viernes, 9 de agosto de 2019

LLANTO POR UN BANDIDO





LLANTO POR UN BANDIDO


                                                                 1.

   Hay un pueblo y una iglesia
en la vieja Andalucía;
ese pueblo es Alameda;
esa iglesia, el alma mía.


                                                                 2.

   Si te quieres detener
en la iglesia de Alameda,
a la entrada de la iglesia
una piedra vas a ver;
bajo el cielo está la puerta,
bajo el suelo el alma mía,
bajo el alma yace el cuerpo
del sin par José María.


                                                                 3.

   Yace, piedra, losa, yace,
tú no dejes de yacer:
lejos de Despeñaperros
las gargantas despeñadas
como yacen, losa, yacen,
voces, vientos van a ser.

   Voces, piedras que en el tiempo
desparraman su cantar,
por la noche y por el día,
por las ramas y en el suelo,
por las rocas, por el cielo,
desplomándose en las nubes
las palabras volarán.


                                                                 4.

   Palabras: decidme aquí
mismo qué queréis romper.
Voces: cuchillos helados,
hierros, llantos, aguas, vientos,
que en el eco de las piedras
tantas llamas veis arder:
incendiadas por el frío
son, las voces, las palabras
congeladas en los gritos;
pues se helaron las palabras,
la traición quiere volver.


                                                                 5.

   Una tarde. El tejado
de una casa, hecho hueco
entre dos tablas, y tendido
boca abajo, al camino
disparando con sus ojos,
Barberillo está tumbado;
el camino de herradura
serpenteando está a lo lejos;
se dibuja, como pólvora
de jinetes, la columna
donde va José María
cabalgando entre los brezos.


                                                                 6.

   El barberillo valiente
no dispara; pues son muchos.
Genio vivo, arrogante,
descarado y dando tumbos,
tenebroso, rencoroso,
víbora que entre peleas
se emboscaba en las traiciones,
disparó sin avisar.


                                                                 7.

   “Mas no”, se dijo. “Retruécanos,
disparar no puedo: son
muchos”. Espera. Llegó
José María y los cuévanos
de sus ojos encendió
la duda. Miró la puerta,
se detuvo y sus soldados
pasaron, como él, dudando,
y entraron en el cortijo.
   -Tal vez vio usted, cortijero,
pasar aquí al Barberillo.
   -Barberillo no pasó
(dijo el cortijero de un modo
muy natural).
                                                                       Bebió vino
José María con sus hombres,
y luego, volviendo grupas,
tornaron a cabalgar.


                                                                 8.

   Y aunque ha mirado, en su sitio
la escopeta ya no está.
Arma que juega a esconderse
nunca es arma de fiar.
José María vacila,
piensa, vuelve y sus hombres
no esperan nunca, pero ahora
obedecen la orden de esperar.
José María va solo.
El Barberillo, apostado,
lo ve acercarse. Apunta.
Tres tiros ha disparado,
tres golpes José María
ha recibido al pasar.
Muerto está en el suelo. Salta,
vuela, corre, Barberillo,
quien se esconde entre la noche
no es barbero de fiar.


                                                                 9.

   ¿Dónde está José María?
¿Dónde yace este cantar?
¿Dónde está la losa fría,
que lo tienen que enterrar?
Y la iglesia de Alameda
¿tú la viste? ¿Dónde está?
Bajo el cielo, sobre losas,
las traiciones tornarán,
los fantasmas de la iglesia
ronda, ronda, rondarán.


                                                                 10.

   Muerto está José María.
Hasta el cerro gritará.
Los peñascos salen todos
de su sitio, rodarán;
y al final Despeñaperros,
ya silbando, ya bramando,
ya clamando en el desierto
de los negros vientos fríos,
las quebradas espantadas
de avalanchas llenarán.
Voces, piedras, viento y tiempo,
roncos llantos de llorar,
la leyenda y la memoria,
por la noche y por la historia,
y el clamor metido en fuego,
las campanas sonarán.


                                                                 11.

   Yace, piedra, losa, yace,
tú no dejes de cantar,
que allí está Despeñaperros,
las gargantas despeñadas,
como yacen, losa, yacen,
nunca dejan de clamar.

   Voces, piedras que en el viento
desparraman su cantar.
Por la noche, por el día,
por las ramas, por el suelo,
vendavales en el fuego,
que en las rocas y en el cielo,
desplomándose en las nubes,
nunca dejan de bramar.


                                                                 12.

   Si te quieres detener
en la iglesia de Alameda,
a la entrada de la iglesia
una piedra brotará;
bajo el cielo está la puerta,
bajo el suelo el alma mía,
bajo el alma yace el cuerpo
donde está José María,
porque nunca volverá.


                                                                 13.

   Hay un pueblo y una iglesia
en las tierras andaluzas;
ese pueblo es Alameda
y esa iglesia es una lucha
contra el sueño de los siglos:
congelado en su soñar.



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