CÓMO
TOMAR APUNTES DE UN LIBRO
Vamos a centrarnos en el caso de que
leamos un libro sin ninguna intención particular. Lo leemos para entretenernos.
Tenemos que tener bien claro que, si un día lo necesitamos, por el motivo que
sea, releer nuestras anotaciones nos llevará como mucho una hora: mientras que
leerlo de nuevo, y, lo que es peor, leerlo anotándolo, consumirá muchas horas
de nuestro tiempo. Anotar un libro es, de momento, quitarle parte de placer a
la lectura, pero a la larga nos hará ganar tiempo.
Lo primero que hay que hacer es
subrayar las partes interesantes; las que nos llamen la atención, y eso es muy
subjetivo: lo que hoy nos llama la atención puede pasar desapercibido mañana;
eso, seguramente, es un inconveniente, y nuestras anotaciones nunca serán
totalmente pertinentes, exhaustivas y sistemáticas: no pasa nada, no podemos
ser perfectos; pero hay que tener siempre un lápiz a mano y subrayar: subrayar
horizontalmente y luego, en vertical, señalar con rayas en los márgenes las
líneas que abarca cada fragmento que hemos subrayado; estas rayas verticales
pueden ser corchetes, con una muesca interior que señale el primer renglón
subrayado y otra que destaque el último. En cuanto al subrayado, si lo hacemos
a lápiz no estropearemos el libro, pero con el tiempo las líneas se irán
borrando; si, por el contrario, lo hacemos a tinta (el bolígrafo es más cómodo
que la pluma para ir por la calle), el libro se afeará, pero las marcas serán
indelebles.
Ya hemos terminado el libro. Ahora
lo volvemos a leer, pero solamente lo que tenemos subrayado (no llevará mucho
más de una hora, dependiendo del grosor del libro; Crimen y castigo, por supuesto, nos llevaría mucho más). Y en esta
segunda lectura vamos a aprovechar los márgenes (un libro con poco margen es
difícil de anotar; lo mismo que una edición de lujo, con papel tratado
químicamente donde resbala el lápiz y no se quedan marcadas nuestras anotaciones).
Ahora vamos a utilizar claves: donde aparezcan los personajes vamos a anotar,
en el espacio correspondiente del margen, una p; donde se hable de los lugares,
una l; del tiempo, una t; de la acción, una a; nos vamos inventando
abreviaturas según lo creamos conveniente; si nos interesan los rasgos de
estilo, escribiremos una e, y si este aspecto nos interesa especialmente, lo
ponemos en el margen contrario para aislarlo mejor; podemos señalar los clímax
poniendo una c después de la a (“ac” significaría “acción de clímax”);
igualmente podemos señalar la exposición, el nudo y el desenlace (y si la e ya
la tenemos reservada para los rasgos de estilo, podemos poner una e’, o una e”,
o las que hagan falta: e1, e2, e3… );
escribiremos, pues, e’, n, d, respectivamente; también podemos utilizar letras
griegas, ɛ o η, para diferenciarlas. En el caso de que nuestra lectura esté
orientada por un objetivo (como, en el ejemplo anterior, si queremos estudiar
la estructura de la sociedad francesa a
través de Madame Bovary, pondremos, por ejemplo, una c en los pasajes que
hablen de las costumbres, una o si se habla de los oficios, una t para los
trajes, una cs para las clases sociales, y así sucesivamente).
Ahora viene la tercera fase. Nos
ponemos a la mesa y tomamos una hoja para cada uno de los aspectos que hemos señalado.
Supongamos que sean los rasgos de estilo: ponemos en mayúsculas, como título,
la palabra ESTILO y vamos escribiendo, en columnas, los números de las páginas
donde aparecen rasgos de estilo, identificándolos debidamente (símiles,
metáforas, hipérboles, sinécdoques, hipérbatons, etc.). Luego hacemos lo mismo
con otra hoja para el espacio (los lugares donde se desarrolla la acción), otra
para el tiempo (y especificamos si es tiempo objetivo psicológico, lineal,
cíclico, saltos en el tiempo, etc.). Cuando terminemos tendremos tantas hojas
como aspectos del libro (en este caso es un relato) hemos destacado. Si los
pasajes que tenemos que anotar son muy numerosos podemos hacer dos cosas: o
anotar solamente los más interesantes, o hacerlo a ordenador, que en este caso
se va más rápido que si lo estuviéramos escribiendo a mano; luego lo imprimimos
para trabajar más cómodamente sobre ello y ya está.
La cuarta fase es la más bonita: si
en las fases anteriores hacíamos análisis, a lo que vamos a hacer ahora podemos
llamarlo síntesis; se trata de un esquema de conjunto. Podemos empezar con una
flecha vertical en la que vamos identificando el paso del tiempo y los momentos
de la acción; en ella podemos marcar la exposición, el nudo y el desenlace (si
los tiene), los clímax y anticlímax (si los hay) y, llegado el caso, los saltos
en el tiempo hacia adelante o hacia atrás. Después hacemos tantas columnas como
sean necesarias, y si el papel se nos acaba, pegamos otro como si fuera un
acordeón: en una columna ponemos el espacio, en otra los personajes, en otra
los rasgos de estilo, en otra las descripciones, todo lo que nos haya llamado
la atención, los argumentos, los aciertos y errores lógicos, los diálogos, el
intertexto…
Y de esa apretada síntesis
pasaremos, y ésta es la quinta fase del método, a la síntesis resumen: en ella
pondremos un esquema con los aspectos más relevantes, omitiendo todo lo demás;
ésta será la guía general del libro y, si luego, para cada aspecto, necesitamos
un desarrollo, echamos mano a la síntesis exhaustiva que habíamos hecho antes y
encontraremos prácticamente todos los datos. Con ellos podremos redactar
nuestro ensayo (si queremos hacer un trabajo escrito) o nuestro discurso (si lo
que queremos hacer es una ponencia, una mesa redonda o cualquier otro tipo de
trabajo oral).
Todos estos materiales, desde el
subrayado a los apuntes, llegando hasta los esquemas, están escritos en folios
y no son fáciles de guardar en la estantería junto a los libros de los que han
salido; conviene, pues, clasificarlos en carpetas o archivadores, ordenándolos
alfabéticamente o por temas, usando criterios que nos permitan encontrar cada
libro con sus correspondientes apuntes. Y así nos iremos haciendo con cada
lectura un material que nos podrá servir cada vez que tengamos que echar mano a
los libros que hemos leído. Lo más normal es que las dos primeras fases las
desarrollemos mientras leemos el libro y las tres últimas las reservemos para
cuando tengamos que trabajar sobre él; de lo contrario su lectura se haría
demasiado pesada y necesitaríamos demasiada paciencia para tanda disciplina.
Somos humanos, ¡caramba!, no hace falta exagerar.
Este método de trabajo no es el
método por antonomasia: lejos de mí esa pretensión. Es mi método. A mí me ha
funcionado, lo he ido elaborando año tras año después de muchas lecturas, y
ahora que un alumno me ha pedido que le explique cómo trabajo, yo, con toda
modestia, se lo he explicado; y si este método le puede servir a él (me digo yo
mismo), ¿por qué no a los demás? Por eso me he molestado en exponerlo en estas
páginas. Pero como pasa en las labores del campo, cada uno usa las herramientas
que necesita. Si a alguien le puede servir este método, que lo use y si
prefiere tirar de otro, que lo busque y se lo invente: cada cual se mata las
pulgas como puede, y no hay más.
Qué grata y auténtica ayuda para quienes leemos y nos gusta anotar, tomar apuntes, haciendo imperecedero lo leído.
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