RECORDANDO A CHARLIE
El mes de enero
del año 2015 será, para siempre, el mes en que unos desalmados mataron a sangre
fría a unos dibujantes.
1. El extravío.
Los jóvenes
rechazados buscan calor en las islas de las sirenas; que convierten el calor en
fuego y se abrasan mientras abrasan a los que abrazan.
Es el rapto
del alma; parece un impulso del corazón y es arrebato de las tripas: así tu
odio parece bondad y crees que construyes al destruir, y te destruyes a ti
mismo en el heroísmo donde tú crees que te salvas.
2. El cielo y el infierno.
El
colmo del engaño es hacer del heroísmo una máscara con la que disfrazas la
vileza, la bajeza, lo despreciable, lo nauseabundo y lo repugnante. Tu peor
castigo es llamar al cielo y que no te abra dios: te estará esperando el
infierno donde se retuerce el remordimiento de tu alma. Y tu vida, la verdad,
será tan sólo esperpento; un horrible despertar cuando mires la verdad
desengañada.
3. Los asesinos.
Eres
culpable, grandísimo héroe de la espada de Alá. El propio Alá te desprecia.
Mahoma, a quien vengaste, no querrá saber nada de ti; se avergonzará de ti y
pedirá perdón por lo que hiciste en su nombre, porque el ser vengado no quería
que lo vengaras: ni lo quería, ni lo necesitaba.
4. Los predicadores.
Y
también son culpables los que te empujaron a hacerlo. Los que te enseñaron el
odio de un dios que necesitaba amor, aunque lo dijera en el Corán con palabras
exageradas. Los maldecirá Alá y los maldecirá Mahoma y querrán, para volver con
ellos, que os desprendáis de la espada.
5. Los fariseos.
Porque
también era culpable la sociedad que os arrojó a la marginación. La que engordó
a los ricos quitándoselo a los pobres, disfrazándose de crisis. Esa sociedad
que maltrataba a los mismos que vosotros elegisteis para maltratarlos. Entre
unas víctimas que mueren y otras víctimas que matan ¿dónde están los culpables?
No hay duda: los culpables siempre son los que matan; aunque unos maten con la
bolsa y otros maten con las balas.
6. Los redentores.
Todas
las sociedades tienen sus pobres, sus parados, sus desesperados, sus enfermos,
sus excluidos; esa masa de personas que vive en los márgenes está más o menos
atendida en las sociedades sanas; y en las sociedades enfermas viven
abandonadas a su suerte, a la merced de cualquier aventurero que venga a sacar
de ellas su capacidad de hacer daño. Lo hizo el partido nazi, lo hizo el
partido fascista, lo hicieron Atila y Gengis Khan, lo hacen los predicadores de
la yihad.
Otras
veces vienen a rescatarlos del abandono del Estado las gentes buenas: lo hizo
Jesucristo, lo hizo Gandhi, lo hizo Mandela, lo haría Mahoma; lo hizo, quizá en
sus primeros tiempos, el partido bolchevique; pero muchas veces los movimientos
se convierten en sus contrarios, el bolchevismo se vuelve estalinista y el
cristianismo se vuelve inquisitorial; y todo se desbarata.
7. La pobreza.
Hay
que atender a los que sufren para que dejen de sufrir (y, accesoriamente, para
que no hagan sufrir a otros). El sufrimiento tiene un límite y cuando traspasa
ese límite se convierte en maldad; no todos los que sufren son malvados, pero
todos los malvados empezaron sufriendo alguna vez. Le sucedió a Hitler. Le
sucedió a Franco. Le sucedió a Saddam Husein. Ser pobre no es ser malo, pero
ser malo es haber sido pobre algún día. Haber tenido carencias. Haberle faltado
a uno (durante mucho tiempo) lo más básico y elemental; muchos palestinos,
cansados de sufrir sin esperanza, han abrazado la causa de la venganza, y han
empezado a votar a Hamás.
8. El sufrimiento.
Las
gentes que sufren mucho necesitan solidaridad. Pero si no les ayuda nadie dejan
de ser pobres indefensos; a poco que vengan a arrollarlos las fuerzas de la
maldad: gentes que prediquen el odio, gentes que les den armas, gentes que les
enseñen las formas de hacer daño. La gente que sufre con los ojos cerrados da
pena, pero cuando los abre también puede dar miedo: porque el mundo ha puesto
en sus retinas la semilla del odio y eso es lo único que ven; la falta de
humanidad.
9. La locura.
El
idealista tiene esa locura que podríamos llamar generosa; la que puede
sacrificar su vida, si es preciso, por los demás; pero no por sacrificar tu
vida tienes por qué ser idealista, a lo mejor eres depresivo, demencialmente
crédulo, o desesperado. Un mártir es el que muere por la fe, no el que mata por
ella (aunque a consecuencia de sus crímenes también él mismo muera).
Que
se lo pregunten a Erasmo, a don Quijote; hay locuras de daño y locuras de sentimiento:
sólo las primeras alimentan la vida, volviéndola apasionada, poniéndole
entusiasmo: ilusión; pero las primeras sólo buscan hacer daño, o suprimir el
propio sufrimiento en el abrazo de la muerte; llevándose por delante, muchas
veces, a toda esa gente que quiere vivir y no le dejan.
10. Los infieles.
Es
inhumana toda doctrina que levanta a dios, o a la patria, contra la humanidad.
Porque al ser humano ¿quién lo hizo? Dios. Volverse dios contra la humanidad es
volverse contra sí mismo; contra su propia obra; y llamar a la muerte de los
infieles es matarse a sí mismo porque un solo hombre que muere es como si dios
muriera. ¿Cómo va a querer volverse contra los suyos, contra los seres que ha
creado, sólo porque unos crean y otros no? Dios se mata también cuando los
mata.
11. Los mártires.
Inmolarse
para ganar el cielo es querer vivir, y matar a otros para conseguirlo es el
supremo acto de egoísmo: privar a otros de vida para que vivas tú. Aunque sea
en la otra vida. Morir para vivir matando es mezquindad; hacerlo en nombre de
dios es volver mezquino a dios; y dios es sumamente bueno; lo dicen todas las
religiones: no se puede matar mezquinamente en nombre de dios.
12. Las imágenes.
Todavía
hay ciegos que ven la letra y no el espíritu. La letra es lo que se ve con los
ojos del cuerpo: las señales, los dibujos, las palabras. El espíritu es lo que se
ve con los ojos del alma: el sentido, el fondo, la intención. Hubo una caricatura
que representaba a Mahoma y el único espíritu de esa imagen era el perdón. Los
ciegos, los que sólo ven con el cuerpo, se quedan con el dibujo y se ofenden y
matan; pero los verdaderos musulmanes son los que saben ver con el alma.
Jesús
les dijo a los que le acusaban de no cumplir la ley al pie de la letra: el
sábado se ha hecho para el hombre, no el hombre para el sábado. A veces la
mejor manera de honrara dios es ayudar a
tus semejantes; aunque esa ayuda tenga que darse en los días de fiesta.
13. La risa.
-Reírse
es ver las cosas desde lejos; la risa es poner distancia entre nosotros y lo
que nos pasa; tú te das un tropezón y te duele el dedo gordo, pero te paras, te
ríes y entonces parece que te duele menos.
-Pues
por eso precisamente, si la risa es buena y las religiones quieren lo mejor,
deberían hacer que la gente riera.
-Pero
hay una diferencia: las religiones buscan el bien… en la otra vida; el goce es
aplazado al más allá y aquí sólo nos queda sufrir para merecerlo.
-La
vida es un valle de lágrimas.
-Eso
es. La religión es poner distancia entre nosotros y el placer, puesto que el
placer se aplaza para cuando estemos muertos. En cambio la risa es poner
distancia entre nosotros y el sufrimiento.
14. La yihad.
La
yihad es un esfuerzo por matar dentro de sí las fuerzas que se oponen a la
vida, no por matar las fuerzas vivas que tenemos alrededor.
15. El respeto.
-Vuelvo a
lo del principio: ¿por qué es la risa una falta de respeto?
-No
tiene por qué serlo. Respetar a una persona es aceptarla tal y como es; si nos
reímos de que una persona es bajita, estamos negando las cualidades que le ha dado
la naturaleza; estamos atentando contra su vida, estamos rechazándola. La burla
es poner distancia entre los otros y el placer de vivir.
-¿O sea,
que cuando nos burlamos de alguien es para que sufra?
-Eso es.
-Igual que
hace la religión.
Silencio. Tiempo
para salir de la perplejidad.
-Parece…
Pero hay una diferencia: hay religiones que quieren que suframos para ganarnos
el derecho a gozar después de la muerte; la burla nos hace sufrir sin darnos
nada a cambio, sin prometernos ninguna salvación para más tarde.
-Entiendo.
Y las caricaturas de Mahoma ¿hacen sufrir a Mahoma?
-No. Hacen
sufrir a quienes lo adoran.
-¿Por qué?
-Se sienten
ofendidos.
-¿Por qué?
-Porque no saben
que dios disfruta cuando nos ve disfrutar. Para ellos la risa es un pecado.
16. La piedad.
Hay
dos cosas que necesitamos: ver las cosas con distancia para no sufrir con lo
malo, y verlas desde cerca para sentir el sufrimiento ajeno: esta cercanía,
esta identificación, nos mueve a evitarles a los demás el dolor que no queremos
para nosotros; es la empatía; empatía es sentir y pensar lo que los otros
sienten y piensan, y no desear para ellos lo que no nos gustaría que nos
hicieran: ése es el verdadero respeto; aceptarlos como son sin castigarlos por
culpas y pecados que sólo están en nuestra imaginación. La gente no es como tú
la ves, y quien no sabe reír no le rinde culto a la vida, sino a la muerte.
17. Los márgenes.
Dos
clases de sociedades hay: las que tienen sus márgenes llenas de excluidos y las
que los tienen vacíos. La Francia republicana ha pugnado por dar cabida a
todos, pero lo que los ideales hacían se desmoronaba soterradamente a causa de
sus realidades.
18. La marginación.
Cuando
una sociedad enferma, empieza a segregar cada vez más gente hacia sus márgenes;
gentes sin trabajo; sin salud; sin escuela; sin alimento; gentes in identidad,
es decir sin hogar, sin un lugar donde sentirse acogidas, sin cariño, sin
calor, y sin cobijo. En Ayacucho había indios que iban a estudiar a la ciudad,
junto a los blancos; y no se querían sentir indios porque como indios se
sentían disminuidos; pero tampoco eran aceptados por los blancos, y en ninguna
de las dos culturas se sentían acogidos; una cultura es una casa donde se
acurruca el espíritu, como el hogar es esa casa donde se resguarda nuestro
cuerpo. Escucharon la prédica maoísta, encontraron un esquema donde arrullar su
mente, unos amigos donde encontrar afectos, y engrosaron las filas de Sendero
Luminoso: la guerrilla más sanguinaria de América latina.
19. Francia.
Muchos
argelinos se instalaron en Francia después de la guerra. Allí vivieron. Allí
encontraron casa, escuelas, sanidad, protección a la familia, protección de
desempleo. Pero lo que Francia les daba era un mundo material. Casa, trabajo,
dinero, profesores y médicos. El universo espiritual de Francia se les
escapaba. Despreciados en el trabajo, ignorados por muchos alumnos, por algunos
profesores también, y con el dinero dividido entre Francia y Argelia, su casa
se convirtió, a fin de cuentas, en una pequeña Argelia; vivían en Francia y,
dentro de Francia, había miles de pequeñas Argelias. Se les llamaba ratones.
“Árabe” era una palabra peyorativa. “¿Tienes tu carnet de identidad?”, les
decían en la calle. “¿No? ¡Pues te callas!” Y así, en lugar de hacer una
Francia llena de franceses de Argelia, sembraron millones de Argelias en
Francia. Francia se llenó de agujeros.
Como un queso gruyère. Hasta que estalló una insurrección que hizo
temblar las ciudades francesas.
Un día se
dieron cuenta de que esos argelinos que no querían ser tenían vedada esa
Francia que los rechazaba; una Francia de realidades que empezaban a minar sus
ideales; libertad, igualdad, fraternidad: sólo palabras. Y ocurrió que poco a
poco se fueron impregnando del calor de los conversos; de esa casa espiritual
que estaba sembrando en ellos la yihad islámica; sus sacerdotes predicaban el
odio, y ellos se reconocieron en él. El mismo odio que habían estado recibiendo
en sus vidas, el mismo que empezaron a sentir cuando la crisis les quitó las
ventajas materiales. Sin un hogar espiritual, huérfanos de Francia y Argelia,
ahora se encontraban también sin casa y sin empleo; los asesinos de Charlie
Hebdo vivían, curiosamente, de la asistencia francesa; como si escupieran en la
mano que les daba de comer, si no fuera porque esa misma mano, no siempre, pero
algunas veces, había escupido antes sobre ellos.
Los
periodistas de Charlie, después de haber perdido bajo las balas a doce de los suyos,
sacaron a la luz esa otra Francia que estaba oculta: la que respondía al odio
con amor; la misma que vivía de los ideales que en muchos otros franceses eran
cartón piedra y palabras huecas, la que dibujó a Mahoma con una lágrima triste
y un letrero que decía: “ya os he perdonado”; porque eran las propias víctimas
las que perdonaban a sus asesinos; identificándose con Mahoma: con el mismo
Mahoma que, cuando ellos se reían con sus caricaturas, también se reía con
ellos. Esa Francia grande, esa enorme Francia que quería sembrar el país de
franceses de Argelia y no de Argelias desoladas y muertas; de miles de Argelias
que, como un virus, minaban su salud y la ponían en peligro. Detrás de las
tristes realidades encarnadas en millones de franceses, estaban los hermosos
ideales encarnados en muchos más millones todavía.
Y
detrás de algunos miles de musulmanes que viven la realidad del odio hay muchos
millones que rechazan el odio que los domina.
20. El fatalismo.
El
vacío espiritual de los marginados crece ahora con un vacío material, con la
crisis económica; y sucede como le sucedía a Bécquer que, entre quien le había
envenenado el cuerpo y quien le había envenenado el alma, sentía que era
inocente.”¿Por qué acusarme? ¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?”
21. La libertad.
Sí.
Libertad es lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros. Lo había dicho
Sartre. No toda la culpa la tiene la historia, en el fondo de nosotros, aunque
sea negro, muchas veces (aunque no todas) puede haber destellos de esperanza.
Que se lo pregunten a Nelson Mandela.
Clara diseccion como siempre. Excelente explicacion de Francia.
ResponderEliminarElvira