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DE MARZO
Media humanidad está atacando a
la otra media; donde más se nota esa agresión es en el mundo islámico, pero no,
no se trata de creyentes contra infieles, se trata del hombre contra la mujer. La
mujer no puede ir por la calle sola, no puede conducir un coche, se le limita
la entrada a la escuela, apenas puede ir a la universidad; su cuerpo debe
taparse hasta para el médico, tampoco puede tener un rostro, ni pelo, el
pañuelo está pensado para anular su identidad; hay lugares donde la mujer se
muere de hambre si no tiene hombres en casa que la alimenten, los hijos o el
marido, y si ellos han muerto en la guerra ella no tiene derecho a trabajar; su
máscara, más que pañuelo, es una cárcel ambulante, fueron cosas que ocurrieron
en Afganistán. No se trata de creyentes contra infieles, es una guerra del
hombre contra la mujer.
Algo de eso tenemos en España,
aunque en menor escala; y en Turquía, en Alemania, y en Brasil. Y ocurre en
Francia y en Italia y en Gran Bretaña y en Portugal. Y en tantos lugares del
mundo… Celos. Menosprecio. Maltrato.
Vigilancia. Asesinatos. Anulación de la personalidad. La ministra de la familia
reclama que la mujer no salga de la casa, que su casa se convierta en una
prisión. Hay voces que se levantan en España contra la ley que protege a las
mujeres de la violencia de género. Voces que impusieron en las escuelas que se
prohibiera la educación sexual; si no es por acción, por omisión, pero que no
se hable de estas cosas, que hablar es inducir, según la lógica de estas
mentes, a hacer todo aquello de lo que se habla, como si hablar de la
delincuencia fuese animar a los jóvenes a delinquir.
Y viene esta marea humana:
nadie se la esperaba, nadie la vio venir. Miles de mujeres saliendo a la calle
reclamando sus derechos, decenas de miles clamando por lo que parece obvio (un
lugar en la sociedad), centenares de miles gritando ya basta, millones
pidiéndole al mundo que nadie dé marcha atrás. El chófer del autobús no tiene
por qué ser hombre, en las cajas del mercado no tiene por qué haber mujeres,
las enfermeras también son enfermeros, el médico ya puede ser una mujer. Las
mujeres ya pueden firmar contratos, ahora pueden salir solas a la calle,
también pueden ir al fútbol, pueden, si quieren, ir solas al bar. Se acabó el
preso número trece, donde Méjico le cantaba al asesinato de las mujeres si era
para lavar el honor, se acabó el “por qué los domingos por el fútbol me
abandona”, la mujer ya no tiene que esperar, como Penélope, y al fútbol ya
pueden ir ellos y ellas. El policía del barrio ahora puede ser una mujer, y la
jueza y la arquitecta, y el ingeniero, el maestro, el diputado, el director:
todos pueden ser mujeres y ahora esas palabras se pueden poner en femenino,
aunque haya gente que no le guste el diccionario cuando habla en femenino. ¡Tantas
cosas han cambiado! Y ahora en Alemania, en España, en Italia, no solamente en
el mundo islámico, en todas partes se oyen voces que anuncian que el hombre
está en guerra contra la mujer.
Millones están gritando hoy en
las calles. En Madrid, en Segovia, en Sevilla, en Barcelona, en todas partes se
oyen voces clamando por la igualdad. Las mujeres piden que se las valore, que
los hombres no les peguen y maltraten, que no las toquen por la calle como si
ellas fueran objetos y la calle un escaparate, como si los hombres fueran
clientes de la tienda que quieren probar la mercancía; gritan al mundo que son
dueñas de su cuerpo, y que si su homosexualidad se adueña de ellas tienen
derecho, como los hombres, a la homosexualidad. Millones de voces quieren
cambiar las conciencias, incluir el respeto en la vida como una parte
inalienable de la dignidad.
Piden que se persiga la
violencia, que no se criminalice la homosexualidad, que no se obligue a los
niños a jugar con camiones y a las niñas con muñecas, que las niñas no tengan
que ir de rosa y los niños de azul (como quería en Brasil la nueva ministra de
Bolsonaro), y que se ayude a las mujeres dependientes, pero también a los
hombres. Piden que en los colegios se siga luchando contra los abusos, contra
el acoso, que se deje de usar el lenguaje como un arma contra ellas, que no
desaparezca ni se diluya en los libros, y menos en los libros de las escuelas,
lo mucho que ha hecho por la cultura la mujer. Piden, en fin, que haya por fin
una verdadera educación sexual, que la información no se confunda con el
adoctrinamiento, que el silencio no se convierta en doctrina que enseña sin
hablar; y que, en fin, se mantenga la vigilancia contra los estereotipos, y que
se supere la falacia naturalista para que no se confunda nunca la naturaleza
con lo que pide la sociedad.
Pero, ay, también se pide (por
lo menos en algunos pasquines) que se erradiquen el clasismo, la homofobia, la
transfobia, el racismo, el desprecio a las mujeres migrantes y el racismo
institucional; y la destrucción ambiental y la economía depredadora, y el
patriarcado y el capitalismo, a ver, ¿quién da más? Entendámonos: nadie tiene
por qué abogar por el clasismo, el capitalismo y la destrucción ambiental, pero
ésta era una huelga de las mujeres y no de los ecologistas ni del
anticapitalismo, esas ideas se pueden defender en otros foros, pero mezclarlos
con la huelga de las mujeres es como echarle chocolate al cocido, es como
diluir la importancia de las mujeres entre otras cosas que también son
importantes, pero si mezclamos las churras con las merinas acabaremos olvidando
que esto va por los derechos de las mujeres, y que eso, ni las otras cosas, era
hoy el objetivo principal.
También hay quien grita contra
el racismo institucional, y ahí sí que no podemos estar de acuerdo; bien está
combatir en la sociedad las tendencias racistas, pero decir que las promueve el
propio Estado les quita a quienes lo dicen el menor atisbo de seriedad; por lo
menos en España. Hoy.
Tampoco se entiende que se
pidan garantías para la sanidad, la educación, los servicios sociales, la ayuda
a la dependencia y el acceso a la vivienda social; lo primero porque ya lo
tenemos en España y sería como pedirle a tu padre que te comprara el cuche que
ya tienes, y lo segundo porque no son problemas de las mujeres, sino de ambos
sexos; y habíamos quedado en que esto era una manifestación de las mujeres, y
la mejor forma de ocultar a las mujeres es mezclarlas otra vez con otros asuntos,
diluirlas con el resto de los problemas de la sociedad.
También es contradictorio
declarar una huelga general y excluir de ella a todos los antimachistas que
defienden el capitalismo; porque es como dar una bofetada a quienes están
contigo pero no comparten tus ideas, a quienes se baten por los derechos de las
mujeres pero defienden el liberalismo; en tales casos a mí siempre me han dicho
que hay que hablar de lo que nos une, no de lo que nos separa; el tema de este
día era la mujer, no el capitalismo; si se mezclan las dos cosas la mujer se
nos diluye, irremediablemente, entre otros temas que valoramos más que a ella,
y parece que al hacerlo queremos que la mujer siga siendo invisible y nadie le
haga caso.
Y por último yo lo llamaría una
huelga de las mujeres, no una huelga feminista; no se trata de luchar por las
organizaciones que dicen luchar por la mujer, sino por la mujer en sí misma;
llamarla feminista es volverla sectaria y partidista y pretender que sólo saben
hacerlo quienes guardan las esencias de los derechos de la mujer. Hay muchas
personas (hombres y mujeres, ojo, que también las mujeres son machistas) que no
se identifican como feministas y se sientan, sin embargo, motivadas por el
combate contra las diferencias de género, sobre todo cuando son armas con que
nos oprime la sociedad. Además, no hay un feminismo sino varios, y hablar del
feminismo en singular sería violentar el lenguaje más allá de lo tolerable. Así
que jergas y anatemas como patriarcado y hembrismo, y otros semejantes, que
queden para la ortodoxia de quienes defiendan sus propias escolásticas, y no se
pretendan imponer a quienes utilizan otras palabras para designar esa misma
realidad.
Pero hoy ha habido una marea
humana en toda España, en toda Europa, en todo el mundo. La mujer avanza
imparable hacia la consolidación de los derechos que ha conquistado, y hacia la
conquista de los derechos que aún le quedan por conquistar; y las tentaciones
disgregadoras no pueden nada contra ese espíritu de inclusión, de unidad contra
la injusticia, que ha conquistado con gran sorpresa para todos este 8 de marzo.
A partir de hoy sentimos, aunque haya diferencias, que hay un nuevo
protagonista llamando a las puertas de la historia; si no lo paramos nadie lo
parará; bienvenida sea, con todos sus derechos, la presencia nueva de esta
vieja protagonista: ojalá acabe de una vez por todas esta guerra de hace miles
de años que ha emprendido el hombre contra la mujer.
La mujer avanza, se saca el velo, se saca la vergüenza, se atrapa en el empoderamiento y fluye ante el machismo con grandeza de mujer y sapiencia de mujer. La marea femenina ya se respeta, falta aún mucho, pero tanto se ha conseguido, rescató del texto de la querida Lechuza lo importante que es es tener un ojo con goznes en esto: " [...] gritan al mundo que son dueñas de su cuerpo, y que si su homosexualidad se adueña de ellas tienen derecho, como los hombres, a la homosexualidad. Millones de voces quieren cambiar las conciencias, incluir el respeto en la vida como una parte inalienable de la dignidad."
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