En los tiempos antiguos
se invocaba a las musas. ¿Qué sería yo si, para escribir un relato, llamara a
la inspiración? ¿A esos puntos donde se concentran sus fuerzas, espíritus
enamorados, las musas? También ellas vendrían, me poseerían, las absorbería como
esponjas y, empapándome de ellas, cantaría. Cantaría, por ejemplo, una rapsodia
eterna. Y ellas hablarían por mi boca antigua.
CANTO
1.
Y entre sueños un Juan crepuscular se oía decirse:
¡Cantad, musas, las tristezas blancas! Cantad las verdades que caen a tierra como copos de nieve. Cantad las sensaciones que llovieron como las hojas de otoño. Traed los sentimientos a mi corazón marchito, invocad en el fondo cósmico las expansiones del mundo: y que fluyan en mí por los cordones de la placenta, por las arterias del tiempo, por el ombligo del ser, las entrañas que hay más allá del espacio y del tiempo, en agujeros de gusano, disimulados al sentir. Sembrad en mí los recuerdos puros, la inquietud liberadora, los sentimientos limpios, las palabras justas. Barred la realidad con la poesía, quitad a escobazos las impurezas, desnudadla de sus trajes burdos; dejad las hojas limpias, las alfombras multicolores, la vida y la muerte, el verde, el amarillo, eliminad la hojarasca, templad la verdad. El otoño atraviesa la realidad con sus colores puros, la luz se baña en ellos y sus reflejos multicolores, vistiéndola de transparencia, saca naturaleza de su superficie alada, de sus entrañas dormidas. ¡Cantad, musas, la verdad y la vida! Sacad vida de la propia muerte, arrancad los colores de las entrañas sucias, plantadlas en el humus de la naturaleza, sembrad con sus viñas las leyendas del ser.
2.
Y la musa despertó en su corazón recuerdos marchitos. Se abrieron a la luz las historias olvidadas y habló Clío. Manaron de él sensaciones vivas entre desnudos sentimientos y habló Euterpe. Se unieron en Juan la historia y la poesía. La historia que él vivió, las sensaciones que tuvo en ella, los sentimientos que le conmovieron, y todo, como un espectro, se levantó desde el sueño como una noche de difuntos. Se alzaron los espíritus, las aves del cuerpo levantaron el vuelo, cubrieron el cielo los fantasmas del pasado. En él se hicieron gotas, y llovieron tristemente en el corazón de la gente buena. Se limpiaron de impurezas y fueron copos de nieve en el corazón de los niños. Todo lo malo que ocurrió se hizo bueno cuando la historia fluyó libremente transformada en poesía. Miles de rayos de luz fluyeron de las zonas oscuras donde el corazón guardaba los sueños. Y fueron ríos de tinta que llevaron frescura a las tierras áridas, las mismas que el corazón endureció con hiel.
3.
Y la musa sembró en su corazón los puntos de vista. No le basta al poeta tener la verdad, tener sentimientos, materia donde sacar vida. También necesita ojos. El poeta cuenta lo que vive, no lo que vivieron otros: para eso necesita sus puntos de vista. La historia, deslizándose en el cielo, busca en los ojos del mundo el brillo de la noche. Las estrellas. Allí está la verdad inaccesible al poeta, para él los trae en su regazo la musa del tiempo. Los trae tomándolos del espacio y del tiempo en sus múltiples facetas; de los cristales rotos que vuelven la realidad poliédrica; de las entrañas del mundo que palpitan en corazonadas; de la verdad cordial, eterna, dulce, dolorosa en su propia dulzura; de los agujeros de gusano que fluyen del tiempo y de él sacan la luz, de las entrañas oscuras del ser: de una oscuridad luminosa sembrada de leyendas.
4.
Y la musa le inspiró las palabras buenas. Para que el viento del mal no las prostituyera. Las dulces palabras de la poesía, aspirando alegría y risa sin que se contaminaran de realidades muertas; las que, convertidas en significado, en su vientre fértil se tuvieron que transportar. Las musas sembraron en ellas, sobre el significado, sentido. Sembraron sobre el viento de la historia poesía. Las historias destilaron vapor libre sobre las cuevas del tiempo.
Así se puso a escribir la mano de Juan. Sacó el relato de las cavernas de su memoria, sacó la verdad, sacó la belleza; y sacó la bondad, sacó el corazón, sacó sentimientos. El mundo pervertido le mandó sus perversiones y él tenía que contarlas. Tenía que transformarlas en expansiones del ser. Para eso necesitaba el auxilio de las musas. Y las musas lo oyeron.
Sobre su pecho cayeron copos de nieve. Copos de historias, de pasión, de poesía, de leyenda. La historia se hizo legendaria y la leyenda se hizo bella. La poesía destilaba, en el pozo de la verdad (sobre las paredes del mundo), las caleidoscópicas caras del ser. Y la naturaleza era buena. Y la naturaleza era vida.
Y sí " la naturaleza era vida" , todo gracias a dos musas, entonces: " Todo lo malo que ocurrió se hizo bueno cuando la historia fluyó libremente transformada
ResponderEliminaren poesía." Hermoso artículo, pleno de verdad y de esperanza en el quehacer poético, que es sensibilidad y en el quehacer histórico que es ojo atento.