? ¿No era el templo la casa de todos? Claro, los gremios medievales no se reunían dentro de las iglesias. Se reunían fuera: en los soportales. Pero Hans se preguntaba si no debía la iglesia dar cobijo a la gente en lugar de expulsarla. No aislarse del mundo, a pesar de que su reino no es de este mundo; pero los fieles sí que están en él, y ahí tiene que venir a buscarlos. ¿Por qué los expulsa Jesús?
Hans se quedó cabizbajo, mirando la lámpara que ardía en su mesa. Sus ojos, absortos, miraban un punto hasta que la imagen empezaba a flotar. Y así, con las formas suspendidas en un limbo, en un lugar del espacio que era la niebla de su mirada, se quedaba ido con los ojos abiertos, miraba sin mirar; y esa sensación de flotar con las cosas le hacía feliz.
Cogió la pluma y abrió el cuaderno. Miró de nuevo al vacío y su mente, inquisitiva, volvió a volar. Buscaba entre tierra santa y la Edad Media por qué Jesús, en lugar de acoger a la gente, la expulsaba a latigazos. Pensó y pensó y las palabras fluyeron de otro mundo; como un manantial arrebatado, como un caballo desbocado, como un torrente sin freno. Una hora más tarde, cuando leyó lo que había escrito, pensó que era bueno. Leyó las hojas queriendo que hablaran: bien oiréis lo que dirán.


*
Vosotros sois el templo de dios. En el templo uno se recoge para sentir el espíritu. Si lo pueblan los mercaderes, el templo de dios se llena de ruido. Y ya no es posible concentrarse para descansar.
Vosotros sois el templo de dios: entre otras cosas. Porque también sois la plaza donde se pone el mercado. También vosotros tenéis derecho a regatear, cuando se puede hacer ruido; pero no cuando os estáis recogiendo para escuchar la voz del espíritu, el alma del cuerpo; la música del alma que vibra en silencio.
Vosotros sois el templo de dios. El hogar del alma.  El espíritu, recogido en el templo, es contemplación de la savia que penetra en los confines del mundo. Y que viene del fondo del universo. Pero, recogido en el mercado, el espíritu es amor. Los mercaderes que provocan el hambre no aman; y cuando se recogen en el templo no son dignos de él, porque sin amor no se escucha la voz del espíritu. Los mercaderes que hacen sufrir para alimentar su egoísmo son profanadores del templo; no son dignos de dios.
Vosotros sois el templo de dios. Y los mercaderes deben ser expulsados de él a latigazos. Cuando no se medita, el templo puede prestar sus paredes para los días de mercado; pero deben salir cuando llega la hora de meditar. Y si fuera posible, la ciudad debe construir un mercado fuera del templo. Pero si no, el templo puede servir de mercado. No es una solución perfecta porque, cuando se necesita silencio, ¿dónde se puede buscar con tanto ruido?
Vosotros sois el templo de dios. Hay muchos lugares que son el templo. Allí donde hay silencio, hay un templo. En las verdes praderas que hay sembradas en el campo. En los riscos agrestes de la sierra. En los bosques umbríos y el susurro de los árboles, en el piar de los pájaros. En las aguas que descienden con un murmullo, en arroyos y manantiales, en los ríos; y en torrentes salvajes con crepitar de piedras, que bajan en cascadas, y rápidos atropellándose a rabiar. Allí donde los ruidos son el silencio, estarán los templos.
Vosotros sois el templo de dios. Porque hay en vosotros muchos sitios y rincones donde navega el silencio. Y siempre hay un rincón del alma, cuando trepidan los otros rincones, donde hay un templo. Pero el silencio no siempre es remanso de paz. Sólo es remanso de quien ha amado, también los mercaderes. Cuando un mercader ha labrado su riqueza cimentándola en la miseria, que no venga a vernos al templo; no encontrará la paz, no lo queremos.
Y si no, echaré a latigazos a los mercaderes del templo. A cuantos especulan en bolsa para ganar dinero. A cuantos envuelven y engañan con sus cantos de sirena. A cuantos hunden empresas para ganar millones. A cuantos no les duele el alma cuando crean miseria. A cuantos humillan a los pobres como si fueran inferiores. A quienes se creen la élite con patente de corso, con derecho a pisotear. A cuantos pisan el templo para rezar, después de haber hundido las puertas del trabajo, para embolsarse el dinero. A todos esos los echaré a latigazos. Los echaré a patadas. Se alejarán de mí. Los echaré del templo.
El mercader tiene que vivir agradando a la gente, rozando el engaño; que tenga cuidado, engañar no es bueno cuando se arruina al hermano; cuando no merma sus ganas de vivir; cuando no rompe las posibilidades de sus vidas. Porque si viven a costa del prójimo, ¡los echaré a patadas! Triste es la vida para tener astucia, no la entristezcamos más matando al silencio.
Porque la vida es bella, pues las pasiones son grandes y los placeres buenos. Pues el frenesí descansa en las meditaciones del espíritu. Pues el templo es rincón del alma donde descansa el mercado. Vosotros sois el templo de dios, y si no lo cuidáis para cuando venga el cansancio, ¡nos quedaremos sin templo!

 


3.
EN EL PRINCIPIO

*
En el principio era el verbo. Y el verbo era goce, alegría, plenitud. La verdad era el verbo, y el verbo era dios.
Luego dios hizo el mundo. Y lo hizo escindiendo al verbo en dos mitades: desde entonces caminan separados la palabra y el espíritu. Y nos dejó en el mundo un eco de su ser, una sombra: el cuerpo, donde palabra y espíritu están unidos. Pero, como un dios rebajado, el espíritu del cuerpo aletea en un goce inferior.
El cuerpo es el templo de dios.


*
Cuando dios hizo el mundo se proyectó fuera, como una sombra. El mundo era la sombra de dios, y como dios y el mundo estaban separados, también el mundo era separación: separación entre la letra y el espíritu, entre lo alto y lo bajo, entre el cuerpo y el alma.
Pero luego el amor los volvió a unir. El amor le dio a la letra el espíritu que le faltaba.


*
La luz da sombra adonde llega, pero dios es fuente de luz y no la tiene. ¿Cómo, entonces, puede ser la sombra de dios? Dios es el único ser inaccesible al entendimiento. Dios no es lumen, es lux; fuente de luz, no luz reflejada. Dios es misterio.


 




sábado, 25 de julio de 2015

Rincón del mirador.







RINCÓN DEL MIRADOR
2014 


MARZO


  1.  
Pocas cosas hay en la vida tan insoportables como la perfección; su soberbia no es más que envidia.
                                                           

  1.  
             Un señor que, proclamando su admiración por Sócrates, se declaraba amante de la sabiduría; pero Sócrates no acostumbraba a apabullar con su saber, sino a rebajar los humos de quienes presumían de sabios. Declararse socrático y sentirse superior es ser cualquier cosa menos socrático.


  1.  
 Una persona buena no es perfecta; quienes quieren ser perfectos se creen dioses pero sólo son animales; es decir, que no son personas sanas.


  1.  
 ¿Cuándo podrá ese chico corregir sus errores, si lo mató su padre? Como quien se corta el brazo para que deje de dolerle, así también suprimió el error suprimiendo al que erraba. Ahora Carlos no se equivocará nunca


ABRIL
 
  1.  
 Todo era verdadero, pero nada era auténtico. Como el minero de Antonio Molina, que bajaba a la mina con orgulloso ademán; todo era verdadero, pero así no eran los mineros.


  1.  
Manolo Escobar era el ídolo de las multitudes, pero aquellas multitudes no eran las voces del pueblo; eran el pueblo desnaturalizado.


MAYO

7.

            La ortografía es convención, y está fijada por la costumbre; en cambio la puntuación tiene que ver con la naturaleza, porque lo que codifica es el ritmo.


8.

            Dadme el texto de un escritor analfabeto y yo le corregiré las jotas y las uves; pero no me digáis que le arregle la puntuación porque nunca sabré poner los puntos y las comas; es como si Beethoven hubiera escrito Para Elisa sin indicaciones expresivas.


9.

            Un texto es la expresión de un pensamiento, y no hay texto sin puntuación porque no hay palabra sin ritmo. Escribimos con la mano y la mano es pulso. Es imposible pensar sin sentir porque la cabeza se alimenta del corazón, y mientras respiramos las palabras fluyen: según la respiración sea rápida o lenta, según como venga nuestro ritmo cardiaco. La palabra viene del cuerpo y el cuerpo es ritmo, y por lo tanto música.


10.

            Cantar es respirar. Necesitamos respirar para vivir, por eso el canto alegra. Hoy sabemos que la sede de las emociones no es el corazón sino la cabeza. Tenemos tres partes en el cerebro, como asegura Paul Mac Lean. Tres cerebros imbricados, como tres muñecas rusas. Dentro, en lo más profundo, está la parte reptiliana: en ella duerme lo más mecánico de nosotros, lo que no piensa: el ritmo. Sobre ella se extiende, envolviéndola, el sistema límbico, sede de las emociones: y es la melodía; ya no son sonidos únicos sino sucesivos; un sonido detrás de otro, con principio y final (el ritmo no termina ni empieza, es una secuencia monótona, repetitiva, eterna); y al activarse se activan, con la amígdala y el hipotálamo, la alegría y la tristeza; sobre ellas, como una última cubierta, el neocórtex: la armonía; suma de sonoridades para crear una nueva, otra global; sumas, restas, trabalenguas, sinapsis complejas que activan también lo que hay debajo, en los otros dos cerebros. Luego el área de Broca. El de Wernicke. La palabra. La música. La emoción. La inteligencia creadora. La razón poética.


11.

            Si la emoción musical viene dada por el tempo (la velocidad) o por el modo (mayor o menor), tendremos que admitir que tiene traducciones corporales: el estremecimiento, la taquicardia… Y entonces la música se hace danza.


12.

            Si cada persona tiene una identidad sonora propia (lo que técnicamente se denomina un ISO); y si ésta está conformada por los ISOS gestalt, complementario, grupal y cultural: entonces habría que admitir que existe también un ISO universal, y serían los sonidos que nos han llegado antes de nacer: la respiración, los latidos, la escala pentatónica... El ritmo binario es la vibración del corazón, presente ya en el líquido amniótico. Del líquido amniótico recuerda también nuestro inconsciente el sonido del agua. Por eso los sonidos acuáticos son tan importantes para el autismo. Parece que también la nana es un ISO universal.


13.

            Ésa es la razón poética. Una palabra atenta a su música, a su ritmo. Un neocórtex atento a su sistema límbico, a su hipotálamo. Es la palabra originaria. La que aún no se había disociado entre filósofos y poetas.


14.

            La razón, dice la filósofa, tiene necesidad de hacerse poética, pero hay en estas palabras una coletilla que algunos olvidan: “sin dejar de ser razón”, nos recuerda ella.