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jueves, 6 de diciembre de 2018

KUHN





KUHN  


             Los estudiosos de la ciencia se han centrado siempre en las teorías. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la certeza? ¿Qué diferencia hay entre comprobar y refutar? ¿Puede ser deductiva una ciencia? ¿O debe conformarse con trabajar por inducción? ¿Cómo se produce el progreso científico? ¿Cuáles son los mecanismos de control?
            Desde Kuhn nos hemos acostumbrado también a introducir las ideologías y mentalidades. Una de las razones que se esgrimieron contra la teoría heliocéntrica fue que Josué le pidió a dios que detuviera el curso del sol (lo que significa que era el sol el que se movía, no la tierra). Contra la pluralidad de los mundos jugaba el hecho de considerar que el ser humano era el rey de la creación, y por lo tanto tenía que ocupar un lugar central en el universo (no vivir en la periferia); y contra las técnicas para aliviar el dolor en el parto se erguía el bíblico “parirás con dolor”, que excluía cualquier forma no dolorosa de parir. Sean cuales fueran las teorías y las técnicas empleadas, en la ciencia también influían las ideologías y mentalidades. Se podrían hacer observaciones que apuntaran a la esfericidad de la tierra, pero si la religión dice que la tierra es plana  esas observaciones no se tomarán en cuenta.
            Los epistemólogos, que hacen filosofía de la ciencia, se dividen en dos grandes categorías: quienes estudian la influencia de las mentalidades en las teorías y quienes estudian sólo las teorías; a los primeros se los descalifica diciendo que hacen sociología de la ciencia, no epistemología; y los segundos presumen de ser, a diferencia de los primeros, serios, meticulosos y rigurosos.
            O sea que quienes no hacen experimentos con matemáticas y lógica pasan por charlatanes. Ahora bien, desde el rigor científico se ha demostrado que no es posible el rigor total; el principio de Heisenberg nos enseñaba que la observación tiene sus límites, y el teorema de Gödel nos dice que el pensamiento y el cálculo también los tienen (pues arroja serias dudas sobre las posibilidades de la lógica y la matemática); ya demostró Kant que la filosofía, cuando se aleja de lo observable, se vuelve absurda y con ese absurdo nos topamos todos en el estudio del infinito.
            El rigor científico funciona, pues, a medias. Hay un mar de misterio que la ciencia no puede explorar; sobre ese mar hay islotes de realidades inteligibles; pero también hay islotes de pensamientos erráticos, y entre ellos, muchas mentalidades e ideologías (aunque no todas). Hay un mundo que conocemos y otro que no podemos conocer. El mundo que conocemos está hecho de observaciones y de hipótesis; y nuestras hipótesis, como son conjeturas verosímiles, cuando se demuestra que son verdaderas no dejan de ser creencias; puestos a creer cosas, ¿qué diferencia hay entre una explicación provisional, aunque sea científica, y una explicación ideológica, y hasta mitológica, si ninguna de las dos ha sido demostrada? La diferencia está en que la ciencia acepta las críticas; las ideologías y los mitos, no. Pero es una diferencia de talante, de actitud, no de método. Dicho de otro modo: los epistemólogos rigurosos tienen que admitir en la ciencia la misma presencia de mentalidades que en un principio rechazaban. Kuhn tendría razón: la ciencia no sería sólo una cuestión de experimentación y matemática, sino también de mentalidad.





sábado, 18 de febrero de 2017

La partes de la filosofía



LAS PARTES DE LA FILOSOFÍA

 
 
1. Las ocho formas de vida.

            La existencia puede asegurarse en este mundo o en trasmundos invisibles situados en el más allá.
            El yo inmanente está en el mundo y en él lucha por existir. Busca su existencia en este mundo, a diferencia del yo trascendente; la trascendencia es dios.
            La esencia se juega en el arte, que es búsqueda de plenitud.
            Sólo en la ética convergen esencia plena y existencia plena, haciendo de la vida una auténtica obra de arte.
            La historia es inmanencia. Todas las demás formas de vida son trascendentes.
            El punto de partida de esta ontología está constituido por el estudio de ocho formas fundamentales de vida. Son las siguientes:
1. Inmanencia: estoy dentro del mundo y veo el mundo, pero no me veo a mí.
2. Autoconciencia: mi mente sale parcialmente del mundo, y desde fuera se ve a sí misma luchando dentro.
3. Ética: estoy como autoconciencia dentro del mundo, y me identifico en otros como yo que también están en el mundo.
4. Arte: salgo enteramente del mundo y vivo en otros que sí están en el mundo.
5. Juego: el sentimiento de los otros en mí flota en la novedad generada por la repetición.
6. Humor: la novedad mana de la repetición sin sentir a los otros en ese estar fuera del mundo en que estoy yo.
7. Ciencia: mi mente sale totalmente del mundo, y desde fuera ve el mundo sin sentirlo: como un juego de sombras.
8. Técnica: esta separación entre yo y el mundo es el teatro de iteraciones que no producen novedad.

 

2. Las partes de la filosofía.

            La autoconciencia es antropología cuando es estudiada por la filosofía. El estudio del mundo como inmanencia no autoconsciente es cosmología. El estudio de estas dos regiones del ser abarca cuatro bloques temáticos generadores de sendas disciplinas: nosología (noosfera), ontología (cosmosfera), ontopatía (erosfera) y fenomenología (cronosfera o historia del ser). De este entramado se derivan las partes de la filosofía. Son las siguientes:
            1. Nosología. Se ocupa del conocimiento, e incluye tanto al conocimiento físico como metafísico (hay continuidad entre filosofía y ciencia). Se divide en:
                        a) Fainología. Estudia la percepción. Abarca territorios que han sido abordados por Husserl bajo el término “fenomenología”; ésta no debe confundirse con la historia de las apariciones del ser como parece significar el término en Hegel: para esto último reservaré el término “cronofanía” o, simplemente, “fenomenología”. La fainología se ocupa del conocimiento sensible; pero, a diferencia de Platón, lo concibe como íntimamente ligado a la inteligencia de las cosas. Percibir es volcar las sensaciones en moldes gestaltistas y conceptuales; estos últimos resultan de nuestra experiencia y nuestro aprendizaje.
                        b) Epistemología. Estudia el conocimiento intelectual y abstracto; y lo hace tanto desconectado del mundo sensible (ciencias formales) como conectado con él (ciencias empíricas): en este último caso no se confunde con la fainología, porque explora conceptos nuevos en vez de limitarse a reproducir los existentes.
            2. Ontología. Es el estudio del ser, incluido el ser humano, pero reducido a sus componentes no humanizados. Hay tres ontologías (o tres partes de la ontología) dependiendo de las tres regiones a las que se aplica:
                        a) El conocimiento ordinario (impropiamente llamado “sentido común”): son las teorías elaboradas a partir de la percepción, y podemos hablar de ontología fainológica.
                        b) La ciencia: abarca las teorías elaboradas reflexionando no sólo sobre las cosas que percibimos, sino también sobre la aplicación a las mismas cosas de los conceptos producidos por el desarrollo autónomo de la razón. Todas las teorías científicas en todas las ramas del saber tendrían cabida aquí; la ontología científica es más un puente entre filosofía y ciencia que una rama de la filosofía. Es el mundo de las ontologías regionales.
                        c) La metafísica: es la parte de la ontología que se ocupa de las regiones últimas del ser, comunes a todas las ciencias; sus campos emblemáticos son las relaciones entre el ser y el tiempo o el ser y la nada (teniendo en cuenta que el ser se estudia aquí independientemente de toda consideración fainológica).
            3. Ontopatía. Estudia la naturaleza sintiente de las cosas, el pathos del ser. Si la ontología estudia los aspectos no humanizados del ser, eso quiere decir que en último extremo podría confundirse con la lógica; pero una lógica paraconsistente capaz de captar el tiempo, lo que no consiguen las lógicas bivalentes al uso. La física y la química son modelos de esa lógica (¿de esas lógicas?) que se constituyen interpretando las variables de diversas maneras. Pero la lógica ontológica contempla el ser como representación, esto es como formas que aparecen a nuestra razón. La patiología lo contempla como presencia, desde dentro: buscando lo que el ser siente. Prolongación natural de la patiología sería la ontopatía, que se preocupa de sentir el ser. La biología y la psicología serían modelos patiológicos de la lógica ontológica, y la poesía y la mística lo serían de la ontopatía. En correlación con la lógica ontológica se levantaría una gramática ontológica, que incorporaría intuiciones interesantes de Octavio paz (véase El mono gramático). La patiología se puede escindir en dos grandes apartados:
                        a) La hilopatía. Estudia la naturaleza sintiente de la materia no humanizada, mineral, vegetal o animal, por lo menos de los animales inferiores. Algunos autores han postulado una protomentalidad de la materia.
                        b) La patiología humana (humanipatía). Se ocupa de las formas de sentir en la naturaleza humana, ocupando un territorio fronterizo con la psicología de la que, sin embargo, se aparta; ésta se ocupa, en efecto, de las representaciones del sentir, mientras que a la patiología humana le interesan sus presencias.
            La ontopatía es esa forma de conocimiento que consiste en sentir el ser más que razonar sobre él (intuición frente a inteligencia): aquí tienen cabida intentos como la razón poética de María Zambrano. Ahora bien, hay una línea muy delgada entre la ontopatía y la mística (y el arte en general); esta última quiere sólo sentir el ser, mientras que la primera quiere conocer sintiendo. En efecto, pensar es razonar y sentir: tales son los dos modos de conocimiento que hay.
            4. Fenomenología. Entendida como una historia del ser, en relación con una historia del tiempo (cronofanía), abarca:
                        a) Una filosofía de la naturaleza (entendida como ontología de la historia de la naturaleza). La dialéctica de la naturaleza intentada por Engels no cuajó ni siquiera como embrión de este proyecto.
                        b) Una filosofía de la sociedad (como ontología de la historia social). Su modelo es la hegeliana fenomenología del espíritu

 

            Obsérvese que ontología y ontopatía son dos formas de conocimiento del ser: una por la razón; la otra por el sentimiento. Hay una ontología y una ontopatía de la vida, que es a un tiempo sentimiento (erótica) y lucha (agonística). Esta presencia da lugar a tres campos de estudio:
            A. Teletaxia. Lucha por la existencia. En su fase inmanente es hemerótica y filosofía de la historia; en su fase trascendente es patética.
                        a) Hemerótica. Se ocupa de la vida cotidiana, algo que podríamos llamar la erótica de los días.
                        b) Filosofía de la historia. Sería lo que podríamos llamar ontología social, y se ocupa de las condiciones de posibilidad del saber en función del sentir y viceversa. Frente a la erótica de los días, es aquí erótica de los tiempos. La lucha por la vida tiene muchas líneas fronterizas; la religión, por ejemplo, no es lo mismo como lucha por el poder que como experiencia de la intensidad; en el primer caso es objeto de la filosofía de la historia; en el segundo, lo es de la patética en la mística.
                        c) Patética. Se ocupa de la lucha trágica, que es ante todo la lucha contra el destino. Aspectos de la humanipatía religiosa pueden caber en este apartado. Como erótica del destino es tragedia; y como erótica de la eternidad es la mística.
            B. Televida. Lucha por la esencia. Es trascendencia liberada de las contingencias de este mundo, pues aquí no peligra la vida ni peligran tampoco nuestras formas de instalación en este mundo. Abarca estas dos disciplinas filosóficas:
                        a) Filosofía del ocio. Trata de la vida como lucha en el juego, en el deporte, pero no en la lucha por la vida: en el juego se busca menos la victoria que la superación (aunque el juego tiene efectos teletáxicos que desprecian la superación buscando la victoria). Pero también encontramos aquí la erótica del descanso. El juego, competitivo o cooperativo, es diversión ligada a la lucha; el descanso es diversión que no requiere esfuerzo.
                        b) Estética. Se diferencia de la patiología en que su objeto de estudio es el sentimiento distanciado.
            C. Ética. Estudia las interacciones entre lógica ontológica y patiología humana, insertando la necesidad ontológica en el sentir; rechaza, por consiguiente, que pueda hablarse de manera generalizada de falacia naturalista. 


sábado, 28 de febrero de 2015

Lo que es la ciencia para Kant.






LO QUE ES LA CIENCIA PARA KANT


            -Recordaréis que toda la filosofía se resume para Kant en tres preguntas: qué puedo saber, qué debo hacer y qué me cabe esperar; empecemos por la primera.
            Juan se pasó los dedos por las comisuras de los labios mirando por la ventana. Esos silencios en él equivalían a un punto y aparte. Era como terminar un párrafo y empezar el siguiente. Más que un párrafo, una parte de un capítulo; una sección.
            -¿Qué puedo saber? En la biblioteca de Hume había libros de física y era bueno guardarlos. También nos podrían ser útiles los libros de matemáticas. Pero los de metafísica (sugería Hume) había que arrojarlos al fuego, porque no hacen más que sembrar en nuestras cabezas enredo y confusión. Sin embargo Kant quería salvar la metafísica. Él la consideraba la parte más noble del saber, y para salvarla había que demostrar que era digna de confianza. De modo que la pregunta estaba lanzada: ¿es la metafísica una ciencia?
            Ése era el gran reto. Y mientras miraba al aire de la habitación deteniéndose en un punto del espacio, sin llevar su mirada hasta la pared, hilvanó sus cavilaciones.
            -Para eso tendríamos que saber lo que es la ciencia. Todo lo que podemos decir lo expresamos en forma de oraciones; o como decía Kant, usando una palabra de Aristóteles: de juicios. Un juicio es la unión de un sujeto y un predicado; por ejemplo “yo como”. Y un predicado es un verbo acompañado de complementos; por ejemplo, “como pan”. Pues bien, los juicios de la ciencia ¿son de fiar? Hay que pensar que sí, porque si no, no nos habríamos fiado de lo que dicen los científicos. Normalmente nos creemos lo que dicen los astrónomos, pero no  siempre creemos a los astrólogos, adivinos y charlatanes; solemos creer a los médicos más que a los curanderos, y a los técnicos más que a los magos. ¿Por qué? ¿Qué hay en las palabras de un astrónomo, un médico y un técnico que no haya en las de un astrólogo, un curandero y un mago? ¿Por qué la palabra de unos tiene más crédito que la de otros? Respondemos habitualmente que por boca de unos habla la ciencia, y por la de otros no. Pero ¿qué tiene la ciencia para inspirarnos tanta confianza?
            Juan se detuvo un momento para respirar.
            -Kant pensaba en la ciencia como la garantía máxima del saber. Podríamos creer a un científico más que a un cura. Porque por boca de uno habla la razón y por boca de otro habla la fe, y para Kant todas nuestras creencias deben ser razonables. De acuerdo con la religión, sí, pero no a costa de la razón.
            Los alumnos escuchaban concentrados.
            -¿Y cómo habla la ciencia? ¿Cómo están hechos sus juicios, sus afirmaciones y negaciones, cómo separan con acierto lo verdadero de lo falso? Dicho de otro modo: los juicios de la ciencia deben ser infalibles; infalible quiere decir universal y necesario. Universal. Que valga siempre y en todas partes; ¿os imagináis que la ley de la gravedad funcionara en mi casa y no en la del vecino? Y necesario: que no puede ser de otro modo. ¿Os imaginéis que los cuerpos cayeran hacia arriba en lugar de caer hacia abajo? Si así fuera flotaríamos en el espacio hasta salir de la atmósfera, a lugares donde no habría oxígeno y no podríamos respirar.
            Carraspeó.
            -En tiempos de Kant todos estaban sorprendidos por la física de Newton. Les parecía que ningún conocimiento podría tener un grado mayor de perfección. ¿Y cómo es la física de Newton? ¿Cómo están hechas sus afirmaciones? Sus afirmaciones (sus juicios) son, ya lo hemos visto, universales y necesarios. Os voy a dar un ejemplo de juicio universal y necesario: “cinco minutos antes de morir todavía estaré vivo”.
            Helga, Cristina y Julián se rieron a destajo.
            -Claro, tenéis razón en reíros. Suponed que llegáis a casa y vuestros padres os preguntan qué habéis aprendido en clase. Y vosotros contestáis que cinco minutos antes de morir todavía estaréis vivos. Y entonces, después de reírse en vuestras narices, os dirán: ¿y para eso vais a la escuela? No les faltará razón. Porque los juicios infalibles, aunque sean universales y necesarios, no nos enseñan nada que no sepamos ya. No amplían nuestro conocimiento. No nos sirven para aprender.
            Juan hizo de nuevo una pausa didáctica.
            -Pero resulta que los juicios de la ciencia son infalibles sin ser vanos. A los juicios vanos los llamamos verdades de perogrullo. Que un hombre viudo es un hombre cuya mujer ha muerto, que las dos menos cuarto es la una cuarenta y cinco o que cinco minutos antes de morir todavía estaré vivo, son perogrulladas. Se ríen de nosotros cuando hablamos así. Pero que las plantas se alimentan por fotosíntesis, que Demóstenes resistió a Filipo o que la torre Eiffel está en París: eso sí que son conocimientos que amplían nuestra cultura. Pero tienen un inconveniente: no son seguros; no son infalibles, no son universales y necesarios. La torre Eiffel está en París hoy, pero no lo estaba hace doscientos años; y además podría no estarlo; podría haber ocurrido que no le hubieran encargado a Eiffel que la construyera. Demóstenes también podría haber nacido en otro sitio, y no habría combatido la invasión de Filipo. Y las plantas también podrían haberse alimentado sin fotosíntesis: por fermentación, por ejemplo.
            Juan miró al reloj y se tapó la boca. Después prosiguió su explicación abriendo los brazos. 


             -Ése es el dilema: o aprendemos cosas nuevas que no son seguras, o cosas seguras que no son nuevas. Suponed que sois antropólogos y vais al Amazonas. Entrevistáis a los indios y anotáis todo lo que os cuentan. ¿Vais a volver a la universidad, escribir un libro y contar todo lo que os han dicho? ¿Cómo sabéis que no os han engañado? ¿O que no se han equivocado en lo que os decían? Para que os tomen en serio en la universidad es necesario que lo que digáis cumpla dos requisitos. El primero es que sean cosas nuevas, que nadie las conozca: a nadie se le va a ocurrir inventar ahora la dinamita; y el segundo es que esas novedades sean de fiar, o sea que podáis estar seguros de ellas. Pero, como ya hemos visto, si nuestros conocimientos son seguros no nos enseñan nada nuevo, y si son novedosos no tenemos la garantía de que sean seguros. Da la impresión de que la ciencia es imposible.
            Juan carraspeó un poco. Se le estaba secando la boca. Y tenía que abreviar, porque se le acababa el tiempo. Volvió a mirar el reloj.
            -Kant lo resolvió con una varita mágica: los juicios de la ciencia son novedosos y seguros; no son afirmaciones hechas a la ligera. Ahora vamos a ver lo que significan estas dos palabras.
            Abrió los brazos mientras hacía otra pausa didáctica.
            -Algo es novedoso cuando el predicado no está incluido en el sujeto. Helga –señaló hacia ella con el dedo-, tu jersey es rojo. Pero en la naturaleza de Helga no está el jersey rojo; mañana quizá venga vestida de azul y seguirá siendo Helga. Cuando pensamos en ella pensamos necesariamente en un ser bípedo, inteligente y de sexo femenino, pero no necesariamente en una chica vestida de rojo. “Helga viste de rojo” es un juicio: su predicado no expresa una característica de Helga, sino que es algo que se le añade, que no forma parte de ella; ese juicio es la síntesis de un sujeto (Helga) y un predicado (su ropa roja): es un juicio sintético.
            Todos escuchaban con atención; pero ninguno tomaba apuntes. Juan proseguía.
            -Los juicios sintéticos aportan informaciones novedosas, pero no son seguros. Si yo digo que Helga viste de rojo y vosotros la habéis visto ayer, ¿pensaréis que digo la verdad? Puede que sí. O puede que no. Que Helga vista hoy de rojo no es seguro. Es sólo probable.
            Juan levantó el dedo para proseguir.
            -Ahora fijaos en los juicios infalibles. Por ejemplo, que antes de morir todavía estaré vivo. El predicado (estar vivo) forma parte de la naturaleza del sujeto (yo antes de mi muerte). No se le añade, sino que está ahí. Para ver si es verdad no hay necesidad de verme, bastará con analizar el sujeto y dentro de él encontraremos el predicado: es un juicio analítico. Los juicios analíticos son seguros, pero no nos enseñan nada. No hay nada en ellos que nos aporte experiencias nuevas, y en realidad nos quedamos como estábamos.
            Juan bajó las manos para apoyarlas sobre la mesa.
            -Los juicios analíticos son seguros, pero están vacíos; suelen ser juicios a priori, porque no necesitamos recurrir a la experiencia para conocer lo que dicen; no son fruto de la observación, sino que los sabemos de nacimiento. Son conocimientos innatos.
            Nueva pausa didáctica.
            -Los juicios sintéticos nos hablan de lo que vamos aprendiendo en nuestra experiencia cotidiana, ya sea porque no paramos de observar lo que nos rodea, o porque nos lo cuentan otros que lo han visto: eso quiere decir que son juicios a posteriori, fruto de nuestra experiencia. Pero los juicios a posteriori no son seguros.
            Juan se detuvo un momento para encadenar estas dos ideas.
            -Kant sostiene que hay juicios que son seguros y nos enseñan cosas: son los juicios de la ciencia; unos juicios sintéticos a priori. Amplían nuestro conocimiento (por eso son sintéticos), pero al mismo tiempo son seguros (por eso son a priori). La ley de la inercia es un juicio sintético, porque antes de que nos la enseñaran no la conocíamos; y es a priori porque nunca falla; por eso es un juicio científico.
            Ahora daba vueltas de una pared a otra, de la puerta a la ventana; estaba la pizarra a su lado, y tenía las manos en los bolsillos.
            -Los juicios a priori proceden de nuestra naturaleza. Tienen una estructura lógica, contienen el arte de pensar: por eso son innatos; nosotros venimos al mundo con las leyes lógicas en la cabeza, y esas leyes son verdaderas aunque no las apliquemos. Otras especies animales no tienen una estructura de pensamiento racional como la nuestra. Un perro, por ejemplo, no puede poner un molde lógico a las representaciones que tiene de la realidad. Pero nosotros sí. Cada ser vivo tienen sus esquemas mentales, que son como moldes de magdalenas; la realidad es una masa de magdalenas y la misma masa la vemos unos y otros de forma distinta, según sea la forma de los moldes que le ponemos. El conocimiento tiene dos partes: la realidad en sí misma, que viene a ser como una masa amorfa; y la jaula en la que la atrapamos, que tiene forma predeterminada y, al darle forma, la moldea. Lo que la realidad pone es el contenido: las cosas que aprendemos, el contenido sintético. Y lo que ponemos nosotros es el recipiente para recogerlo, que es a un priori porque no procede de la experiencia; es el cubo con el que vamos a recoger los datos de la experiencia, igual que cuando cogemos con un cubo el agua de lluvia. Si nadie tiene cubos y vasos, será muy difícil que recoja agua del cielo.
            Juan había ido calculando lo que faltaba para que sonase el timbre. Faltaba poco. Los últimos minutos de clase los empleó en explicar cómo encadenaría el próximo día la epistemología kantiana con lo que les acababa de explicar. Y como una espada de Damocles, cuando tenía que sonar el timbre, sonó.