NICÓFAGOS Y
AGONIATRAS
1.
El
mundo estaba lleno de nicófagos y agoniatras. Nicófagos: gentes que se
alimentan de victorias. Niké es la victoria en griego. No saben vivir si no
ganan, si no vencen no se alegran. Y luego estaban los agoniatras, que buscan
la salud en la experiencia de la lucha. Agón: lucha. Médico: iatra. Para ellos,
el combate es la mejor medicina. Hay quien vuelve contento de haber jugado bien
al fútbol, y quien no puede alegrarse si no gana; para éstos, la victoria es la
única medicina.
Claro,
el triunfo tiene un poder estimulante. Uno se deprime cuando el fracaso corona los
esfuerzos. Eso es verdad. Pero si lo estimulante es buscar la victoria, no lo
es tanto obsesionarse con ella. No es lo mismo ser nicófago que nicópata. El nicópata
sólo ve la eclosión del huevo, pero el nicófago es capaz de ver, además, su
lenta maduración. En eso estaba cuando se quedó sumido en un sueño profundo y
se le cerraron los ojos.
2.
Los
nicófagos quieren ganar los partidos; los agoniatras prefieren jugarlos. Los
nicófagos quieren ver ganar a su equipo; los agoniatras prefieren ganar ellos
mismos. Los nicófagos quieren que les toque la lotería; los agoniatras eligen
el trabajo en serio. Los nicófagos estudian para aprobar; los agoniatras
estudian para aprender. Los nicófagos trabajan para cobrar; los agoniatras
cobran por trabajar. Los nicófagos pasan el rato; los agoniatras viven y el
tiempo pasa. Los nicófagos matan el tiempo; los agoniatras lo llenan de
sustancia. Los nicófagos se aburren; los agoniatras se divierten. Los nicófagos
copian; los agoniatras estudian. Para los nicófagos es el trabajo inútil; para
los agoniatras el trabajo que rinde. Los agoniatras se animan solos; a los nicófagos
tienen que los animarlos. Los nicófagos se rinden antes de tiempo; a los
agoniatras no los vence ni el destino. El nicófago odia el trabajo; el
agoniatra disfruta hasta el trabajo bíblico. El nicófago se queja siempre; el
agoniatra saca de lo malo lo bueno. Para el nicófago la vida es un valle de
lágrimas; el agoniatra encara la vida con esperanza. El nicófago, porque fracasa,
destruye al que triunfa; el agoniatra, aunque fracase, se alegra del triunfo
ajeno. El nicófago necesita de un equipo que gane; el agoniatra es su propio
equipo. El nicófago no sabe compartir; el agoniatra comparte su trabajo. El
agoniatra tira del carro; el nicófago necesita que lo animen. El nicófago sólo
tiene ganas; el agoniatra, además de tenerlas, quiere. Los nicófagos necesitan
cadenas; los agoniatras quieren ser libres. Los nicófagos necesitan de la
técnica; los agoniatras la usan y, si no les vale, también viven. Los nicófagos
quieren que los vean guapos; los agoniatras necesitan sentirse guapos aunque nadie
mire. Los nicófagos quieren estar buenos; los agoniatras necesitan serlo. Para
ser tú mismo hace falta entrar en el mundo; pero estar en él sin ser tú es
vivir de vacío. Los nicófagos no se sienten bien aunque estén buenos; los
agoniatras, que son buenos, se sienten bien (plenos y realizados). El nicófago
se consume en el placer; el agoniatra lo vive sin consumirse. El nicófago vive
el terror del más allá; el agoniatra saca, de su miedo, motivos de lucha. Hay
perdidos en el mundo muchos nicófagos; ya es hora de que lo pueblen los
agoniatras.
3.
En
un mundial de fútbol no ganan siempre los mejores. Ni son los peores siempre
los que pierden. Por ejemplo, cuando Nadal perdió la final contra Wawrinka.
Sin
una mota de optimismo, Kant afirma que en esta vida no triunfan los mejores.
Los virtuosos no son felices, sino los sinvergüenzas. Los que no son buenos se
las apañan para conseguir el éxito, que es el reconocimiento.
El
éxito de una acción es la certeza de haberla hecho bien, pero la mayoría lo
identifica con el reconocimiento de ser los mejores.
El
mejor triunfo es la convicción de haber sido el mejor, aunque ni te lo
reconozcan.
Pero quien juega bien necesita la satisfacción
de su juego, el reconocimiento de su valía: ese reconocimiento que es el
triunfo.
No
es malo anhelar el triunfo. Lo que es malo es obsesionarse con él. A costa de
no mejorarse.
El
goce de la victoria es un placer del que no nos alimentamos, sino que nos
alimenta; no lo tragamos sin digerir, y nos aprovecha.
No
es lo mismo estudiar por soberbia que por instinto. Los profesores harán bien
exponiendo en los torneos los méritos de los alumnos, pero no deben usarlos
como fábricas de éxito; haciendo de ellos nicófagos que repriman desde dentro
sus impulsos agoniatras.
4.
Ser
es desarrollar tus posibilidades; sacar fuera lo que tienes dentro. Estar es
desarrollar las posibilidades del mundo: meter dentro lo que tienes fuera. Ganar
es una sabia dosificación de ser y estar.
Esto
lo aplicamos al campeonato mundial de fútbol. Año 2014.
España
no mereció ganar, porque ya no era; ni estaba.
Costa
Rica no lo mereció porque todavía no era del todo.
Ni
Argentina: porque estuvo donde hacía falta, pero no acababa de encontrarse en
su ser.
Y
Chile era mucho pero aún no lo suficiente. Y estaba donde había que estar.
Lo
hubiera merecido Holanda, porque era; pero se olvidó de estar.
Alemania
mereció la victoria: porque era y estaba.
La
tradición platónica es preformacionista: explica el desarrollo a partir del
ser; cada ser tiene su forma, y la vida es el crecimiento de lo que tiene dentro.
La
tradición aristotélica es epigenética: explica el desarrollo a partir del
estar; cada ser se desarrolla según el mundo que lo rodea, y es el mundo, que tenemos
fuera, el que nos hace nacer o no, según las circunstancias. Las circunstancias
mandan en nosotros. Y a veces nos convierten en gusanos o en ranas.
La
copa del nicófago celebra lo que su existencia tiene.
La
copa del agoniatra celebra lo que su existencia vale.
Sólo
vale lo que hay en ti, no lo que te regalan. Tus tesoros sólo pueden salir con
el trabajo.
El
triunfo epigenético es nicófago: su éxito consiste en aparecer, nacer, que te
reconozcan. El triunfo preformacionista es agoniatra: consiste en desarrollar
lo que tienes dentro aunque no te lo reconozca nadie. No importa que te entreguen
copas y medallas: la verdadera copa del mundo es la que mide de la calidad de
tu existencia.
Hay
quien se entrena para ganar y pierde: Holanda.
Hay
quien entrena para ganarse y pierde, pero se gana: Sócrates.
Quien
se entrena para ganar y gana: el Real Madrid.
Y
quien se entrena para ser y también gana: Alemania.
El
mundo está entre Holanda, Sócrates, Real Madrid y Alemania. A veces nos
perdemos para ganarlo todo.
Porque
ganar sin ganarse es perderse al fin y al cabo. ¡Cuánta gente se pierde
queriendo ganar!
5.
El
nicófago es una criatura skinneriana, porque no hace nada que no tenga premio;
o que no sea bajo amenaza.
Maslow
nos enseña que podemos ser agoniatras llevándonos por el deseo de ser; lo que
nos hace humanos. La lucha se vuelve cooperación.
6.
Están
los que fracasan porque no han querido estudiar, ni trabajar, coronando el
éxito con el esfuerzo. ¡Qué importa que sus amigos les jaleen las gracias!
Están
quienes fracasan porque han preferido el impulso fácil a la dificultad de las
cuestas; y presumen como energúmenos elevando la fuerza bruta a categoría
máxima.
Están
los que triunfan estudiando como becerros y cifran su majestad en saber más que
los demás, y el saber se queda en repetición erudita de frases huecas. Los
escaparates de la virtud se lo celebran.
Y
luego están los que triunfan de verdad, estudiando para saber y no para pasar
por sabios; trabajan para ser mejores, no para aparentarlo, y forjan el impulso
en vez de dejar que el impulso los arrastre. Los que no sacrifican la vida en
aras de los libros, como ratas de biblioteca: ésos son los verdaderos sabios.
Pero los nicófagos los desprecian porque huelen a agoniatras.
7.
Se
puede triunfar de tres formas: consiguiendo lo que buscas, consiguiendo que te
aplaudan o haciendo bien las cosas; el aplauso es el reconocimiento de que lo
que has hecho es bueno.
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