viernes, 3 de noviembre de 2017

REFLEXIONES A VUELAPLUMA SOBRE LA REPÚBLICA CATALANA




REFLEXIONES A VUELAPLUMA
SOBRE LA REPÚBLICA CATALANA
  

            Un contrato es un conjunto de obligaciones libremente aceptadas por quienes lo firman. Firmar es comprometerse. Una promesa es un compromiso, nadie nos obliga cuando prometemos algo, nadie más que uno mismo. En un contrato de arrendamiento los firmantes se comprometen a ocupar una casa a cambio de dinero. Un préstamo es un compromiso mutuo de dar dinero a cambio de devolverlo con interés en un plazo fijado. El matrimonio es un contrato en el que los esposos se obligan a respetarse y ayudarse, en principio porque se quieren, pero aunque no se quieran sigue siendo ésa su obligación. Un contrato de compraventa es un compromiso de dar algo a cambio de dinero. 

            Los contratos se pueden romper: el arrendamiento cesa cuando el inquilino quiere irse, el préstamo se acaba cuando se salda, el divorcio pone punto y final al matrimonio, el contrato de trabajo concluye en renuncia o en despido, y la compraventa termina cuando hemos pagado o cuando hemos devuelto lo que hemos comprado.
            Pero no se pueden romper unilateralmente los contratos: hace falta consenso entre los contratantes. El contrato de arrendamiento estipula, de común acuerdo, las condiciones de ruptura: normalmente suele ser que el inquilino avise al dueño, o el dueño al inquilino, al menos con uno o dos meses de antelación; y la fianza se usará, de común acuerdo, para reparar los desperfectos que haya sufrido la casa; en caso contrario se devuelve. Un inquilino no puede decir, de la noche a la mañana, que se va; eso sería deslealtad, falta de respeto.
            Para interrumpir el préstamo hace falta, o bien saldar la deuda hasta el último mes del plazo, o bien devolver, con intereses, lo que ha sido prestado. Nadie puede romper el contrato antes de que venza el plazo y marcharse (porque ya no le gusta) sin pagar lo que debe; su obligación es pagar la deuda.
            El divorcio puede interrumpir el matrimonio, sí, pero de común acuerdo entre los esposos. Uno de ellos no puede marcharse de repente, sin avisar ni dar explicaciones, sólo porque ya se ha cansado de vivir con el otro; hace falta decir las cosas, hablar, buscar una solución (y, si no es posible, separarse): pero no sin llegar a un consenso sobre el reparto de bienes y, si llega el caso, sobre el cuidado de los hijos; no es lo mismo divorciarse que abandonar el hogar.
            Un contrato de trabajo se rompe también de común acuerdo. Si el trabajador ha encontrado un trabajo mejor, debe decírselo al patrono en las condiciones libremente establecidas entre ellos en el contrato; si es el patrono quien ya no necesita al empleado le debe avisar con tiempo e indemnizarlo: lo contrario sería un despido improcedente o, en el otro caso, un abandono de trabajo; denunciable y punible.
            En fin, la compraventa de un bien o de un servicio concluye en los términos similares al préstamo: no se puede dar por concluido antes de terminar de pagar lo que se ha comprado; sería muy fácil romper el contrato antes de saldar la deuda y marcharse como si nada.
            Irse de una casa no es abandonarla sin avisar; cancelar un préstamo no es irse sin pagar; divorciarse no es abandonar al cónyuge; cambiar de trabajo no es abandonarlo como un ladrón; y cancelar una compra no es tampoco quedarse con lo que hemos comprado sin terminar de pagarlo. Los contratos deben romperse sin faltar a los compromisos. Sin lesionar los derechos de las personas que los han firmado.


            Cataluña ha firmado un contrato con el resto de los españoles. Ese contrato es la constitución. Libremente se comprometió con ella, votándola en un referéndum. Ha adquirido un compromiso con el resto de los españoles y lo debe cumplir. Cuando se canse de pertenecer a España puede romper el contrato, puede divorciarse, pero en los términos en los que ella misma se comprometió, y saldando su deuda. ¿Cuáles son esos términos? Que para cambiar la constitución, es decir el contrato, y redactar otra sin los catalanes, hace falta que lo pidan las tres quintas partes de los españoles; de todos los españoles, no sólo de los catalanes; porque ese contrato constitucional, que vale como contrato social, no lo firmó sólo una parte, lo firmaron todos; por lo tanto esa parte no se puede ir si no están de acuerdo los demás. Y luego hay que hacer el reparto. Una secesión unilateral de Cataluña sería desobediencia a la ley (la misma ley que firmaron los mismos catalanes); y utilizar las instituciones catalanas para desobedecer al gobierno de Madrid sería deslealtad, y por lo tanto traición; sería como si el esposo rompiera su matrimonio metiéndole miedo a la esposa para obligarla a firmar; o como si le leyera el acta matrimonial interpretándola a su antojo para engañar a la esposa, y lograr confundirla utilizando la ley según le convenga; haciendo que, lejos de protegerlos a los dos, la ley lo proteja a él solo. Eso es lo que está haciendo el desafío catalán: utilizar las leyes, no para el beneficio común, sino para que beneficien sólo a una parte; la parte que se quiere marchar; abandonando el hogar en el que tiene a su familia; y odiando a las personas a las que quería hace cuarenta años.
            Un rey francés se endeudó con un banquero para financiar sus guerras. Al volver a casa no tenía dinero para pagar esas deudas: entonces acusó al banquero de alta traición, lo mandó ejecutar y se quedó con su dinero. ¿No será que en Cataluña algunos han contraído deudas que no quieren pagar? ¿O que han robado mucho y no quieren rendir cuentas? La mejor forma de no someterse al veredicto de los jueces españoles es separarse de España; así, como el rey francés, se marcha sin pagar; sin matar a su acreedor, eso sí, porque de momento no puede; y azuza a los ciudadanos de a pie haciéndoles creer que los intereses de los ladrones son los de toda Cataluña. Quizá hay entre quienes mandan muchos Pujol-Ferrusola. Y la gente de a pie, cayendo en el engaño, combate por los opresores de casa creyendo que luchan contra los opresores de fuera. Juegan muy bien el papel de chivos expiatorios, quieren ser carne de cañón y desean ser miembros del rebaño: para salvar a los carneros. Cataluña convertida en una gran mentira, el parlament transformado en un circo, la política en una farsa; y, como toda ceremonia religiosa, necesita un ídolo al que adorar: el fantasma de la elecciones; las suyas, las que ellos quieren imponer a los demás; porque si las proponen otros, ya se sabe, si peligra su mayoría, no son más que opresión del imperialismo ibérico, de los malvados charnegos, de la canalla castellana.


2.
         Quieren elecciones ilegales y se quejan de que se las prohíban. Les proponen elecciones legales y las rechazan. El derecho a votar es, para algunos catalanes, derecho a que todo el mundo haga lo que ellos mandan; porque los temas de los que hay que hablar están sobre la mesa cuando ellos dicen, no cuando lo dicen los otros. Quieren ir al senado pero tiene que ser el miércoles; les dicen que el jueves o el viernes, pero eso ya no vale; en Madrid, decididamente, les ponen las cosas imposibles; con España no se puede hablar; no les dejan otra opción que la independencia. Cuánto odio, cuánta pasión por arrinconar a España, cuánto deseo de hacerle daño, cuánta ira, cuánta ignorancia, cuánta ceguera, cuánta ilusión por adorar a los fantasmas. ¡Pobre Cataluña! ¿Sentirse oprimidos cuando habéis vivido con nosotros los mejores años de nuestra historia? Pobres enjambres de avispas, aburridas de vivir en paz y con ganas de crear violencia, de levantar barricadas, pobre Cataluña, ¿adónde queréis llevar a España?
3.
         España no les deja votar. Han llenado las paredes y los periódicos de grandes carteles que decían: “queremos votar”. Han llenado las fotos de heridos sacados de Chile y de Ucrania, pero tienen que ser catalanes; no eran de España, pero los pies de foto decían que eran de España. Han llenado los hospitales de heridos que no había en las calles. Han convertido en heridos a los pacientes de las consultas de urgencias, sólo porque han ido a consulta el día de las cargas policiales. Las unidades se han convertido en centenas, han cambiado las matemáticas. Han sacado por televisión los dedos vendados que le rompieron uno a uno a una mujer, los despiadados policías, sin darse cuenta de que en otra grabación la misma mujer había denunciado que le habían roto los dedos… de la otra mano; y en otra, además, se vio que en la carga policial era sacada a rastras, sin que nadie le quebrara nada. ¡Tenemos presos políticos! No, hay políticos que están presos, que a Hitler no lo persiguieron por político, sino por asesino, ni a Noriega lo apresaron por presidente, sino por narcotraficante; ni tampoco juzgaron a Luis Roldán por ser un alto cargo, sino por ladrón. Cataluña se ha convertido en una gran mentira. Ofensiva. Deliberada. El himno catalán ha sido la canción de vamos a contar mentiras. La policía persiguiendo a la población, y lo que muestran las fotos es a la población agrediendo a la policía. La policía acosando a la gente, y es la gente la que acosa a los policías en los hoteles donde duermen, en los barcos donde se alojan, gritando para no dejarles dormir, arrinconándolos para no dejarles salir, prisioneros en sus casas, sin usar la fuerza para defenderse de ese mundo al revés donde los perseguidores son los perseguidos: porque, ya se sabe, España es mala. Y mientras tanto, las paredes llenas de letreros que denuncian la crueldad de los policías; las torturas, dicen. El yugo del imperialismo. La opresión de España. ¡Que se entere el mundo de la tiranía extrema en la que viven los catalanes! Eso sí, en inglés. En el parlamento hablan catalán, para que no los entiendan. El español ni lo usan, aunque lo conozcan. Porque con los españoles ellos no quieren hablar nada.
4.
         He visto una fotografía en los periódicos. Unos jóvenes envueltos en esteladas. Llenos de pancartas con la palabra “independencia”. Con la boca tapada por dos trozos de papel celo (de color, por favor, para que se vea): dos trozos cruzados sobre los labios. No tienen libertad de expresión. Los oprime España.
         Con la estelada expresan su deseo de una república catalana. Con las pancartas expresan su deseo de independencia. Con los labios tapados expresan que no pueden expresarse. Es una manifestación autorizada. No hay coches en la calle (para que puedan manifestarse libremente; para que expresen sus ideas, sus opiniones). No hay policías que les impidan hablar. Pero tienen la boca tapada porque el gobierno de Madrid les ha quitado el derecho a la palabra. Todo es cuestión de interpretación, ya se sabe. Todo el mundo puede decir libremente que no tiene libertad para decir nada.




3 comentarios:

  1. Mariano, me has dejado con la boca abierta. Muy buen análisis. Chapó.

    ResponderEliminar
  2. Siempre claro y con ese tono de maestro que enseña, como que lo es nuestra lechuza literaria, ahora a los españoles les queda el tiempo para entenderse y no para separarse en esta época cuando la unión es FUERZA.🌿

    ResponderEliminar
  3. Lo puedes decir más alto, pero no más claro. La ceguera se extiende y los que menos represión han sufrido son los más ciegos de todos

    ResponderEliminar