LA VENTANA DE CRISTAL
Eso
eres tú, amigo mío, un trozo de cristal; pero no sé si eres espejo o ventana. A
veces te miro y me veo, otras veces en ti veo el mundo exterior. Converso
contigo porque eres mi otro yo, mi sombra, tú tienes reflejos de lo que soy,
qué digo reflejos, ¡si las sombras no tienen luz!: eres un reflejo opaco y entonces
me devuelves mi silueta y las siluetas no tienen nada, sólo contornos: porque
dentro de ellas no hay más que oscuridad; lo que hay dentro lo adivino y si no
puedo me aguanto y entonces me pongo a buscar. Mi vida es una búsqueda continua
en el misterio permanente de mi sombra.
Mi
sombra se proyecta en la pared pero delante de ti tú eres yo si eres opaco y,
si no, tendrás que ser el mundo; mi mundo; el otro trozo de realidad; por eso
hablo contigo, tú, que eres un trozo de cristal y a veces, como un espejo, me
muestras lo que tengo dentro y otras veces, al mirarte, ya puedo ver lo que hay
al otro lado, el mundo que hay más allá; lo que hay más allá de esa sombra, lo
que hay enfrente de mí, el mundo que me rodea, el que me envuelve, el que
arroja luces para desvelarse, el que me desvela también.
Por
eso quiero hablarte, amigo mío, porque me ayudas a verme en mi circunstancia y
no sé cuándo eres circunstancia y cuándo soy yo; como enigma me hablas con la
verdad, pero no sé si la verdad está cerca o lejos, y si eres, misterioso y
sublime, tal vez reflejo o transparencia, espejo o ventana, descubrimiento de
lo que soy y de lo que hay, de lo que fui y lo que seré; soy dentro de ti lo
que tú mismo eres puesto que me descubres a mí mismo, yo, que no me sé entender;
sereno, callado, amigo sin condiciones y
cariñoso, fiel como un perro, tal vez ventana o tal vez espejo; pero sé
que en el cuerpo roto de mi alma, seas espejo o seas ventana, no eres, a fin de
cuentas, más que un cristal.
1. Del error
Hoy
te miro y en ti veo al mundo que me rodea. Quiero que seas la bola de una
pitonisa, el cristal del tiempo, que me digas con certeza qué es lo que va a
pasar; porque lo que pasa yo ya lo veo, quiero ver el futuro en tu cristal.
En
lo que hubo hay una vacuna, lo que hay es una pandemia y el error o el acierto
están en lo que viene. Un coronavirus ha invadido el mundo. Nadie sabe cómo ha sido,
su naturaleza es opaca para los ojos del científico y el científico, andando a
ciegas, tiene que encontrar un tratamiento sin apenas tiempo para investigar:
le pedimos encima que acierte porque si se equivoca lo llamaremos inútil, ignorante,
inepto, carcamal. ¿Qué es un médico? Alguien que llama resfriado a lo que tú tienes
pero si no se te pasa, te dice que a lo mejor no era resfriado, habrá sido otra
cosa: para descubrirlo primero tiene que buscar. Busca en los análisis,
encuentra un diagnóstico y luego te cura, eso es lo que hace el médico: primero,
busca; luego, descubre; por último, cura; pero si, empujado por las prisas, se
ve condenarlo a curar antes de encontrar y a encontrar antes de buscar, entonces
le estarán pidiendo cosas que no se pueden hacer juntas; que no se puede hacer la
que hay delante si no has hecho antes la que hay detrás, y si te equivocas es porque
no vales pa ná.
Como
los médicos, los políticos del coronavirus actúan a ciegas. La oposición
debería ayudar criticando pero aturde en realidad para que nunca salga nada; es
como en esos partidos de baloncesto donde, para evitar que el contrario haga
canasta, le silba y abuchea el público local. Tal es la táctica: desconcentrar
para que no haya acierto. También los hinchas de fútbol se plantaron una noche
delante del hotel del equipo visitante: su intención era impedir, a gritos, que
durmieran; que la falta de sueño los aturdiera y los cansara y que al día
siguiente perdieran el partido; y que encajaran goles y estuvieran tan espesos
que no tuvieran el acierto de marcar.
Cuando
la oposición no critica al gobierno para ayudarle sino para estorbar; cuando la
crítica es abucheo que desconcentra, cuando el fallo de quien anda a ciegas se
convierte en muchos fallos más; y cuando multiplicamos las posibilidades de error
para derribar al gobierno arriesgándonos a que empeoren las cosas: entonces es
que la crítica no sirve para corregir, sino para frenar; y debería ayudar a
hacer las cosas, no a insultar. En tiempo de crisis es bueno remar todos en la misma
dirección. Si por lograr que caiga el gobierno se nos cae el país, mala faena; es
como cuando le disparamos al enemigo y mueren también amigos que no tenían que haber
muerto. Llamar inútil a quien se equivoca es como culpar al médico de que la
medicina no sea ciencia exacta; a veces el paciente (impaciente más bien: la
impaciencia es una característica de la ignorancia) le echa al médico la culpa
de estar enfermo, como si curar sin que el enfermo sane es como si el médico
tuviera la culpa de haber fracasado; porque la medicina es una ciencia y no
puede fallar, como las matemáticas (o como el papa), y confundir el error con
la ignorancia es castigar al reo antes de juzgarlo, llamar inutilidad al error.
Lo propio de la naturaleza humana es equivocarse. Quien no se equivoca, decía
Aristóteles, sólo puede ser una bestia o un dios y evidentemente los políticos
no son dioses: sean éstos del gobierno o de la oposición.
El
drama de los médicos del coronavirus es que tienen que trabajar contra reloj,
curar a los enfermos sin saber lo que les pasa, probar fármacos por instinto
por si funcionan; su tragedia es verlos morir sin poder evitarlo, darles la
mano y transmitirles cariño, encomendarse, si llegara el caso, al protomédico
celestial. Curan sin medios para curar, se aíslan sin medios para aislarse y por
eso se contagian; sin mascarillas, sin escafandras, sin barreras que les
defiendan, los médicos enferman; algunos mueren.
Por
eso les aplaudimos todas las tardes en señal de agradecimiento: luego los aplausos
fueron de cacerolada. Importa menos querer a los médicos que insultar al
adversario porque el gobierno no puede equivocarse (y sin embargo, falla). ¿Nadie
tiene derecho a errar? Y el error ¿siempre ha de ser patrimonio de los inútiles?
La ignorancia (dicen) no está en el acierto, sino en el error: pero el
verdadero científico ¿no es aquel que reconoce su ignorancia? ¿No es la ciencia
un pequeño acierto en un mar de errores cuando tropezar es caminar? Caminamos, a
veces, por las piedras, también a veces por la oscuridad, y avanzar sin ver
suele ser lo mismo que no poder adelantarse uno al dolor. En lugar de unir
separan, en lugar de sumar dividen, se arriesgan a que se hunda el barco porque
quienes manejan los remos tiran cada uno por su lado. En tiempo de crisis lo
menos que puede pedirse es que rememos todos en la misma dirección.
Un mundo de Pandemia, un mundo de sombras, de incertidumbre, de circunstancias que veo en mí, a mi alrededor, en el espejo de la vida.🎈🍀😷
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