viernes, 13 de julio de 2018

MÁS PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN



MÁS PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN
  

1. La escuela.

            Hay quien dice que lo principal es el amor de madre; ningún padre puede sustituir a una madre en casa; la madre se ha convertido en el símbolo del hogar.
            No es verdad. Lo que sí es verdad es que si la madre está en casa mientras el padre está en el bar, los hijos sólo le hacen caso a la madre. Pero si una madre se obsesiona con la casa y la cuida más que a sus hijos, no es extraño que ella cuente tan poco como el padre que está en el bar. Los hijos escuchan a quien juega con ellos; a quien habla con ellos; a quien los ayuda cuando hace falta; no a quien está sin preocuparse por ellos, esté en el bar o esté en la casa; mucho menos cuando no está.

            La mano que mece la cuna es la mano que  maneja el mundo.
                                                                                                                                             (Proverbio norteamericano)

            La escuela es el lugar donde se imparte la enseñanza; desde la infancia hasta la universidad. La primera escuela es la familia, aunque acostumbremos a distinguir entre familia y escuela por comodidad. El padre y la madre son los primeros maestros. Y cualquiera que está con ellos cuando el padre y la madre no están.
            Hay madres ansiosas de tener hijos: pero la naturaleza no se los ha dado. Hay padres que no han nacido porque sus hijos tampoco han nacido: y tienen nostalgia de niño. Mecer la cuna es una forma de imaginar al niño; es anhelo y es engaño; y es, en los dos sentidos de la palabra, ilusión.

            La pobre loca cuidaba la cuna, lavaba la ropa, limpiaba pañales. Preparaba biberones, calentaba la leche, hacía papillas... pero no tenía niño. Así también hay maestros que cuidan la escuela y se olvidan del alumno. Pero cuidar la cuna no es cuidar al niño.

            Y hay padres y madres que sólo quieren niño para mostrarlo. Para pasearlo ante la mirada de todos, dándole el biberón, jugando con él mientras parece que juegan para él, llevando el carrito. Un muñeco, no más, es el bebé; o una muñeca; hay madres que juegan con él como quien juega con la muñeca; y padres que ven machotes donde no hay más que niños; si son niñas las dejan con su madre, se marchan al bar y se olvidan de ser.

            Adoran la educación y no educan. Obligan a leer y no animan. Animan a disfrutar y desaniman. También se odia la lectura haciéndola presencia vacía, tarea olvidada, enseñanza vana; y es un ídolo lejano, un mito. El tiempo que se emplea en adorarla no es tiempo que se invierte en vivirla.


            Ha habido madres que han sido mujeres de su casa; y han tenido sujetos a los hijos mientras fregaban con tal de que no pisaran el suelo; les han prohibido sentarse en el sofá para no estropearlo; y no les han dejado salir a jugar porque ¿qué tendrá la calle que todos queréis salir?
            Se han olvidado de cuidar al niño para cuidar la casa. De enseñarle a hablar por reír sus gracias. De dejarle jugar por no manchar el vestido. De correr y trotar para no llenarse de tierra, ni arrugar la ropa planchada, ni deshacer el lacito en el pelo. Hay quien trata a los niños como si fueran un escaparate.
            Y hay escuelas que se ponen bonitas cuando llega el inspector. Para quedar bien cuando vienen a mirarlas. Para deslumbrar a los padres. Se acuerdan de enseñar cuando compiten por un premio; cuando enseñar no es más que ganar títulos; cuando ser maestro no es más que un diploma. A diferencia de aquellos otros que, enseñando bien, les da por apuntarse a concursos; y ganar no es el sustituto de enseñar; los papeles no sustituyen a la realidad; la realidad no es falsificada por representaciones; enseñar no es sólo tener un diploma; y preocupa más el niño que su vestido; el juego más que los lazos; la escuela no se pone guapa sólo para mostrarse; el mundo no se convierte sólo en escaparate; y el maestro no se olvida del niño porque está cuidando la escuela o porque se haya ido al bar.

            Enseñan la escuela tan limpia y bonita... pero es una momia. Es un armazón de huesos y pellejo cubierto de cristal y pintado con mimo... pero no tiene cuerpo. Tiene el pulso frío.



2. La maldad.

            Ser malo es no tener empatía. Hacer a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Estando sano. Ser malo es no ponerse en el pellejo de los demás. No sentirte tú en el otro. No tener misericordia, que misericordia es el corazón que late y sufre por las miserias ajenas; que son nuestras  propias miserias. Sentir es comprender el mal de los demás, es querer curarlo: no deleitarse morosamente en el sufrimiento, como hace la gente de televisión cuando muestra historias desgraciadas; como hacen los melodramas explotando nuestros sentimientos bajos: que es bajo querer llorar sin querer ayudar al desgraciado; como hace esa falsa solidaridad que es la caridad espectáculo.  
            Hay quien no se siente reflejado en los demás porque su egoísmo enturbia la visión del espejo que tiene en el alma: y en un espejo que no es transparente no se puede ver. Algunos tienen corazones translúcidos y opacos. Y son insensibles al sentimiento ajeno. Son fríos. Son impenetrables.
            Otros no sienten el dolor del prójimo porque los ciega su propio dolor. Tienen en su alma un espejo transparente, pero no miran en él. Están demasiado preocupados con mirarse a sí mismos. No, no tienen tiempo para mirarse; si se miraran verían al prójimo en sus propias carnes, se compadecerían de él. (Eso que ahora llamamos empatía se llamó en un tiempo compasión. Com-padecerse: sufrir con el sufrimiento de los demás. Y querer suprimirlo como queremos suprimir nuestro propio sufrimiento).
            Y entre las muchas clases de maldad está la del vago. La pereza es falta de energía para actuar, cuando queremos. Es como el coche que tiene el motor intacto, pero le falta gasolina. La pereza sabe que tiene que hacer las cosas, pero no puede; el motor de su cabeza le dice lo que tiene que hacer, pero a su cabeza le falta gasolina. Cuando quieres y no puedes porque tu voluntad es floja, te engañas y engañas a los demás diciendo que no quieres nada; y disfrazas la pereza con la abulia, como la fábula de la zorra; pero queremos las uvas aunque finjamos despreciarlas.
            El perezoso ve que otros consiguen lo que quieren porque su deseo es fuerte, pero su poder es flojo; y sienten envida. El envidioso quiere rebajar al poderoso a su impotencia ya que él no puede alcanzar el poder que el otro tiene: y, a falta de construir su mundo, quiere destruir el mundo de los demás; para que no sean el espejo en el que se mire, viendo que él no ha hecho cosas que los otros han podido. Por eso el envidioso es malo. Porque tiene cegado el espejo de la compasión: es despiadado con los demás a falta de ser compasivo consigo mismo; y entonces compadecerse no es salir de la desgracia, sino hundirse en ella.

            Son dos clases de maldad: la maldad de los vagos, la maldad de los malos. El vago se porta mal aunque sea bueno; el otro es malo.




1 comentario:

  1. La educación es auténtica cuando el maestro mira sin pereza y sin envidia, se entrega al estudiante para rescatarlo y activarlo en su aprendizaje fomentando su pensamiento crítico. Pero me ha permitido ,querida Lechuza, rescatar de tu escrito reflexiones sobre la maldad, sin ella el ser humano no sería tal y no tendría el minuto del perdón, la envidia es maldad y hay mucha en el ámbito educativo, a la que hay que hacerle diario quite... "cegado el espejo de la compasión: es despiadado con los demás a falta de ser compasivo consigo mismo; y entonces compadecerse no es salir de la desgracia, sino hundirse en ella". Contra la envidia, humildad y honestidad...

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