viernes, 15 de abril de 2022

 

 

EL MUNDO     



            El mundo es la acción conjunta de la naturaleza y la sociedad. El ambiente. No es lo mismo vivir en un palacio que en un suburbio. Respirar aire limpio que los humos de una fábrica. Estar en un lugar lleno de cuestas que en el llano. En el campo que en la ciudad. Y no es lo mismo vivir en la prehistoria que en el siglo XX, en la guerra de los cien años que en un prolongado periodo de paz. No es lo mismo tener amigos que vivir solo. Los ermitaños han elegido vivir solos voluntariamente; pero hay gente que vive sola porque no tiene otra opción. Antaño la gente se moría de apendicitis; hoy casi es una cirugía menor. Y no es lo mismo vivir en el polo que en el trópico. En el desierto que en la sierra. Soportar un calor seco que un calor cargado de humedad. Es fácil que haya filósofos en unas regiones templadas. En la selva ecuatorial bastante tenemos con protegernos del clima y de las fieras. En el polo no hay más filosofía que cazar y levantar un iglú.

            En el mundo hay gente mala y gente buena. Gente que piensa y aprendices de brutos. Unos cultivan el pensamiento a costa del cuerpo y se vuelven pedantes, solitarios, ratones de biblioteca, gentes que abusan de los demás. Otros cultivan el cuerpo acosta del pensamiento, y se vuelven todo músculos, hércules de feria, obsesos del deporte, o de la guerra, fuerza bruta, glotones, borrachos, drogadictos, modelos, prostitutas, presumidos, objetos de consumo, víctimas de sí mismos y de la sociedad. Otros tienen un cuerpo fuerte con una cabeza amueblada, y cultivan el cuerpo con la cabeza, y saben hablar sin ofender a nadie, habilidades sociales, lo llaman, y son eruditos sin dejar de ser atletas, buscan la soledad cuando la necesitan, y cuando lo necesitan están con amigos, saben comer sin dañar al cuerpo, beber sin intoxicarse, divertirse sin degenerar. Gente equilibrada, gente que sabe vivir sin caer en los excesos.

            También hay gente  sin corazón. O con afectos. El corazón es la llave de la vida para sentir. Es raro que haya quien cultiva la mente y el corazón pero no el cuerpo; el cuerpo y el corazón pero no la cabeza; lo más normal es que, si alguien tiene buen corazón, armonice el poder de la cabeza con el del cuerpo aunque en esta armonía hay muchas gradaciones y muchos estilos, según le demos más importancia, desde el corazón, a la cabeza o al cuerpo. Ésta es la gente equilibrada. Una buena cabeza con un buen corazón hacen a la gente buena. Con un buen cuerpo, el corazón disfruta de las sensaciones. Pero entre disfrutar del alma y disfrutar del cuerpo hace falta que intervenga mínimamente la cabeza. Lo contrario de ser sentimental es ser malvado. Lo contrario de hedonista, depravado. Se cae del sentimentalismo a la maldad perdiendo grados de corazón en manos de la inteligencia; la misma pérdida de cordura nos lleva del hedonismo a la degradación. Entre todos los extremos hay muchos grados intermedios. Pero la conjunción perfecta de cabeza, cuerpo y corazón hace a  las personas equilibradas, sensatas, buenas y felices; aunque hay grados de felicidad según sea la proporción relativa de corazón, cuerpo o cabeza. 



            La cabeza sin corazón es maquiavélica. Con corazón, es buena. Hermanas del maquiavelismo son la avaricia y la soberbia; y de la bondad son hermanas el respeto, la confianza en sí mismo y la generosidad.

            El cuerpo sin cabeza es lujuria, gula, ira y pereza. Con cabeza es erótico, sibarita, paciente y trabajadora. Pero si además tiene corazón el erotismo es amor, el saber vivir, la generosidad, la paciencia, la comprensión; y el trabajo sirve para compartir aunque sea compitiendo, es eficacia y humanidad.

            El mundo es un lugar donde hay gente maquiavélica, codiciosa, soberbia, lujuriosa, glotona, iracunda, perezosa y esclava; pero también hay gente buena, respetuosa, confiada, generosa, exquisita, paciente, trabajadora, sana, comprensiva, colaboradora, eficaz y humana. El mundo es bueno en esta segunda mitad; malo en la primera. Y si somos buenos, sabemos encontrar lo bueno dentro de lo malo; malos, encontraremos cosas malas dentro de lo bueno. Que la vida sea buena o mala dependerá de lo que nos da el mundo en el que estamos y de lo que ponemos nosotros en él.

            Mundo, demonio y carne: ésos son los tres enemigos del alma. Carne es la perspectiva pecaminosa del cuerpo: no es que el cuerpo sea malo, lo que es malo es el cuerpo sin alma, es decir sin inteligencia: pero sobre todo sin corazón. El demonio es la falta de corazón en el cuerpo y el corazón es una moneda cuya otra cara es la inteligencia. Y el mundo es lo que nos rodea, las circunstancias en las que estamos: ya hemos visto que, sea el mundo bueno o malo, el verdadero enemigo del alma no es el mundo sino la maldad que nosotros ponemos en él, renunciando a ser buenos. El demonio es malo por definición porque es falta de corazón, pero el mundo y la carne no son enemigos; el único enemigo es el demonio, que los contamina cuando lo tenemos dentro. Así que no hay que engañarse: el único enemigo del alma es la falta de corazón y no hay más historias; lo demás es cuento.

 


 

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