REFLEXIONES A VUELAPLUMA
SOBRE LA REPÚBLICA CATALANA
Un contrato es un conjunto de
obligaciones libremente aceptadas por quienes lo firman. Firmar es
comprometerse. Una promesa es un compromiso, nadie nos obliga cuando prometemos
algo, nadie más que uno mismo. En un contrato de arrendamiento los firmantes se
comprometen a ocupar una casa a cambio de dinero. Un préstamo es un compromiso
mutuo de dar dinero a cambio de devolverlo con interés en un plazo fijado. El
matrimonio es un contrato en el que los esposos se obligan a respetarse y
ayudarse, en principio porque se quieren, pero aunque no se quieran sigue
siendo ésa su obligación. Un contrato de compraventa es un compromiso de dar
algo a cambio de dinero.
Los contratos se pueden romper: el
arrendamiento cesa cuando el inquilino quiere irse, el préstamo se acaba cuando
se salda, el divorcio pone punto y final al matrimonio, el contrato de trabajo
concluye en renuncia o en despido, y la compraventa termina cuando hemos pagado
o cuando hemos devuelto lo que hemos comprado.
Pero no se pueden romper
unilateralmente los contratos: hace falta consenso entre los contratantes. El
contrato de arrendamiento estipula, de común acuerdo, las condiciones de
ruptura: normalmente suele ser que el inquilino avise al dueño, o el dueño al inquilino,
al menos con uno o dos meses de antelación; y la fianza se usará, de común
acuerdo, para reparar los desperfectos que haya sufrido la casa; en caso
contrario se devuelve. Un inquilino no puede decir, de la noche a la mañana,
que se va; eso sería deslealtad, falta de respeto.
Para interrumpir el préstamo hace
falta, o bien saldar la deuda hasta el último mes del plazo, o bien devolver,
con intereses, lo que ha sido prestado. Nadie puede romper el contrato antes de
que venza el plazo y marcharse (porque ya no le gusta) sin pagar lo que debe;
su obligación es pagar la deuda.
El divorcio puede interrumpir el
matrimonio, sí, pero de común acuerdo entre los esposos. Uno de ellos no puede
marcharse de repente, sin avisar ni dar explicaciones, sólo porque ya se ha
cansado de vivir con el otro; hace falta decir las cosas, hablar, buscar una
solución (y, si no es posible, separarse): pero no sin llegar a un consenso
sobre el reparto de bienes y, si llega el caso, sobre el cuidado de los hijos;
no es lo mismo divorciarse que abandonar el hogar.
Un contrato de trabajo se rompe
también de común acuerdo. Si el trabajador ha encontrado un trabajo mejor, debe
decírselo al patrono en las condiciones libremente establecidas entre ellos en
el contrato; si es el patrono quien ya no necesita al empleado le debe avisar
con tiempo e indemnizarlo: lo contrario sería un despido improcedente o, en el
otro caso, un abandono de trabajo; denunciable y punible.
En fin, la compraventa de un bien o
de un servicio concluye en los términos similares al préstamo: no se puede dar
por concluido antes de terminar de pagar lo que se ha comprado; sería muy fácil
romper el contrato antes de saldar la deuda y marcharse como si nada.
Irse de una casa no es abandonarla
sin avisar; cancelar un préstamo no es irse sin pagar; divorciarse no es
abandonar al cónyuge; cambiar de trabajo no es abandonarlo como un ladrón; y
cancelar una compra no es tampoco quedarse con lo que hemos comprado sin
terminar de pagarlo. Los contratos deben romperse sin faltar a los compromisos.
Sin lesionar los derechos de las personas que los han firmado.
Cataluña ha firmado un contrato con
el resto de los españoles. Ese contrato es la constitución. Libremente se
comprometió con ella, votándola en un referéndum. Ha adquirido un compromiso
con el resto de los españoles y lo debe cumplir. Cuando se canse de pertenecer
a España puede romper el contrato, puede divorciarse, pero en los términos en
los que ella misma se comprometió, y saldando su deuda. ¿Cuáles son esos
términos? Que para cambiar la constitución, es decir el contrato, y redactar
otra sin los catalanes, hace falta que lo pidan las tres quintas partes de los
españoles; de todos los españoles, no sólo de los catalanes; porque ese
contrato constitucional, que vale como contrato social, no lo firmó sólo una
parte, lo firmaron todos; por lo tanto esa parte no se puede ir si no están de
acuerdo los demás. Y luego hay que hacer el reparto. Una secesión unilateral de
Cataluña sería desobediencia a la ley (la misma ley que firmaron los mismos
catalanes); y utilizar las instituciones catalanas para desobedecer al gobierno
de Madrid sería deslealtad, y por lo tanto traición; sería como si el esposo
rompiera su matrimonio metiéndole miedo a la esposa para obligarla a firmar; o
como si le leyera el acta matrimonial interpretándola a su antojo para engañar
a la esposa, y lograr confundirla utilizando la ley según le convenga; haciendo
que, lejos de protegerlos a los dos, la ley lo proteja a él solo. Eso es lo que
está haciendo el desafío catalán: utilizar las leyes, no para el beneficio
común, sino para que beneficien sólo a una parte; la parte que se quiere
marchar; abandonando el hogar en el que tiene a su familia; y odiando a las
personas a las que quería hace cuarenta años.
Un rey francés se endeudó con un banquero
para financiar sus guerras. Al volver a casa no tenía dinero para pagar esas
deudas: entonces acusó al banquero de alta traición, lo mandó ejecutar y se
quedó con su dinero. ¿No será que en Cataluña algunos han contraído deudas que
no quieren pagar? ¿O que han robado mucho y no quieren rendir cuentas? La mejor
forma de no someterse al veredicto de los jueces españoles es separarse de
España; así, como el rey francés, se marcha sin pagar; sin matar a su acreedor,
eso sí, porque de momento no puede; y azuza a los ciudadanos de a pie
haciéndoles creer que los intereses de los ladrones son los de toda Cataluña.
Quizá hay entre quienes mandan muchos Pujol-Ferrusola. Y la gente de a pie,
cayendo en el engaño, combate por los opresores de casa creyendo que luchan
contra los opresores de fuera. Juegan muy bien el papel de chivos expiatorios,
quieren ser carne de cañón y desean ser miembros del rebaño: para salvar a los
carneros. Cataluña convertida en una gran mentira, el parlament transformado en
un circo, la política en una farsa; y, como toda ceremonia religiosa, necesita
un ídolo al que adorar: el fantasma de la elecciones; las suyas, las que ellos
quieren imponer a los demás; porque si las proponen otros, ya se sabe, si
peligra su mayoría, no son más que opresión del imperialismo ibérico, de los
malvados charnegos, de la canalla castellana.
2.
Quieren
elecciones ilegales y se quejan de que se las prohíban. Les proponen elecciones
legales y las rechazan. El derecho a votar es, para algunos catalanes, derecho
a que todo el mundo haga lo que ellos mandan; porque los temas de los que hay
que hablar están sobre la mesa cuando ellos dicen, no cuando lo dicen los
otros. Quieren ir al senado pero tiene que ser el miércoles; les dicen que el
jueves o el viernes, pero eso ya no vale; en Madrid, decididamente, les ponen
las cosas imposibles; con España no se puede hablar; no les dejan otra opción
que la independencia. Cuánto odio, cuánta pasión por arrinconar a España, cuánto
deseo de hacerle daño, cuánta ira, cuánta ignorancia, cuánta ceguera, cuánta
ilusión por adorar a los fantasmas. ¡Pobre Cataluña! ¿Sentirse oprimidos cuando
habéis vivido con nosotros los mejores años de nuestra historia? Pobres
enjambres de avispas, aburridas de vivir en paz y con ganas de crear violencia,
de levantar barricadas, pobre Cataluña, ¿adónde queréis llevar a España?
3.
España
no les deja votar. Han llenado las paredes y los periódicos de grandes carteles
que decían: “queremos votar”. Han llenado las fotos de heridos sacados de Chile
y de Ucrania, pero tienen que ser catalanes; no eran de España, pero los pies
de foto decían que eran de España. Han llenado los hospitales de heridos que no
había en las calles. Han convertido en heridos a los pacientes de las consultas
de urgencias, sólo porque han ido a consulta el día de las cargas policiales.
Las unidades se han convertido en centenas, han cambiado las matemáticas. Han
sacado por televisión los dedos vendados que le rompieron uno a uno a una
mujer, los despiadados policías, sin darse cuenta de que en otra grabación la
misma mujer había denunciado que le habían roto los dedos… de la otra mano; y
en otra, además, se vio que en la carga policial era sacada a rastras, sin que
nadie le quebrara nada. ¡Tenemos presos políticos! No, hay políticos que están
presos, que a Hitler no lo persiguieron por político, sino por asesino, ni a
Noriega lo apresaron por presidente, sino por narcotraficante; ni tampoco
juzgaron a Luis Roldán por ser un alto cargo, sino por ladrón. Cataluña se ha
convertido en una gran mentira. Ofensiva. Deliberada. El himno catalán ha sido
la canción de vamos a contar mentiras. La policía persiguiendo a la población,
y lo que muestran las fotos es a la población agrediendo a la policía. La
policía acosando a la gente, y es la gente la que acosa a los policías en los
hoteles donde duermen, en los barcos donde se alojan, gritando para no dejarles
dormir, arrinconándolos para no dejarles salir, prisioneros en sus casas, sin
usar la fuerza para defenderse de ese mundo al revés donde los perseguidores
son los perseguidos: porque, ya se sabe, España es mala. Y mientras tanto, las
paredes llenas de letreros que denuncian la crueldad de los policías; las torturas,
dicen. El yugo del imperialismo. La opresión de España. ¡Que se entere el mundo
de la tiranía extrema en la que viven los catalanes! Eso sí, en inglés. En el
parlamento hablan catalán, para que no los entiendan. El español ni lo usan,
aunque lo conozcan. Porque con los españoles ellos no quieren hablar nada.
4.
He visto
una fotografía en los periódicos. Unos jóvenes envueltos en esteladas. Llenos
de pancartas con la palabra “independencia”. Con la boca tapada por dos trozos
de papel celo (de color, por favor, para que se vea): dos trozos cruzados sobre
los labios. No tienen libertad de expresión. Los oprime España.
Con la
estelada expresan su deseo de una república catalana. Con las pancartas
expresan su deseo de independencia. Con los labios tapados expresan que no
pueden expresarse. Es una manifestación autorizada. No hay coches en la calle (para
que puedan manifestarse libremente; para que expresen sus ideas, sus opiniones).
No hay policías que les impidan hablar. Pero tienen la boca tapada porque el
gobierno de Madrid les ha quitado el derecho a la palabra. Todo es cuestión de
interpretación, ya se sabe. Todo el mundo puede decir libremente que no tiene
libertad para decir nada.
Mariano, me has dejado con la boca abierta. Muy buen análisis. Chapó.
ResponderEliminarSiempre claro y con ese tono de maestro que enseña, como que lo es nuestra lechuza literaria, ahora a los españoles les queda el tiempo para entenderse y no para separarse en esta época cuando la unión es FUERZA.🌿
ResponderEliminarLo puedes decir más alto, pero no más claro. La ceguera se extiende y los que menos represión han sufrido son los más ciegos de todos
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