KUHN
Desde
Kuhn nos hemos acostumbrado también a introducir las ideologías y mentalidades.
Una de las razones que se esgrimieron contra la teoría heliocéntrica fue que
Josué le pidió a dios que detuviera el curso del sol (lo que significa que era
el sol el que se movía, no la tierra). Contra la pluralidad de los mundos
jugaba el hecho de considerar que el ser humano era el rey de la creación, y
por lo tanto tenía que ocupar un lugar central en el universo (no vivir en la
periferia); y contra las técnicas para aliviar el dolor en el parto se erguía
el bíblico “parirás con dolor”, que excluía cualquier forma no dolorosa de parir.
Sean cuales fueran las teorías y las técnicas empleadas, en la ciencia también
influían las ideologías y mentalidades. Se podrían hacer observaciones que apuntaran
a la esfericidad de la tierra, pero si la religión dice que la tierra es
plana esas observaciones no se tomarán en
cuenta.
Los
epistemólogos, que hacen filosofía de la ciencia, se dividen en dos grandes
categorías: quienes estudian la influencia de las mentalidades en las teorías y
quienes estudian sólo las teorías; a los primeros se los descalifica diciendo
que hacen sociología de la ciencia, no epistemología; y los segundos presumen
de ser, a diferencia de los primeros, serios, meticulosos y rigurosos.
O
sea que quienes no hacen experimentos con matemáticas y lógica pasan por
charlatanes. Ahora bien, desde el rigor científico se ha demostrado que no es
posible el rigor total; el principio de Heisenberg nos enseñaba que la
observación tiene sus límites, y el teorema de Gödel nos dice que el
pensamiento y el cálculo también los tienen (pues arroja serias dudas sobre las
posibilidades de la lógica y la matemática); ya demostró Kant que la filosofía,
cuando se aleja de lo observable, se vuelve absurda y con ese absurdo nos
topamos todos en el estudio del infinito.
El
rigor científico funciona, pues, a medias. Hay un mar de misterio que la
ciencia no puede explorar; sobre ese mar hay islotes de realidades
inteligibles; pero también hay islotes de pensamientos erráticos, y entre
ellos, muchas mentalidades e ideologías (aunque no todas). Hay un mundo que
conocemos y otro que no podemos conocer. El mundo que conocemos está hecho de
observaciones y de hipótesis; y nuestras hipótesis, como son conjeturas
verosímiles, cuando se demuestra que son verdaderas no dejan de ser creencias;
puestos a creer cosas, ¿qué diferencia hay entre una explicación provisional,
aunque sea científica, y una explicación ideológica, y hasta mitológica, si
ninguna de las dos ha sido demostrada? La diferencia está en que la ciencia
acepta las críticas; las ideologías y los mitos, no. Pero es una diferencia de
talante, de actitud, no de método. Dicho de otro modo: los epistemólogos
rigurosos tienen que admitir en la ciencia la misma presencia de mentalidades que
en un principio rechazaban. Kuhn tendría razón: la ciencia no sería sólo una
cuestión de experimentación y matemática, sino también de mentalidad.
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