viernes, 6 de diciembre de 2019

GEA Y URANO





GEA Y URANO
  

            Gea es la tierra. Urano es el cielo. El cielo es hoy un espacio vacío que rodea la tierra, pero para los antiguos griegos era una esfera cristalina que la cubría; en ella estaban enganchados los astros, como lámparas sujetas al techo.
            La tierra surgió del caos. Casi siempre se considera el caos como desorden, porque se opone al cosmos, que es el orden. Más bien es una masa informe, oscura, ilimitada. Masa sin forma y sin límites, que es como decir que lo ocupaba todo. Platón imagina a dios como un artesano que le da forma al caos; que le pone límites.
            Pero lo más probable es que, en la antigua Grecia, el caos no fuera eso. Era una profundidad abierta, un abismo, un vacío. El caos no sería materia sin forma, sino espacio sin materia. El caos es el padre de la noche. La formación del mundo empieza con una enorme concentración de oscuridad: así lo vemos en “Las aves”, de Aristófanes. Para la secta de los órficos, en cambio, la formación del mundo empezaba o por la noche o por el Tártaro. Hasta el Génesis tiene como primer momento de la creación la aparición de la luz. Hay una teoría científica, conocida como la gran explosión (el big bang), que postula el origen del mundo como una fulguración repentina, un chorro de luz saliendo de la materia oscura: así empezó todo.
            De modo que el caos es: o bien materia sin límites ni forma, o bien espacio sin materia; según las versiones a las que hagamos caso. Lo vemos en Hesiodo. Del caos surgió la tierra, a la que los griegos llamaron Gea. Gea era la tierra en vías de formación. Si el caos era espacio vacío, Gea sería la materia que pasa a ocupar ese espacio. Si, por el contrario, aceptamos que el caos era materia sin forma, entonces la tierra ya sería materia en formación.
            ¿Qué forma empezó a tener la tierra? Fue primero una superficie de valles, ríos y montañas, bajo la cual se extendía el Hades: el inframundo o infierno, lo que hay debajo. Y en lo más profundo del Hades, el Tártaro. El Tártaro era un lugar de tinieblas y profundidad; si tiramos allí una piedra tardará cinco días en caer; es como una jarra de cuello estrecho de donde salen las raíces del mundo como sale el ramo por encima del vaso: las tierras y los mares, que se despliegan por encima de la boca infernal. La distancia que hay del tártaro a la superficie de la tierra es la misma que entre ésta y el cielo. Es el fondo de todas las cosas: más allá de él ya no existe nada; el Tártaro es un lugar agobiante situado en las profundidades de un abismo.
            Hesíodo nos dice que la tierra engendró al cielo; Gea es, por lo tanto, la madre de Urano; pero Urano también es su esposo: Gea es, por tanto, la madre de su esposo. De la unión del cielo con la tierra salieron Cronos (el tiempo) y Rea (la materia, la sustancia). Eso era en la mitología. Para la ciencia la tierra y Urano son planetas. Y están alejados entre sí. La tierra es el tercero por su proximidad al sol, y Urano es el tercero por su lejanía.
            Lo más curioso es que Urano gira en sentido contrario a como gira la tierra. Y hay una música de Holst que quiso retratar a Urano; lo quería retratar como mago: escuchad.


            Juan puso en marcha el tocadiscos. Sonaron varios acordes graves, lentos, rematados por unos golpes de timbal. Luego se escucharon unas burbujas sonoras que subían desde el fondo del vaso, y su alegre centelleo quedó ahogado por los sonidos graves y mágicos; de una magia dura, pesada, amenazante. Del trotar de pesados caballos surgió un crescendo que ahogaba las burbujas, y su crepitar suave fue sustituido por explosiones de timbales percutiendo el espacio. Un vaivén entre murmullos y amenazas donde lo grave y lo ligero dialogaban sin destruirse. A lo lejos, como una presencia extraña, los arpegios del arpa creaban una ventana mágica en el espacio.
            Cinco minutos duró la audición. Más o menos. Luis, que tenía entre sus manos una guía de lectura, les había ido explicando las claves a los alumnos. Urano, el mago. El alquimista. Cascadas sonoras, ímpetu, trompas y timbales rebotando en el laboratorio del mago; explosión sonora. Al final, dos notas retrataron a Urano: la jovialidad y el exceso.
            Juan tomó la palabra.
            -Urano era a la vez hijo y esposo de Gea. Tuvieron una gran descendencia: engendraron a los titanes y a los cíclopes. Gea los amaba; Urano los odiaba. Cuando nacían, Urano los arrojaba al Tártaro. ¿Cómo explicaros lo que se siente en un lugar tan siniestro?
            Juan se detuvo un momento y miró hacia los chicos. Luego sacó un acetato de colores y lo puso en el retroproyector. Encendió la luz y la imagen apareció en la pared, desenfocada. Todavía tardaron un tiempo en enfocarla bien y en bajar las persianas.
            En la pared apareció un cuadro sombrío. Sobre un fondo verdoso, más o menos oscuro, había manchas azules: unas manchas que casi parecían negras. En el centro había una forma verdosa que a algunos les parecía una cama; otros, en cambio, veían una bandera. En la mancha redonda de abajo algunos veían un corazón.
            -Mirad –dijo Juan-. No voy a preguntaros qué veis. Me interesa más bien otra cosa: ¿qué sentís?
            -Es deprimente –contestó Cristal.
            -¿Por qué? –inquirió Juan.
            -Es oscuro.
            -¿Todo lo que es oscuro os deprime?
            Intervino Luis:
            -No, todo no. Hay cosas que son agradables a la vista. Pero esto no. Esto es siniestro. A mí me produce angustia. Me agobia, no me deja respirar.
            -Y a mí –prosiguió Maia-. Es como si tuvieras el corazón encerrado en una cárcel. 
            -Sin embargo, ahí, en la parte superior derecha, hay un rectángulo de luz. Es como si hubiera una lucecita al final del túnel –dijo Juan-, pero muy tenue; aún no la vemos.
            -Sí –prosiguió Luis-. Es como la luz que penetra por la ventana del Guernica, el cuadro de Picasso; allí es un chorro de luz, pero aquí es una luz apagada: fulgor apenas esbozado.
            -Este cuadro es de Esteban Vicente. Un pintor de Turégano –dijo Juan-. Desarrolló su pintura en nueva York. Este cuadro está hecho pensando en Alison. Alison era hija de Harriet, el gran amor de su vida. Alison estaba depresiva.
            Juan hizo un silencio, Luego continuó.
            -Alison acabó suicidándose. Cuando pintó este cuadro, la chica ya había muerto. Pero todo lo que aquí aparece está inspirado en ella. El tenebrismo de los colores, la sensación de agobio, el dolor que te atrapa en lo más profundo de las tinieblas... 


            Apagó el retroproyector. Y cuando todavía estaban sumidos en la oscuridad, antes de que abriesen las persianas, Juan dijo:
            -Así debieron sentirse los hijos de Urano arrojados al Tártaro. El Tártaro es una región tenebrosa donde el espíritu, agotado en su encierro, se siente perdido, envuelto de la desesperación. El Tártaro es el cuerpo de Gea; su rincón más profundo. Pero hay en la tierra cuevas oscuras que no son antros cavernosos, sino el vientre cálido cuyas sombras nos acercan a la luz. Bajad las persianas, voy a enseñaros otra cosa.
            Puso otro acetato en el retroproyector y lo enfocó en la pared. Ahora era un cuadro de colores. Manchas de color rojo, verde, azul... El fondo era naranja intenso por arriba, y claro por abajo. Y un largo rectángulo, como tapando una fuente luminosa, no conseguía esconder que detrás había una fuente de luz.
            -Y ahora ¿qué sentís?
            La respuesta fue lenta; después se oyeron algunas voces, y por último una cascada de voces coincidentes.
            -¡Alegría!
            -Aquí hay luz; luz y color.
            -El cuerpo se ensancha, el corazón es libre.
            -Todo eso y mucho más –concluyó Juan-. Esteban Vicente hizo este cuadro pensando en Harriet: el gran amor de su vida. Como veis hay alegría. La luz amplía el espacio, dejamos de sentir estrecheces. Esto es amor. Un amor que da vida. Es un volver a nacer.
            Volvieron a abrir las persianas y apagaron definitivamente el retroproyector. La luz entró a raudales en el aula. Harriet, emergiendo de las sombras. Seguramente así salió el cielo del vientre de la tierra. Urano del fondo de Gea. La luz salió de la oscuridad.
            Los chicos escuchaban con interés. De vez en cuando se oían murmullos, propios de una adolescencia cuya atención aún es flotante. Loli, Ilsa, la propia Maia, tan motivadas por momentos, tenían otros momentos en que francamente desconectaban. Pero ahora había logrado Juan un islote de concentración en el firmamento.
            -Urano cosechó el odio que había sembrado. Gea, cansada de ver morir a sus hijos, dio a luz a Cronos y lo protegió. Le dio una hoz con la que Cronos le cortaría los genitales a su padre: del esperma salpicado se formaron las olas del mar, y entre ellas nacería Venus. Y se crearon muchas de las cosas que hay por el mundo. Acto seguido Cronos destronó a su padre. Pero es la huella del destino: Cronos, haciendo lo mismo con sus hijos, fue destronado a su vez por Júpiter. Así fue como el vigor se impuso sobre los achaques de la vejez. Uno de esos achaques es el resentimiento: que viene de la frustración, y conduce a la venganza.
            Luis introdujo un disquete en el ordenador. Pulsó el ratón, tecleó dos veces y aparecieron las imágenes. Allí, en la pantalla, estaba Urano. Un disco de color azul grisáceo, perdido en el firmamento. Luego apareció Saturno, con sus bellísimos anillos de colores, decorado con bandas concéntricas verdes, naranjas, amarillas; con miles de matices de color. Y apareció Júpiter. Allí estaba el ojo del huracán.  Juan, que tuvo una inspiración en el corazón del arte, puso la música de Holst. Los colores y timbales se envolvieron unos a otros en una sinfonía. Y el tiempo pareció detenerse, porque por un momento no oyeron el timbre de la hora cuando sonó.




1 comentario:

  1. Qué manera tan clara de ver nuestro horizonte, rescato:" Como veis hay alegría. La luz amplía el espacio, dejamos de sentir estrecheces. Esto es amor. Un amor que da vida. Es un volver a nacer."

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