viernes, 28 de septiembre de 2018

HAY FESTIVAL DE SEGOVIA (2018)




EL HAY FESTIVAL DE SEGOVIA (2018)


            El Hay Festival es un punto de encuentro donde se reúnen escritores, editores, artistas y comunicadores de todo el mundo. La edición de Segovia acabó el 23 de septiembre de 2018 utilizando como foro de debate la biblioteca, el museo, el teatro o la universidad; participaron figuras de primera fila, tanto de literatura selecta como de consumo, tales como Antonio Muñoz Molina, Santiago Roncagliolo, Isabel Coixet, Ken Follet, Javier Sierra y un largo etcétera; y se debatió sobre el papel de la literatura ante el reto de las tecnologías en el seno de la modernidad. Dar cuenta exhaustiva de estos encuentros es imposible, dado que muchos se desarrollaron a la misma hora en lugares diferentes; pero sí podemos aproximarnos a ellos a partir de algunos que bien pueden servirnos de muestra. Empezaremos por la literatura de masas, continuaremos con la literatura selecta y concluiremos con una muestra de cómo el gran público es capaz de apreciar a las grandes figuras que hablan para todos como si estuvieran hablando para una minoría: donde la palabra no se degrada por el mero hecho de dirigirse al gran número.

1. La literatura serializada.

            Lo que empezó siendo un libro leído se va convirtiendo cada vez más en un subgénero nuevo con un lenguaje propio que hay que ir descubriendo; por ejemplo, se puede describir la tristeza en lugar de hacer hablar a un personaje triste. Los autores que se dedican a este subgénero están descubriendo su lenguaje (como Eisenstein, mientras filmaba el Potemkin, descubría al mismo tiempo el lenguaje del cine). No es el teatro radiado de la BBC. No es el antiguo serial radiofónico. No es el audiolibro. Se llama audionovela, audioserie, radiotexto, ficción sonora. Es literatura de consumo y de consumo cotidiano, con lo que debe reunir varios ingredientes: es un podcast serializado, una especie de novela por entregas que se mueve en la oralidad; más que la verosimilitud y tranquilidad que se le exige el libro (aunque también), se le exige que mantenga mucho la atención; es económico porque las palabras son gratis y, al no tener carácter visual, nos ahorramos la escenografía; y tiene un formato tecnológico.
            Formato tecnológico: uniformización de los tiempos (lo que no ocurre con el libro); en Estados Unidos hay entregas que duran 20 ó 30 minutos (el tiempo que se tarda en llegar al trabajo); el prime time es de 10 a 12 de la noche, después de cenar y antes de dormir; pero una lectura de dos horas es excesiva. Comparémoslo con el libro: una novela de 200 a 300 páginas son de 6 a 7 horas de audio; además, los capítulos de una novela pueden tener distinta extensión, mientras que los de la audioserie deben durar todos lo mismo. Y hacen falta herramientas para seducir a los lectores.
            Entre la calidad deficiente de los antiguos seriales y la buena calidad de muchas novelas hay una zona intermedia en la que se mueven las audioseries: en ella se potencia el entretenimiento dentro de unos mínimos de calidad; que Santiago Roncagliolo (escritor, dramaturgo, guionista y premio Alfaguara) cultive este subgénero es ya una garantía; y que Ana Alonso (guionista interesada por el teatro y directora de la serie El gran apagón) se interese por él le da las dosis necesarias de interés comercial sin renegar totalmente de la calidad. Moderó el coloquio Javier Celaya, director de la plataforma de audiolibros Storytel. Entre las dos escuelas conocidas de audiolibros (la anglosajona, muy sobria, y la americana, muy hollywoodiense) se mueve el subgénero del que estamos hablando. Santiago Roncagliolo está terminando una larga serie que durará diez horas. 


            Nos movemos en el terreno de la literatura de consumo, el que produce los éxitos de ventas; el Hay Festival también acogió a Ken Follet y Javier Sierra, dos de los grandes maestros adorados del gran público. En estos autores, que se mueven en el terreno de la novela clásica, y en los que ponen sus esfuerzos al servicio de la audioserie, se aprecia una dignificación de esta tercera vía, a caballo entre la gran literatura y la mala literatura de consumo; el entretenimiento no está condenado a separarse de la seriedad; se pueden contar historias interesantes sin que se pierda calidad en aras del interés.

2. La literatura seria.

            La buena literatura está representada por Antonio Muñoz Molina, que respondía a las preguntas de Nativel Preciado sobre su nuevo libro: Un andar solitario entre la gente. Solitario: es decir ensimismado. Entre la gente: es decir acompañado. Se puede estar solo y acompañado a la vez, y eso no es una paradoja. Muñoz Molina ha recopilado frases sacadas de los anuncios publicitarios y de los periódicos, y cada una de ellas le inspira un reflexión sobre algún aspecto de la vida; una decía, por ejemplo: “oficina de instantes perdidos”; y no sabemos si valorar más la creatividad del publicista o la mirada atenta del escritor que ha sabido fijarse en ellas y rescatarlas.
            La literatura (dice el autor) “nos enseña pluralismo; los seres humanos somos distintos y eso nos humaniza vacunándonos contra el papanatismo”. Y frente a la uniformidad está la vacuidad, el hecho de que la vida no tiene horizonte; “la gente hoy no cree en nada y a la vez se lo cree todo”; la falta de fe priva de ilusión y el exceso de credulidad la vacía de contenido, pues se cree lo que dice cualquiera y no tiene en cuenta lo que le dice su propio yo. “En Sevilla habita mi otro yo, mi yo de enfrente”, dice Gerardo Diego; eso que le falta a la gente y por eso las personas no saben dialogar consigo mismas. La consecuencia es que se ven abocadas a “gestionar un presente sin porvenir” y eso es lo que llaman la cultura del ocio: ese ocio que se entiende como pérdida de tiempo, no como tiempo contemplativo; por eso no hay ayer ni tampoco mañana. Frente a ese ocio mal entendido, Muñoz Molina reivindica una cultura del esfuerzo; “lo que va a pasar es lo que vayamos a hacer”, para “que tu pasado no se llene de futuros que nunca se han cumplido”. Si frente al “todo está atado y bien atado” de tiempos pretéritos hemos levantado el vacío confundiéndolo con la falta de ligaduras, entonces hemos perdido el sentido del hedonismo.
            Porque el hedonismo que nos tiene algo que decir (dice el autor) “a mí me encendió una gran cantidad de luces interiores”; esas que nos hacen andar solos entre la gente; “las personas tenemos oscilaciones entre zonas de oscuridad y zonas de claridad”, y gracias a ellas nos vamos haciendo jóvenes cuando pasa el tiempo. Muñoz molina cita la frase de un pintor: “cuando pinto tengo treinta años”. Su último libro es un conjunto de pinceladas para un cuadro; concebido en ese tono reflexivo, bien podría ser literatura con vocación filosófica. “Confesiones de un pequeño filósofo”, decía Azorín; aquí la filosofía tiene forma literaria como lo fue en el principio de los tiempos; eso que le gustaba siempre recordar a María Zambrano. 


3. La seriedad desenfadada.

            Se pueden decir cosas serias sin dejar uno de reírse. En esta visión desenfadada de la vida se inscriben dos de las numerosas intervenciones que hubo en el Hay Festival de Segovia: la de Isabel Coixet y la de Iñaki y Aitor Gabilondo.
            Isabel Coixet practica un humor irreverente que no se preocupa mucho de las formas. Habló de la mujer poniendo el ojo en el hombre, y de los catalanes poniendo el ojo en los independentistas: es una dialéctica de trincheras donde los enemigos están identificados y se comportan como dos ejércitos frente a frente; y como donde ella pone el ojo pone la bala, nuca dispara sin munición; interpretó el cese de  Lluis Pasqual como una represalia por haberse negado a poner un lazo amarillo en el Teatre Lliure.
            Aitor Gabilondo es guionista y autor de series de éxito como El príncipe; su último trabajo será una serie para HBO sobre la novela de Fernando Aramburu, Patria. Su tío Iñaki procede de una familia de nueve hermanos que creció al amparo de una carnicería; del negocio familiar salieron ingenieros, filósofos, comunicadores, artistas. Precisamente el conocimiento, el arte y la política centraron sus intervenciones que, como electrones en torno al núcleo, giraron continuamente sobre la carnicería.
            El arte. “Hay músicas que te emocionan y otras que no”, dice Iñaki Gabilondo, “y eso no tiene que ver con cánones objetivos”; aclara acto seguido que “existe el derecho de que no te guste algo que le gusta a todo el mundo”, aunque no esté en el museo, porque “el arte no es ir al museo, sino la percepción estética de la vida” y “ese sentido estético forma parte de la vida cotidiana”. Para Iñaki Gabilondo esta sensibilidad es casi una necesidad biológica, y lo resume con una expresión muy gráfica: “sin pan uno se muere de hambre, y sin arte uno se muere de hastío”.
            El conocimiento. Necesitamos conocer cosas distintas y esa necesidad es un reto que nos desazona: “la ansiedad es seguir buscando un acomodo nuevo”. Pero no hay por qué conocerlo todo, tenemos derecho a ignorar cosas, y a combatir “el exhibicionismo de quien lo ha visto todo”; porque caemos en la pedantería, que es ese consumismo supuestamente noble de quien se somete a las “urgencias dictadas por la moda, no por lo mejor que hay  en nosotros”; es más, “la sensibilidad verdadera no siempre está conectada con un conocimiento nuevo”, y no necesita de todas esas erudiciones de las que hace gala la pedantería.
            La política. Iñaki utiliza la metáfora del amor. “El enamoramiento no depende de la voluntad, lo que depende de la voluntad es el comportamiento amoroso”. Trasladada a la política, esta reflexión nos lleva a plantear que “no hay convivencia democrática cuando el fondo y la forma no se acompañan, y hoy hemos roto las formas”; confundimos la cortesía con la vanidad y sin embargo “no hay que confundir la burocracia inútil con el procedimiento administrativo”; porque esas “formalidades fundamentales” no están vacías: son, simplemente, respeto, el cimiento sin el cual no se levanta un edificio. Sobre esa confianza de partida hay, en el camino, una desconfianza y por eso “la democracia es un  sistema de control”: que consiste en el escepticismo, en la actitud permanente de vigilancia, porque “el ser humano es muy frágil” y puede muy bien caer en la tentación de corromperse.

            Se baja el telón. Con estos tres botones hemos elaborado una muestra. La literatura nos ha aparecido en la encrucijada del arte y de la sociedad, buscando realidad en la apariencia y calidad en la superficie; aunque, inevitablemente, lo superficial nos espera a la vuelta de la esquina. Los segovianos esperamos otra nueva edición del Hay Festival; donde la palabra sea un ingrediente de la vida y hablar, mal que pese a algunos, no sea sinónimo de perder el tiempo.




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