CUERPOS SIN CABEZA
Hércules de feria. Músculos hinchados, tensos hasta el dolor. Venas esculpiendo músculos a punto de estallar. Cuerpo enorme, cabeza pequeña. Como esos herbívoros gigantescos (estegosaurios, seismosaurios, diplodocus) que tienen, en comparación con el cuerpo, el cerebro del tamaño de una cabeza de alfiler. Cuerpos enormes con dos milímetros de cerebro, cuerpos sin cabeza que tenga capacidad de pesar. Sacos de proteínas, carne de gimnasio. Pasión sin control, obsesión por la fuerza, cultivo del músculo, enfermos de vigorexia. Es capaz uno de esos hércules de sobrecargar su hígado, su corazón, su vida, y no darse cuenta más que cuando casi está muerto. Adicción al músculo, a la presencia, a la apariencia, a la fuerza; no creer que en el mundo pueda haber cosas más admirables que estar fuerte.
Mitos de pasarela. Cuerpos raquíticos, gestos ingrávidos, rostros infantiles, caras de ángel. Ojos que irradian belleza selectiva. Rostros divinos, manos adorables, brazos esbeltos en su hermosa desnudez. Piernas de sílfide, manos de garza. De una belleza esculpida en la cocina de la dieta. De una delicadeza cuajada en la mesa del hambre. Piel tersa, casi sin carne, hermosa y frágil con la textura de un flan. Esos cuerpos de leyenda son bellos, sí, pero hay muchos cuerpos bellos y para ser elegidos deben pagar el peaje del sexo. No viven por exhibirse, se desviven por ajustar sus carnes (o la falta de ellas) al molde ideal. Algunas mueren de hambre, o de la falta de hambre, cuando tienen un cuerpo hambriento que está gritando por comer. Víctima tiranizada de la moda, cuerpo del deseo. Belleza esculpida sin cabeza, cerebro que sólo piensa a través de una obsesión, no es humana, sino objeto. Anorexia.
Flor de perdición. Cuerpos que sólo valen para ser regados por dentro. Puedes ver a los jóvenes un viernes por la tarde en la tienda del barrio. Cuando hacen cola en la caja se les distingue muy bien porque en el carro sólo llevan botellas; botellas de whisky, de ron, de vino del barato, de gaseosas con sabores para mezclar con el alcohol; y vasos de plástico, litronas de cerveza. Los ves por la calle y llevan bolsas de plástico en la mano cargadas con botellas. Por comida bolsas de patatas, rara vez cacahuetes, patatas grasientas que se inyectan en la sangre, listas para sembrar en los jóvenes las enfermedades que solo tienen los viejos. Su único objetivo es emborracharse, reunirse en ese espacio donde se reúnen todos los viernes los mismos jóvenes con las mismas botellas. Morrear en una esquina o detrás de un árbol, jóvenes que casi no quedan para salir entre ellos, salen para servir al rito. El rito del alcohol, y como ellos mismos dicen:
-Antes quedabas para comer y follabas luego.
-Ahora follas y quedas después.
Aires de botellón, tardes de cabeza vacía, tiempos de borrachera. Empezaron diciendo que los bares eran caros. Que les salía más a cuenta comprar un botellón y bebérselo en la calle. Ahora salen de botellón y luego van a los bares. Y el dinero se multiplica. Dicen que botellón es beberse cualquier cosa, incluso zumo; en realidad el botellón es beber alcohol y el zumo sólo está para bañar el whisky; o si no, beben cerveza; o calimocho, que tiene que ser con vino malo, vino de caja, el de los pordioseros. No les gusta el vino y es porque no lo saben degustar, ni tampoco quieren. Ir de botellón es concertarse para hastiar lo más bajo y primitivo que tiene la naturaleza: el estómago; la botella sin control, cuando el vómito es el único dispositivo que hace parar a la botella; soltar el asco, dormir la mona, tumbado en la acera; de vez en cuando un coma etílico, la ambulancia para el hospital, y de vez en cuando, también, sobrevivir después de un susto. Es la hez de la sociedad, degenerar la juventud, intransigencia para quien no bebe, esto es putrefacción, es la decadencia.
El hombre vende fuerza. La mujer, belleza. El joven vende decadencia. Pero ni los hércules de feria ni los mitos de pasarela ni las flores de perdición quieren usar la cabeza. No quieren, no es que no sepan. En la escuela les enseñan a pensar, pero no quieren, les enseñan a valorar las cosas, pero les resbala, les enseñan a no fumar, pero fuman y se drogan cuando beben a pesar de que saben que eso no es bueno ni para el vientre, ni para los pulmones, ni para la cabeza.
La cabeza sabe equilibrar los alimentos, en la escuela pueden aprender, pero no quieren: el atleta busca proteínas sin grasa, si me apuntas también sin vitaminas, porque el músculo tiene prisa por crecer a costa del cuerpo; la modelo busca delgadez a costa de la salud y come frutas y verdura y agua, mucha agua (de proteínas no le hables; mucho menos de grasa); y el esclavo del botellón bebe azúcar metido en alcohol y come grasa empaquetada en patatas fritas y le sube la tensión, porque sufre el corazón y sus venas se llenan de grasa. La cabeza sirve para controlar al músculo, a la degeneración y a la belleza; la escuela sirve para amueblar la cabeza; pero ni la escuela se toma en serio ni ellos toman en serio a la escuela.
Culto al cuerpo. Para ser fuerte, para ser bello o para disfrutar a costa de la belleza y de la fuerza. El gimnasio, la pasarela y el botellón son los grandes dioses de nuestro cuerpo; los tres tiranos que lo esclavizan. Del gimnasio saldrán soldados, de las pasarelas prostitutas y de los botellones borregos; cuando debieran salir deportistas, hermosura culta y hedonismo bueno. El deporte sirve para medir nuestras fuerzas retándonos unos a otros peso sin aplastar al adversario, mucho menos matarlo. De las pasarelas debieran salir actores, danzarines y lectores, en un mundo de arte donde la belleza del cuerpo irradia con el alma y el alma luce con los libros, el cine, la danza y la delicadeza. Y del botellón debiera salir esa visión del mundo que busca placer en el cuerpo respetando sus límites, regándolo con la riqueza del alma y el alma con la riqueza del cuerpo.
El cultivo del cuerpo y su cultura son el antídoto contra el culto al cuerpo, desarrollar nuestras carnes y no destruirlas: para eso sirve la Educación Física. Pero no para organizar torneos y llenar vitrinas cargadas de copas, convirtiendo al alumno en una máquina de ganar copas aun a costa de su cuerpo: forzándolo y sacándolo de quicio cuando lo que hay que hacer es desarrollar sus fuerzas sin someterlo a excesos. La Educación Física sólo es buena cuando está al servicio del desarrollo de la personalidad, cuando el cuerpo se convierte en compañero del espíritu, del corazón y del pensamiento.
La Educación Física no es sólo deporte. También es danza, relajación, expresión corporal, equilibrio y acrobacia. Suelen los chicos decir que esas cosas son para chicas, que ellos son machos y varoniles: y lo dicen porque no tienen cultura del cuerpo, porque para ellos el cuerpo es fuerza y no delicadeza, mucho menos sensibilidad; pero de las vivencias del cuerpo surge la vida del corazón, de la amistad, del sentimiento; y también la salud de la cabeza, que oxigenando el cuerpo se crea un clima propicio para que puedan brotar la razón y el pensamiento.
Si fuéramos cabezas sin cuerpo seríamos robots esquemáticos y fríos. Si fuéramos cuerpos sin cabeza seríamos brutos, y no nos distinguiríamos mucho de las amebas. El ser humano es un cuerpo que merece ser gobernado por la cabeza; y reclamar su derecho a mandar en la cabeza a su vez, cuando la cabeza se desborda creyendo que lo único que vale es el pensamiento. Que el jugador piensa las jugadas mientras las hace pero el público, más que el árbitro, las ve desde lejos y por eso las ve mejor: la cabeza es el público que le dice al cuerpo cómo debe avanzar, mientras que el cuerpo corrige a la cabeza, que se olvida de las cosas elementales, porque muchas veces, cuando piensa, puede estar demasiado lejos.
Una reflexión abierta y muy clara sobre el mundo joven de hoy, rescato una opinión fuerte, de razonada virtud y de atención para nosotros los adultos:"Es la hez de la sociedad, degenerar la juventud, intransigencia para quien no bebe, esto es putrefacción, es la decadencia. "
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