viernes, 24 de mayo de 2019

CATALUÑA, PROBABLEMENTE, NO PUEDE SEPARARSE DE ESPAÑA




CATALUÑA, PROBABLEMENTE, NO PUEDE SEPARARSE DE ESPAÑA


1.

Alquilar una casa es dejar que alguien viva en ella a cambio de dinero. Un alquiler es un contrato: tú aceptas dejarme tu piso y yo acepto pagarte una cuota mensual. Si un día decido marcharme te lo tengo que decir con antelación (normalmente un mes); luego me voy y ya está.
Supongamos ahora que estoy construyendo un barco. Cada uno de nosotros tiene una pieza (uno tiene la hélice, otro la quilla, otro la borda, otro el motor…) y decidimos ponernos de acuerdo para juntar todas las piezas y hacer el barco. Materializamos nuestro acuerdo en un contrato y en él decimos: que el barco lo vamos a usar entre todos; que navegaremos por los mares que convengan a  todos, en orden sucesivo, y que si alguien quiere llevarse su pieza no puede hacerlo unilateralmente porque dejaríamos sin barco a los demás: tendrían que ponerse todos de acuerdo para que el dueño del motor se lo llevara sin que el barco dejara de funcionar.
Cataluña quiere independizarse de España. No puede hacerlo unilateralmente. España no es una casa alquilada de la que uno se va cuando quiere, sino un barco compartido del que uno no se puede bajar sin hacer daño a los demás. También puede compararse a un solar: el dueño del solar no tiene derecho a llevárselo cuando hay casas construidas, levantadas sobre él; tendrá que contar con los dueños de las casas y con las personas que viven en ellas.
Si Cataluña no es dueña de marcharse cuando quiere, es porque su destino está unido al del resto de los españoles; no puede marcharse sin hacer daño a los demás; cuando firmó la constitución (y la firmó hace cuarenta años) aceptó contar siempre con el resto de los españoles. Puede romper ese contrato, eso es cierto, pero necesita contar con los dos tercios del resto de los españoles y si esos dos tercios no quieren, será porque su marcha rompería gravemente la vida de todos y se quebraría la convivencia. Hay contratos que no valen para dos días. No basta con que lo vote una mayoría, hay que consensuarlo. Y si el consenso no es posible, será porque quien se marcha busca una prosperidad que se asienta sobre el perjuicio de la mayoría; sería como comprarse un campo de golf en el terreno donde vivimos y echar a la gente para que yo pueda jugar los domingos.
¿Se puede romper el contrato? Sí, pero con tiempo suficiente; y con el consentimiento de una amplia mayoría (no solamente la mitad más uno). La política es el arte de lo posible, ¿se puede cambiar la constitución? Sí. ¿Se puede independizar Cataluña? Sí, pero hay que meterse una cosa en la cabeza: que la independencia de Cataluña es cosa de todos, no solamente de los catalanes; y si la mayoría no quiere, no hay independencia. Se pueden buscar otras formulas: ¿por qué no un Estado federal? Estados Unidos lo tiene y eso no ha dañado su integridad (ex pluribus unum). Y lo tiene Alemania. Dar poder a las partes no es quitarle al conjunto el poder de decidir unitariamente sobre las cosas que afectan a todos; cada vecino  tiene derecho a hacer obras en su casa, pero nadie puede quitar una columna; y no puede porque, por mucho que esa columna esté en su casa, si desaparece se puede venir abajo el edificio; de modo que hay cosas que están en nuestra casa pero no nos pertenecen a nosotros sólo, sino que les pertenecen igualmente a todos los vecinos. Lo mismo pasa con Cataluña y con España.
La vida es tiempo (o, cuando menos, se desarrolla en el tiempo). El tiempo que necesita una leona para parir no es el mismo que necesita una nutria; cada cosa a su tiempo, y si plantamos patatas y tomates no tardarán lo mismo en crecer unos que otros, y sería absurdo aplicarles a las zanahorias el mismo plazo de recolección que al trigo.
Las sociedades humanas también tienen su tiempo. No dura lo mismo la amistad de quienes se conocen en un viaje que la de unos colegas de trabajo, o unos compañeros de clase. Un gobierno no dura lo mismo que un Estado. Ni un colegio de abogados lo mismo que un parlamento. Las sociedades se juntan y separan respetando los ritmos de cada uno, o de lo  contrario las separaciones no serían espontáneas y no se harían de modo natural. Cuando una sociedad quiere ser rota por una de sus partes debe ajustarse el ritmo del conjunto, y si no, la ruptura sería traumática. Traumática. Forzada. Violenta. Antinatural. Y puede suceder que los mismos que querían separarse con tanto ahínco se den cuenta después de que se equivocaban y quieran volver a unirse, después de haberse separado.


2.

            Volvamos al principio: ¿qué es la política? El arte de la toma de decisiones. Cuando una empresa decide en qué sector invertir y para qué consumidores, cuando un colegio decide para quién enseñar, cuando un gobierno decide a quién favorecer: aprender no es lo mismo que dirigir, y la teoría no es lo mismo que la praxis.
            Según otra definición, la política es el arte de lo posible. Entre las decisiones que se toman, unas son realistas y otras no. La política que se está haciendo en Cataluña, entre quienes buscan la independencia, peca de fantasiosa porque se piden cosas imposibles, como cuando un niño quiere ir a la luna y sus padres le hacen razonar y el niño persiste: “pero es que yo quiero”. Podemos decidir cosas que nos convienen (como se hace en economía); o que nos interesan, ilusionan o apetecen (como se hace en política); pero si lo que queremos hacer es imposible estaremos persiguiendo quimeras, y las quimeras chocan con la realidad, y nos romperemos las narices porque la realidad es tozuda.
            Según un tercer criterio, unos dicen que la política debe perseguir la justicia, ajustándose a criterios éticos, y otros que no; entre los segundos está Maquiavelo. Si algunos catalanes quieren la independencia, y si la independencia no es posible respetando a los demás y para conseguirla hay que faltarles al respeto, entonces nos internaremos en los recovecos del maquiavelismo; si hay que poner unos cuantos muertos sobre la mesa (cien mejor que diez, y, si hace falta, mejor que diez, diez mil, como algunos han dicho), estaremos haciendo una política inmoral; y si, al correr del tiempo, se consigue la independencia a costa de muerte y destrucción, ¿habrá valido la pena? ¿Será sensato perder la paz y el entendimiento para conseguir una quimera de Maquiavelo? ¿Habrán hecho falta esas alforjas para hacer este viaje?


3.

            No es fácil separarse sin romperse la cabeza. Los ingleses llevan tres años queriendo materializar el bréxit y todavía están en el punto de partida; hasta muchos piden votar otra vez para ver si de verdad quieren separarse del resto de Europa. Supongamos que yo tengo un motor y me he puesto de acuerdo con otros para ponerlo en un barco. Supongamos que el día de mañana quiero llevarme el motor a casa: tendría que darles a mis socios otro barco para poderme llevar mi motor a casa con barco y todo; lo que no puedo hacer es dejarles el barco sin motor; porque cuando me comprometí a compartirlo con ellos me comprometí a no dejarlos unilateralmente con el culo al aire. Es como el mercader de Venecia: no puedes arrancar el corazón que te han prometido sin derramar una gota de sangre porque cuando en el contrato el otro se comprometía a darte su corazón, en ningún momento te autorizaba a derramar su sangre. Y si yo quiero llevarme a casa una columna del edificio porque en ella he puesto cantidades de oro que quiero recuperar, lo que debo hacer es comprarles el edificio a los vecinos y llevarme mi columna con edificio y todo; o comprarles otro edificio si yo me llevo el que tienen; lo que no puedo hacer es arrancarles la columna y dejarles el edificio dañado. Cataluña no puede marcharse de España porque con ello haría daño el resto de los españoles; es muy fácil abandonar un edificio dejándolo inhabitable para irse a una casa nueva que uno ha ido preparándose poco a poco.
            Y no puede porque se comprometió en 1978 firmando la constitución. Ese compromiso era solidario, es decir que no podía romper el contrato si los que firmaron en él no querían romperlo. Hay que tener la mente lúcida y distinguir cuándo alquilar una casa, firmar un contrato de trabajo o construir entre todos una casa en la que quepan todos; en los dos primeros casos puedes romper el contrato sin hacerle daño a nadie; en el último sólo puedes dejar el barco haciendo que se hunda con todos dentro, y nadie tiene derecho a buscar la ruina de otros como moneda de cambio para pagar su propia prosperidad; no sin ser perverso, insolidario y maquiavélico. Cataluña es una de las columnas que sostienen el edificio de España, pero ahora resulta que algunos catalanes han construido otra Cataluña nueva y quieren mudarse de casa. No, Cataluña no puede destruir un país entero para construirse otro, como nadie tiene derecho a demoler un templo románico para coger las piedras y hacerse una casa. Cataluña no puede marcharse de España. 




1 comentario:

  1. Muy claro, con ejemplos brillantes para los que vivimos ajenos a esta situación, entonces entiendo que:
    "No, Cataluña no puede destruir un país entero para construirse otro, como nadie tiene derecho a demoler un templo románico para coger las piedras y hacerse una casa. Cataluña no puede marcharse de España."

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