LA LEYENDA DEL PAÑUELO
1.
Mil ochocientos treinta y uno. Era un
teniente,
joven y
arrojado, de voluntarios realistas.
Una nube de sol pasó, cruzándole
la frente.
Un relámpago
le nubló, le cegó la vista.
Un leve
temblor subía, un presentimiento,
su caballo
relinchó, su fe retrocedía.
“Escoltará a
una mujer”, dijo la autoridad
suprema de
Sevilla. ¿Su nombre es…? “María”.
2.
Mil ochocientos treinta y uno. Era el
teniente
un hombre
justo y bueno; se llamaba Juan Pedro.
“María
Jerónima Francés”, fue la autoridad
tajante y
seca. Es esposa de un bandolero.
“Tiene que
entregársela al corregidor de Estepa:
la misión es
peligrosa, el camino estrecho”.
Terció la capa
el teniente, apretó el retaco,
se acordó de
Inés, pensó en el niño, miró al cielo:
cruza entre
nubes la cigüeña de patas largas,
pasa la voz de
Odín, cruje el sol, siniestro cuervo,
ruge el
relámpago torvo de luz, que nos ciega
clavándole en
la frente inquietantes pensamientos.
Está
embarazada, como Inés; José María
es su esposo,
el Tempranillo, el bandolero
más temible;
su meta, su huella, su enemigo,
aquel que por
buscarla removerá el infierno.
3.
“¡En marcha!”, dijo. Mil ochocientos treinta
y uno.
Dispuso un
mulo para que la mujer viajara,
y él, escolta
fiero como fiel caballero,
no permitió
que durmiera entre cárceles y jaulas
como mandara
hacer el corregidor de Estepa;
murió el día,
se apiadó de ella; una posada
buscó y allí
durmió María, en una cama,
mejor que la
vida errante de su luz precaria.
El teniente
Juan Pedro pasó la noche en vela,
puso
voluntarios de centinelas, y el alba
los sorprendió
a todos durante cuatro días.
Por fin se le
hizo próxima la ciudad lejana
donde pudo
encontrar al corregidor de Estepa
y hacerle
entrega de su prisionera. “¡En marcha!”
4.
“¡No!”, dijo ella, y se quitó el pañuelo.
“Tomad.
Guárdelo,
señor Juan Pedro, os protegerá”.
Era un pañuelo
de seda. Y allí su cabeza
quedó desnuda,
noble y franca: “os salvará.
Si los
muchachos os salen al camino, déselo,
enséñeselo,
señor, y os respetarán.
Su persona y
cuanto usted lleve serán sagrados,
cuanto usted
ha hecho, señor, no lo olvidarán”.
5.
Ha pasado el tiempo y regresaron las
cigüeñas,
por el cielo
vuelan rápidos los cuervos de Odín,
las nubes del
verano descargaron tormentas,
las frentes
descargaron sus sueños de marfil.
María es
libre. Sucedió la realidad al sueño,
una galera de
corsario vino a partir
y en ella el
teniente Juan Pedro, tomando asiento,
viajó, por
campos y aldeas, queriendo dormir.
Era una fila
larga de galeras, de Osuna,
de Estepa,
Granada y Málaga, Puente Genil;
era una
caravana inmensa, los mayorales
gritaban,
restallando el látigo; y el gemir
de cascabeles
y campanillas descendió
entre galera y
galera. Un viaje feliz.
De repente,
salen de un olivar los jinetes
que avanzaban
con sus retacos. Día sin fin.
Era la partida
del Tempranillo, sus órdenes
detuvieron los
carruajes, y aquello fue el fin
de tantas
horas lentas sin interés ni historia;
fue saqueo y
robo y ver los pájaros ir.
6.
“Tengo que hablar en secreto”, le dijo el
teniente
a uno de los
bandidos, “con don José María”.
Llamó el
caballista a su capitán y le dijo:
“¿Qué se le
ofrese, amigo?” Ya declinaba el día.
Entre las
nubes volaban los cuervos de Odín.
Por toda
respuesta, arañándose una herida
-apenas un
rasguño-, el teniente sacó
el pañuelo. El
Tempranillo palidecía.
Enmudeció,
surcó su frente un sudor frío
y al pronto su
voz, transfigurándose, decía:
“¡A ver! El
baúl del caballero. Que su manta
y su capa se
coloquen aquí, retenidas;
¡y que naiden
lo toque!” El caballero miró
a los ojos
nobles del sargento: “lo que usté
hiso por mi
pobresita mujé”, repetía,
“lo sé too y
aonde esté José María, usté
será siempre
el amo”. Su cuerpo tenía
el temblor
frío de los hombres que están callados.
7.
Miró el pañuelo de María. Entre sus dedos
tenía apretada
la seda, de color caña,
con una cenefa
de pájaros de colores;
la tarde
vencía ya al fulgor de la mañana:
lloviznaba; el
leve temblor del sentimiento
eran las voces
rudas que hablaban sin palabras.
Querido Mariano, me ha encantado este poema.Es tuyo?? Muchos cariños desde Lima.
ResponderEliminarSí, yo soy el autor; relato sucesos reales de la vida del Tempranillo; o quién sabe, tal vez creemos que son históricos y en realidad sólo son legendarios.
ResponderEliminarTempranillo es para tenerlo en la mirada, en la sensación y en este pañuelo que tanto ha sido el salvoconducto en dramas de Lope, de Tirso, en fin, ahora en mi bolsillo con estos versos que arropo entre sus pliegues:"la tarde vencía ya al fulgor de la mañana:
ResponderEliminarlloviznaba; el leve temblor del sentimiento
eran las voces rudas que hablaban sin palabras."
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl código de los bandoleros. El respeto al código que, no es otro que el respeto al ser humano.
ResponderEliminarMuy bonito Marianito.
Elvirita
Gracias. He querido introducir un poco de humanidad.
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