PRINCIPIOS
PARA UNA TEORÍA GENERAL DEL JUEGO
Juego es en
todo caso saber hacer: saber simular (en el caso de los actores); conocer el
manejo y funcionamiento de algo, dominar una técnica (en todos los otros
casos). Distinguiremos, así, entre juegos de imitación y juegos de ejercicio:
los primeros consisten en reproducir situaciones e interpretarlas de forma
placentera (actores, juegos de roles, ensoñaciones y fantasías, juego simbólico
de los niños); y los segundos producen disfrute por el ejercicio de alguna
habilidad o destreza (fútbol, ajedrez, atletismo, incluso el arte de la guerra
y del negocio cuando se hacen por placer y no por conseguir beneficios). Pero
hay una tercera categoría de juegos que no consisten en saber hacer algo, sino
en poder sentir: son los juegos de sensación.
El placer se obtiene, evidentemente, de dos formas: por
el ejercicio y por la contemplación; por eso los deportes son a la vez juego y
espectáculo. No hay que confundir el placer de contemplar lo que hacen otros
(placer del espectador) con el que proporciona la contemplación de la realidad
interior y trascendente (placer contemplativo o especulativo). El espectáculo y
la contemplación son actividades totalmente diferentes.
En una partida de cartas en el bar, en torno a la mesa de
los jugadores se acumula gente para contemplar el juego; a fortiori si el juego
está preparado para ser visto. En el caso de los naipes, cada jugador es
espectador de sí mismo, dado que jugar es estar atento a las cartas que tiene
cada cual, procurando adivinar las jugadas que cada cual tiene en la mente.
Pero si esto es así con los juegos de pensamiento, no es así con los juegos
musculares: el corredor está tan concentrado en su hazaña que apenas, de
refilón, puede fijarse en la posición de los atletas a quienes quiere ganar.
Otros juegos (es el caso del deporte) conjugan el pensamiento y el músculo: son
juegos de inteligencia perceptual, a diferencia del ajedrez y similares, que
son juegos de inteligencia conceptual y matemática.
Juegos
apolíneos y dionisiacos. Todos los juegos que contienen sensación y
ejercicio tienen que ver con la experiencia dionisiaca; los juegos de
representación son por el contrario apolíneos. Pero ¿qué diferencia hay entre
el juego y el arte? El arte nos hace vivir mentalmente vidas distantes, y el
juego simbólico nos las hace vivir físicamente.
A. El juego apolíneo (o de representación).
Están las diversiones que proporciona la contemplación de objetos y mundos iguales
o distintos del nuestro; placer de contemplar nuestro mundo desde la distancia
(desprovistos de las preocupaciones y sufrimientos que contienen en la
realidad), o de contemplar el encanto de mundos imaginarios y exóticos:
piratas, extraterrestres, medievales, prehistóricos o de personajes y aventuras
de novela o de película. Es el mundo de lo maravilloso y lo fantástico
(exotismo); o el mundo de la distancia frente a lo cotidiano (que no es
distanciación crítica al estilo brechtiano, sino alejamiento lúdico que abstrae
penas dejando sólo alegrías).
Se pueden contemplar las cosas desde
fuera o desde dentro; esta última conduce a la contemplación participante. Uno
se interna en una mina de la quimera del oro, en una cueva de piratas o en un
valle de tiranosaurios como si fuera parte de la historia, pero sabiendo que
está fuera de ella. Ese “como si” es la sustancia de la contemplación
participante, en donde la participación es falsa porque no se puede participar
de verdad en la historia que sólo se contempla; pero la contemplación tampoco
es real, porque contemplar supone no participar. Uno no puede mirarse en el
espejo para ver cómo son sus ojos cerrados, porque para mirar hay que abrir los
ojos.
La contemplación participante se distingue del
espectáculo, la observación y la contemplación interior.
El deleite
levanta el vuelo para producir encanto (lo maravilloso); o queda a ras de
tierra y se transforma en risa; son, respectivamente, el arte y el humor. Como
actividad colectiva de comunión en el deleite, se muestra a nosotros como
fiesta.
El juego se
distingue de la tragedia en que es
repetible: uno puede jugar a la guerra y morir de un golpe, pero acabado el
juego “resucitas” y puedes volver a jugar, si lo deseas. Por el contrario la
tragedia es única y no se puede volver a repetir: si te mueres, te mueres para
siempre. A medio camino entre la tragedia y el juego está el drama. El juego,
como el arte, produce deleite, ya sea mediante la risa (humor), ya mediante el
éxito (ejercicio), ya mediante el desahogo (sensación), ya mediante el encanto.
Entre el chiste y la comedia (dos formas de risa) no hay mucha diferencia si
sus esfuerzos se agotan en reír; pero si se incorpora el interés por hacer
reflexionar al espectador la comedia se transforma en arte. Si, además, se
atenúa la distancia entre personaje y público, la reflexión adquiere mejores
ropajes de sensibilidad, y tenemos las demás formas de arte.
B. El juego dionisiaco de ejercitación.
El juego en estado puro es ejercicio: uno disfruta ejecutando repetidas veces
lo que le sale bien. El entrenamiento es preparación al juego, tensión previa
que el juego consistirá en desplegar. Así, uno disfruta golpeando con fuerza
con esos martillos de feria que miden la potencia muscular. Se disfruta
resolviendo ecuaciones cuando por fin se ha aprendido a hacerlas. Dando toques
a la pelota con el pie, para ver a cuántos se llega sin que la pelota caiga al
suelo. Haciendo girar la pelota de baloncesto sobre el dedo índice para ver
cuánto tiempo dura. Saltando en longitud, con pértiga, corriendo fondo,
velocidad, con vallas, construyendo castillos con los naipes o ejercitando la
inteligencia a las damas o al ajedrez.
También disfrutamos con la contemplación: por ejemplo,
mirándonos en los espejos deformantes (cóncavos y convexos) de la feria. Con
frecuencia se trata de contemplar ejercicios: ver un partido de fútbol, ver a
los gladiadores, contemplar a los leones comer gente o espiar las miserias
ajenas en los programas de cotilleo, leer la prensa o ver cine y teatro: todo
eso produce placer. Pero hay una diferencia entre contemplar imágenes (los
espejos de feria) y contemplar historias (el circo o el teatro). Ahora bien,
contemplar no es jugar.
C. El juego
dionisiaco de sensación. Hay, también, placer en la búsqueda de
nuevas sensaciones: lo podríamos llamar placer sensorial, que no es
verdaderamente ni contemplación ni ejercicio, pero que también es juego (¿o
deporte?). Tal sucede con el puenting, los fiordos, los tronquitos, la montaña
rusa, que buscan sensaciones fuertes para descargar adrenalina y aliviar el
cuerpo. El paracaidismo es mixto, porque consiste también en la ejercitación de
capacidades físicas y mentales; lo mismo sucede con el alpinismo y otros
deportes de riesgo.
Las sensaciones
fuertes son las de contacto (que incluyen el gusto y, en un grado menor, el
olfato). La vista y el oído permiten menos ejercitar que contemplar. El ocio
sensorial puro no es, en principio, ni ejercicio ni contemplación: es sensación
pura.
Y están, cómo no, los juegos que aúnan ejercicio y
contemplación participante (como gimkanas y juegos de rol que exigen la
superación de distintas pruebas); y los que conjugan sensación y contemplación
participante (como las montañas rusas en las que se vive una historia sacudida
por desniveles y tirabuzones realmente impresionantes).
En rigor no pueden ser llamados deportes: son
atracciones. Lo propio de la atracción es ser ocio sensorial y contemplación
participante (juntos o separados), y no separan a los asistentes en grupos de
actores y grupos de espectadores. Esto sí sucede en los juegos, y también pasa
con los juegos intelectuales y los juegos de mesa. Un caso paradigmático de los
juegos de observación participante son los juegos de azar: se contempla con expectación
la evolución de un objeto para ver cómo cae; es una mezcla de observación y
misterio, y eso le da cierto toque fantástico y maravilloso: cautivador, en
suma (en eso consiste su encanto).
Conclusión. El juego como manejo y
dominio de una técnica es un medio para conseguir nuestros objetivos, y eso pertenece
a la teletaxia. El juego como fin en sí mismo es fuente de disfrute, y
pertenece a la televida: hablaremos de juego, a secas, como complemento del
arte, que busca la risa más que el encanto. Desde estas premisas estudiaremos,
en un próximo capítulo, el papel del juego en la vida.
El juego busca la risa y a eso debe apuntar el buen juego.🎾 También al disfrute, a la calma y al goce sano.
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