VOCABULARIO
EMERGENTE
La palabra “feminismo”, así, en
singular, significa búsqueda de una sociedad donde la mujer tenga los mismos
derechos que el hombre; si es así yo, y muchos hombres, no tendríamos ningún
problema en llamarnos feministas. El problema es que hay varios feminismos y
algunos de ellos no se ajustan a esa definición; llamarse feminista sería
entonces correr el riesgo de ser confundido con ellos, y en esa amalgama no
saldríamos ganando ni ellas ni nosotros.
También entiendo que el
feminismo es el punto de vista de la mujer, con su sensibilidad, su experiencia
y su forma de ser y pensar (si es que existe en estos territorios algo que
podamos decir que es propio de la mujer). En este segundo sentido ningún hombre
podría ser feminista ni aunque se lo propusiera. Vaya un ejemplo como botón de
muestra: un hombre en una biblioteca intenta estudiar, pero muy cerca de él hay
una mujer demasiado ligera de ropa ofreciendo un cuadro muy provocativo; si el hombre
dice que preferiría estar en un entorno relajado, proclive a la concentración
donde no hubiera provocaciones eróticas de tipo visual, la mujer le
respondería, muy posiblemente, que están atentando contra su libertad y que
ella tiene el derecho de vestirse como quiera; evidentemente no se ha puesto en
lugar del hombre para intentar comprender lo que le dice, y ha preferido
encorsetarse en su perspectiva femenina. Aparte de que podríamos discutir si no
hay ahí una extraña falta de empatía, no ya de respeto, esa concepción del
feminismo reclama, en la práctica, una perspectiva de mujer que vive el mundo
de una manera muy diferente a como la vive el hombre desde su perspectiva
propia.
De modo que la palabra
“feminismo” puede tomarse por lo menos en dos sentidos: en su sentido universal
(igualdad de derechos) puede ser adoptado sin problemas por los dos sexos; y en
un sentido vital, como oposición de perspectivas, una masculina y otra
femenina, sólo puede ser asumido por las mujeres, por lo menos por algunas de
ellas. Así que conviene, para los hombres, evitar esa palabra por los muchos
equívocos que suscita, y para evitar conflictos conviene que ningún hombre se
diga feminista. Asumirá sin duda el postulado general del feminismo y sólo de
manera empática podría intentar mirar el mundo desde la perspectiva de una
mujer; pero el que quiera hacerlo no quiere decir evidentemente que lo consiga.
En la lucha por la igualdad de
derechos uno podrá llamarse humanista: de ninguna manera feminista. Y no podrá
decir nunca que está comprometido con la causa feminista sino, simplemente, con
la causa de las mujeres. Es la única forma que se me ocurre de evitar en el
futuro conflictos que se pueden producir por una mala interpretación de las
palabras: porque las palabras tienen vida propia y algún día, independientemente
de nuestra voluntad, acabarán significando cosas que nosotros mismos no
sospechábamos cuando empezábamos a someternos a la tiranía de su uso.
Una manera sabia, clara, de ver al feminismo... palabra tan polémica hoy... así que a sentirla como nuestra Lechuza nos lo sugiere, rescato:
ResponderEliminar" En la lucha por la igualdad de derechos uno podrá llamarse humanista: de ninguna manera feminista. Y no podrá decir nunca que está comprometido con la causa feminista sino, simplemente, con la causa de las mujeres. Es la única forma que se me ocurre de evitar en el futuro conflictos que se pueden producir por una mala interpretación de las palabras:"...