viernes, 22 de junio de 2018

HACIA UN ROMANTICISMO BIEN ENTENDIDO



HACIA UN ROMANTICISMO BIEN ENTENDIDO


            El corazón no es lo contrario de la razón; no es su enemigo; por tanto, se puede sentir sin dejar de pensar; una vida emocionante no es una renuncia a pensar con la cabeza; ni con el corazón.
            Tener razón es ordenar los sentimientos; de ninguna manera olvidarse de sentir. La razón es la forma que damos a lo que sentimos; el sentimiento es la materia de la razón; pensar sin sentir es como tener un vaso de agua sin agua: los robots son vasos vacíos; la inteligencia artificial es el manejo hueco de la razón.
            Vivir es organizar los sentimientos; eso significa que sin sentimientos no se puede vivir. Siento que quiero el dinero de Juan pero también siento que quiero a Juan; los sentimientos se imponen unos a otros porque no todos tienen la misma fuerza; y la razón busca razones en las cosas para gozar (entonces es razón cordial), no para vencer y dominar (porque entonces es razón técnica, razón estratégica, razón instrumental).
            La razón decide: el sentimiento también. Una decisión sentimental, o emotiva, es un impulso; una decisión razonada es el resultado de una reflexión. Si decido impulsivamente ir a emborracharme gozaré sólo un rato, y el resto del tiempo ve lo voy a pasar mal; pero si tomo una decisión razonada sabré que todos los malos momentos por los que me decida estarán orientados a gozar; por ejemplo, puedo decidir abstenerme de comer dulces para vivir bien (cuando se me ha diagnosticado un problema de diabetes).
            La razón es orden. Eso no significa que el sentimiento sea desorden, como piensan los románticos extraviados, y hasta el propio Nietzsche, cuando afirman que el sentimiento es lo contrario de la razón. Lo contrario de la razón es el caos. El sentimiento no es un caos y por eso sentir no es incompatible con pensar. Sentir es identificarse con las cosas, y lo contrario es la distancia, que no es razón, sino falta de sensibilidad. La razón necesita poner distancia con las cosas para ordenarlas, pero en sí misma no es distancia; la distancia es un instrumento de la razón.


            Veamos ahora de cuántas maneras podemos acercarnos al mundo; de cuántas maneras podemos vivir:
            1. Razonando sin sentir. Es la lógica pura y descarnada, la maquinaria del pensar, que a veces nos hace comportarnos como máquinas: es orden en la distancia, propio de los ordenadores, los robots, los androides… la inteligencia artificial; también es propio de las personas que actúan como máquinas; y de las personas que carecen de determinados sentimientos, como los psicópatas: aquellos que padecen de personalidad antisocial.
            2. Razonando y sintiendo. Es la cordialidad, o para decirlo de manera más explícita: es la razón cordial. El corazón no se separa nunca de la razón (o de lo contrario se convierte en tripas). Sentir es estar cerca de las personas y las cosas; cada sentimiento es una forma de vivir la cercanía de las cosas, desde las cercanías más tenues hasta las proximidades más íntimas: lo íntimo es lo entrañable, está allí donde las tripas dejan de ser vísceras y se convierten en entrañas; lo entrañable no es lo mismo que lo visceral. Éste es el romanticismo auténtico: el que no confunde la profundidad de los sentimientos con el desorden de la razón.
            3. Sintiendo sin razonar. Es patología. Si la cordialidad genera ontología cuando se acerca más a la razón y patiología cuando está más próxima del sentir (pero siempre con el auxilio de la lógica), la patología es un fallo de la vida, por lo menos en alguno de sus componentes. Es un sentir desordenado, porque los sentimientos menos importantes adquieren más importancia que los que importan más: como Homer Simpson, que valora más una cerveza y un eructo que una muestra de amor. Sucede, sin embargo, que a veces a Homer Simpson se le escapa una vena sensible: lo que indica que tiene sentimientos, pero están sin cultivar; como un diamante en bruto que no ha sido tallado todavía. Cuando el sentimiento desordenado (o, lo que es lo mismo, un sentir arbitrario) procede de la naturaleza, podemos hablar de la patología; cuando es obra de la educación (o de la falta de ella) lo llamaremos incultura. La persona inculta valora más a Torrente que a Eisenstein, aprecia más la cerveza que la pintura, el arte Kistch (o la apariencia de belleza) más que la belleza, y el dinero más que la felicidad. Los afectos incultos o enfermos pueden ser curados: en unos casos bastará con la educación; en otros hará falta una terapia; y en otros, los dos.
            4. Sin pensar y sin sentir. Es la naturaleza inorgánica. Una piedra ni piensa ni siente. Algunos animales están en este caso, sobre todo los inferiores (las células, las algas, las esponjas, los seres sin cerebro, los que no tienen conciencia y hacen las cosas por instinto). El instinto no piensa, pero está ordenado por un pensamiento previo… ¿De dios? ¿O de la naturaleza que se expande en la evolución? La vida instintiva es un cúmulo de razones que no son del individuo, sino de la especie; y que se muestran actuando no ya desde el sistema nervioso, sino del código genético. Entre los animales con cierto grado de conciencia aparece ya un principio de orden en el sentir no distanciado: pues sienten dolor cuando les matan a sus crías, aunque no lo sientan cuando ellos matan a las crías de los demás. Hay, también, estados psíquicos que llevan al ser humano a actuar sin pensar y sin sentir: de manera maquinal (pero sin ser máquinas). No es lo mismo ser una máquina (como les pasaba a los seres que razonaban sin sentir) que actuar de manera maquinal (que es lo que hacen los seres que viven sin sentir y sin pensar).
            La vida no es un caos. Tampoco es solamente un orden lógico. Se vive cuando, al tiempo que la razón no te quita las posibilidades de sentir, las emociones no te quitan las facultades del pensar. Y hay, desde la célula y la esponja hasta el homínido más inteligente, una panoplia de muchas formas de vivir.




1 comentario:

  1. Rescato querida Lechuza:" La vida no es un caos. Tampoco un orden lógico. Se vive cuando, al tiempo que la razón no te quita las posibilidades de sentir, las emociones no te quitan las facultades del pensar..."
    Mi vida se integra con la razón y el corazón para hacerse plena, driblear al caos y pensar con la emoción así como sentir con el pensamiento.

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