viernes, 6 de mayo de 2022

EL TRABAJO

 

 

EL TRABAJO     

 


            Para estar en el mundo debemos aprender a sobrevivir: es lo que llamamos ganarse la vida, buscarse la vida, ganarse el sustento; trabajar. Para entrar en el mundo hay que abrir una puerta y la llave es el trabajo. Estamos en una ciudad: hay autobuses, taxis, restaurantes, bares, comercios, teatros y cines; pero si no tenemos dinero no podemos entrar ni en el bar, ni en el comercio, ni en el transporte ni en el cine; el dinero es trabajo convertido en pasaporte para la ciudad y sin ese pasaporte la ciudad es la tierra prometida que dios le dio a Moisés (la verás, pero no la disfrutarás).

            En el paleolítico había una economía de subsistencia; la gente cazaba y recogía los frutos de los árboles. En el neolítico pudimos dedicarnos a otras cosas porque sabíamos almacenar la comida y  no teníamos que buscarnos todos los días el sustento: había comida para todos y muchos no necesitaban producir sus propios alimentos, sino que se los compraban a otros; los compraban con ese dinero que ganaban haciendo otras cosas que nada tenían que ver con el comer: escribir, inventar historias, contárselas a los demás, construir edificios, fabricar arados, joyas y armas, modelar vasijas de barro, había tantas cosas que hacer… Al cazador le sucedió el ganadero; al recolector, el agricultor; al curandero, el médico; al artesano, la división del trabajo; el sacerdote se siguió ocupando de las cosas del otro mundo; y el trabajo siguió siendo una forma de ganarse el sustento, pero cada uno se lo ganaba de muchas maneras diferentes.

            El trabajo que podemos convertir en dinero lo llamamos empleo. Hay muchos trabajos que no sirven para ganar dinero y son los hobbies, los caprichos, los entretenimientos; la mayoría de las sociedades han sido reacias a convertir en dinero el trabajo de las mujeres; las mujeres han trabajado incluso más que los hombres, pero nadie les pagaba por ello; las mujeres nunca han tenido la llave de la ciudad; y necesitaban, para disfrutar de ella, casi siempre del trabajo de los hombres. Manejar el dinero, igual que ganarlo, siempre ha sido un privilegio masculino; el único dinero que manejaban las mujeres era el salario que llevaban los hombres a casa; y siempre los ha habido que se gastaban en los bares la parte que no les daban a sus mujeres; a veces no les daban nada; o casi; y la mujer siempre ha estado atada al hombre convertida en ser dependiente, mientras el hombre vivía la libertad en el hogar; otra cosa era ser libre en la ciudad, que en ella los hombres dependían de sus jefes. 



            Hoy las escuelas nos preparan para el trabajo. Las primeras escuelas fueron aprendizaje de oficios. Hoy nos hemos inventado eso de poner la cabeza, el cuerpo y el corazón a desarrollarse, en el mundo, en el cúmulo de posibilidades que tiene el mundo donde vivimos, y a eso lo hemos llamado desarrollo personal: inseparable de la participación social. Hoy las cosas se han invertido; hoy decimos que la escuela sirve para facilitar el pleno desarrollo de la personalidad, y accesoriamente para formarnos para el empleo. Pero la realidad es que al alumno, casi siempre, le aburre el desarrollo personal y al final, cuando ha perdido el tiempo, se queda con lo único que puede ver, oír y tocar, que es el empleo. El alumno que se construye en la escuela como persona consigue normalmente un modo de vida más feliz, más satisfactorio: más humano; y quien se embrutece y se queda sólo con el empleo está abocado a una vida triste, pobre, dependiente y sin demasiadas ilusiones; los más pobres de todos son quienes ni siquiera han aprendido un oficio para vivir: y sobreviven como pueden; a veces los utilizan otras gentes para llevarlos a la guerra y pagarles un sueldo por matar.  

            El trabajo. Quien no tiene trabajo muchas veces se busca la vida en los bajos fondos. Donde no tiene control sobre sus pasiones y se deja gobernar por el cuerpo, en lugar de ser él quien mande en su cuerpo; vive rodeado de alcohol, de vicios, de compañeros que no son amigos, de drogas; y come cuando puede y cuando come también estropea su cuerpo; porque no sabe comer y aunque tenga dinero, no compra más que basura cara; placeres que le quitan la salud, azúcar, tabaco, colesterol: basura.

            El trabajo es la llave que nos abre la puerta de la ciudad. En la ciudad no se trata sólo de sobrevivir sino de vivir plenamente; de ser útiles, sí, pero sobre todo de desarrollar nuestras fuerzas haciendo cosas que nos permitan ser felices, aunque no sirvan para nada. Antes que aprender un oficio hay que saber buscar la felicidad (que no es el placer fácil, sino el placer conseguido con esfuerzo); que es alegría más allá del placer, que es sentimiento que viaja agarrado a la razón; y que es ilusión con ganas de desarrollar todo lo que tenemos en germen; y lo tenemos que sembrar. Hay quien tiene muchas semillas y no siembra nada. Quien podría ser feliz de muchas maneras y no lo consigue de ninguna: porque le gusta el placer gratis y quiere conseguirlo sin trabajar y en el mundo el placer no se da gratis, por lo menos el que no nos envenena; la pereza es cuando se rompe la llave que nos abre las puertas de la ciudad.

El trabajo es esa llave. Está hecho de dos materiales, uno de ellos es el empleo; el otro, la sinfonía concertada de cabeza, cuerpo, corazón y mundo donde estamos o estaremos algún día; con esos cuatro instrumentos el trabajo forma una orquesta; con ella  toca la sinfonía de la personalidad.

 


 

 

2 comentarios:

  1. "El alumno que se construye en la escuela como persona consigue normalmente un modo de vida más feliz, más satisfactorio: más humano; y quien se embrutece y se queda sólo con el empleo está abocado a una vida triste, pobre, dependiente y sin demasiadas ilusiones;" El alumno que se construye en la escuela como persona consigue normalmente un modo de vida más feliz, más satisfactorio: más humano; y quien se embrutece y se queda sólo con el empleo está abocado a una vida triste, pobre, dependiente y sin demasiadas ilusiones;

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  2. El alumno que se construye en la escuela como persona consigue normalmente un modo de vida más feliz, más satisfactorio: más humano; y quien se embrutece y se queda sólo con el empleo está abocado a una vida triste, pobre, dependiente y sin demasiadas ilusiones;" cuánta verdad querida Lechuza.

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