Era un maestro que iba de pueblo en pueblo. De
sus alumnos aprendía hartas cosas interesantes: aprendía, por ejemplo, a
enseñar. Uno se llamaba Pedro y otro Arcadio; otra era Elisa y otra Pilar; aquel
otro se llamaba Héctor; otro era Jesús y otra Cristal. ¡Tantos muchachos había…!
Así se le iban ocurriendo muchos pensamientos; muchos pensamientos sobre el hambre de educar.
LA VOLUNTAD
LIBERTAD Y FORTALEZA
¿Para qué
sirve la educación? ¿Qué pintaba él como maestro? Una frase, escuchada en una
película hacía una semana, le volvía a la memoria: “la libertad estimula el
corazón de los hombres fuertes”. Supo en seguida que ser fuerte no es más que
andar en busca de cosas buenas: te gusten o no. Pedro no era un hombre libre.
Estaba preso de sus caprichos. Su falta de fortaleza no haría de él un hombre
libre, sino un hombre vago.
Sépase, pues libertad
ha engendrado
en mi pereza
la pobreza.
Así lo había
dicho Quevedo. Si la libertad fecundara la pereza, nos empobrecería. Si
fecundara la fortaleza, nos haría ricos. Así también muchas razones,
disfrazadas de verdad, son armas que utilizan los vagos: los débiles; hay por
ahí mucho vago con inteligencia para convencerte de que tiene razón, aunque no
la tenga. Era misión del maestro combatir el capricho disfrazado de razones.
Llenarte de fuerza.
La libertad
es la cabeza templada en el corazón. El
corazón es el deseo templado en la cabeza.
En estas disquisiciones
estaba mientas esperaba que llegara el tren.
LA FUENTE DEL BIEN
Excava dentro. Dentro está la
fuente del bien, que siempre puede manar, si excavas siempre[1].
Marco Aurelio.
LA TEORÍA DEL TRAMPOLÍN
Nada
podía hacer: el daño estaba hecho. Intentó arreglar su metedura de pata pero
descubrió la teoría del trampolín: que cuando subes por las escaleras y,
sentado arriba, te dejas caer, ya no puedes detener el movimiento. Eso era lo
que le había pasado. Así pasa siempre con las relaciones humanas, que podemos
corregirnos cuando subimos e incluso cuando nos hemos sentado en lo alto del
trampolín, pero nada nos puede detener cuando nos lanzamos desde arriba: una
vez que caemos, ya no podemos parar. La prudencia consiste en sopesar los pasos
mientras estamos subiendo; pero, una vez lanzados, ya es inútil la crítica; y
es inevitable, para el error o para el acierto, que ahora sólo suceda lo que
tiene que suceder.
PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN
1
La razón
nos dice cómo es el mundo. Y también nos dice cómo actuar en él. Pero lo mismo
que no es posible comprender el mundo sin llegar a sentirlo, tampoco es posible,
sin llegar a sentirlo, entender nuestro deber.
2
Sentir el
mundo es padecerlo, pero cambiarlo es algo más: es pensar el sentimiento, y
pensar es concluir; concluir es decidirnos; decidirnos es cumplir; y cumplir lo
decidido, pues también cumplir es decidir.
3
Para
decidirnos hay que sentir el deber. Sentir el dolor del sacrificio y que no lo podemos
rechazar. Sentir el futuro necesario sin dejar que el presente paralice.
Disfrutar del esfuerzo con alegría. Sentir el sacrificio como si fuera un
placer.
4
La razón
es sentimiento diferido. Sentido del futuro ausente. Sólo sentir el presente
puede movernos a la acción. A veces sentimos las necesidades del futuro, y el
futuro, que es ausencia, se hace presente también. Tenemos que aprender a
sentir las necesidades no sentidas.
5
La
escuela nos hace libres. Autónomos. Hay autonomía de la inteligencia, que es
cuando aprendemos a estudiar solos; y autonomía de la voluntad, que es cuando
aprendemos a decidirnos a estudiar.
No es tan
fácil aprender a perseverar en el estudio. Lo difícil no es a veces aprender,
sino empezar. Comprometerse y cumplir lo prometido: he aquí donde se encuentra
la mayor de las dificultades.
6
Decidir
es comprometerse.
Cumplir
es perseverar.
7
Las
virtudes de la decisión son el compromiso, el atrevimiento, la obligación. Ser
decidido es tener corazón.
Las
virtudes de la acción son la constancia, la perseverancia o el tesón. Y la
paciencia.
Frente al
ardor del atrevimiento, la paciencia en la ejecución.
8
Decidirse
es obligarse a entrar en un camino.
Actuar es obligarse a caminar
por él.
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