LA RAZÓN CIENTÍFICA
La razón es una facultad compleja; lo que llamamos razón
es, pues, un conjunto de facultades más simples que se ordenan de cierta
manera. Según este orden, la actividad racional pasa por tres momentos
sucesivos: el planteamiento del problema (lo llamaremos momento vital); la
búsqueda de la solución (momento creador o poiético); y el robustecimiento de
la solución (o momento crítico, que puede conducir a destruir el edificio o a
darle solidez). No hay, pues, una razón vital, una razón creadora y una razón
crítica; son tres momentos de la misma actividad; y tres etapas también del
método hipotético-deductivo.
El método de las ciencias empíricas es el
hipotético-deductivo[1].
Consta de cuatro pasos, que son: observación de la realidad, formulación de
hipótesis, deducción de sus consecuencias y contrastación: abreviadamente,
observación (O), hipótesis (H), predicción (C) y experimento o prueba (ω). Vamos a examinarlas
una por una.
Observación.
Normalmente empieza con una experiencia espontánea que nos plantea un problema,
ante todo vital, luego teórico y por último técnico; la pregunta teórica
atraviesa por un momento analítico (empírico primero, luego abstracto) y otro
de síntesis descriptiva (un resumen o esquema que deja al descubierto alguna
pregunta). Al final nos planteamos una pregunta técnica en torno a cómo
resolver el problema.
Explicación. Si
el momento anterior intentaba averiguar qué ocurre y cómo, ahora se trata de
descubrir por qué las cosas ocurren así. La explicación pasa por tres momentos:
inducción, creación, y experiencia; la creación, más que la inducción, nos da
la hipótesis; la experiencia descubre, asociadas a la hipótesis, consecuencias
predictivas.
Prueba. Es el
momento crítico de la investigación, que tiene dos facetas: el control lógico
(que trata de comprobar la coherencia de las predicciones con las observaciones
y teorías admitidas anteriormente) y el control empírico (que trata de
asegurarse de que las explicaciones encontradas corresponden a los hechos).
Toda observación contiene ya elementos críticos, y hasta
poiéticos o explicativos; pero, al igual que los nervios están repartidos por
todo el cuerpo aunque se concentran especialmente en la cabeza, la crítica
atraviesa toda la investigación aunque se concentre sobre todo en el
experimento. Hay que destacar también que la síntesis descriptiva no debe
confundirse con la síntesis explicativa. En el primer paso, “síntesis” quiere
decir unión de todas las partes en un todo coherente; en el segundo, producción
de algo nuevo (en cuyo caso sucede que el todo es algo más que la suma de las
partes). También la inducción puede servir para reforzar el resumen (descripción)
o para darle sentido; se trata en este último caso de inducción explicativa.
El momento vital de la razón corresponde a la observación
científica; el momento creador, a la explicación (conformada por la hipótesis y
sus consecuencias); y el momento crítico, la fase de prueba (que abarca el
control, a la vez lógico y empírico), y es la crítica en definitiva. Vamos a
examinar en detalle todos estos pasos.
1.
MOMENTO VITAL.
Momento vital de la razón. Es la etapa
inicial en la que se plantean los problemas (y todo problema es vital). Sus
fases sucesivas son:
a) Experiencia espontánea. Es la percepción
no dirigida de la realidad, receptividad ante los estímulos del mundo. Cuando
Humphrey Davy respiró accidentalmente protóxido de nitrógeno[2],
empezó a encontrarse en estado eufórico. En la segunda mitad del siglo XX se
encontraron receptores morfínicos en animales que no estaban en contacto con la
droga, y esto sorprendió: ¿para qué servían?[3]
Otra feliz casualidad se produjo cuando Fleming observó la desaparición de
estafilococos contaminados accidentalmente por un moho verde[4].
En todos estos casos se producen descubrimientos casuales de fenómenos que no
se esperaban cuando se investigaban otros; lo sorprendente, la casualidad,
forma parte de la vida.
b) Percepción del problema. Es la
captación de un desajuste entre la realidad percibida y nuestras necesidades y
deseos. Algunas veces uno busca el remedio para los males que padece y, en esta
aventura vital, encuentra soluciones. Por ejemplo, el reflejo nervioso innato
de evitar el dolor se manifiesta en la búsqueda de sustancias anestésicas[5];
por eso todos los pueblos las buscaron: los mesopotámicos conocían el cáñamo
indio, la mandrágora y la adormidera; los griegos conocían el opio; los romanos
mezclaban polvo de mármol y vinagre; en los campos de batalla se administraba alcohol con pólvora (lo
llamaban pólvora negra); todos conocían sus efectos, pero ninguno sabía por
qué.
c) Pregunta vital. Si la experiencia
espontánea contiene a veces problemas no percibidos, el problema percibido (y
sentido) no es de entrada un problema pensado. Pensar el problema es ya
plantear una pregunta, y las preguntas vitales acaban siendo técnicas; pero
para resolver un problema técnico hay que pasar antes por la pregunta teórica. Una
pregunta vital es la que busca solución a algún problema de nuestra experiencia
cotidiana, a algún drama que se ha incrustado en nuestras vivencias. En los
casos anteriores la pregunta es: ¿cómo evitar el dolor cuando hay que pasar por
la cirugía? Hay otras. Por ejemplo Schliemann, arrastrado por su pasión por
Homero, un día se preguntó: ¿cómo podría hacer para encontrar los restos de
Troya?[6]
La admiración que sentía lo impulsó a desarrollar un verdadero programa de
investigación arqueológica.
d) Pregunta teórica. Es la consecuencia
inevitable de una pregunta vital. Si la pregunta vital era: ¿cómo encontrar los
restos de Troya?, la pregunta teórica sería: ¿será verdad lo que nos dice
Homero? Heródoto, Tucídides, Estrabón, ¿hablan de geografía e historia antes de
contar leyendas? ¿Hay alguna base científica en la literatura? Cuando Fleming
descubrió casualmente la muerte de estafilococos por el moho, se preguntó
primero: ¿produce el moho, al entrar en contacto con el estafilococo, un fluido
bactericida?[7] Como el hongo se llamaba
penicillium, Fleming lo llamó penicilina. Galileo, que vio los anillos de Saturno,
no supo identificarlos[8].
La pregunta era: ¿qué son? Para buscar una respuesta había que examinar primero
lo que estaba viendo. En resumen: que la pregunta teórica surge unas veces de
las preocupaciones en que nos sume una pregunta vital, y otras, del desarrollo
de un programa de investigación.
Hay
dos formas de analizar teóricamente la experiencia: el análisis penetrante y el
análisis inductivo.
i)
Análisis
penetrante. Consiste en abrir la superficie de la apariencia para ver lo que hay
dentro. Galileo, al enfocar sobre Saturno su telescopio de 32 diámetros de
aumento, vio dos protuberancias en sus lados; no comprendió lo que estaba
viendo, y supuso que eran compañeros que giraban con Saturno[9];
pero en 1613 los volvió a enfocar y comprobó sorprendido que estos compañeros
habían desaparecido; nunca entendió lo que pasaba. Más tarde, en 1655, con un
telescopio más potente, Huygens concluyó que se trataba de un anillo. También Schliemann,
después de estudiar a los clásicos, llegó a la conclusión de que Troya estaba
al pie de la colina Hissarlik, frente a los Dardanelos; que el río Escamandro
era el actual Menderes; y que su afluente Simois hoy se llama Dumbrek Su[10].
A medida que avanzamos en el análisis empírico o en la síntesis descriptiva van
surgiendo, normalmente, más preguntas; la pregunta teórica unas veces precede
al análisis (y le prepara el camino) y otras le sucede, y surge como
consecuencia del mismo. Sigamos con nuestros ejemplos.
ii)
Análisis
inductivo. Empieza por una síntesis-resumen y acaba analizando, por síntesis
inductiva, los distintos casos en que los mismos factores se han presentado
juntos, para concluir si la simple conjunción de ambos se puede convertir en
presencia de uno condicionada a la presencia del otro. Cuando el análisis ha
permitido la recopilación de suficientes datos es el momento de ordenarlos en
una agrupación articulada: la síntesis descriptiva. Es lo que hizo Schliemann
identificando y situando los lugares mencionados. Y, como resultado del
análisis de los textos de Pausanias, se dirigió a Micenas donde encontró un
tesoro fabuloso, también hizo una síntesis que daba sentido a los datos
articulándolos uno a la luz de los otros. Como podemos imaginar, todo resumen
es ya al mismo tiempo una hipótesis, una suposición, una conjetura; con lo
cual, al articular unos datos dispersos, toda síntesis va más allá de los
datos, se vuelve creativa. Y si en un yacimiento arqueológico como el de
Micenas se descubre una cantidad extraordinaria de vasos y de huesos,
inmediatamente surge una pregunta: ¿y esto qué es?
·
Síntesis-resumen. La realidad se
pliega sobre sí y se hace presente merced a la superficie que la envuelve, como
si fuera una etiqueta que anuncia parcialmente lo que tiene dentro.
·
Síntesis
inductiva. Creación que añade algo a objetos que funcionan como etiquetas. Hay
dos formas de síntesis creadora: la inducción (que actúa sobre objetos
plegados) y la poiesis (que lo hace sobre objetos abiertos).
e) Pregunta técnica. Es la búsqueda de la
solución, y por lo tanto creación de una situación nueva que resuelva el
problema planteado. Volvamos al ejemplo de la anestesia. Davy había descubierto
los efectos euforizantes del protóxido de nitrógeno. Picado por la curiosidad,
organiza sesiones “hilarantes” y descubre, espontáneamente, un efecto
secundario asociado a la exposición prolongada a tales gases: se trata de una
insensibilización a los golpes. Inmediatamente surge la pregunta: ¿puedo
utilizar este gas para insensibilizar a los pacientes antes de una intervención
quirúrgica?[11] Aparece así la técnica
del protóxido de nitrógeno como forma de anestesia. También Galileo, para
resolver algunos problemas, se planteó preguntas técnicas. Una fue: ¿cómo medir
el tiempo que tarda un objeto desde la torre de Pisa? (No había relojes, por
supuesto). Una solución fue tomarse el pulso y utilizarlo como cronómetro. Otra
posibilidad fue contar el número de gotas de agua que caían en el mismo
recipiente. Cuando el mismo Galileo quiso medir la velocidad de la caída de los
cuerpos, el problema fue: ¿cómo controlar la caída? Se le ocurrió una solución
ingeniosa: como plano inclinado utilizaría una tabla de madera; para evitar que
la bola se saliese por los lados, practicó un surco en el centro de la tabla; y
para ver si caía siempre con la misma velocidad dividió la tabla en tramos
iguales identificándolos con marcas laterales[12].
2.
MOMENTO POIÉTICO.
Llamamos
poiesis a la mirada interior que
provocamos abriendo la envoltura que les hemos puesto a los objetos. Se escinde
en dos momentos:
a) Análisis penetrante. Examen de objetos (tanto
perceptos como conceptos) desplegados, que muestran algo de su interior. La
inducción consiste en comprobar si dos fenómenos se producen siempre juntos; es
como si envolviéramos los datos que queremos estudiar, para aislarlos, y dejar
al descubierto los dos que queremos estudiar. Equivale a envolver el objeto que
estudiamos, ocultarlo; como cuando el cirujano tapa el cuerpo del paciente y
deja descubierta sólo la parte que quiere operar. Hemos visto que el análisis
penetrante consiste en abrir la superficie de la apariencia para ver lo que hay
dentro: como cuando abrimos una naranja. La inducción es una forma de síntesis:
tapamos todo lo que tenemos delante y sólo dirigimos nuestra mirada a los dos
aspectos cuya correlación queremos estudiar; y la estudiamos en términos
estadísticos. Por ejemplo, el consumo de energía eléctrica ha aumentado mucho
en invierno y ha disminuido durante el verano; compruebo el gasto de años
anteriores para ver si siempre ha sido así, es decir, si la relación entre
temperatura y consumo ha seguido siempre una proporcionalidad inversa. De igual
modo, por inducción, Pasteur descubrió que los cristales de ácido tártrico, que
presentaban una hemiedría (o disimetría), van asociados a una estructura molecular
también disimétrica[13];
y demostraría después que los ácidos orgánicos son dextrógiros, mientras que
los inorgánicos son levógiros.
b) Síntesis explicativa. Es la poiesis propiamente
dicha. Explica los fenómenos descubriendo otros que los complementan y dan
razón de ellos. A veces, por ejemplo, los elementos que se muestran siempre
juntos aparecen a nuestros ojos de manera evidente; otras sólo se muestra uno,
y el otro lo tenemos que inventar; o descubrir: y entonces la síntesis no se
hace mediante inducciones, ya sean éstas evidentes o intuitivas, sino por
creaciones: descubrimientos ingeniosos e imaginativos; ésta es la verdadera
poiesis. Para explicar cómo actuaban las drogas en el cerebro se supuso que
había receptores cerebrales especializados en los compuestos morfínicos[14].
Algunos suponen que el consumo de drogas puede deberse al estrés (una hipótesis
que no se ha podido comprobar). Lowell supuso que las irregularidades en las
órbitas de Neptuno y Urano se debían a la influencia gravitatoria de un planeta
que nadie había visto antes: pero que se descubrió después[15];
Leverrier y Adams también dedujeron matemáticamente la existencia de Neptuno y
Urano, antes de descubrirlos de verdad. En Saturno Huygens identificó los
anillos que vio Galileo sin poderlos identificar; y lo hizo porque vio, en su
telescopio más potente, que esa masa que rodeaba al planeta no estaba en
contacto con su superficie en ningún punto[16].
Para explicar la existencia de los anillos se supuso que, por encima de un
determinado límite (el límite de Roche), un satélite está demasiado cerca de su
planeta y estalla en pedazos que, bajo sus efectos gravitatorios, formarían un
anillo.
3.
MOMENTO CRÍTICO.
Si la poiesis
crea articulaciones posibles, la crítica las somete a prueba. La crítica pasa
por tres fases:
a) Inducción de hábitos. Se descubren, por
asociación de ideas, consecuencias de la hipótesis con propiedades
predictivas. La hipótesis es así una
poiesis inicial, y la asociación una poiesis derivada. Se trata de una síntesis porque se asocian de
manera significativa dos aspectos de la realidad; y esa síntesis también puede
ser inductiva, creadora o empírica, esta última provocada por descubrimiento o
por hábito. La fuerza del hábito: yo ya sé que si como cebolla me olerá el
aliento; que si conduzco bajo los efectos del alcohol me disminuyen los
reflejos; que no se puede estudiar en condiciones en una biblioteca donde hay
demasiado calor. Descubrimiento: la técnica del protóxido de nitrógeno conlleva
lesiones orgánicas (lo que no se sabía antes[17]);
si los satélites explotan por encima del límite de Roche, entonces si la luna
descendiera a menos de 18.000 kilómetros de la tierra estallaría en
pedazos; y, en unos cien millones de años, el satélite Tritón explotará para
formar un anillo sobre Saturno[18].
En estos dos últimos casos ya no se trata de deducir consecuencias de una
hipótesis por la fuerza de la costumbre, ni por descubrimiento; estas
consecuencias se predicen por cálculo. También Pasteur, cuando descubre que los
cristales de ácido tártrico y de tartrato y paratartrato son disimétricos,
también concluye que deberían polarizar la luz en sentidos contrarios.
b) Control empírico. Comprueba si las poiesis
generadas corresponden a fenómenos de la realidad que se está estudiando. Volvamos
a la hipótesis que supone en el cerebro la existencia de receptores morfínicos:
su verificación constituiría el control empírico; pues bien, esa hipótesis
conduce a dos consecuencias: la primera, que las sustancias morfínicas se fijan
en zonas específicas del cerebro; y la segunda, que la estructura del receptor
está perfectamente adaptada a la de la molécula; la primera se confirmó al
descubrirse que los receptores morfínicos se hallan en el sistema límbico (el
llamado cerebro emocional); y la segunda, al descubrirse sustancias imitadores
de la morfina (morfomiméticas) que acabaron llamándose endorfinas[19].
El control empírico (la contrastación de las hipótesis) asegura la validez de
las ideas formadas por observación empírica, haciendo surgir de ellas predicciones
que también se confirman observándolas empíricamente; la ciencia ya no razonará
a partir de axiomas (como hacían los antiguos), sino de hipótesis sacadas de la
realidad y que vuelven a ella[20].
Ya hemos visto que el descubrimiento de Plutón fue facilitado por el programa
de investigación de Lowell; a su muerte Tombaugh lo concluyó observando en
varias placas fotográficas un cuerpo celeste que se movía según las previsiones
de Lowell; resultó ser un planeta[21].
Otro ejemplo más: tras sugerir que los cristales izquierdos y derechos del
ácido paratártrico debían polarizar la luz de manera opuesta, Pasteur lo
comprobó experimentalmente[22].
Y uno más: después de concluir que en Micenas debía haber un tesoro, Schliemann
lo encontró.
c) Control lógico. Consiste en comprobar si
las poiesis son consistentes con los axiomas del sistema. Unas veces se
comprueba la coherencia del sistema antes de contrastarlo con los hechos;
otras, después. Recordemos el descubrimiento de Tombaugh: Lewell había
observado irregularidades en las órbitas de Neptuno y Urano, las había
explicado por influencia gravitatoria de un planeta oculto y con esos datos
había iniciado un programa de investigación que condujo al descubrimiento del
planeta cuya existencia se postulaba. Ahora bien, Bower, otro investigador
norteamericano, descubrió que los datos eran falsos: la masa de Plutón era
pequeña, y las anomalías orbitales se habían sobreestimado; y sin embargo el
descubrimiento se hizo; lo que indica que, a veces, se producen descubrimientos
verdaderos con datos equivocados[23].
A
veces un descubrimiento, como confirmación de una hipótesis, resulta
sorprendente y, de manera inesperada y lógica, conduce a otro descubrimiento[24].
Por ejemplo: se descubre, por un lado, que los receptores cerebrales de los compuestos
morfínicos se encuentran en el sistema límbico; y paralelamente se descubren
también receptores morfínicos en animales que no están en contacto con la
droga: ¿qué función desempeñan, por ejemplo, en el cerebro del cerdo? ¿Para qué
sirven? Estos descubrimientos conjugados conducen, ya lo hemos visto, al
descubrimiento de las endorfinas, y éste, a su vez, a la regulación del dolor,
la obesidad, el tono muscular y la conducta.
Una
investigación intenta dar respuesta, o no, a alguna pregunta vital. Pero las
preguntas vitales, sazonadas de respuestas no científicas en el entorno del
investigador, pueden producir retrocesos en el avance de la ciencia: es el caso
de las ideologías. La técnica del protóxido de nitrógeno como anestésico choca
con el rechazo de quienes consideran que el dolor es inevitable y el esfuerzo
por suprimirlo, impío[25].
Las ligas de la moral se alzaron contra la anestesia para el parto hasta que la
reina Victoria quiso, en Inglaterra, someterse a ella; la razón esgrimida
fueron las palabras del libro primero de la biblia: “parirás con dolor”; hasta
que las técnicas de parto sin dolor cuestionaron abiertamente el concepto
bíblico del parto.
Resumiendo.
Sobre la ciencia planea, por encima de las preguntas teóricas y técnicas, el
fantasma de las preguntas vitales; las vivencias que impregnan fuertemente
nuestras experiencias; deshacerse de ellas parece, por más que sea empeño de la
ciencia, una pasión inútil. Probablemente la ciencia desinteresada no existe.
[1] Consultar, en este mismo blog, el texto titulado
“El pis de los angelitos”.
[2] Messadié, Gerald (1989). Grandes descubrimientos de la ciencia.
Madrid, Alianza Editorial, 1000, biblioteca Newton; p. 43.
[3] Ibídem, p. 79.
[4] Ibídem, p. 178.
[5] Ibídem, p. 43.
[6] Ibídem, p. 231.
[7] Ibídem, p. 178.
[8] Ibídem, p. 47.
[9] Ibídem, p. 47.
[10] Ibídem, p. 232.
[11] Ibídem, p. 43.
[12] Asimov, Isaac (1969). Grandes ideas de la ciencia. Madrid,
Alianza Editorial, 1999; pp. 32-33.
[13] Messadié, ibídem, p. 185.
[14] Ibídem, p. 79.
[15] Ibídem, p. 184.
[16] Ibídem, p. 47.
[17] Ibídem, p. 43.
[18] Ibídem, p. 47.
[19] Ibídem, p. 79.
[20] Asimov, ibídem, p. 34.
[21] Messadié, ibídem, p. 184.
[22] Ibídem, p. 185.
[23] Ibídem, p. 184.
[24] Ibídem, p. 79.
[25] Ibídem, p. 43.
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