EL SABER
“Saber”, en latín, se dice “ciencia”: “scientia”. En griego utilizamos la palabra “logos”. Y aunque originalmente significaron más o menos lo mismo, hoy llamamos lógica al estudio de las leyes del pensamiento y ciencia al de las leyes de la naturaleza. La misma lógica es una ciencia, la ciencia del pensamiento; la ciencia de la naturaleza se preocupa por saber cómo es el mundo, y como el mundo tiene muchas capas, lo mismo que si fuera una cebolla, cada capa es estudiada por una ciencia distinta; así aparecieron la física, la química, la biología… de modo que no podemos hablar de ciencia natural en singular, sino de una pluralidad de ciencias de la naturaleza. Y cuando queremos estudiar la naturaleza humana aparecen las ciencias humanas, que son ciencias naturales en su origen, pero luego acaban siendo otra cosa.
Cada ciencia tiene su método. “Método” es una palabra que viene del griego “odos”, que significa “camino”: un método es un camino que recorremos para llegar a algún sitio, y el sitio al que quiere llegar la ciencia es el descubrimiento de la verdad. La ciencia de la lógica, de donde surgen las matemáticas, utiliza el método axiomático. Si la lógica estudia las leyes del pensamiento, podríamos decir que se ocupa de esa parte de nuestra experiencia mental que es nuestra forma de pensar, no los pensamientos que tenemos. Nuestros pensamientos surgen de la experiencia exterior: “experiencia” se dice en griego “empiría”, que significa sensación, o más bien percepción, y que se guarda en la memoria; por eso a las ciencias que estudian la realidad se las llama empíricas. Las cosas que observamos sólo se convierten en ciencia si las guardamos en la memoria; si olvidáramos lo que nos pasa tendríamos sensaciones, pero no recuerdos, y sin recuerdos no es posible estudiar nada; los libros son almacenes donde vamos apuntando, como si fueran memorias de papel, todo lo que descubrimos.
Pues bien, si la lógica y las matemáticas utilizan el método axiomático, las ciencias de la naturaleza utilizan el método hipotético-deductivo. Pero hay otra clase de ciencias empíricas que son las ciencias humanas: las ciencias humanas pueden utilizar el método axiomático, como hacen también las ciencias de la naturaleza; pueden utilizar incluso el método hipotético-deductivo; pero lo más propio de ellas es el método hermenéutico: que es la interpretación de los textos; podemos buscar en los restos arqueológicos las causas de lo que ha ocurrido, pero sólo comprendemos de verdad cuando comprendemos los pensamientos de las personas: y en la historia, el derecho o la religión los pensamientos están contenidos en los textos que se han conservado a lo largo de los siglos.
El método hipotético-deductivo es el que utilizan las ciencias naturales. Si el científico fuera un gato, el método sería comparable a un suelo desde el que saltamos para llegar cada vez más alto antes de volver al suelo, y caer nuevamente sobre nuestras cuatro patas; cuanto más alto saltemos mayor será el alcance de nuestra mirada; es más, con cada salto vemos construyendo nuevos balcones desde donde mirar para ver mejor y más ampliamente nuestro mundo
El suelo desde el que saltamos es la realidad que estamos observando; y el suelo al que volvemos es la realidad a la que estamos probando; si observar es analizar, estudiar, desmenuzar nuestra experiencia, probar es provocar, tentar, obligar a la experiencia a que responda a nuestras preguntas; lo que empieza siendo una experiencia acaba siendo un experimento; es como si la realidad fuera un amigo al que estamos probando continuamente para asegurarnos de su amistad.
Pero nosotros no observamos las cosas así porque así; nos interesamos por ellas cada vez que tenemos un problema. Podemos pasar por una calle sin fijarnos en lo que tenemos alrededor; pero si hemos perdido las llaves la volveremos a recorrer prestando atención al suelo para ver si las encontramos; o si nos dicen que en esa calle hay un cine la recorreremos de nuevo fijándonos en los escaparates para ver si encontramos el cine; estudiar no es ver inconscientemente sin darnos cuenta de lo que vemos; sino mirar con atención para ve si encontramos lo que buscamos.
Así, pues, nuestra experiencia debe ser consciente. Las cosas se guardan en nuestra memoria sólo si las tenemos en la conciencia; nuestra experiencia inconsciente no nos permite hacer ciencia. De modo que si tenemos un problema y nos damos cuenta de que lo tenemos, vamos a estudiar la manera de resolverlo. Yo veo un gato; me doy cuenta de que su piel, sedosa, tiene pelo. Otro día voy a casa de mi amigo y su perro, que me conoce, salta sobre mí y lo acaricio también. En el bosque veo ardillas, nutrias y ratones y todos esos animales tienen pelo. De repente tengo un flash: una luz que se enciende en mi interior y me hace ver lo que tenía delante y no me daba cuenta de que lo veía porque no lo estaba mirando: que todos esos animales amamantan a sus crías; todos son mamíferos; y todos esos mamíferos tienen pelo.
Entonces me vienen a la mente dos preguntas, una exclusiva y otra inclusiva. Pregunta exclusiva: ¿hay animales que, aunque no sean mamíferos, también tengan pelo? Busco y encuentro: sí, las moscas tienen pelo. Pregunta inclusiva: ¿hay mamíferos que no tengan pelo? Entonces tengo que buscar entre los mamíferos más exóticos, los más alejados de mi experiencia, y comprobarlo. Busco entre los elefantes y los cetáceos, delfines, rorcuales, orcas y ballenas; y descubro que tienen pelo. Entonces se va afianzando poco a poco mi intuición anterior Y cada vez estoy más seguro de mi descubrimiento.
Rebobinemos la película para ver cómo ha empezado todo. Primero vi, sin mirar (es decir sin observar), el pelo de un gato, un perro, una ardilla y un ratón. Luego descubrí, sin buscar, que aquellos animales peludos tenían mamas: fue un descubrimiento súbito, un flash, una sorpresa, una iluminación; solemos decir vulgarmente que se nos encendió la bombilla; el faro de la atención; a partir de entonces empezamos a fijarnos en las cosas que hemos estado viendo. Esa luz se ha encendido cuando, sin querer, hemos conectado dos hechos que antes percibíamos por separado: el pelo con las mamas; y se nos ha ocurrido la idea de que los animales que tienen mamas también tienen pelo; esos dos hechos se han conectado lo mismo que si hubiéramos conectado dos cables que salen de un generador; al unirse, han creado una corriente y se ha encendido la bombilla; y al unirse el pelo con las mamas se ha encendido una idea que teníamos en la mente, pero sin verla: que todos los mamíferos tienen pelo.
Esa idea es una hipótesis: algo que sucede con unos cuantos mamíferos que hemos visto, pero no sabemos si sucede con todos; algo probable, pero no probado. La hipótesis, que ha surgido por iluminación, ha sido como una aparición, una revelación, un descubrimiento; y ha surgido en el momento en que hemos unido dos cosas que antes percibíamos por separado: el pelo en la piel y las mamas en la parte inferior (delantera, en el caso de la especie humana) del cuerpo.
Antes de ocurrírsenos esa idea (esa que llamamos hipótesis) estábamos explorando, viviendo una experiencia (en el ejemplo que nos ocupa, todo ha sucedido casi sin darnos cuenta, pero en muchos otros casos la observación es consciente y premeditada). Pues bien, cuando estamos observando las cosas las separamos para verlas más detenidamente. Ese separar las cosas para verlas mejor de manera aislada, cada una por su lado, es el análisis; lo mismo que en un análisis de sangre separamos las plaquetas, los glóbulos y el plasma para verlos (y estudiarlos) cada uno por su lado. Analizar las cosas es mirarlas con un zoom hacia adelante, para aumentar el tamaño de su imagen y distinguirlas mejor una por una.
Pero la hipótesis es otra cosa. Imaginar una hipótesis es como echarnos hacia atrás y mirar las cosas una al lado de otra buscando, entre todas ellas, cuáles podemos juntar: a eso lo llamamos síntesis, es decir unión; si en el análisis separábamos las cosas para ver mejor el detalle, en la síntesis volvemos a juntarlas para ver mejor el conjunto; y el problema de la mente es, basándonos en lo que tenemos almacenado en nuestra experiencia anterior, cuáles son las cosas que deben ir juntas; no olvidemos que la experiencia es la memoria de las cosas que hemos vivido antes, las que hemos percibido y sentido, las que se han acumulado a lo largo de nuestros años. Ya no se trata de inducción, y mucho menos de deducción, se trata ahora de costumbre; de la costumbre de ver las cosas de una manera y no de otra; para dar saltos entre todas las posibilidades, y elegir, entre tantas variables posibles, cuáles son las que tendríamos que conectar, nos resulta muy útil la imaginación; la imaginación, muchas veces auxiliada por la lógica, o al revés; la experiencia anterior, sirviéndonos de modelo para las nuevas experiencias, puede descubrirnos la estructura antigua en la que podemos calcar los nuevos datos; por ejemplo, cuando la fórmula de Newton para la gravedad fue transformada por Coulomb para convertirla en la nueva fórmula que estudiaba el campo eléctrico.
Y si el análisis de la realidad (es decir de los datos) funcionaba antes como un zoom hacia delante, la síntesis de la hipótesis funciona, ahora, como un zoom hacia atrás. La exploración termina en descubrimiento. Ese descubrimiento, al trabajar como un faro, lo podemos enfocar en direcciones distintas para encontrar nuevas conexiones y ahora no sólo con el dato inicial, sino sobre todo, también, con la hipótesis que hemos encontrado. Es como si la hipótesis abriera un radio de acción que contiene multitud de fenómenos compatibles con ella; entre todos hay que buscar los que, además de ser compatibles, son dependientes de ella; aquellos que son sus efectos, y que tienen, por lo tanto, a la hipótesis como causa. Lo que estamos buscando ahora son nuevos descubrimientos que puedan predecirse a partir de la hipótesis.
Estos fenómenos pueden corresponder a la parte no visible de la hipótesis (como si estuviéramos viajando a la cara oculta de la luna). Volviendo a nuestro ejemplo: a la hipótesis de que todos los mamíferos tienen pelo hemos llegado a partir de unos cuantos mamíferos (perros gatos, ardillas, ratones) que forman parte de nuestra experiencia; se trata ahora de llegar a mamíferos ignotos: mamíferos extraños que no forman parte de nuestra experiencia; por ejemplo las ballenas; no hemos tocado nunca una ballena, no sabemos si su piel de mamífero tiene algún tipo de pelo. El razonamiento se expondría así:
Si todos los mamíferos tienen pelo (hipótesis)…
… también las ballenas, que son mamíferos, deberían tenerlo (predicción).
En este ejemplo predecimos cómo deberían ser las características de algunos animales: pero también se pueden predecir acontecimientos nuevos; por ejemplo si se forman arco iris cuando llueve y hace sol (hipótesis), también podríamos construir fuentes donde la luz produjera arco iris (predicción): este descubrimiento se lo debemos a Descartes.
Una vez que se ha predicho un fenómeno enfocándolo con la hipótesis sólo nos queda cotejarlo con los hechos: y es cuando el gato, que ha saltado desde el suelo, vuelve a él aterrizando sobre sus cuatro patas; como cuando se cae desde las alturas y, aunque tenga que hacer piruetas, se coloca sobre sus patas para caer al suelo sin hacerse daño. Una buena hipótesis produce predicciones que son como piruetas que nos devuelven al suelo sin rompernos ningún hueso; porque cuando eso sucede es porque la hipótesis, o sus predicciones, no eran buenas.
Este método se desenvuelve, por consiguiente, en cuatro pasos: exploración, iluminación, enfoque y cotejo; o como se dice en la literatura científica: observación, hipótesis, consecuencias y contrastación.
Observación: es la exploración de una parte de la realidad; explorar es buscar cosas, o también buscar caminos para llegar a las cosas que nos interesan; cuando exploramos nos vamos acercando a las cosas para verlas bien en sus detalles, y acercarse a algo es como separar sus partes; yo veo una mosca y sus pelos parecen tupidos, pero si la miro con una lupa sus pelos se agrandarán, y también el espacio que hay entre ellos; y el efecto conseguido es como si los pelos se separaran. La observación, o exploración, es como una separación, una división: un análisis.
Hipótesis: es la iluminación, la fusión de dos realidades (las mamas y el pelo) que parecían separadas pero que ahora descubrimos que van juntas; en esa conexión la realidad que estaba oculta se nos revela; conocíamos las mamas y el pelo, pero no conocíamos la relación que había entre ellos: y es como si apareciera una nueva realidad ante nosotros. Descubrir la unión de dos cosas que antes creíamos separadas es hacer una síntesis entre datos. Y para unir dos cosas tenemos que echarnos hacia atrás para ampliar el campo de visión, para ver el conjunto del que habíamos separado los detalles. Si en el análisis alcanzábamos primeros planos, con la síntesis miramos planos de conjunto.
Consecuencias: las conseguimos variando el enfoque que damos a la hipótesis según lo que queremos mirar; enfoques que unas veces se hacen al azar y otras son guiadas por la costumbre (auxiliada, según los casos, por la imaginación o la lógica o por las dos a la vez). Si al enfocar en la dirección adecuada descubrimos consecuencias que se derivan de la hipótesis, entonces es como si una realidad (una predicción) se revelara dentro de otra (la hipótesis); como si dentro del bizcocho apareciera el relleno, o como si debajo de las ruinas de Troya aparecieran las ruinas de otra ciudad que era la misma Troya muchos años antes. El descubrimiento de nuevas predicciones se hace analizando la hipótesis y viendo cuáles son sus predicciones; frente a la observación, que es un análisis empírico, la búsqueda de predicciones (o lo que es lo mismo de consecuencias) es un análisis conceptual; pero un análisis conceptual que se inspira en las analogías de la hipótesis con otras experiencias distintas, y por eso su enfoque es una combinación de análisis de ideas (es el territorio de la lógica aplicada a los hechos) y de síntesis de fenómenos ya conocidos en otros lugares de la experiencia (y es aquí el lugar de la analogía).
Contrastación: es el cotejo de las predicciones con la realidad, el experimento propiamente dicho. Se trata de comprobar si un producto de nuestra mente (la hipótesis), construido con materiales lógicos y analógicos que se añaden a las observaciones de la realidad (los datos), sigue perteneciendo a la realidad o se aleja de ella. Las hipótesis y sus consecuencias contienen una parte observada y otra parte inventada; si la parte inventada también es observada en la realidad, es porque nuestra hipótesis es atinada, acertada, y conforma a los hechos; en caso contrario no habremos tenido acierto. La hipótesis, y sus consecuencias, contienen al mismo tiempo especulaciones y datos; si la parte especulativa es mucho mayor que la parte empírica, las conjeturas serán menos realistas y más fantásticas, menos científicas y más artísticas; eso sólo se puede descubrir probando la hipótesis en el mismo sentido en que hablamos de probar una comida; demostrar una hipótesis, a diferencia de demostrar un teorema, es mucho más que someterla a la lógica, es confrontarla con la realidad: eso es lo que llamamos someterla a prueba.
La parte del método que se ciñe a la realidad son el punto de partida (la exploración) y el punto de llegada (la prueba). La hipótesis y la deducción de consecuencias que hacemos a partir de ella son la parte especulativa: por eso a este método lo llamamos hipotético-deductivo. Pero habría que advertir que a las consecuencias se llega pensando, y no sólo pensamos deductivamente, sino también por hábito y por analogía; hipotético-racional sería una denominación más acertada. El método contiene, pues, un suelo empírico (la observación y la prueba) y un techo especulativo (constituido por la hipótesis y sus consecuencias).
Lo que llamamos observación es una exploración de la realidad que se puede desencadenar, espontáneamente o motivada por algún problema que necesita resolverse. Espontáneamente: como el descubrimiento, inesperado, de que los mamíferos tienen pelo (y hasta por accidente, como cuando Fleming descubrió a penicilina). A causa de un problema: como cuando una epidemia obliga a buscar una vacuna. Pero hay una tercera causa que nos impulsa a observar las cosas: la curiosidad. Ya lo decía Aristóteles, la filosofía surge del asombro, de la curiosidad de ver cosas inexplicables que tenemos la necesidad de explicar. Espontaneidad, problema y curiosidad: tales son las motivaciones que nos proyectan hacia el mundo del saber.
Así se estudia y por consiguiente se aprende: "Este método se desenvuelve, por consiguiente, en cuatro pasos: exploración, iluminación, enfoque y cotejo; o como se dice en la literatura científica: observación, hipótesis, consecuencias y contrastación."
ResponderEliminar