SOLIPSISMO
Hay
una minoría exaltada que se ha atrevido a prender la mecha. La mecha ha
prendido porque había gasolina. La gasolina es la mentalidad pacientemente
construida por unos cuantos ideólogos; falseando la historia propia, ignorando
la ajena, construyendo pacientemente al enemigo e identificándolo con el resto
de España, y catapultando todas esas visiones desde la radio y la televisión
catalanas; logrando que sus oyentes se nieguen a escuchar las radios ajenas, a
ver televisiones ajenas y a leer (esto ya menos, porque la gente no lee) otra
prensa y otra literatura que no sean las que se producen en casa; de esta
manera se ignora lo ajeno y se desprecia lo que se ignora: bien lo decía Machado.
¿Cómo se ha conseguido cegar a las masas para que no vean lo que tienen delante?
¿Para que sólo crean lo que les enseñan? ¿Y para que sólo vean lo que creen? Muy
sencillo: tomando algunos ejemplos de castellanos malos y catalanes buenos (que
siempre los hay) y generalizando en una colosal falacia: todos los castellanos
son malos; todos los catalanes son buenos. Y como, además, todos los catalanes
sufren de la crisis, ya hemos resuelto la cuadratura del círculo: la culpa la
tienen los castellanos; o sea, España; y como ellos son buenos y los españoles
malos, pues ellos no son españoles. El silogismo es perfecto. Es verdad que los
otros españoles también sufren, pero para enterarse de ello los catalanes
tendrían que escucharlos; y no los escuchan, porque de ellos no hablan la radio
y la televisión catalanas; o si hablan, es de otra manera; retratándolos, no
como a personas que sufren y ríen, sino como enemigos malos; y como son malos
hay que combatirlos; hostigarlos, dividirlos, castigarlos.
Una
vez que sólo se escucha lo que se dice en casa, ya no sirve de nada la libertad
de opinión, la libertad de expresión, la libertad de conciencia. ¿De qué me
sirve que haya otros periódicos, otros canales de televisión, otros
libros? De todas formas no los voy a
leer. Pueden vender las librerías mil libros de fuera y uno de casa: yo sólo
compro el de casa; a veces, hasta lo leo. Estamos en la forma más sibilina de
censura. En lugar de que el gobierno prohíba que se publiquen cosas, cada uno
se prohíbe a sí mismo leer lo que publican otros. Si soy del Madrid leo el
Marca. Si soy del Barça leo el Sport. Y así, todos contentos. Cada cual se
regodea con lo suyo y menosprecia lo ajeno. Es la dictadura perfecta. La que no
necesita policías, porque cada uno es su propio policía. Y acabamos, como decía
Unamuno, teniendo la inquisición en la cabeza. Ya no necesitamos hogueras. Cada
mente es una hoguera donde se queman sus propias ideas. Y sólo nos quedan las
creencias.
Esto
en filosofía se llama solipsismo. Creer que sólo existe uno mismo. Creer que
todo lo que nos pasa existe sólo en nuestra cabeza. En psicología lo llamamos
autismo. Hundirse uno dentro de sí, ser incapaz de comunicar. Pues bien:
Cataluña es una realidad comunicadora y cosmopolita (Serrat, Barral, Gil de
Biedma, García Márquez); pero el catalanismo es una forma de autismo; por lo
menos este catalanismo; no el de Joan Maragall, Gaudí o Guimerá; sino el de
Oriol Junqueras, Marta Rovira o los Jordis; el de Puigdemont.
Cansa
repetir una y otra vez lo que se han retorcido las palabras; llaman exilio a la
fuga; a la desobediencia la llaman patriotismo; al imperio de la ley, opresión;
los prisioneros se convierten en presos políticos. Jesús fue condenado como
malhechor; si hubieran condenado a Barrabás lo habrían convertido en preso
político. Al ataque contra la democracia lo llaman democracia (con lo que
democracia es dictadura: os acordáis de las consignas de Orwell: “la verdad es la mentira”). A la le defensa de la
ley la llaman franquismo. Pasean su desgracia por los pasillos de Europa,
ellos, que son los perseguidores de media Cataluña, dándoselas de perseguidos;
quienes menospreciaron a los charnegos en su día reclaman su derecho a
seguirlos menospreciando. (¿Recordáis? Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa. Preguntadle a cualquier andaluz,
murciano o castellano que haya tenido que emigrar a Cataluña). Donde más caso
les hacen en Europa es en los cenáculos del populismo, de la segregación, de la
xenofobia. Y en España, la izquierda que defiende a los pobres también los
defiende a ellos; esa izquierda se ha alineado con los ricos de Cataluña para
que sigan molestando a los charnegos; por ricos hay que entender también a los
pobres de Cataluña, que son menos pobres que los de fuera; y que se han
alineado con los ricos de casa para burlarse de los pobres que no son de ellos.
Entonces
me acuerdo de Moustaki. Georges Moustaki, que le cantó a la libertad en la
figura del charnego: del meteco; del que no es de aquí, pero se siente de aquí.
Y ha abrazado, besado y llorado sin ser de fuera pero sin que le dejaran
tampoco ser de dentro. Holandés errante, ser sin patria que pertenece a todas
las patrias: cosmopolita, ciudadano del mundo. Que no se enorgullece de su
boina, sino de su cabeza. Ni del espetec que hacen en casa, sino de todas las
comidas. Ni confunde tampoco a su país con una bandera, ni abofetea a su vecino
para colgar un trapo, ni expulsa a los músicos de casa porque para música ya le
basta con una canción, la que le hicieron escuchar toda la vida. También me
acuerdo de John Lennon: imagine. Y de Martin Luther King: I’ve got a dream. Y
de Jesucristo: mi reino no es de este mundo. Nuestra tierra es de todos,
aunque, como es lógico, cada uno tenga en ella su casa. Bien lo dice un antiguo
refrán castellano: cada uno en su casa y dios en la de todos; lo que quiere
decir que mi hogar es mío, pero no a costa de expulsar al vecino ni de
confundir su casa con la mía: porque tengo la obligación de ayudarle a
construir su propia casa para que no tenga necesidad de invadirme la mía. Nada
humano me es ajeno: bien lo decía Terencio. Si confundimos la defensa de mi
hogar con la expulsión del extranjero, es que no hemos entendido nada de nada.
Mear fuera del orinal, desbaratarlo todo. Frente a los de la independencia yo
defiendo a los charnegos; a los metecos; porque ellos también han ayudado a
construir Cataluña. El día en que los catalanes abran los brazos y dejen de
construir alambradas y muros, ideológicos o reales, los que fueron charnegos,
no me cabe duda, abrirán también sus brazos y gritarán: ¡Visca Catalunya!