LA VENTANA DE CRISTAL
4. De la jubilación.
Todo tiene su fin. Lo tiene la primavera, el verano, lo tiene el día y la noche, la escuela, la comida, lo tiene la jornada de trabajo, todo empieza y termina todo y aquí termina nuestra vida laboral; las lluvias, las guerras, no hay nada que, por largo que parezca, nunca tenga un final. La euforia ya no dura y tampoco los sufrimientos; nada es eterno y los días están contados y por duros que sean los males, por grandes que sean las risas y por fuertes que sean los tiempos, las cosas buenas son efímeras al igual que las malas: todo está destinado a desaparecer.
Pero todo lo que termina empieza de nuevo. A la primavera le sigue el verano y al invierno la primavera otra vez; después del día viene la noche, tras la tempestad viene la calma, cuando termina el trabajo nos jubilamos y la vida es jubilosa porque de nuevo empieza a trabajar. Pocas cosas hay tan gozosas como la libertad del jubilado; pues no ve las horas de ponerse a hacer lo que siempre quiso y nunca tuvo tiempo de hacer. En el principio era la acción.
Es el mito del eterno retorno: todo vuelve y todo empieza, tras de la noche viene el día y tras el día la noche otra vez. Pero hay retornos que no se repiten, que permiten que nazca lo que nunca tuvo tiempo de nacer. Jubilarse: libertad de lo que siempre has querido, fuerza para que tus sueños se hagan realidad, tiempo: todo tiene su fin y se ha acabado el trabajo esclavo: ya va siendo hora de que empiece el trabajo de verdad.
Cierto y para pensar mi estimada Lechuza: "Jubilarse: libertad de lo que siempre has querido, fuerza para que tus sueños se hagan realidad, tiempo: todo tiene su fin y se ha acabado el trabajo esclavo: ya va siendo hora de que empiece el trabajo de verdad." Sí, porque es verdad, el retorno sin retorno, a una vida que nos acompañó, pero que nos da la tarea para otra vida.
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