1.
Hay un sentir visceral y un sentir entrañable. El
primero abarca los instintos del hipotálamo. El segundo los que están
conectados con la corteza cerebral. Decimos metafóricamente que lo entrañable
es el sentir del corazón.
2.
Hay un sentir sensorial que sólo nos
informa de lo que pasa. Pero vive adosado a los instintos, que lo convierten
siempre en visceral o entrañable. Una sensibilidad puramente informada,
separada de los instintos, no existe.
3.
El sentido cinestésico, además de
ser informativo, es visceral. Nos informa vivencialmente de nuestra situación
interna.
4.
El sentido del equilibrio también
nos informa de manera visceral: haciéndonos vivir la información, no
representándola sin vivirla. Las sensaciones del equilibrio son equilibrio; son
presencia vivida, no representación. La representación son unos ejes de
coordenadas
5.
La sensación de hambre también
procede de nuestro sentido interno. Como todo lo desagradable, es visceral.
6.
La sensación
de saciedad después de haber comido es visceral cuando es hartazgo, y plenitud
cuando nos proporciona satisfacción. La plenitud es un placer entrañable. La
saciedad sola es visceral. La plenitud nos proporciona placer en todo el
cuerpo, nos proporciona placer en la mente, hace placentero todo nuestro ser.
La saciedad simple satisface el placer de una parte del cuerpo (las papilas
gustativas), pero deja insatisfecho todo el resto, violentando sus necesidades:
y se convierte en hartazón. Cuando estamos hartos es porque hemos satisfecho
una parte del cuerpo a costa de otra; hemos gozado con una a costa de las
demás; hemos sacrificado nuestro ser en aras de una de sus partes. Hemos
buscado alegría y hemos encontrado desazón. Nos hemos topado con desazones
cuando íbamos buscando felicidad.
7.
Sócrates acertaba cuando decía que
para obrar bien hay que conocer lo que es bueno. Pero no nos daba pistas para
reconocer el bien. Ahora sabemos que el bien es lo que da placer a nuestro
cuerpo; y el mal es lo que beneficia sólo a una parte perjudicando a las demás.
8.
El mal terapéutico beneficia a una
parte del cuerpo a costa de otra; pero es porque la parte que debe ser
beneficiada ha sido dañada antes, y hay que restablecer el equilibrio. Cuando
el equilibrio se ha restablecido el mal deja de ser terapéutico, y pasa a
convertirse en un mal moral.
9.
El amor es un sentimiento
entrañable. Su plenitud se expande a todo nuestro ser. El odio, en cambio, es
visceral porque se convierte en obsesión; y obsesión es lo que atiende sólo a
una parte desatendiendo a todas las demás. El odio, como los celos, empeñan en
la obsesión por una parte el conjunto de todo nuestro ser.
10.
Es entrañable lo que produce placer
al alma y al cuerpo. Es visceral lo que produce placer: o bien al cuerpo sin el
alma, o bien al alma sin el cuerpo, o bien a ninguno de los dos.
11.
El alma es la armonía de los
placeres del cuerpo. Es como un padre que para atender a uno de sus hijos no
desatiende a los demás. El alma es el padre del cuerpo. Cada uno de nuestros
órganos tiene un mismo padre, que es el alma. Pero, a diferencia del tirano, el
alma no atiende al placer del conjunto olvidándose del de cada una de las
partes; al contrario, satisface a cada parte sólo si no es a costa del
conjunto; pero una satisfacción del conjunto a costa del sometimiento de las
partes es también una actitud perversa: es la actitud del que se desliga de las
partes y pasa a ser algo distinto de ellas. Como el gobernante que, separándose
del pueblo, halla su felicidad a costa de él.
12.
El buen gobierno es la presencia de
todo el ser en cada una de sus partes; vive en cada una, pero vive también
desde la distancia, y por eso sabe lo que les conviene a todos. El tirano, por
el contrario, es una representación que no está presente en cada parte, sino
que vive alejada de ellas; y toma sus decisiones preocupado sólo por su placer,
sin preocuparse de la felicidad de sus subordinados.
13.
Todas las obsesiones gastan sus
energías en un instinto despreocupándose de las necesidades de los otos
instintos: y se viven con las tripas, no con el alma; y cuando piensan, tienen
un pensamiento sin corazón.
La soberbia se preocupa sólo por ser
importante. Y es porque tiene complejo de inferioridad. Vende su alma al diablo
porque sacrifica el amor, la felicidad, la seguridad y hasta el hambre sólo por
alimentar su orgullo; por creerse más que los demás.
La avaricia sólo se preocupa de
tener dinero. Quizá porque en algún momento le ha faltado. Y sacrifica el amor,
los hijos y hasta la comida sólo por atesorar. El avaro de Molière no comía por
no gastar. Quería el dinero para contarlo, no para vivir. El avaro no trabaja
para vivir: vive para trabajar.
La lujuria se preocupa sólo por el
sexo. Es capaz de sacrificarlo todo por aumentar sin límites los placeres de la
sexualidad. Aunque para lograrlo haya que consumir drogas. Aunque las drogas le
acorten la vida. Aunque la lujuria lo precipite en la enfermedad.
La ira es un ataque de energía que
se despliega sin límites. La ira es una pasión que no llega a ser obsesión
porque no es algo premeditado; el iracundo estalla sin planearlo, solamente
porque no se puede contener.
La gula es obsesión por los
alimentos. Sin contenerse, sin ponerle límites. De una manera desmedida. Sin
control.
La envidia es obsesión por el éxito
ajeno. El envidioso descuida su felicidad preocupado por que los demás no sean
felices. No quiere tener nada, sólo quiere que no lo tengan los demás.
La pereza, como la ira, tampoco es
obsesiva: es simplemente una pasión. La gente no se obsesiona por ser perezosa,
y muchas veces se obsesiona porque lo es. La pereza, como la ira, es una pasión
pasiva. Las obsesiones son pasiones activas que implican sesgadamente a la
voluntad. La pereza y la ira no proceden de una voluntad enferma; proceden de
una falta de voluntad.
14.
Mundo, demonio y carne: tres son los
enemigos del alma. No es verdad.
El mundo sólo es peligroso cuando no
lo sabemos vivir con el corazón.
El demonio es malo cuando se mete en
las entrañas; cuando destruye el corazón con un sentimiento visceral.
La carne sólo es pecado cuando se
vive con lujuria. Cuando nuestra intimidad está invadida por las vísceras.
Cuando el sexo está huérfano y el alma ya no es su padre. La carne, lejos de
ser un enemigo del alma, es la víctima de un alma que ha dejado de preocuparse
de su sexualidad. No es la carne la causa de la perdición del alma, sino el
efecto y consecuencia de un alma que se ha perdido.
El único enemigo del alma es la
subversión de una parte del cuerpo contra el cuerpo entero; contra el alma. Eso
es lo que llamamos demonio. El demonio que se nos mete en el cuerpo tiene dos
rostros: el de las pasiones inertes y el de la obsesión.
Dos son los enemigos del alma: la
inercia y la obsesión. La inercia es una pasión sin fuerza; la obsesión es una
pasión fuerte, pero con las fuerzas concentradas en un solo aspecto de la vida:
una obsesión, por eso, es como un láser del alma.
La pasión cordial es el principal
amigo del alma. Yo diría más: la pasión cordial es el alma. Las pasiones
entrañables. Los ínferos del alma. Nuestra intimidad.
La pasión visceral es el enemigo del
alma. Cuando no tiene fuerza es inercia; cuando la tiene es obsesión. Las
obsesiones son láseres del alma. Las inercias son falta de vitalidad.
15.
El corazón es el amigo del alma. Su
enemigo es el demonio. Que es la visceralidad.
16.
La vida es un equilibrio de
perspectivas: la local y la global. La salud sexual es un equilibrio entre el
placer genital y la plenitud del alma.
La vida es un vaivén entre lo local y lo global. Quedarse sólo en lo local
conduciría al imperio del demonio: que es el infierno. Quedarse solo en lo
global nos desvitalizaría: sería lo mismo que ver sin vivir.
El infierno es sentir sin entender.
Hay infiernos obsesivos e infiernos inertes.
Los ínferos del alma, cuando
sienten, quieren entender. Aunque no lo consigan.
Entender sin sentir sólo es falta de
vida. Desánimo. Vivir sin energía. Y eso también es una forma de infierno.
La muerte consiste en no sentir ni
entender. El desánimo es una muerte en vida. Es un no querer sentir pudiendo,
un sentir que se niega a sí mismo, una falta de ganas de vivir. O un vivir
dedicado sólo al estudio.
17.
Empollar es una vida estudiosa que
nos seca el seso. Una forma de locura intelectual. A los siete pecados
capitales habría que añadir este otro: la obsesión por estudiar. El sacrificio
de la vida en las bibliotecas. La pasión de Fausto. La faustinidad.
18.
Soberbia, avaricia, lujuria, ira,
gula, envidia, pereza, demonio y faustinidad: los nueve pecados capitales. El
pecado es el imperio del demonio. Y el
demonio es la visceralidad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar