EL HAY FESTIVAL DE SEGOVIA (2018)
El
Hay Festival es un punto de encuentro donde se reúnen escritores, editores,
artistas y comunicadores de todo el mundo. La edición de Segovia acabó el 23 de
septiembre de 2018 utilizando como foro de debate la biblioteca, el museo, el
teatro o la universidad; participaron figuras de primera fila, tanto de
literatura selecta como de consumo, tales como Antonio Muñoz Molina, Santiago
Roncagliolo, Isabel Coixet, Ken Follet, Javier Sierra y un largo etcétera; y se
debatió sobre el papel de la literatura ante el reto de las tecnologías en el
seno de la modernidad. Dar cuenta exhaustiva de estos encuentros es imposible,
dado que muchos se desarrollaron a la misma hora en lugares diferentes; pero sí
podemos aproximarnos a ellos a partir de algunos que bien pueden servirnos de
muestra. Empezaremos por la literatura de masas, continuaremos con la
literatura selecta y concluiremos con una muestra de cómo el gran público es
capaz de apreciar a las grandes figuras que hablan para todos como si
estuvieran hablando para una minoría: donde la palabra no se degrada por el
mero hecho de dirigirse al gran número.
1. La literatura serializada.
Lo
que empezó siendo un libro leído se va convirtiendo cada vez más en un
subgénero nuevo con un lenguaje propio que hay que ir descubriendo; por
ejemplo, se puede describir la tristeza en lugar de hacer hablar a un personaje
triste. Los autores que se dedican a este subgénero están descubriendo su
lenguaje (como Eisenstein, mientras filmaba el Potemkin, descubría al mismo tiempo el lenguaje del cine). No es el
teatro radiado de la BBC. No es el antiguo serial radiofónico. No es el
audiolibro. Se llama audionovela, audioserie, radiotexto, ficción sonora. Es
literatura de consumo y de consumo cotidiano, con lo que debe reunir varios
ingredientes: es un podcast serializado, una especie de novela por entregas que
se mueve en la oralidad; más que la verosimilitud y tranquilidad que se le
exige el libro (aunque también), se le exige que mantenga mucho la atención; es
económico porque las palabras son gratis y, al no tener carácter visual, nos
ahorramos la escenografía; y tiene un formato tecnológico.
Formato
tecnológico: uniformización de los tiempos (lo que no ocurre con el libro); en
Estados Unidos hay entregas que duran 20 ó 30 minutos (el tiempo que se tarda
en llegar al trabajo); el prime time es de 10 a 12 de la noche, después de
cenar y antes de dormir; pero una lectura de dos horas es excesiva.
Comparémoslo con el libro: una novela de 200 a 300 páginas son de 6 a 7 horas de
audio; además, los capítulos de una novela pueden tener distinta extensión,
mientras que los de la audioserie deben durar todos lo mismo. Y hacen falta
herramientas para seducir a los lectores.
Entre
la calidad deficiente de los antiguos seriales y la buena calidad de muchas
novelas hay una zona intermedia en la que se mueven las audioseries: en ella se
potencia el entretenimiento dentro de unos mínimos de calidad; que Santiago
Roncagliolo (escritor, dramaturgo, guionista y premio Alfaguara) cultive este
subgénero es ya una garantía; y que Ana Alonso (guionista interesada por el
teatro y directora de la serie El gran
apagón) se interese por él le da las dosis necesarias de interés comercial
sin renegar totalmente de la calidad. Moderó el coloquio Javier Celaya,
director de la plataforma de audiolibros Storytel. Entre las dos escuelas
conocidas de audiolibros (la anglosajona, muy sobria, y la americana, muy
hollywoodiense) se mueve el subgénero del que estamos hablando. Santiago
Roncagliolo está terminando una larga serie que durará diez horas.
Nos
movemos en el terreno de la literatura de consumo, el que produce los éxitos de
ventas; el Hay Festival también acogió a Ken Follet y Javier Sierra, dos de los
grandes maestros adorados del gran público. En estos autores, que se mueven en
el terreno de la novela clásica, y en los que ponen sus esfuerzos al servicio
de la audioserie, se aprecia una dignificación de esta tercera vía, a caballo
entre la gran literatura y la mala literatura de consumo; el entretenimiento no
está condenado a separarse de la seriedad; se pueden contar historias interesantes
sin que se pierda calidad en aras del interés.
2. La literatura seria.
La
buena literatura está representada por Antonio Muñoz Molina, que respondía a
las preguntas de Nativel Preciado sobre su nuevo libro: Un andar solitario entre la gente. Solitario: es decir ensimismado.
Entre la gente: es decir acompañado. Se puede estar solo y acompañado a la vez,
y eso no es una paradoja. Muñoz Molina ha recopilado frases sacadas de los
anuncios publicitarios y de los periódicos, y cada una de ellas le inspira un
reflexión sobre algún aspecto de la vida; una decía, por ejemplo: “oficina de
instantes perdidos”; y no sabemos si valorar más la creatividad del publicista
o la mirada atenta del escritor que ha sabido fijarse en ellas y rescatarlas.
La
literatura (dice el autor) “nos enseña pluralismo; los seres humanos somos
distintos y eso nos humaniza vacunándonos contra el papanatismo”. Y frente a la
uniformidad está la vacuidad, el hecho de que la vida no tiene horizonte; “la
gente hoy no cree en nada y a la vez se lo cree todo”; la falta de fe priva de
ilusión y el exceso de credulidad la vacía de contenido, pues se cree lo que
dice cualquiera y no tiene en cuenta lo que le dice su propio yo. “En Sevilla
habita mi otro yo, mi yo de enfrente”, dice Gerardo Diego; eso que le falta a
la gente y por eso las personas no saben dialogar consigo mismas. La
consecuencia es que se ven abocadas a “gestionar un presente sin porvenir” y
eso es lo que llaman la cultura del ocio: ese ocio que se entiende como pérdida
de tiempo, no como tiempo contemplativo; por eso no hay ayer ni tampoco mañana.
Frente a ese ocio mal entendido, Muñoz Molina reivindica una cultura del
esfuerzo; “lo que va a pasar es lo que vayamos a hacer”, para “que tu pasado no
se llene de futuros que nunca se han cumplido”. Si frente al “todo está atado y
bien atado” de tiempos pretéritos hemos levantado el vacío confundiéndolo con
la falta de ligaduras, entonces hemos perdido el sentido del hedonismo.
Porque
el hedonismo que nos tiene algo que decir (dice el autor) “a mí me encendió una
gran cantidad de luces interiores”; esas que nos hacen andar solos entre la
gente; “las personas tenemos oscilaciones entre zonas de oscuridad y zonas de
claridad”, y gracias a ellas nos vamos haciendo jóvenes cuando pasa el tiempo.
Muñoz molina cita la frase de un pintor: “cuando pinto tengo treinta años”. Su
último libro es un conjunto de pinceladas para un cuadro; concebido en ese tono
reflexivo, bien podría ser literatura con vocación filosófica. “Confesiones de
un pequeño filósofo”, decía Azorín; aquí la filosofía tiene forma literaria
como lo fue en el principio de los tiempos; eso que le gustaba siempre recordar
a María Zambrano.
3. La seriedad desenfadada.
Se
pueden decir cosas serias sin dejar uno de reírse. En esta visión desenfadada
de la vida se inscriben dos de las numerosas intervenciones que hubo en el Hay
Festival de Segovia: la de Isabel Coixet y la de Iñaki y Aitor Gabilondo.
Isabel
Coixet practica un humor irreverente que no se preocupa mucho de las formas.
Habló de la mujer poniendo el ojo en el hombre, y de los catalanes poniendo el
ojo en los independentistas: es una dialéctica de trincheras donde los enemigos
están identificados y se comportan como dos ejércitos frente a frente; y como
donde ella pone el ojo pone la bala, nuca dispara sin munición; interpretó el
cese de Lluis Pasqual como una
represalia por haberse negado a poner un lazo amarillo en el Teatre Lliure.
Aitor
Gabilondo es guionista y autor de series de éxito como El príncipe; su último trabajo será una serie para HBO sobre la
novela de Fernando Aramburu, Patria.
Su tío Iñaki procede de una familia de nueve hermanos que creció al amparo de
una carnicería; del negocio familiar salieron ingenieros, filósofos,
comunicadores, artistas. Precisamente el conocimiento, el arte y la política
centraron sus intervenciones que, como electrones en torno al núcleo, giraron
continuamente sobre la carnicería.
El
arte. “Hay músicas que te emocionan y otras que no”, dice Iñaki Gabilondo, “y
eso no tiene que ver con cánones objetivos”; aclara acto seguido que “existe el
derecho de que no te guste algo que le gusta a todo el mundo”, aunque no esté
en el museo, porque “el arte no es ir al museo, sino la percepción estética de
la vida” y “ese sentido estético forma parte de la vida cotidiana”. Para Iñaki
Gabilondo esta sensibilidad es casi una necesidad biológica, y lo resume con
una expresión muy gráfica: “sin pan uno se muere de hambre, y sin arte uno se
muere de hastío”.
El
conocimiento. Necesitamos conocer cosas distintas y esa necesidad es un reto
que nos desazona: “la ansiedad es seguir buscando un acomodo nuevo”. Pero no
hay por qué conocerlo todo, tenemos derecho a ignorar cosas, y a combatir “el
exhibicionismo de quien lo ha visto todo”; porque caemos en la pedantería, que
es ese consumismo supuestamente noble de quien se somete a las “urgencias
dictadas por la moda, no por lo mejor que hay en nosotros”; es más, “la sensibilidad
verdadera no siempre está conectada con un conocimiento nuevo”, y no necesita
de todas esas erudiciones de las que hace gala la pedantería.
La
política. Iñaki utiliza la metáfora del amor. “El enamoramiento no depende de
la voluntad, lo que depende de la voluntad es el comportamiento amoroso”.
Trasladada a la política, esta reflexión nos lleva a plantear que “no hay
convivencia democrática cuando el fondo y la forma no se acompañan, y hoy hemos
roto las formas”; confundimos la cortesía con la vanidad y sin embargo “no hay
que confundir la burocracia inútil con el procedimiento administrativo”; porque
esas “formalidades fundamentales” no están vacías: son, simplemente, respeto,
el cimiento sin el cual no se levanta un edificio. Sobre esa confianza de
partida hay, en el camino, una desconfianza y por eso “la democracia es un sistema de control”: que consiste en el
escepticismo, en la actitud permanente de vigilancia, porque “el ser humano es
muy frágil” y puede muy bien caer en la tentación de corromperse.
Se
baja el telón. Con estos tres botones hemos elaborado una muestra. La
literatura nos ha aparecido en la encrucijada del arte y de la sociedad,
buscando realidad en la apariencia y calidad en la superficie; aunque,
inevitablemente, lo superficial nos espera a la vuelta de la esquina. Los
segovianos esperamos otra nueva edición del Hay Festival; donde la palabra sea
un ingrediente de la vida y hablar, mal que pese a algunos, no sea sinónimo de
perder el tiempo.
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