DE LA RAZÓN A LA VIDA (2)
1. Historia.
La historia es
autoconciencia que transita en el presente por el pasado y el futuro,
constituyéndose como una erótica de los tiempos.
En la historia esos
seres embrutecidos suelen desempeñar los papeles más bajos y miserables, los
menos lucrativos: pastores arrancados a la sociedad, peones, pinches, verdugos,
donnadies.
Luego están los que han
tenido la suerte de desarrollar sus instintos en el caldo del pensamiento; y
por lo tanto sus sentimientos se han vuelto más finos; y se ha vuelto más
atinada su capacidad de decidir. Como decía Pascual Duarte, la naturaleza nos
cría a unos en campos de piedras y cardos, y a otros con perfumes y arrebol.
Pero hay otro anhelo de existir que transita
también por los confines del tiempo. Es la mística aquí una erótica
de la eternidad.
2. Mística.
Mística debe entenderse como un
impulso de comunión para fundirse con el mundo, no una renuncia al mundo para
disfrutar de la ausencia de sensaciones (como si el goce místico pudiera ser un
goce puramente intelectual).
El impulso contemplativo de comunión
es la mística. El impulso dinámico de comunión es la embriaguez; la embriaguez
que se opone al ensueño (como ya Nietzsche nos advirtiera). Pero el borracho
también goza de dese desprendimiento de sí mismo que le hace sentir al unísono
con los sentimientos de todos los demás. Y el aficionado deportivo celebrando
un gol decisivo. Y el que se funde en una manifestación, gritando al unísono
con todos, lanzada su alma al vuelo independientemente de que esas ideas puedan
ser criticadas por su razón. El entusiasmo no es solamente un éxtasis místico;
el rapto del alma tiene hilos que parecen hacerlo indisociable del rapto
corporal. La plenitud es una sensación de bienestar creciente, un sentimiento
de goce subiendo hasta estallar, pero sin estallido; y es una situación
envolvente en donde los sentidos se nublan, todos ellos, y se despierta un
sentido holístico que se abre a la totalidad, que siente el mundo con más plenitud
al tiempo que los sentidos parciales dejan de percibir los detalles; y entonces
el mundo nos mece, como nubes de algodón, la naturaleza nos envuelve, poco a
poco nos penetra, dejamos de sentirnos en ella porque hemos empezado a ser
ella, nos fundimos en el ser cuando hemos dejado de ser, ya no somos un ser
sino que hemos pasado a ser el ser del mundo y eso nos da un bienestar
infinito, un placer indescriptible, una presencia que se ha construido sobre el
olvido: y nos sentimos transportados por toda la naturaleza, un sentimiento
panteísta y místico, sentirse arrastrado, una pasión, un arrebato, el
entusiasmo adueñándose del fondo más íntimo de nuestro ser.
¿Es la mística un entusiasmo por
existir, o por ser? Quiere la existencia, pero se desentiende de la adaptación,
porque no le interesa el entorno; también se desentiende del desarrollo, porque
no le interesa él mismo. Y también quiere la esencia, pero una esencia
universal, que se construye sobre el olvido de mi propio ser. Estamos en el
mundo de la trascendencia. La trascendencia tiene sus raíces aquí: aunque no
las reconoce.
3. Tragedia.
Y cuando transita también por los tiempos
paralelos, fijándose en los pasados que pudieron haber sido y en los futuros
que habrían podido ser, la erótica del anacronismo se constituye también
como tragedia.
Existen en el mundo
parcelas que dependen de nuestra voluntad; otras, por el contrario, no dependen
de nosotros, ya lo dijo Epicteto; y en ellas de nada sirve la lucha, sólo cabe
la resignación: pues bien, las cosas que se imponen a nosotros in que tengamos
posibilidad de evitarlas nos abren a la tragedia; eso que llamamos el destino,
o la fatalidad, constituyen el mundo trágico.
Podemos distinguir dos
tipos de determinismos: el genético y el ambiental.
Sólo la historia decide qué cosas son
trágicas y cuáles no; y lo trágico no es siempre lo que termina en tragedia: la
tragedia es un punto de partida, no un final.
Patética.
Si la historia se centra en lo posible, la
tragedia y la mística, en tanto que anhelos imposibles, constituyen la patética. Historia y patética son las dos formas humanas de lucha por la
existencia; a esta forma de lucha la llamaremos teletaxia: literalmente,
“contacto de la distancia”. No sabemos si los animales superiores (delfines,
chimpancés) tienen historia; lo que sí es seguro es que no experimentan vida
patética (en el sentido que aquí le hemos dado a este término).
Televida.
Si
la teletaxia es lucha por existir, la televida es lucha por ser; se trata ahora
de vivir, no de sobrevivir; de llegar a ser nosotros mismos, no solamente de
adaptarnos al mundo. Nuestra naturaleza es un mundo interior lleno de promesas
y debe conseguir plantarse en el mundo exterior.
4. Juego.
Me
aburro y juego al dominó, al parchís, a las cartas: al hacerlo no lleno el
tiempo de sentido, sino que me limito a pasar el tiempo; o, como vulgarmente se
dice, a matarlo. Suele ocurrir que cuando termino de jugar me siento vacío; lo
mismo que cuando veo una película mala.
El
artista, por el contrario, puede pasarlo mal mientras crea, puede estar
concentrado, puede estar en tensión, pero cuando termina se siente pleno y
realizado. La tensión creadora es alegre y agónica al mismo tiempo, disfrutamos
al tiempo que sufrimos; pero es un sufrimiento vivificador, una inyección de
vida.
5. Arte.
En el arte podemos
experimentar un éxtasis casi místico; la diferencia es que el objeto
contemplado en el arte no es el sujeto que lo contempla; lo que provoca
entusiasmo no es la propia persona que lo siente (sea o no sea a través de
dios), aunque en el objeto artístico el artista pone mucho de sí. Pero su
percepción puede llegar a ser igualmente sublime.
Todos los juegos tienen estrategia (esto es,
creatividad) y todos son rutinarios; pero mientras el parchís tiene un uno por
ciento de creatividad y un 99 por ciento de rutina (por decir algo), el ajedrez
tiene un uno por ciento de rutina y un 99 por ciento de creatividad. Todos los
que juegan piensan; pero unos piensas más y otros menos.
El parchís es un juego monótono, repetitivo,
no porque no sea creativo, sino porque lo es muy poco; y el ajedrez es creativo
no porque no sea repetitivo, sino porque lo es muy poco.
El arte es el placer de la esencia y el juego lo es de la
existencia.
El objeto del arte no
es, pues, la belleza, sino la perfección. La belleza es
un elemento prescindible. Una obra fea, pero perfecta, es artística. Claro que
hay quieres consideran que lo bello es lo perfecto.
No
hay, pues, una diferencia tan marcada entre el juego y el arte. El juego es
aplicación cerebral de reglas fijas, y el arte aplicación sensible de las
mismas reglas; el artista piensa con la sensibilidad, o lo que es lo mismo pone
el pensamiento al servicio de la sensibilidad. ¿Hay criterios para saber cuándo
es arte y cuándo sólo un juego? Porque la palabra “arte” puede usarse en dos
sentidos: como técnica (el arte de amar, el arte de la guerra, el arte de jugar
al fútbol) y como inspiración (el arte sin complementos ni adjetivos: por
ejemplo la música, el teatro, las bellas artes). No es lo mismo una rima que un
ripio. No es lo mismo, recordémoslo otra vez, una obra bien hecha que una obra
bien inspirada.
6. Ética.
La unión de
esencia y existencia es ética. La existencia es adaptación, y la esencia
desarrollo. La historia, como hemos visto, es la aventura de adaptarse al mundo
para conseguir que el mundo se adapte a nosotros, y así poder desarrollarnos,
volcando en él toda la riqueza de nuestro ser; la historia es, así, la epifanía
de los derechos humanos.
En tanto que
lucha por el desarrollo la historia es la epifanía del juego y del arte; pero
primero ha tenido que ser drama y tragedia, lucha por existir antes de llegar a
ser lo que somos; en la mística hemos encontrado un ansia por encontrar la
puerta del ser, que se halla en el corazón más profundo del instinto de
existir, de perdurar; si existir es buscarnos un hueco en el tiempo, ser es
encontrar un hueco en la eternidad; llenemos ese hueco de contenido y tendremos
el arte como desarrollo de esa plenitud; y la ética, lo veremos a continuación.
La diferencia entre la mística y el
arte es que el arte es aparición y la mística intensidad; la mística es un
sentimiento íntimo, profundo, agarrado en lo más intenso de mis entrañas: pero
vacío; cuando el arte adquiere dimensiones místicas se vive con intensidad, una
intensidad que puede llegar a ser extrema, indescriptible, sublime; hay
momentos así en la sinfonía patética de Tchaikovsky.
El arte, cuando está inspirado, ve
las cosas desde fuera, pero las siente desde dentro; veámoslas también desde
dentro y tendremos la ética. En la vida ética yo no sólo veo las cosas desde el
sillón del espectador, sino que me meto en ellas para verlas desde allí; ese
ponerme en lugar del otro es la empatía, cristalizada en las neuronas- espejo. Veo
el mundo como si fuera yo, pero también lo siento como si me sintiera a mí
mismo. Sufro con el gato que sufre, con el conejo a punto de ser cazado por el
galgo, con mi semejante que abandona su casa por causa de la guerra, me alegro
con ellos cuando ellos se alegran, mi sentimiento surge del interior de todos
los seres; o más bien surge de mí, pero se refleja como en un espejo en todos
los seres de la tierra como si yo fuera ellos, como si el mundo entero estuviera
dentro de mí y yo sufriera por el mundo.
El sentimiento ético es la búsqueda
del bien: un instinto primario que sólo se vive en toda plenitud en el interior
de los seres humanos; lo llamamos humanidad. La humanidad busca el bien de
todos mientras que la animalidad sólo busca el de sus congéneres. Y como pasa
en el arte, cuando la intensidad es extrema puede ser un sentimiento casi
místico; a la par feliz y doloroso, aunando en el mismo punto el deleite y el
sufrimiento.
La razón,
como en el arte, está al servicio del sentimiento.
Por la ética
me adueño de la vida universal. La
ética, como esencia conjugada en la existencia es erótica de la totalidad.
7. Humor.
Es la degradación de la ética. La ética es cercanía del otro (mi prójimo). El humor, por el contrario, no es cercanía sino distancia. Hay un humor degenerado que no coexiste con la ética, sino que la
suprime: es el humor despiadado de la crueldad; no todo humor ácido y
corrosivo es despiadado, pero todo humor despiadado sí es corrosivo. El
deleite por el sufrimiento ajeno es una violación de la ética; por eso es
siempre un humor insano: patológico. En él se esconde la crueldad.
Pintamos una bola de
hierro para que parezca un balón de fútbol. Le decimos a un vecino que vamos a
chutar para ver quién la tira más lejos. El vecino golpea con todas sus fuerzas
retorciéndonos en ayes de dolor; entonces nosotros nos paramos retorciéndonos
de risa.
Desde el punto de vista
del que chuta, se ha roto dedos, metatarsianos y empeine. Desde el punto de
vista del que mira sólo hay una situación graciosa; la gracia viene de que al
chutar esperaba una cosa y se ha encontrado con otra; una espera defraudada no
nos hace reír; una espera equivocada sí; es cómico comprobar que la realidad no
corresponde a la apariencia. Siempre que no se sufra. La ignorancia de la
falsedad nos hace reír con el engaño; su conocimiento nos hace reír.
El que descubre el
engaño sufriendo descubre una vida dramática; el que lo contempla sin sufrir
descubre una vida cómica; si el que sufre siente patetismo el que se ríe siente
“apatía”: o sea que uno siente y otro no. El drama estriba en sentir el dolor
propio y la comedia en no sentir el dolor ajeno. Basta con ponerse en lugar del
que sufre para sentirlo, aunque nos sigamos riendo por inercia. La risa desaparece
con la empatía. Con la misericordia. Con la piedad. O lo que es lo mismo: la
risa es lo contrario de la comprensión; el humor es la negación de la ética.
Hay otro tipo de humor
que no brota de la contemplación de las desgracias ajenas. Cuando la sorpresa
(el descubrimiento inesperado de que las apariencias no corresponden a la
realidad) es un valor por sí mismo; o cuando descubrimos entre las cosas
conexiones sorpresivas (incluyendo juegos de palabras); o cuando se exponen
situaciones paradójicas (que incluyen entre sus ingredientes elementos
incompatibles). Ejemplo de esto último: “”esto eran dos y se cae el de en
medio”. Ejemplo de lo segundo: “esto era uno que va y se muere; moraleja: no
vayas”. Se extraen de las situaciones
lógicas conclusiones disparatadas.
Cuando lo inesperado no hace sufrir a nadie
produce un humor sano. Cuando no hace sufrir al espectador pero sí al
protagonista produce un humor de mal gusto. Y cuando hace sufrir al
protagonista no nos hace ninguna gracia.
8. Ciencia.
La ciencia es poiesis:
creación. La observación de la realidad es experiencia, pero la ciencia va más
allá de la experiencia. Explica los fenómenos buscando lo que ocultan. Lo mismo
que el público busca el truco que esconden las apariencias cuando ve actuar al
prestidigitador, así también el científico busca en la realidad lo que no se
ve. Y como lo que no se muestra no puede descubrirse, habrá que inventarlo. Inventamos
los átomos para explicar los misterios de la naturaleza. Y así también
inventamos las células antes de descubrirlas, y los cielos, y los epiciclos, y
la herencia de los caracteres adquiridos, y la selección natural, y la teoría
de la relatividad.
La ciencia es distancia máxima con respecto al mundo. Observa las cosas desde
fuera, sin implicarse en ella. La admiración del científico por la belleza de
su trabajo tiene mucho de arte. Pero en ciencia mandan los datos. Y si la vida
científica es arte, los resultados de la ciencia son monografías donde la fantasía
queda fuertemente atada por la tiranía de los datos.
9. Técnica.
La técnica, como la ciencia, es distancia máxima entre sujeto y objeto, pero sus
reglas son prescriptivas.
Hacen falta dos
ingredientes para que se pueda hablar de arte: la creación y la técnica (o, como hemos visto
antes, la poiesis y la techné); y hay que añadir un tercero: la proximidad con
el objeto creado; una proximidad que puede llegar a la identificación. No basta
con crear una sinfonía en nuestra cabeza; para ser músico es necesario también
saber música. Lo primero que hicieron los Beatles cuando se hicieron famosos
fue aprender música, porque sin técnica no podían dar relieve a la creación.
La técnica, a diferencia de la ciencia, no
busca saber cómo se mueven las cosas, sino cómo queremos que se muevan. La
ciencia busca el ser del objeto.
La técnica se ocupa de
la aplicación; la ética, de la práctica. La virtud ética de la aplicación
(diligencia) nada tiene que ver con la virtud técnica de la aplicación (útil);la
primera se refiere a personas, y la segunda a herramientas.
Vida.
Vivir
es desarrollar nuestra esencia, es decir tomar del mundo lo que necesitamos
para ser lo que somos, para existir sin desnaturalizarnos. Si tomamos del mundo
lo que nos perjudica, dejamos de existir; por ejemplo si bebemos agua
envenenada. Pero si tomamos lo que nos falta, mejoraremos nuestra existencia:
porque realizaremos nuestra esencia.
La
esencia es su naturaleza. Cada ser desarrolla su naturaleza, por ejemplo la
naturaleza de la vaca es herbívora, una vaca no puede, o no debe, comer carne.
Los ganaderos han alimentado las vacas con un pienso que se ha fabricado
triturando el cuerpo de otras vacas muertas; con lo que han hecho que sus vacas
no solamente fueran carnívoras, sino también caníbales; la naturaleza se ha vengado
creando la enfermedad de las vacas locas.
Quien
puede hacer obras de arte y se contenta con pintar cosas bonitas está
desperdiciando su capacidad. Quien puede ser un buen futbolista y se contenta
con pasar un rato en el fútbol, desperdiciará sus posibilidades; porque
aprovecharlas significa algo más que pasar el rato.
El mundo es la
emergencia cronológica de la razón.
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