sábado, 16 de abril de 2016

Pensamientos sobre la educación (II)





PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN (II)

 
1.
Hay un sentir visceral y un sentir entrañable. El primero abarca los instintos del hipotálamo. El segundo los que están conectados con la corteza cerebral. Decimos metafóricamente que lo entrañable es el sentir del corazón.

2.
            Hay un sentir sensorial que sólo nos informa de lo que pasa. Pero vive adosado a los instintos, que lo convierten siempre en visceral o entrañable. Una sensibilidad puramente informada, separada de los instintos, no existe.

3.
            El sentido cinestésico, además de ser informativo, es visceral. Nos informa vivencialmente de nuestra situación interna.

4.
           El sentido del equilibrio también nos informa de manera visceral: haciéndonos vivir la información, no representándola sin vivirla. Las sensaciones del equilibrio son equilibrio; son presencia vivida, no representación. La representación son unos ejes de coordenadas

5.
            La sensación de hambre también procede de nuestro sentido interno. Como todo lo desagradable, es visceral.


6.
           La sensación de saciedad después de haber comido es visceral cuando es hartazgo, y plenitud cuando nos proporciona satisfacción. La plenitud es un placer entrañable. La saciedad sola es visceral. La plenitud nos proporciona placer en todo el cuerpo, nos proporciona placer en la mente, hace placentero todo nuestro ser. La saciedad simple satisface el placer de una parte del cuerpo (las papilas gustativas), pero deja insatisfecho todo el resto, violentando sus necesidades: y se convierte en hartazón. Cuando estamos hartos es porque hemos satisfecho una parte del cuerpo a costa de otra; hemos gozado con una a costa de las demás; hemos sacrificado nuestro ser en aras de una de sus partes. Hemos buscado alegría y hemos encontrado desazón. Nos hemos topado con desazones cuando íbamos buscando felicidad.

7.
            Sócrates acertaba cuando decía que para obrar bien hay que conocer lo que es bueno. Pero no nos daba pistas para reconocer el bien. Ahora sabemos que el bien es lo que da placer a nuestro cuerpo; y el mal es lo que beneficia sólo a una parte perjudicando a las demás. 

         8.          
           El mal terapéutico beneficia a una parte del cuerpo a costa de otra; pero es porque la parte que debe ser beneficiada ha sido dañada antes, y hay que restablecer el equilibrio. Cuando el equilibrio se ha restablecido el mal deja de ser terapéutico, y pasa a convertirse en un mal moral.

9.
            El amor es un sentimiento entrañable. Su plenitud se expande a todo nuestro ser. El odio, en cambio, es visceral porque se convierte en obsesión; y obsesión es lo que atiende sólo a una parte desatendiendo a todas las demás. El odio, como los celos, empeñan en la obsesión por una parte el conjunto de todo nuestro ser.

10.
            Es entrañable lo que produce placer al alma y al cuerpo. Es visceral lo que produce placer: o bien al cuerpo sin el alma, o bien al alma sin el cuerpo, o bien a ninguno de los dos.

11.
            El alma es la armonía de los placeres del cuerpo. Es como un padre que para atender a uno de sus hijos no desatiende a los demás. El alma es el padre del cuerpo. Cada uno de nuestros órganos tiene un mismo padre, que es el alma. Pero, a diferencia del tirano, el alma no atiende al placer del conjunto olvidándose del de cada una de las partes; al contrario, satisface a cada parte sólo si no es a costa del conjunto; pero una satisfacción del conjunto a costa del sometimiento de las partes es también una actitud perversa: es la actitud del que se desliga de las partes y pasa a ser algo distinto de ellas. Como el gobernante que, separándose del pueblo, halla su felicidad a costa de él.

12.
            El buen gobierno es la presencia de todo el ser en cada una de sus partes; vive en cada una, pero vive también desde la distancia, y por eso sabe lo que les conviene a todos. El tirano, por el contrario, es una representación que no está presente en cada parte, sino que vive alejada de ellas; y toma sus decisiones preocupado sólo por su placer, sin preocuparse de la felicidad de sus subordinados.


13.
         Todas las obsesiones gastan sus energías en un instinto despreocupándose de las necesidades de los otos instintos: y se viven con las tripas, no con el alma; y cuando piensan, tienen un pensamiento sin corazón.
           La soberbia se preocupa sólo por ser importante. Y es porque tiene complejo de inferioridad. Vende su alma al diablo porque sacrifica el amor, la felicidad, la seguridad y hasta el hambre sólo por alimentar su orgullo; por creerse más que los demás.
           La avaricia sólo se preocupa de tener dinero. Quizá porque en algún momento le ha faltado. Y sacrifica el amor, los hijos y hasta la comida sólo por atesorar. El avaro de Molière no comía por no gastar. Quería el dinero para contarlo, no para vivir. El avaro no trabaja para vivir: vive para trabajar.
            La lujuria se preocupa sólo por el sexo. Es capaz de sacrificarlo todo por aumentar sin límites los placeres de la sexualidad. Aunque para lograrlo haya que consumir drogas. Aunque las drogas le acorten la vida. Aunque la lujuria lo precipite en la enfermedad.
            La ira es un ataque de energía que se despliega sin límites. La ira es una pasión que no llega a ser obsesión porque no es algo premeditado; el iracundo estalla sin planearlo, solamente porque no se puede contener.
           La gula es obsesión por los alimentos. Sin contenerse, sin ponerle límites. De una manera desmedida. Sin control.
            La envidia es obsesión por el éxito ajeno. El envidioso descuida su felicidad preocupado por que los demás no sean felices. No quiere tener nada, sólo quiere que no lo tengan los demás.
            La pereza, como la ira, tampoco es obsesiva: es simplemente una pasión. La gente no se obsesiona por ser perezosa, y muchas veces se obsesiona porque lo es. La pereza, como la ira, es una pasión pasiva. Las obsesiones son pasiones activas que implican sesgadamente a la voluntad. La pereza y la ira no proceden de una voluntad enferma; proceden de una falta de voluntad.

14.
            Mundo, demonio y carne: tres son los enemigos del alma. No es verdad.
            El mundo sólo es peligroso cuando no lo sabemos vivir con el corazón.
            El demonio es malo cuando se mete en las entrañas; cuando destruye el corazón con un sentimiento visceral.
            La carne sólo es pecado cuando se vive con lujuria. Cuando nuestra intimidad está invadida por las vísceras. Cuando el sexo está huérfano y el alma ya no es su padre. La carne, lejos de ser un enemigo del alma, es la víctima de un alma que ha dejado de preocuparse de su sexualidad. No es la carne la causa de la perdición del alma, sino el efecto y consecuencia de un alma que se ha perdido.
            El único enemigo del alma es la subversión de una parte del cuerpo contra el cuerpo entero; contra el alma. Eso es lo que llamamos demonio. El demonio que se nos mete en el cuerpo tiene dos rostros: el de las pasiones inertes y el de la obsesión.
            Dos son los enemigos del alma: la inercia y la obsesión. La inercia es una pasión sin fuerza; la obsesión es una pasión fuerte, pero con las fuerzas concentradas en un solo aspecto de la vida: una obsesión, por eso, es como un láser del alma.
            La pasión cordial es el principal amigo del alma. Yo diría más: la pasión cordial es el alma. Las pasiones entrañables. Los ínferos del alma. Nuestra intimidad.
            La pasión visceral es el enemigo del alma. Cuando no tiene fuerza es inercia; cuando la tiene es obsesión. Las obsesiones son láseres del alma. Las inercias son falta de vitalidad.

 

15.
            El corazón es el amigo del alma. Su enemigo es el demonio. Que es la visceralidad.

16.
            La vida es un equilibrio de perspectivas: la local y la global. La salud sexual es un equilibrio entre el placer genital y  la plenitud del alma. La vida es un vaivén entre lo local y lo global. Quedarse sólo en lo local conduciría al imperio del demonio: que es el infierno. Quedarse solo en lo global nos desvitalizaría: sería lo mismo que ver sin vivir.
            El infierno es sentir sin entender. Hay infiernos obsesivos e infiernos inertes.
            Los ínferos del alma, cuando sienten, quieren entender. Aunque no lo consigan.
            Entender sin sentir sólo es falta de vida. Desánimo. Vivir sin energía. Y eso también es una forma de infierno.
            La muerte consiste en no sentir ni entender. El desánimo es una muerte en vida. Es un no querer sentir pudiendo, un sentir que se niega a sí mismo, una falta de ganas de vivir. O un vivir dedicado sólo al estudio.

17.
            Empollar es una vida estudiosa que nos seca el seso. Una forma de locura intelectual. A los siete pecados capitales habría que añadir este otro: la obsesión por estudiar. El sacrificio de la vida en las bibliotecas. La pasión de Fausto. La faustinidad.

18.
            Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza, demonio y faustinidad: los nueve pecados capitales. El pecado es el imperio del demonio. Y el demonio es la visceralidad.

 


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