ESFUERZO
I.
Sacrificarse es renunciar a una cosa
a cambio de otra. Yo puedo dejar de divertirme hoy para aprobar el examen de
mañana; quedarme sin tiempo de ocio para costear los estudios de mi hijo; no
escatimar esfuerzos para conseguir un objetivo; echar el resto para ganar un
partido; sacar fuerzas de flaqueza cuando me invade el desánimo; empeñarme en
conseguir lo que me propongo cuando he dejado de creer en ello; sacar toda las
fuerzas que hay en mí cuando he empezado a sentirme débil; renunciar a una
parte de mi sueldo para pagar, con mis impuestos, la ayuda de quienes están en
situación de necesidad; sacrificarse es elegir entre dos bienes buscando el que
más vale, el que más urge y el que más falta; en la vida, como en el deporte,
como en la ética, como en el arte, hay que tener espíritu de sacrificio.
Pero sacrificarse no es renunciar. No
es eso sólo. Es renunciar a algo por otra cosa que vale más. Entre estudiar hoy
para aprobar mañana y divertirme hoy renunciando al futuro, yo tengo que elegir
lo mejor. Lo mejor no es siempre sacrificar el presente a cambio del futuro. Ni
prescindir de él en aras del pasado. Si no he vivido por pensar en el día de
mañana, cuando llegue ese día me daré cuenta de que ya no puedo disfrutar
porque he perdido el tiempo; me habré ganado el futuro perdiendo el presente, y
el presente son los ladrillos del albañil, y sin ladrillos no podremos
construir ninguna casa: sin presente no podemos ganar ningún futuro. Encerrarse
en una biblioteca para ser el mejor de los profesionales es construir
prosperidad con el vacío, ganar el cielo y perder la capacidad de disfrutarlo,
conquistar el mundo sacrificando el placer de disfrutar de tu conquista.
Hay quien pierde la vida (y la vida
es el presente) renunciando a todo con tal de vivir en el pasado. Pensar que en
lo que fue está la sustancia de lo que es sin ver tampoco que en lo que es está
la sustancia de lo que será. No vivir por revivir es llenar tu vida con lo que
ya se ha muerto, y es como un coche sin gasolina, muy bello por fuera, pero
vacío por dentro. Se puede sacrificar el presente en el altar del pasado.
También o sacrificamos algunas veces en el altar del porvenir. Y sacrificamos
el futuro, muchas veces, adorando el momento presente, y en aras del presente
sacrificamos otras veces lo que fue nuestro pasado. No es bueno adorar unas
cosas para justificar que no hemos sabido cultivar otras más valiosas que se
nos escapan de las manos. No hay que confundir el cultivo con el culto (un
campesino no se queda inactivo adorando su arado, sino que lo pone a trabajar
la tierra, arando). Cuando fracasamos, levantamos un ídolo y le rendimos culto
para olvidar que hemos fracasado. El culto a la vida no es más que amor a la vida
y no tiene más sustancia que vivir. Pero cuando no hemos sabido vivir
disfrutamos del culto, lo que no es más que derrota; y le intentamos dar a la
vida, como si con eso pudiéramos revivirla, esa apariencia de vida hueca,
descorazonada y fría, que vemos en el culto a la muerte. Para vivir no hace
falta buscar la muerte porque la muerte viene sola; morir por vivir, a no ser
que llenemos la vida y que la muerte no tenga remedio, no es vivir de veras.
La vida no es sacrificio, pero está
llena de él. La vida es, por encima de todo, goce: de nada sirve el sacrificio
si no es para gozar. Disfruto del aprobado de mañana cuando he sacrificado hoy
mi ocio, pero no debo aplazar ese placer hasta pasado mañana: a menos que
pasado mañana me espere otro sacrificio en aras de algo más importante; pero no
he de pasarme a vida aplazando siempre el placer, porque un placer siempre
aplazado no es vivir, sino vender mi alma al diablo.
He sacrificado mi placer para
costear los estudios de mi hijo: sí, pero sólo el placer que se paga. Si no he
podido ir al baile, al concierto, al cine o al teatro, por lo menos he podido
salir a pasear, y respirar aire limpio caminando los domingos por el campo, y
escuchar en la radio los conciertos que no me he podido pagar, y sacar de la
biblioteca las historias que no he podido disfrutar en el cine, que en un país
libre, por muy pobre que sea, siempre hay bibliotecas que nos salen gratis.
Toda mi vida he querido comprarme un
huertecito, adquirir un coche, ser el dueño de mi casa, hacer una canción,
pintar un cuadro, escribir un libro. Me he esforzado todo lo que he podido y
poco a poco lo estoy consiguiendo. Pero no a costa de vivir el día a día, no a
costa de tomar una cerveza o subir al monte, no a costa de echar una partida de
cartas, no a costa de hablar con el vecino, no a costa de disfrutar de la
compañía de quienes tengo a mi lado. Esforzarme por un objetivo es como hacer
una carrera y llegar a la meta: que el presente que vivo en cada instante
siempre es punto de apoyo para proyectarme hacia la meta que estoy buscando; y
los puntos en los que me apoyo son el presente renovado que se construye y se
refuerza alimentando con sueños y alegrías, con fantasías y placeres de carne y
hueso, construyendo el futuro con la sustancia del presente que se apoya en mi
pasado.
II.
Sacrificar
es renunciar a una cosa a cambio de otra.
Conquistar el mundo no sirve de nada
si no puedes disfrutar de tu conquista.
El rico se pasa la vida amasando
fortunas; pero ser dichoso es, mucho más que ser rico, disfrutar de la fortuna
que ha amasado aunque sea pequeña; porque nunca ha dejado de gozar mientras la
amasa. ¿De qué le sirve el oro cuando no puede comer el rey Midas?
La vida es el presente.
Pedro está ahorrando para tener un
piso, ¿cuándo podrá gastar el dinero? Mañana. ¿Cuándo se irá de viaje, cuándo
pisará el teatro, cuándo entrará en el cine? Mañana. ¿Cuándo dejará por fin de
vivir con estrecheces? Mañana. Y así pasan los días como pasan los segundos,
estériles y rutinarios, uno tras otro; y cuando llega el momento de vivir ya no
será tiempo porque la vida se habrá ido. El hoy que convertimos en mañana.
Hay quien pierde la vida renunciando
a todo con tal de vivir; otros renuncian con tal de vivir en el pasado.
La vida no es sacrificio pero está
llena de él. La vida es sobre todo goce; de nada sirve el sacrificio si no es
para gozar.
Sufrir por gozar es ilusión; sufrir
por sufrir es tontería. Castigamos al reo para que le duela como le ha dolido a
la víctima a la que pegó, y no hacemos nada. Unos lo llaman ley del talión.
Otros socialización del sufrimiento. Otros, simplemente, venganza. Sufrir por
sufrir es masoquismo. Disfrutar del sufrimiento ajeno es ser sádicos. Pero ni
el sádico ni el masoquista disfrutan nunca de verdad: disfrutar es, por encima
de todas las apariencias, no admitir más sufrimiento que el estrictamente
necesario para gozar; como quitarte un diente para hacer que desaparezca este
persistente dolor de muelas.
Un placer siempre aplazado no es vivir,
sino vender mi alma e hipotecarla.
El presente que vivo en cada instante
siempre es punto de apoyo para proyectarme hacia la meta que estoy buscando.
Juego a las cartas y me divierto.
Mañana también, y al día siguiente; y al otro. Y entre juego y juego no hay
nada. Es un tiempo congelado hecho de instantes que no se siguen unos a otros,
sino que son idénticos: y por eso, siendo tiempo están parados. Es el vacío la
perpetua diversión que no sirve para nada: para nada más que para repetirse sin
sentido; el hueco, la nada, la vacuidad del eterno retorno.
Juego a las cartas y me divierto.
Después viene el tiempo del trabajo. Y luego otra vez el tiempo del juego. Y es
también una extensión de instantes contiguos que no se suceden entre sí, un
nuevo vacío del eterno retorno.
Juego a las cartas y me divierto. Y
luego reanudo lo que estaba haciendo (era sólo un alto en el camino: para
descansar). Hasta que lo termino. Y en cada instante encuentro el goce de
terminar lo que empecé antes y de empezar lo que viene luego, el tiempo que le
da continuidad. El instante ya no es un vacío dentro del tiempo, sino un
deposito que está lleno. El tiempo vacío es una sucesión de instantes vacíos, y
por tanto detenido; el tiempo detenido es un tren que no avanza, que está
parado, que sigue a la muerte en el mismo sitio donde nació, sin haberse movido
de él, sin haber hecho nada. El vacío de la nada existencial, de haber vivido
estando muerto, el vacío de ser, el hastío, la nada. Pero el tiempo lleno está
vivo porque se mueve llenando de vida cada uno de sus instantes; y ese estar
lleno no es saciedad y hastío, sino plenitud. El tiempo que avanza buscando el
camino de la eternidad es el tiempo feliz: por eso vive cuando le llega la
muerte; y no es vacío de no haber llegado a ser; no es el camino que no ha
buscado la felicidad; no es la nada
No hay sacrificio sin motivación.
Yo renuncio a gozar sólo si tengo la
promesa de gozar más que si no renuncio. Si a mí me animan a trabajar mi
capacidad de sacrificio será mayor que si me obligan (que la promesa de un
premio tiene más energía vital que la amenaza de un castigo). Si me amenazan
trabajaré, pero estaré apagado, oscuro y gris, desanimado y triste; en cambio
si me mueve el ánimo estaré feliz, aunque tenga que desgastar la misma cantidad
de energía.
Sacrificarse es sufrir, y sufrir es
resignarse; pero uno no se resigna por abandono sino para conquistarse.
Quiero ir de vacaciones y el viaje
cuesta caro. Pero alguien se ha puesto malo en mi familia y la curación cuesta
cara también: cuesta, más o menos, lo mismo que el viaje que me estaba comprando;
debo elegir; elegir entre el viaje y el hospital; las dos cosas son buenas,
pero una vale más que la otra aunque ambas tengan el mismo precio; curar es más
caro (es decir más querido para mí), pero viajar… Desde hace mucho tiempo tenía
ganas de viajar, ¿qué hago?
Hay que renunciar. Hay que
resignarse. Hay que elegir. No hay más remedio que sacrificar y elijo, entre
cosas del mismo precio, la que más vale. Soy feliz porque he elegido la mejor,
pero sufro porque me he quedado sin la otra: que la que me apetecía tanto. Una
cosa tengo clara: que no me he resignado a dejar de vivir sino a vivir mejor;
pues vale más el cariño que el paisaje, tener el corazón atado que el cuerpo
libre, que amar es tener la libertad atada a un corazón libre siendo libre tu corazón
también, y viajar sin corazón, por muy libre que seas, es la mayor prisión que
puede haber en el mundo.
Rescato:"Si no he vivido por pensar en el día de mañana, cuando llegue ese día me daré cuenta de que ya no puedo disfrutar porque he perdido el tiempo; me habré ganado el futuro perdiendo el presente, y el presente son los ladrillos del albañil, y sin ladrillos no podremos construir ninguna casa: sin presente no podemos ganar ningún futuro". Qué verdad mi estimada Lechuza...
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