viernes, 24 de julio de 2020

LA VENTANA DE CRISTAL (1) DEL ERROR





LA VENTANA DE CRISTAL  
  

            Eso eres tú, amigo mío, un trozo de cristal; pero no sé si eres espejo o ventana. A veces te miro y me veo, otras veces en ti veo el mundo exterior. Converso contigo porque eres mi otro yo, mi sombra, tú tienes reflejos de lo que soy, qué digo reflejos, ¡si las sombras no tienen luz!: eres un reflejo opaco y entonces me devuelves mi silueta y las siluetas no tienen nada, sólo contornos: porque dentro de ellas no hay más que oscuridad; lo que hay dentro lo adivino y si no puedo me aguanto y entonces me pongo a buscar. Mi vida es una búsqueda continua en el misterio permanente de mi sombra.
            Mi sombra se proyecta en la pared pero delante de ti tú eres yo si eres opaco y, si no, tendrás que ser el mundo; mi mundo; el otro trozo de realidad; por eso hablo contigo, tú, que eres un trozo de cristal y a veces, como un espejo, me muestras lo que tengo dentro y otras veces, al mirarte, ya puedo ver lo que hay al otro lado, el mundo que hay más allá; lo que hay más allá de esa sombra, lo que hay enfrente de mí, el mundo que me rodea, el que me envuelve, el que arroja luces para desvelarse, el que me desvela también.
            Por eso quiero hablarte, amigo mío, porque me ayudas a verme en mi circunstancia y no sé cuándo eres circunstancia y cuándo soy yo; como enigma me hablas con la verdad, pero no sé si la verdad está cerca o lejos, y si eres, misterioso y sublime, tal vez reflejo o transparencia, espejo o ventana, descubrimiento de lo que soy y de lo que hay, de lo que fui y lo que seré; soy dentro de ti lo que tú mismo eres puesto que me descubres a mí mismo, yo, que no me sé entender; sereno, callado, amigo sin condiciones y  cariñoso, fiel como un perro, tal vez ventana o tal vez espejo; pero sé que en el cuerpo roto de mi alma, seas espejo o seas ventana, no eres, a fin de cuentas, más que un cristal.
  

1. Del error

            Hoy te miro y en ti veo al mundo que me rodea. Quiero que seas la bola de una pitonisa, el cristal del tiempo, que me digas con certeza qué es lo que va a pasar; porque lo que pasa yo ya lo veo, quiero ver el futuro en tu cristal.
            En lo que hubo hay una vacuna, lo que hay es una pandemia y el error o el acierto están en lo que viene. Un coronavirus ha invadido el mundo. Nadie sabe cómo ha sido, su naturaleza es opaca para los ojos del científico y el científico, andando a ciegas, tiene que encontrar un tratamiento sin apenas tiempo para investigar: le pedimos encima que acierte porque si se equivoca lo llamaremos inútil, ignorante, inepto, carcamal. ¿Qué es un médico? Alguien que llama resfriado a lo que tú tienes pero si no se te pasa, te dice que a lo mejor no era resfriado, habrá sido otra cosa: para descubrirlo primero tiene que buscar. Busca en los análisis, encuentra un diagnóstico y luego te cura, eso es lo que hace el médico: primero, busca; luego, descubre; por último, cura; pero si, empujado por las prisas, se ve condenarlo a curar antes de encontrar y a encontrar antes de buscar, entonces le estarán pidiendo cosas que no se pueden hacer juntas; que no se puede hacer la que hay delante si no has hecho antes la que hay detrás, y si te equivocas es porque no vales pa ná.
            Como los médicos, los políticos del coronavirus actúan a ciegas. La oposición debería ayudar criticando pero aturde en realidad para que nunca salga nada; es como en esos partidos de baloncesto donde, para evitar que el contrario haga canasta, le silba y abuchea el público local. Tal es la táctica: desconcentrar para que no haya acierto. También los hinchas de fútbol se plantaron una noche delante del hotel del equipo visitante: su intención era impedir, a gritos, que durmieran; que la falta de sueño los aturdiera y los cansara y que al día siguiente perdieran el partido; y que encajaran goles y estuvieran tan espesos que no tuvieran el acierto de marcar.
            Cuando la oposición no critica al gobierno para ayudarle sino para estorbar; cuando la crítica es abucheo que desconcentra, cuando el fallo de quien anda a ciegas se convierte en muchos fallos más; y cuando multiplicamos las posibilidades de error para derribar al gobierno arriesgándonos a que empeoren las cosas: entonces es que la crítica no sirve para corregir, sino para frenar; y debería ayudar a hacer las cosas, no a insultar. En tiempo de crisis es bueno remar todos en la misma dirección. Si por lograr que caiga el gobierno se nos cae el país, mala faena; es como cuando le disparamos al enemigo y mueren también amigos que no tenían que haber muerto. Llamar inútil a quien se equivoca es como culpar al médico de que la medicina no sea ciencia exacta; a veces el paciente (impaciente más bien: la impaciencia es una característica de la ignorancia) le echa al médico la culpa de estar enfermo, como si curar sin que el enfermo sane es como si el médico tuviera la culpa de haber fracasado; porque la medicina es una ciencia y no puede fallar, como las matemáticas (o como el papa), y confundir el error con la ignorancia es castigar al reo antes de juzgarlo, llamar inutilidad al error. Lo propio de la naturaleza humana es equivocarse. Quien no se equivoca, decía Aristóteles, sólo puede ser una bestia o un dios y evidentemente los políticos no son dioses: sean éstos del gobierno o de la oposición.
            El drama de los médicos del coronavirus es que tienen que trabajar contra reloj, curar a los enfermos sin saber lo que les pasa, probar fármacos por instinto por si funcionan; su tragedia es verlos morir sin poder evitarlo, darles la mano y transmitirles cariño, encomendarse, si llegara el caso, al protomédico celestial. Curan sin medios para curar, se aíslan sin medios para aislarse y por eso se contagian; sin mascarillas, sin escafandras, sin barreras que les defiendan, los médicos enferman; algunos mueren.
            Por eso les aplaudimos todas las tardes en señal de agradecimiento: luego los aplausos fueron de cacerolada. Importa menos querer a los médicos que insultar al adversario porque el gobierno no puede equivocarse (y sin embargo, falla). ¿Nadie tiene derecho a errar? Y el error ¿siempre ha de ser patrimonio de los inútiles? La ignorancia (dicen) no está en el acierto, sino en el error: pero el verdadero científico ¿no es aquel que reconoce su ignorancia? ¿No es la ciencia un pequeño acierto en un mar de errores cuando tropezar es caminar? Caminamos, a veces, por las piedras, también a veces por la oscuridad, y avanzar sin ver suele ser lo mismo que no poder adelantarse uno al dolor. En lugar de unir separan, en lugar de sumar dividen, se arriesgan a que se hunda el barco porque quienes manejan los remos tiran cada uno por su lado. En tiempo de crisis lo menos que puede pedirse es que rememos todos en la misma dirección.
  



1 comentario:

  1. Un mundo de Pandemia, un mundo de sombras, de incertidumbre, de circunstancias que veo en mí, a mi alrededor, en el espejo de la vida.🎈🍀😷

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