CATALUÑA,
PROBABLEMENTE, NO PUEDE SEPARARSE DE ESPAÑA
1.
Alquilar una casa es dejar que
alguien viva en ella a cambio de dinero. Un alquiler es un contrato: tú aceptas
dejarme tu piso y yo acepto pagarte una cuota mensual. Si un día decido
marcharme te lo tengo que decir con antelación (normalmente un mes); luego me
voy y ya está.
Supongamos ahora que estoy
construyendo un barco. Cada uno de nosotros tiene una pieza (uno tiene la
hélice, otro la quilla, otro la borda, otro el motor…) y decidimos ponernos de
acuerdo para juntar todas las piezas y hacer el barco. Materializamos nuestro
acuerdo en un contrato y en él decimos: que el barco lo vamos a usar entre
todos; que navegaremos por los mares que convengan a todos, en orden sucesivo, y que si alguien
quiere llevarse su pieza no puede hacerlo unilateralmente porque dejaríamos sin
barco a los demás: tendrían que ponerse todos de acuerdo para que el dueño del
motor se lo llevara sin que el barco dejara de funcionar.
Cataluña quiere independizarse
de España. No puede hacerlo unilateralmente. España no es una casa alquilada de
la que uno se va cuando quiere, sino un barco compartido del que uno no se
puede bajar sin hacer daño a los demás. También puede compararse a un solar: el
dueño del solar no tiene derecho a llevárselo cuando hay casas construidas,
levantadas sobre él; tendrá que contar con los dueños de las casas y con las
personas que viven en ellas.
Si Cataluña no es dueña de marcharse
cuando quiere, es porque su destino está unido al del resto de los españoles;
no puede marcharse sin hacer daño a los demás; cuando firmó la constitución (y
la firmó hace cuarenta años) aceptó contar siempre con el resto de los
españoles. Puede romper ese contrato, eso es cierto, pero necesita contar con los
dos tercios del resto de los españoles y si esos dos tercios no quieren, será
porque su marcha rompería gravemente la vida de todos y se quebraría la
convivencia. Hay contratos que no valen para dos días. No basta con que lo vote
una mayoría, hay que consensuarlo. Y si el consenso no es posible, será porque
quien se marcha busca una prosperidad que se asienta sobre el perjuicio de la
mayoría; sería como comprarse un campo de golf en el terreno donde vivimos y
echar a la gente para que yo pueda jugar los domingos.
¿Se puede romper el contrato? Sí,
pero con tiempo suficiente; y con el consentimiento de una amplia mayoría (no
solamente la mitad más uno). La política es el arte de lo posible, ¿se puede
cambiar la constitución? Sí. ¿Se puede independizar Cataluña? Sí, pero hay que
meterse una cosa en la cabeza: que la independencia de Cataluña es cosa de
todos, no solamente de los catalanes; y si la mayoría no quiere, no hay independencia.
Se pueden buscar otras formulas: ¿por qué no un Estado federal? Estados Unidos
lo tiene y eso no ha dañado su integridad (ex pluribus unum). Y lo tiene
Alemania. Dar poder a las partes no es quitarle al conjunto el poder de decidir
unitariamente sobre las cosas que afectan a todos; cada vecino tiene derecho a hacer obras en su casa, pero
nadie puede quitar una columna; y no puede porque, por mucho que esa columna
esté en su casa, si desaparece se puede venir abajo el edificio; de modo que
hay cosas que están en nuestra casa pero no nos pertenecen a nosotros sólo,
sino que les pertenecen igualmente a todos los vecinos. Lo mismo pasa con
Cataluña y con España.
La vida es tiempo (o, cuando
menos, se desarrolla en el tiempo). El tiempo que necesita una leona para parir
no es el mismo que necesita una nutria; cada cosa a su tiempo, y si plantamos
patatas y tomates no tardarán lo mismo en crecer unos que otros, y sería
absurdo aplicarles a las zanahorias el mismo plazo de recolección que al trigo.
Las sociedades humanas también
tienen su tiempo. No dura lo mismo la amistad de quienes se conocen en un viaje
que la de unos colegas de trabajo, o unos compañeros de clase. Un gobierno no
dura lo mismo que un Estado. Ni un colegio de abogados lo mismo que un
parlamento. Las sociedades se juntan y separan respetando los ritmos de cada
uno, o de lo contrario las separaciones
no serían espontáneas y no se harían de modo natural. Cuando una sociedad
quiere ser rota por una de sus partes debe ajustarse el ritmo del conjunto, y
si no, la ruptura sería traumática. Traumática. Forzada. Violenta. Antinatural.
Y puede suceder que los mismos que querían separarse con tanto ahínco se den
cuenta después de que se equivocaban y quieran volver a unirse, después de
haberse separado.
2.
Volvamos
al principio: ¿qué es la política? El arte de la toma de decisiones. Cuando una
empresa decide en qué sector invertir y para qué consumidores, cuando un
colegio decide para quién enseñar, cuando un gobierno decide a quién favorecer:
aprender no es lo mismo que dirigir, y la teoría no es lo mismo que la praxis.
Según otra
definición, la política es el arte de lo posible. Entre las decisiones que se
toman, unas son realistas y otras no. La política que se está haciendo en
Cataluña, entre quienes buscan la independencia, peca de fantasiosa porque se
piden cosas imposibles, como cuando un niño quiere ir a la luna y sus padres le
hacen razonar y el niño persiste: “pero es que yo quiero”. Podemos decidir
cosas que nos convienen (como se hace en economía); o que nos interesan,
ilusionan o apetecen (como se hace en política); pero si lo que queremos hacer
es imposible estaremos persiguiendo quimeras, y las quimeras chocan con la
realidad, y nos romperemos las narices porque la realidad es tozuda.
Según un
tercer criterio, unos dicen que la política debe perseguir la justicia, ajustándose
a criterios éticos, y otros que no; entre los segundos está Maquiavelo. Si
algunos catalanes quieren la independencia, y si la independencia no es posible
respetando a los demás y para conseguirla hay que faltarles al respeto,
entonces nos internaremos en los recovecos del maquiavelismo; si hay que poner
unos cuantos muertos sobre la mesa (cien mejor que diez, y, si hace falta,
mejor que diez, diez mil, como algunos han dicho), estaremos haciendo una
política inmoral; y si, al correr del tiempo, se consigue la independencia a
costa de muerte y destrucción, ¿habrá valido la pena? ¿Será sensato perder la
paz y el entendimiento para conseguir una quimera de Maquiavelo? ¿Habrán hecho
falta esas alforjas para hacer este viaje?
3.
No es
fácil separarse sin romperse la cabeza. Los ingleses llevan tres años queriendo
materializar el bréxit y todavía están en el punto de partida; hasta muchos
piden votar otra vez para ver si de verdad quieren separarse del resto de Europa.
Supongamos que yo tengo un motor y me he puesto de acuerdo con otros para
ponerlo en un barco. Supongamos que el día de mañana quiero llevarme el motor a
casa: tendría que darles a mis socios otro barco para poderme llevar mi motor a
casa con barco y todo; lo que no puedo hacer es dejarles el barco sin motor;
porque cuando me comprometí a compartirlo con ellos me comprometí a no dejarlos
unilateralmente con el culo al aire. Es como el mercader de Venecia: no puedes
arrancar el corazón que te han prometido sin derramar una gota de sangre porque
cuando en el contrato el otro se comprometía a darte su corazón, en ningún
momento te autorizaba a derramar su sangre. Y si yo quiero llevarme a casa una
columna del edificio porque en ella he puesto cantidades de oro que quiero
recuperar, lo que debo hacer es comprarles el edificio a los vecinos y llevarme
mi columna con edificio y todo; o comprarles otro edificio si yo me llevo el
que tienen; lo que no puedo hacer es arrancarles la columna y dejarles el
edificio dañado. Cataluña no puede marcharse de España porque con ello haría
daño el resto de los españoles; es muy fácil abandonar un edificio dejándolo
inhabitable para irse a una casa nueva que uno ha ido preparándose poco a poco.
Y no
puede porque se comprometió en 1978 firmando la constitución. Ese compromiso
era solidario, es decir que no podía romper el contrato si los que firmaron en
él no querían romperlo. Hay que tener la mente lúcida y distinguir cuándo alquilar
una casa, firmar un contrato de trabajo o construir entre todos una casa en la
que quepan todos; en los dos primeros casos puedes romper el contrato sin
hacerle daño a nadie; en el último sólo puedes dejar el barco haciendo que se
hunda con todos dentro, y nadie tiene derecho a buscar la ruina de otros como
moneda de cambio para pagar su propia prosperidad; no sin ser perverso, insolidario
y maquiavélico. Cataluña es una de las columnas que sostienen el edificio de
España, pero ahora resulta que algunos catalanes han construido otra Cataluña
nueva y quieren mudarse de casa. No, Cataluña no puede destruir un país entero
para construirse otro, como nadie tiene derecho a demoler un templo románico
para coger las piedras y hacerse una casa. Cataluña no puede marcharse de
España.
Muy claro, con ejemplos brillantes para los que vivimos ajenos a esta situación, entonces entiendo que:
ResponderEliminar"No, Cataluña no puede destruir un país entero para construirse otro, como nadie tiene derecho a demoler un templo románico para coger las piedras y hacerse una casa. Cataluña no puede marcharse de España."