LAS MURALLAS
Berlín
quedó dividido por un muro que separó a las familias desgarrando el sentimiento
de mucha gente; muchos murieron intentando atravesarlo; a diferencia de la
muralla china, el muro de Berlín no protegía a nadie de las invasiones.
Durante
la guerra de Cuba España dividió la isla con una barrera infranqueable: la
trocha de Júcaro-Morón; pero fue cruzada incontables veces por el general
Máximo Gómez teniendo apenas sólo una baja entre sus soldados.
Melilla
tiene una valla que impide el paso de los emigrantes a España. Donald Trump se
propone levantar otra que aísle a la gente de Estados Unidos y Méjico. Israel
ha construido otro muro que separa a judíos y palestinos. Otras barreras menos
materiales separan a la gente, como la segregación en los Estados Unidos en
tiempos de Martín Lutero King, la religión en los Balcanes o el apartheid en
Sudáfrica.
Durante
mucho tiempo las ciudades, para defenderse de los saqueadores, tuvieron que
protegerse levantando murallas: Lugo, Ávila, Segovia, Carcasona… Los castros
también las tenían, y los fuertes del salvaje oeste, y las empalizadas de los
campamentos romanos. Todas las fronteras separan a los países como otras tantas
murallas.
Durante
los años sesenta se puso de moda el deseo de derribar las murallas. Lo hizo
John Lennon con la canción Imagine,
otra canción titulada San Francisco
hablaba de casas cuyos habitantes habían tirado las llaves y la construcción de
Europa se hizo borrando fronteras; podríamos encontrar ejemplos de países que
se empeñaron en tirar todos los telones de acero.
Los
muros, en sí mismos, no son ni malos ni buenos. Cuando se construyen para
evitar ataques tienen, cómo no, su razón de ser; pero si se levantan para no
dejar pasar a la gente perseguida, pobre y desnutrida, ya es otra cosa; no es
lo mismo poner la otra mejilla que dar de comer al hambriento; también es
verdad que si damos cobijo a todo el mundo correremos el riesgo de quedarnos
sin casa; la solidaridad con los de fuera no debería ser incompatible con el
amor que les reservamos a los de dentro.
Los
muros protectores son bienvenidos; los insolidarios, aborrecibles; resolver los
problemas de casa no es cerrar los ojos a nuestra realidad circundante, sino
abrirlos para protegernos dentro sin menospreciar a los de fuera. ¿Y eso cómo
se hace? Sólo sé que las columnas de niños hambrientos, madres desnutridas,
jóvenes sin futuro y padres sin presente nada tienen que ver con las columnas
de guerreros; las murallas de las ciudades amenazadas no tienen nada que ver
con los muros que levantan, para que no pasen los hambrientos, los habitantes
de las ciudades prósperas; querer confundirlas es poner una piedra donde
tenemos el corazón, tratar como escoria a personas cuyo único pecado es pasar
hambre y no tener un techo donde dormir: sobre todo en las noches de invierno.
Cerremos
las puertas quienes vienen con la espada en la mano; pero abrámoslas a quienes
llegan con las manos abiertas; el problema es que la espada gusta de esconderse
entre las manos desnudas, los guerreros sanguinarios se camuflan cobardemente
entre la gente pacífica: pero son minoría; la gran mayoría es esa multitud de
desharrapados que, después de estar padeciendo calamidades, sufren también la
calamidad de que otros se disfracen de ellos; que vengan en nombre de dios es
ya el colmo de las ironías, el colmo de las pesadillas.
Los
ejércitos, antes de combatir, deberían servir para evitar el combate; y eso se
hace desenmascarando a quienes se hacen pasar por gente pacífica contaminando,
con su presencia, a quienes son pacíficos de verdad: para eso sirve la
inteligencia; no la fuerza bruta. No es de brutos darse cuenta de que si
Londres se sale de una Europa que no la ha atacado es porque prefiere ver como
enemigos a los amigos; sentirse superior a los iguales (que el Bréxit, igual
que la independencia de Cataluña, es poner barreras donde no hacen falta y
separar a las gentes de paz como si fueran gentes de guerra).
Paz
a los hombres de buena voluntad. (Que no. Que el lenguaje se ha levantado
también como una barrera. Que en lugar de unir, separa. Es como si nos
olvidáramos de las mujeres de buena voluntad, que están en la palabra de los
hombres pero son invisibles, porque no se sienten amparadas en ella). Es tiempo
de navidad, tiempo de paz, tiempo de luz. Que caigan los muros absurdos y sólo permanezcan
los que de verdad son necesarios sobre la tierra.
ROMANCE
NAVIDEÑO
En Belén nació Jesús
desterrado
entre los suyos
perseguido
por Herodes,
enemigo de
los niños;
y se tuvo
que marchar
por
desiertos y caminos
con María y
con José,
extranjeros
en Egipto.
Encontraron un portal
y un
pesebre allí, escondido,
y entre
pajas fue a nacer
bajo un
cielo gris oscuro;
lo alumbró
una vieja estrella
que también
buscó refugio,
astro
errante sobre el cielo
con su cola
y con su brillo.
Lo arrullaron los pastores
y animales,
que los hubo,
como el
burro y como el buey
sobre un
suelo viejo y duro.
Desde entonces fue Jesús
renacer de
un nuevo mundo,
un fulgor
en la cultura
y un
principio en otro culto
empeñado en
enseñar
a pensar y
amar al mundo:
que este
mundo es de los sabios,
no es el
mundo de los brutos,
y ser sabio
es cultivar
la palabra
que se dijo
en la calle
con la gente
y en las
aulas con los libros.
Quiera dios que en el portal
reine la
paz de los libros
y decir
“ven, navidad”
sea decir
“hola” al mundo
donde vive
la palabra
sobre
gritos y susurros.
¡Feliz navidad! Alcemos
nuestras
copas
encontrando
el tiempo justo
de beber a
la salud
de los
buenos y los brutos;
y bebamos,
pues hay sed,
sí, bebamos
todos juntos
por
aquellos extraviados
que aún
caminan por el mundo.
Muy bueno. Pero me temo que certos elementos "muy religiosos" lo puedan tomar como blasfemia en lugar de tomarlo como algo constructivo.
ResponderEliminar¡Feliz Navidad Marianuco y familia!
"por aquellos extraviados
ResponderEliminarque aún caminan por el mundo." , brindo hoy y siempre mi querida Lechuza, bella Navidad.