viernes, 10 de agosto de 2018

¿QUÉ QUIERE DECIR EDUCAR?




¿QUÉ QUIERE DECIR EDUCAR?  
  

            Muchas veces nos hemos preguntado qué es la educación. Sabemos que esta palabra procede del verbo “duco”, que en latín significa “guiar”, “conducir”; es el mismo significado que encontramos en la palabra “pedagogía”: de “paidos” (niño) y “agogé” (conducir). Si la educación, como la pedagogía, es el arte de guiar a los niños, la pregunta es: ¿hacia dónde los guiamos? ¿Cómo los llevamos, con qué objetivo?
            Con el mismo verbo se forma la palabra “demagogia”: el arte de guiar al pueblo; demagogia es conseguir que se vote democráticamente lo que tú querías que se votara, y para eso hay que seducir, maravillar a tu público, a veces embaucarlo; la demagogia es una desviación de la democracia donde el pueblo no vota lo que quiere sino lo que le da la gana; y le da la gana cuando se siente arrastrado por el verbo irresistible de un orador, que, como un corderillo, lleva al pueblo adonde quiere y hace creer que vota cuando la verdad es que se siente atraído como un imán: hacia ti, que eres el guía del pueblo. Guía, de “duco”, se dice “duce” en italiano, así llamaban en Italia a Musolini; Ceaucescu se hacía llamar “conducator”. ¿Es el educador un guía como Ceaucescu y Musolini, entendidos respectivamente como conducator y como duce? ¿Adónde conduce a los niños? ¿Qué tipo de guía es para ellos?
            Se conduce el coche para ir a algún sitio. Por ejemplo, yo quiero ir al museo del Prado. Pero James Mason también condujo a sus adeptos al suicidio. Hay sectas en las que se va adonde nos lleva el lider, y se hace lo que el lider quiere. ¿Es la educación un viaje en el que se va adonde nos lleva el educador? ¿Adónde nos quiere llevar? ¿En qué tipo de coche se emplea como conductor?
            La pregunta es: ¿de dónde salimos para realizar ese viaje? Si salimos de la escuela lo lógico es que se vaya a sitios como el museo del Prado. Si salimos de un entrenamiento es lógico que vayamos a jugar un partido. Si salimos del niño es lógico que vayamos adonde nos lleve la naturaleza del niño. Y ¿qué es un niño? La semilla de un adulto. Y ¿qué hay en esa semilla? Inteligencia, sensibilidad, hay un ser sociable, un cuerpo que crece, y voluntad. La educación no debe consistir en llevar al niño adonde nosotros queremos que vaya,  sino adonde su naturaleza quiere ir; que no suele coincidir con lo que el niño quiere. Un niño quiere grasa, pero su cuerpo pide verdura; quiere un móvil, pero su mente pide un libro; quiere lo que tienen los demás, pero su corazón le pide sólo lo que es suyo. Cuando le das a alguien lo que pide es demagogia; cuando le das lo que necesita (es decir, lo que le pide su naturaleza), aun en contra de su voluntad, entonces lo educas; educar es alimentar el espíritu como criar es darle alimento a su cuerpo.


            Sigamos con el símil de la democracia. En una verdadera democracia el pueblo no debería votar lo que quiere, sino lo que necesita; en caso contrario no sería democracia sino demagogia: y el pueblo, en lugar de ir adonde lo lleva su libertad, iría adonde lo llevan los políticos. Los niños todavía no saben hacer uso de su libertad, son menores de edad, no saben conducirse. Por eso necesitan un conductor, que es el maestro; el maestro no tiene por misión hacer a los niños a su imagen y semejanza, sino a imagen y semejanza de sí mismos. El maestro no es un cristal donde el niño tiene el modelo de lo que tiene que ser, sino un espejo donde él mismo se refleja. El buen maestro no te hace como él quiere que seas, sino que te deja crecer como tú eres.
            Hay maestros, y padres, que quieren que sus hijos sean unos cerebritos, y desarrollarán su mente olvidando que tienen cuerpo, y harán de ellos unos ordenadores, unos robots, unos sabios que no sabrán moverse, unos cuerpos paralíticos. Otros querrán convertirlos en atletas y desarrollarán su cuerpo, pero serán brutos. ¿Para qué lo desarrollarán? ¿Para ser felices, o para ganar títulos? ¿Se puede perder la infancia por culpa de una disciplina férrea que nos haga, como Nadia Comanechi, atletas de primer nivel? También los cerebritos participan en concursos, competiciones, olimpiadas del conocimiento. También ellos ganan títulos. ¿Para qué? ¿De qué te sirve la biblia en verso si te falta asertividad, empatía, inteligencia emocional, saber estar en tu saber ser?
            La semilla de los instintos éticos tiene que desarrollarse con ayuda del maestro. Y la autonomía, el niño tiene que aprender a estudiar solo a medida que vaya creciendo. También necesita desarrollarse en la sociedad: conocer el mundo en el que vive, saber adaptarse sin que el mundo se coma su libertad; hay que plegarse a la realidad que nos rodea porque si nos empeñamos en vivir en otra época distinta de la nuestra  la realidad se encargará de hacernos morder el polvo; pero también, como don Quijote, tenemos que aprender a luchar contra el mundo cuando el mundo te exige que dejes de ser libre y te impide el normal desarrollo de tu capacidad: que hay que luchar contra el mundo sin dejar de tener los pies en él, buscar en la tierra el suelo más favorable para nuestra semilla y que allí podamos plantarnos.
            Desarrollar nuestra inteligencia, no imitar el pensamiento de los otros (aunque lo podemos usar como modelo).  Desarrollar nuestro cuerpo, no hacerlo esclavo de objetivos contrarios a la naturaleza (aunque el mundo puede plantearnos nuevos retos). Desarrollar nuestro corazón, no inflar nuestro cerebro a costa de él: que seamos capaces de sentir pensando y de pensar sintiendo, y de creer en las cosas del corazón aunque a veces no las pueda explicar nuestra cabeza. Debemos desarrollar la inteligencia alimentándola con nuestro cuerpo, con nuestros sentidos, con la sensualidad, la piedad de la empatía, la seguridad en sí mismo, la firmeza: una mente bien asegurada está en un cuerpo bien completo; y no usa el ejercicio para combatir la masturbación, como se hacía antes, sino para equilibrar nuestros deseos; porque la educación, lejos de reprimir el desarrollo, lo que debe hacer es desarrollar lo que tenemos dentro.
            Y eso es, en definitiva, la educación: un viaje al interior de nosotros mismos, un camino donde alimentamos, para que crezca, la semilla de lo que somos. El mundo puede tirar de nosotros para que nos plantemos en él, y eso es bueno. El maestro debe ayudarnos a encontrar el camino cuando nos perdemos, llevarnos fuera para desarrollar nuestro ser: sacándolo fuera, sí, pero sacándolo de dentro. Educar es salir de sí para reencontrarse y hacer lo que nos recomendaba Nietzsche: ¡conviértete en lo que eres!








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