viernes, 16 de marzo de 2018

A VUELTAS CON EL AMOR




A VUELTAS CON EL AMOR


            No es la primera vez que me acerco al significado de esta palabra. Tampoco será la última. La psicología de Maslow me sugiere algunas ideas que pueden ser fecundas y que intentaré desarrollar ahora, pero nunca he entendido bien lo que Maslow quería decir aunque lo dijera de manera sugestiva; lo tomaré, pues, como punto de partida y desarrollaré puntos de vista que sería injusto atribuirle a él, aunque se le acerquen mucho; cuanto aquí se vierte es, pues, fruto de mi propia reflexión; pero debo reconocerle a él la paternidad de las líneas maestras.
            Podría decirse que el amor es un árbol cuya raíz es el cuerpo y cuyo follaje es el espíritu. Por cuerpo entiendo materia bruta; por espíritu, materia elaborada; el cuerpo tiende a conservarse encerrándose en la rigidez, que pesa; el alma son las formas que, lejos de hacerse duras, se vuelven ligeras y vuelan. Pues bien, las raíces donde crece el amor son nuestras necesidades primarias: comer, beber, dormir, abrigarse, copular… ¿Se imagina alguien a dos enamorados que no tengan abrigo ni pareja ni comida? No. Por eso dice el refrán: contigo pan y cebolla. La palabra latina “amor” está relacionada con la raíz indoeuropea “*amma” (en nuestro caso “mama”), que es la voz con que los niños llaman a la madre; la madre da el alimento, el sueño, el calor, todo el sustrato material que el bebé necesita para desarrollarse; de hecho, el vocablo “mater” significa también materia y madera. Podríamos decir, pues, que donde no hay materia no crece el espíritu, del mismo modo que donde no hay fuego no puede haber humo. Dice el refrán popular: donde no hay mata no hay patata. La raíz le suministra a la planta la sustancia nutricia para poder crecer, y amar, en ese primer sentido, es satisfacer las necesidades biológicas más primitivas del ser humano; hay padres cuya única forma de amar a sus hijos es darles comida, cama y dinero; y darles todo lo que les piden es para ellos darles todo; no entienden que querer a los hijos pueda ser algo más.
            Pero claro, no basta con que el alimento llegue hoy a la raíz: hace falta tener la seguridad de que mañana también llegará. Sería difícil que fructificara el amor en un lugar inseguro, y por tanto desprotegido, donde cada día es una incógnita sobre lo que nos deparará el futuro. La seguridad de que comeremos mañana la da el hogar: un hogar es ese sitio donde hay calor, descanso, protección y comida. Dos amantes no cultivan su amor cuando les falta agua, comida o sexo, pues donde no hay sexo no hay pareja que se ama (y entonces si se ama no es precisamente como pareja): es que quien presume de amor platónico, puro y sin sensualidad, muchas veces no quiere de verdad; el amor requiere contacto, siempre he tenido la duda de qué clase de amor era el que sentía Pascal por su sobrina: reprimido en una visión puritana de la religión, sin un beso, sin un acercamiento, sin una caricia; aquí no estamos hablando de tocamientos sexuales, que no vienen al caso, por supuesto, sino de caricias puras y tiernas. En cierta ocasión un viejo militante materialista presumía de que en su casa nadie se besuqueaba ni se andaba con zalamerías, pero todos se querían mucho; siempre dudé del cariño que crece con miedo al cuerpo: ¿puede ser amor verdadero? ¿Puede haber amor done no hay manifestaciones de cariño? También entra en crisis el amor cuando el futuro se hace incierto porque nos han quitado nuestra casa o nos hemos quedado en paro; o cuando vivimos amenazados por las persecuciones, donde se arriesga nuestra vida, la de los seres que queremos o, simplemente, nuestra supervivencia.


            Lo mismo que no hay edifico sin cimientos tampoco hay amor sin alimento; ni sin seguridad ni sin estabilidad; pero, al igual que los cimientos no son todo el edificio, tampoco podemos decir que el amor se reduzca solamente a comer y tener un hogar; esas cosas son necesarias, pero no suficientes. ¿Qué cosas, pues, le hacen falta al amor?
            El tronco del amor es el afecto. El bebé que mama, bebe, duerme, se siente seguro y vive confortablemente, morirá con toda probabilidad si su madre o su familia no le dan cariño. Y ¿qué es el cariño? Es el sentimiento de pertenecer a un grupo del que podamos decir que es nuestro hogar. El niño es feliz con sus padres, el joven con sus amigos y, como el adulto, también con su instituto, su universidad, su pueblo, su barrio o su equipo de fútbol. Pocas cosas saben tan mal como sentirse marginado. El ostracismo, la excomunión, el acoso, la prisión, son experiencias desgraciadas. Hay una película que se titula “Solo en casa” y otra cuyo título es “El niño rico”: en ambas se ve que los protagonistas tienen de todo en lo material, pero les falta el cariño; y no son niños felices; los niños pobres con casa y familia son más afortunados que los niños ricos que tienen casa, pero no tienen familia. Por las mismas razones solemos desplegar nuestras iras por defender lo nuestro. Amar es, así, arropar a la tribu que nos arropa, aunque lo que estemos protegiendo sean abusos e injusticias.
            El tronco es necesario, una persona satisfecha que no le tuviera apego a nada viviría siempre en el desasosiego. Pero de él salen las ramas donde brotan las hojas que corrigen sus defectos: en esas hojas está el valor de nuestras obras, la fuerza de nuestro trabajo, el vigor de nuestro sacrificio, el mérito; el amor a los nuestros se refuerza en el mérito que les reconocemos a todos, y entonces ya es amor crítico; no es sólo afecto, es también la estima que tenemos de nosotros mismos, pero no la que imponemos ni la que nos regalan sin merecerlo, sino la que nosotros mismos hemos conquistado con nuestro esfuerzo. El honor mal entendido es la fama, la soberbia, el orgullo, el miedo al qué dirán, la presión del grupo; pero el verdadero honor es la satisfacción del deber cumplido y el sentimiento de nuestra valía, y necesitamos que nos lo reconozcan: de lo contrario nos sentiríamos devaluados y disminuidos, y mal puede haber amor donde ha habido menosprecio. El amante que ignora a su amada aun queriéndola con locura la podrá querer como se quiere a la tribu, pero nunca como se quiere a las personas.
            Los pájaros alimentan a sus crías: quererlas es para ellos darles de comer.
            Las abejas viven seguras en el panal; nosotros, como ellas, vivimos tranquilos cuando tenemos un trabajo fijo; y quererse así es protegerse el uno al otro, pero poco más.
            Los animales viven arropados por la manada; y la manada no sólo les da comida y estabilidad, sino también sentimiento de pertenecer a ella. Quererse así es defender lo propio a costa de lo ajeno. Buscar la identidad del grupo sin saberla valorar, y despreciar las identidades ajenas. El creyente lucha contra los infieles (aunque los infieles tengan razón) porque no son de los suyos; el hincha de un equipo insulta a los hinchas de los otros equipos solamente por ser diferentes (porque no aman lo ajeno); y las naciones se combaten unas a otras porque desprecian la diferencia, aunque tampoco sepan valorar su identidad, si es mala o es buena. Es el espíritu de la tribu, el del rebaño, superior al de la colmena porque no sólo el grupo nos da seguridad, sino también afecto.


            Y luego está el espíritu crítico; el del mérito; el de quien no solamente se siente a gusto sabiéndose querido en el grupo, sino que es capaz de criticar al grupo (aunque no quiera) cuando no es justo con él o con los demás; cada uno puede, no ya sacrificarse por el grupo como hacía en el rebaño, sino sacrificar su pertenencia a él y separarse cuando el grupo no lo merece. No es lo mismo ser excluido de la tribu que excluir a la tribu que no vale la pena; son dos formas de marginación, las dos por amor: pero una es un amor gregario y la otra un amor crítico; por eso San Agustín, cuando nos decía que había que amarse, no decía “ama”, sino “dirige”, es decir, ama con conocimiento de causa. No es lo mismo ser valorado por tus padres cuando no has hecho méritos que serlo y al mismo tiempo merecerlo; hay quienes les consienten todo a sus seres queridos y no se dan cuenta de que no deberían consentirlos; al menos no consentirlos sin crítica.
            Pero verse reconocido en sus méritos significa haber hecho algo para merecerlos; y cuando esos méritos corresponden a nuestra vocación, realizamos todas las cosas de las que somos capaces y a veces nos da energías el amor, como también nuestro amor le da energías al ser amado: entonces nos sentimos realizados. La autorrealización es a la vez el efecto y la causa del amor; del amor creativo, se entiende; por él trascendemos más allá de nuestras necesidades y trabajamos por el puro placer de trabajar, un poco a la manera como los griegos apreciaban el saber por el saber, practicaban la ciencia por gusto sin buscarle aplicaciones técnicas, y era el amor al saber sin necesitarlo: la búsqueda del saber gratuito. Precisamente podemos llamarlo trascendencia porque hacemos cosas que no necesitamos ni para vivir ni para crecer, pero que nos llenan de gozo y siembran plenitud en nuestro espíritu. Es el pintor que ya no necesita vender sus cuadros, y sin embargo sigue pintando.


            Hay padres que crían a sus hijos con un amor biológico y no conciben que el amor sea algo más que darles de comer, y atender con mimo sus necesidades básicas. (Amor que vemos en “Family life”, una película donde Ken Loach nos muestra a una chica infeliz en una familia donde la mayor felicidad, para la madre, es hacerle todos los domingos un pastel de manzana sin preocuparse por su desgracia).
Otros los crían con un amor servil, porque creen que querer a sus hijos es darles seguridad en el hogar, estabilidad en el empleo, brindarles protección; y se creen que los hijos, a cambio, tienen la obligación de obedecerles como el siervo pagaba con su mansedumbre la protección (por cierto interesada) que le daba el señor feudal. Es, por así decirlo, el espíritu de la colmena.
El amor tribal o gregario es el de los padres que sienten por sus hijos un afecto que va más allá de los cuidados que les dan, y les prohíben salir con jóvenes que a ellos no les gustan.
Por último el amor crítico es el de los padres que corrigen a sus hijos si hace falta y los elogian si lo merecen; el que no tienen, precisamente, quienes por confundir el amor con la tribu confunden también el honor con la reputación, con el miedo al qué dirán, y esconden sus vergüenzas bajo las apariencias; amor crítico es el de los padres del joven Billy Eliott, que le animan a dedicarse a la danza en contra de la opinión de quienes piensan que la danza es cosa de niñas, sin miedo a la mala reputación que les devolverá el entorno; y en contra de los padres del joven que, en “El club de los poetas muertos”, se ve obligado por ellos a estudiar derecho o medicina (no recuerdo ya), despreciando la vocación de actor que tenía el pobre muchacho. Por último, la relación de Mozart con su padre puede ser un buen ejemplo de amor creativo; o no.
            También podemos buscar ejemplos, no ya en la familia, sino en la pareja. Los instintos de dos amantes obsesionados sólo con el sexo son un ejemplo de amor biológico. La sociedad que obliga a la mujer a servir a su marido a cambio de que, con su sueldo, éste le dé protección, es un ejemplo de amor servil; por supuesto que el poder lo tiene quien lleva el sueldo a casa, y que la protección que la mujer recibe a cambio, al privarla de iniciativa, la convierte precisamente en desprotegida: en esa casa la mujer no tiene acceso a la toma de decisiones. El amor de Tony por María en “West Side Story” es un buen ejemplo de amor gregario, que intenta, sin éxito, escapar a la influencia de la tribu, lo mismo que les pasaba a Romeo y Julieta. Y lo fue también, quizá, la historia de Bonny y Clyde. Jimena, en “El Cid”, de Corneille, consigue finalmente escapar al amor gregario cuando comprende que la muerte de su padre a manos de su prometido no supone un obstáculo para que Rodrigo y ella se quieran: entonces aparece el amor crítico; como el que se profesaron, probablemente (quién sabe, acaso no), Darwin y su esposa, ella profundamente religiosa y él un ateo convencido; y si no se respetaron, debieran haberlo hecho. Pero la relación entre El Padrino con su hijo menor puede ser un buen ejemplo de amor crítico; y conflictivo. Como lo fue también el amor de Frida Kahlo. Por último, María Slodowska y Pierre Curie formaron una pareja donde el amor creativo unió sus vidas; lo mismo puede decirse de Carl Sagan y Lynn Margulis. Obsérvese que el matrimonio Curie, al profesarse un amor creativo, también sentían el uno por el otro amor crítico, gregario, servil y biológico; pero la protagonista de “Historia de O” o de “El último tango en París”, o quién sabe, tal vez de “Instinto básico”, al sentir un amor servil y biológico se quedaron en él: su relación nunca pudo ser ni crítica ni creativa. El todo incluye a la parte, pero en una parte no se contiene el todo; para decirlo con otras palabras, quien puede lo más puede lo menos, pero nunca sucede al revés.
            ¿Cuál es el tipo de amor que hemos levantado en nuestra vida?




2 comentarios:

  1. " Podría decirse que el amor es un árbol cuya raíz es el cuerpo y cuyo follaje es el espíritu. Por cuerpo entiendo materia bruta; por espíritu, materia elaborada; el cuerpo tiende a conservarse encerrándose en la rigidez, que pesa; el alma son las formas que, lejos de hacerse duras, se vuelven ligeras y vuelan. Pues bien, las raíces donde crece el amor son nuestras necesidades primarias: comer, beber, dormir, abrigarse, copular… ¿Se imagina alguien a dos enamorados que no tengan abrigo ni pareja ni comida? No." Una grata y reflexiva mirada al amor en esta humanidad. Pienso que debemos amar en una mixtura de amores, el crítico con el creativo con el gregario, tratando de dar equilibrio a este sentimiento que nos hace más humanos y menos " bestias" , porque en esta Tierra, el amor se olvida, se hunde en su raíz, no la dejan que corra, la cortan, dejan morir al,tronco y morir al otro. Nuestra 🦉 Lechuza hoy nos ha hecho pensar, pensar y permitir que fluya nuestro amor.

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  2. Totalmente de acuerdo. Aunque a veces, cuesta reconocer cada tipo de amor y llegar al todo aparece laboriosísimo.

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