viernes, 27 de julio de 2018

SOLIPSISMO





SOLIPSISMO


             Hay media Cataluña que quiere la segregación de la otra media. Pero lo curioso es que hace un par de años sólo una pequeña minoría quería segregarse; y aunque fuesen algunos más quienes la querían, sólo unos pocos pugnaban por ella; la defendían como principio, no como opción realista de gobierno; como sueño, no como realidad; ya sabemos lo que sucede cuando confundimos las realidades con los sueños.
            Hay una minoría exaltada que se ha atrevido a prender la mecha. La mecha ha prendido porque había gasolina. La gasolina es la mentalidad pacientemente construida por unos cuantos ideólogos; falseando la historia propia, ignorando la ajena, construyendo pacientemente al enemigo e identificándolo con el resto de España, y catapultando todas esas visiones desde la radio y la televisión catalanas; logrando que sus oyentes se nieguen a escuchar las radios ajenas, a ver televisiones ajenas y a leer (esto ya menos, porque la gente no lee) otra prensa y otra literatura que no sean las que se producen en casa; de esta manera se ignora lo ajeno y se desprecia lo que se ignora: bien lo decía Machado. ¿Cómo se ha conseguido cegar a las masas para que no vean lo que tienen delante? ¿Para que sólo crean lo que les enseñan? ¿Y para que sólo vean lo que creen? Muy sencillo: tomando algunos ejemplos de castellanos malos y catalanes buenos (que siempre los hay) y generalizando en una colosal falacia: todos los castellanos son malos; todos los catalanes son buenos. Y como, además, todos los catalanes sufren de la crisis, ya hemos resuelto la cuadratura del círculo: la culpa la tienen los castellanos; o sea, España; y como ellos son buenos y los españoles malos, pues ellos no son españoles. El silogismo es perfecto. Es verdad que los otros españoles también sufren, pero para enterarse de ello los catalanes tendrían que escucharlos; y no los escuchan, porque de ellos no hablan la radio y la televisión catalanas; o si hablan, es de otra manera; retratándolos, no como a personas que sufren y ríen, sino como enemigos malos; y como son malos hay que combatirlos; hostigarlos, dividirlos, castigarlos.
            Una vez que sólo se escucha lo que se dice en casa, ya no sirve de nada la libertad de opinión, la libertad de expresión, la libertad de conciencia. ¿De qué me sirve que haya otros periódicos, otros canales de televisión, otros libros?  De todas formas no los voy a leer. Pueden vender las librerías mil libros de fuera y uno de casa: yo sólo compro el de casa; a veces, hasta lo leo. Estamos en la forma más sibilina de censura. En lugar de que el gobierno prohíba que se publiquen cosas, cada uno se prohíbe a sí mismo leer lo que publican otros. Si soy del Madrid leo el Marca. Si soy del Barça leo el Sport. Y así, todos contentos. Cada cual se regodea con lo suyo y menosprecia lo ajeno. Es la dictadura perfecta. La que no necesita policías, porque cada uno es su propio policía. Y acabamos, como decía Unamuno, teniendo la inquisición en la cabeza. Ya no necesitamos hogueras. Cada mente es una hoguera donde se queman sus propias ideas. Y sólo nos quedan las creencias.


            Esto en filosofía se llama solipsismo. Creer que sólo existe uno mismo. Creer que todo lo que nos pasa existe sólo en nuestra cabeza. En psicología lo llamamos autismo. Hundirse uno dentro de sí, ser incapaz de comunicar. Pues bien: Cataluña es una realidad comunicadora y cosmopolita (Serrat, Barral, Gil de Biedma, García Márquez); pero el catalanismo es una forma de autismo; por lo menos este catalanismo; no el de Joan Maragall, Gaudí o Guimerá; sino el de Oriol Junqueras, Marta Rovira o los Jordis; el de Puigdemont.
            Cansa repetir una y otra vez lo que se han retorcido las palabras; llaman exilio a la fuga; a la desobediencia la llaman patriotismo; al imperio de la ley, opresión; los prisioneros se convierten en presos políticos. Jesús fue condenado como malhechor; si hubieran condenado a Barrabás lo habrían convertido en preso político. Al ataque contra la democracia lo llaman democracia (con lo que democracia es dictadura: os acordáis de las consignas de Orwell: “la  verdad es la mentira”). A la le defensa de la ley la llaman franquismo. Pasean su desgracia por los pasillos de Europa, ellos, que son los perseguidores de media Cataluña, dándoselas de perseguidos; quienes menospreciaron a los charnegos en su día reclaman su derecho a seguirlos menospreciando. (¿Recordáis? Juan Marsé: Últimas tardes con Teresa. Preguntadle a cualquier andaluz, murciano o castellano que haya tenido que emigrar a Cataluña). Donde más caso les hacen en Europa es en los cenáculos del populismo, de la segregación, de la xenofobia. Y en España, la izquierda que defiende a los pobres también los defiende a ellos; esa izquierda se ha alineado con los ricos de Cataluña para que sigan molestando a los charnegos; por ricos hay que entender también a los pobres de Cataluña, que son menos pobres que los de fuera; y que se han alineado con los ricos de casa para burlarse de los pobres que no son de ellos.
            Entonces me acuerdo de Moustaki. Georges Moustaki, que le cantó a la libertad en la figura del charnego: del meteco; del que no es de aquí, pero se siente de aquí. Y ha abrazado, besado y llorado sin ser de fuera pero sin que le dejaran tampoco ser de dentro. Holandés errante, ser sin patria que pertenece a todas las patrias: cosmopolita, ciudadano del mundo. Que no se enorgullece de su boina, sino de su cabeza. Ni del espetec que hacen en casa, sino de todas las comidas. Ni confunde tampoco a su país con una bandera, ni abofetea a su vecino para colgar un trapo, ni expulsa a los músicos de casa porque para música ya le basta con una canción, la que le hicieron escuchar toda la vida. También me acuerdo de John Lennon: imagine. Y de Martin Luther King: I’ve got a dream. Y de Jesucristo: mi reino no es de este mundo. Nuestra tierra es de todos, aunque, como es lógico, cada uno tenga en ella su casa. Bien lo dice un antiguo refrán castellano: cada uno en su casa y dios en la de todos; lo que quiere decir que mi hogar es mío, pero no a costa de expulsar al vecino ni de confundir su casa con la mía: porque tengo la obligación de ayudarle a construir su propia casa para que no tenga necesidad de invadirme la mía. Nada humano me es ajeno: bien lo decía Terencio. Si confundimos la defensa de mi hogar con la expulsión del extranjero, es que no hemos entendido nada de nada. Mear fuera del orinal, desbaratarlo todo. Frente a los de la independencia yo defiendo a los charnegos; a los metecos; porque ellos también han ayudado a construir Cataluña. El día en que los catalanes abran los brazos y dejen de construir alambradas y muros, ideológicos o reales, los que fueron charnegos, no me cabe duda, abrirán también sus brazos y gritarán: ¡Visca Catalunya!
  



1 comentario:

  1. Ojalá llegue ese día, el de los brazos abiertos de los catalanes que están cerrados en sí mismos, metidos en su interior buscando lo que no encuentran y creando la desazón. Querida Lechuza , esta reflexión es una reflexión de unión y de humildad, nada más que un canto al brusco egoísmo y al atentado contra la solidaridad.����

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