viernes, 16 de noviembre de 2018

PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN: LOS ESPEJOS



PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN:
LOS ESPEJOS

 
             Hay una ventana abierta al mundo. Por ella vemos lo que hay fuera pero a veces, también, nos vemos mirar; hay ventanas que son espejos y ventanas que son cristal.

El alumno es, para el maestro, un mundo al que se asoma y al mirar por la ventana el profesor mira al alumno y entonces… ¿qué ve?  


1.

            El cristal muestra lo que hay delante pero el espejo muestra a quienes ven.

            Cuando el profesor mira al alumno también se ve a sí mismo porque el alumno es un espejo y un cristal; mientras hace mejor al alumno también consigue que él mismo mejore como profesor.


2.

            Los programas educativos son cristales, muchas veces de aumento, que sirven, como microscopios, para que el alumno vea lo que le falta por saber; son, pues, fieles retratos del alumno, fieles negativos: buenas pinturas de lo que el alumno debe llegar a ser; de ninguna manera espejos que sirven para brillar.
Las cosas brillan cuando no dejan ver a través de ellas, y una educación que brilla, si brilla demasiado, está escondiéndose a sí misma. ¿Qué es la educación entonces? El colegio convertido en escaparate, los maestros desfilando en una pasarela, los niños transformados en espectáculo, el público aplaudiendo la representación.
Los programas son gafas para que el maestro vea y no parches que le quitan la vista.

 Los escaparates, al exhibirse, ocultan detrás de sus cristales las miserias de la mercancía; se exhiben, sin exhibirla, olvidando que es la mercancía lo que tienen que exhibir.


3.

            Bellarmino le dijo a Galileo: no hay que mirar la luna con el telescopio sino con los libros de Aristóteles. Un espejo, no un cristal, era el artefacto en que miraba: para no ver la realidad sino sus pensamientos; o los de Aristóteles (que no son peores por ser de Aristóteles, sino por ser ajenos). La ceguera crece cuando se mira con otras gafas, porque uno puede tener presbicia y las gafas que se pone acaso hayan sido hechas para la miopía. 

            Nuestras ideas son gafas. Nuestras emociones son gafas. Nuestros deseos son gafas. Gafas con las que miramos cuando no queremos ver lo que las cosas son, sino lo que nuestras ideas, nuestras emociones y nuestros deseos quieren ver.


 4.

            La realidad hay que verla con cristales dobles: que por un lado miran nuestros pensamientos y por otro las cosas que hay en el exterior. Dos caras tienen nuestras gafas, la de dentro y la de fuera. Dos caras hacen falta para ver.


5.

            La sociedad y la escuela son dos espejos que se miran; la escuela, al reflejar a la sociedad, se refleja a sí misma; se muestra como aparece, no tal y como es. En esa imagen la escuela brilla quitándoles la luz a los discípulos, que son los que la necesitan; la escuela, así, es un verdadero parásito; se alimenta de los hambrientos a los que tiene que alimentar.


6.

            Como los cristales de colores de las catedrales, la luz brilla en la escuela que ha sido creada para enseñar. Es la pintura que tiene fuera lo que brilla, no las luces negras de su interior. Los alumnos, que tenían que brillar con ellos, son luces apagadas en sus colores; por eso no los podemos ver.

            Los vitrales que brillan no llenan el suelo de colores; brillan porque no se proyectan fuera, porque se tragan el color. Así también la escuela que se exhibe se guarda para ella los colores: y tiene a los discípulos sumidos en la oscuridad.

            No es que esté prohibido que la escuela brille, pero nunca a costa de los alumnos que buscan su luz. Que el brillo de la escuela no tenga a los alumnos sumidos en la oscuridad.

7.

            Las escuelas no son cristales sino espejos: siempre reflejan lo que tienen fuera. Son edificios cerrados, estancias oscuras, cuerpos negros; son, en toda su extensión, recintos herméticos. Siempre quieren esconder el mundo, reducirlo a la última batalla, olvidar la vida, esconder la guerra. ¡Pobre del alumno que sufre y pena! Que sólo quedará en los anales la última nota, el último examen, el último esfuerzo. Si tropieza (porque el fracaso es sólo un tropiezo), la escuela se encargará de que su caída sea definitiva. De que no pueda levantarse. Limitará su reconocimiento a un simple aprobado en los exámenes de septiembre, aunque haya sacado un sobresaliente: porque lo persigue el estigma de haber suspendido antes (como si aprobar a la primera no fuera lo mismo que aprobar después). Todo es amputar cabezas, cortar alas, ahogar alientos; bajar el ánimo, poner zancadillas, empobrecer el éxito. Cuando fracase, no le darán espejos donde mirar su derrota para corregirse después. Le negarán el derecho a trabajar con sus exámenes. No tendrá unas gafas para aprender de sus errores, que es la única forma de no repetirlos: la única forma de aprender. 
            Ésa es la escuela que se exhibe en lugar de educar.
  


AL OTRO LADO DEL ESPEJO

8.

            La autoridad del profesor tiene tres caras: el saber, el querer y el amar. Ninguna de ellas vale sin las otras; hay que amar, querer y saber.
            Son como las tres dimensiones del espacio: las tres dimensiones de la educación.

            Saber para conocer el mundo; y para conocernos. Querer para hacer las cosas, tener dentro un motor y que no nos empujen otros, sino que empujemos nosotros mismos: la voluntad. Y amar: vibrar; la voluntad es fuerza y el amor delicadeza, el amor es temblor sublime de lo que la voluntad tensa, el amor es sensibilidad y la voluntad movimiento, y las dos caras del éxtasis son precisamente esas dos: el ensueño y el frenesí; las dos caras del corazón.
            Sabes lo que aprendes y sólo lo aprendes si te atrae: si te enamora, si te subyuga, si te arrastra; sólo lo sabes si lo amas y sólo si lo amas lo quieres aprender. Querer es un esfuerzo de la voluntad que, como un tren del alma, avanza por los carriles de la pasión: querer es un verbo cuyas dos caras son amor y esfuerzo, arrastrar y sentirse arrastrado, pues hace falta sentirse arrastrado por los cantos de sirena para querer sacrificarse por su canción: donde no hay magia no puede haber voluntad; o es disciplina, o es motivación.


9.

            Hacía de Robin Hood y sólo era Juan sin tierra.
            Estaba haciendo política. Sólo le faltaba el partido.

            Quieren hacerse los buenos y son malos; pavonearse sin plumas, presumir sin tener, andar por el mundo robando mientras se finge generosidad.


10.

            Te limitas a ordenar los factores externos, porque el organizador interno está en ti. Tú no lo notas porque lo sientes: pero quien no lo tiene añora siempre su ausencia.
           
A algunos el comentario de texto les sale sin esfuerzo; no se dan cuenta de lo difícil que es para quien no tiene esa facilidad.
Si el habla te sale sola no entenderás que algunos no tengan la facultad de hablar.
Si tienes el ritmo en la sangre no entenderás que haya gente que no sepa bailar.
Si el cálculo te sale solo no entenderás que a algunos les cueste calcular.
Es como el pájaro que vuela sin esfuerzo: no entiende cómo al elefante le resulta tan difícil volar. Es como el pez que nada sin esforzarse: no entenderá que al pájaro le resulte difícil nadar. Es, en fin, como el guepardo que corre a la velocidad del rayo; no entiende cómo a la tortuga le resulta difícil correr.

Quien tiene habilidades naturales no concibe que haya gente que no haga lo que él es capaz de hacer.

            Porque las cosas que salen solas nunca cuestan esfuerzo. No notamos las dificultades de estar erguido y andar, pero el chimpancé, que no puede hacerlo, se pasará la vida intentándolo y no lo logrará.


11.

            Tener razón, pero esto sólo no basta; hace falta también que venza la razón, que venza la justicia.


12.

            Se aprende repitiendo y sólo se repite lo que gusta; os enseñarán a la fuerza.

            Os enseñarán a la fuerza si no hacéis un esfuerzo por que os guste lo que necesitáis aprender.




CLAMOR MACHADIANO

13.

            Quien no entiende ni llora desprecia cuanto ignora.
            Quien entiende sin sentir, para él vivir es despreciar.


14.

            En unas ocasiones no se ha escrito lo que se ha hablado y en otras no se ha hecho lo que se ha escrito. La palabra, entonces, no sirve para expresar: sino para esconder.





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