viernes, 7 de agosto de 2020

EL HEDONISMO

 

 

     Hoy vamos a dar una clase de filosofía. Para ser más exactos, de ética.  

EL HEDONISMO 

            Hay una corriente ética que se conoce como hedonismo (la palabra griega “hedone” suele traducirse por “placer”): sus dos principales representantes son Aristipo (que fundó la escuela de Cirene, razón por la cual a sus discípulos se les llama cirenaicos) y Epicuro (que fundó también su propia escuela, conocida como el Jardín).

            Epicuro, como Aristipo, piensan que la felicidad consiste en el placer; pero no se ponen de acuerdo en lo que es el placer; contemplar un cuadro o un bello atardecer, escuchar una sinfonía o dar un paseo son actividades placenteras, pero también lo son beber vino, comer bien, darse un baño relajante o entregarse al erotismo. ¿Qué tipo de placeres es preferible? ¿En ambos casos se puede hablar de placer?

  • Para Aristipo hay que buscar el placer en el momento presente, y se trata por tanto de un placer sensorial.
  • Epicuro prefiere el disfrute de los momentos pasados o futuros; a veces disfrutamos más recordando un viaje que mientras viajábamos, y suele ocurrir también que soñar con la realización de nuestros proyectos nos proporciona más alegría que cuando los empezamos a realizar. Epicuro se interesa, por consiguiente, por la búsqueda del placer espiritual.

1. LOS PLACERES

(1) El cuerpo:

Aristipo y los cirenaicos admiten que hay dos sentimientos (páthe) básicos en el cuerpo: 

            El placer como movimiento suave.

            El dolor como movimiento áspero.

(2) El alma:

Epicuro, frente a los placeres del cuerpo, admite también los placeres del alma:

            El placer estable (“catastemático”) es el que sigue a la eliminación de los dolores: es una ausencia de perturbación. Éste es el fin último.

Epicuro emplea el vocablo “hedoné” para referirse a la ausencia de dolor, y éste tiene dos vertientes, igual que la medalla tiene dos caras:  

            a) Aponía es la falta de dolor en el cuerpo.

b) Ataraxía es la ausencia de perturbación espiritual.

          Podríamos resumir esta diferencia diciendo que para Aristipo la felicidad consiste en el placer, mientras que para Epicuro consiste en la ausencia de dolor; “no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita”, dice el refrán popular.

El placer de los cirenaicos es un placer cinético puesto que se transforma en su contrario, el dolor (a toda borrachera le sigue siempre una resaca). Y el de los epicúreos es más bien un placer catastemático (es decir estático), puesto que nunca se transformará en su contrario (el placer de un paseo tranquilo nunca se convierte en perturbación o dolor).

1. El placer cinético o genético es una agitación de nuestra sensibilidad.

2. El placer catastemático (es decir “estable” o “constitutivo”) es el placer fundamental. El dolor es el límite del placer; y por tanto:

a)      No hay un estadio neutro intermedio entre placer y dolor, como el gris es el intermedio entre el blanco y el negro.

b)      No existe ese placer mixto, formado de mezcla de placer y dolor, del que hablaba Platón.

Y como el placer está enraizado en nuestra sensibilidad, no es ilimitado; la naturaleza misma ha fijado los límites del placer.  En efecto,

a)      El placer nos es connatural, propio de nuestro organismo vivo; oikeîon.

b)      El dolor es allótrion (“extraño, ajeno”).

 

2. LOS DESEOS

 El deseo es esa especie de atracción que sentimos hacia el placer. Hay cuatro clases de deseos:  

 1. Los que son naturales y necesarios (como beber cuando se tiene sed). Éstos son los que eliminan el dolor. Comer, beber, dormir, vestirse, sentir amistad, pasear, son placeres naturales y necesarios.

 2. Los que son naturales, pero no son necesarios (como la comida refinada). Éstos diversifican el placer sin eliminar el sentimiento de dolor. Vivir en una casa de lujo, vestir bellas ropas, tener colchones mullidos, cojines y alfombras, nos proporcionan placeres naturales (puesto que dormir y vestir son necesidades de la naturaleza), pero de manera innecesaria (porque la naturaleza no exige que se añada lujo a la satisfacción de esas necesidades).

 3. Los que no son ni naturales ni necesarios (como las coronas y la erección de estatuas honoríficas). Hoy diríamos que las drogas, la moda, el botellón, los tatuajes, los peircings, son placeres artificiales (es decir “no naturales”) y no necesarios.

  

3. EL TETRAFÁRMAKO

(CUÁDRUPLE REMEDIO)

         Hay obstáculos a nuestros deseos, que son dificultades para conseguir el placer. Epicuro destaca cuatro miedos que hay que vencer: a los dioses, a la muerte, al placer y al dolor.

 1. Los dioses.

             Los dioses son felices e imperecederos, por lo tanto ni tienen preocupaciones ni nos las proporcionan a nosotros. 

Este mundo funciona solo, no tiene necesidad de que ningún dios lo haga funcionar. Por lo tanto no hay que temer a los dioses ni esperar que los dioses nos salven; tendremos que salvarnos nosotros mismos.

            Tampoco hay que atribuir a los dioses acciones indignas de ellos, como los castigos de su cólera terrible; ni ellos nos necesitan a nosotros (y por tanto todo sacrificio es inútil) ni tampoco se enfadan con nosotros como creemos.

 2. La muerte.

             La muerte nada es para nosotros, porque mientras existimos la muerte no está, y cuando se presenta ya hemos dejado de existir.

            En efecto, todo bien y todo mal, tanto el placer como el sufrimiento,  residen en la sensación; pero como la muerte es ausencia de sensaciones (puesto que cuando estamos muertos no sentimos nada), entonces no nos puede hacer sufrir; por lo tanto no tenemos motivos para temerla. 

 3. El placer.

             El bien es fácil de procurar.

Donde exista placer, por el tiempo que dure, no hay ni dolor ni pena ni mezcla de ambos.

 4. El dolor. La enfermedad.

             El mal es fácil de soportar.

            El dolor del cuerpo no dura mucho, el más agudo perdura lo mínimo y el más leve no persiste muchos días.

            Y las enfermedades duraderas ofrecen al cuerpo mayor cantidad de placer que de dolor.

             Tampoco hay que temer a la fatalidad: unas cosas suceden por necesidad, otras por azar y otras dependen de nosotros.

            1. La necesidad es irresponsable. Es la fatalidad de los físicos.

            2. El azar es vacilante.

            3. Lo que está en nuestro poder es la única propiedad que tenemos. Es mejor ser sensatamente desafortunados que gozar de buena fortuna con insensatez. (Hoy diríamos que la suerte no viene sola, sino que se busca; y se busca siempre con nuestro trabajo, por eso no hay que esperar a tener suerte quedándonos con los brazos cruzados). Se trata, por supuesto, de la voluntad.

             Los placeres que valen la pena dependen de nuestra voluntad.

 

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