NAVIDAD
Es el solsticio de invierno. Según donde estemos, puede ser donde el sol se hunde o donde se eleva a su máximo esplendor. Se hunde en el Mediterráneo, donde Proserpina fue condenada a bajar a los infiernos seis meses al año; cuando esto sucede la naturaleza se agosta, la vegetación se seca, se caen las hojas, y las flores, hechas fruto, hace tiempo que se marchitaron en el estómago de los animales. Y se eleva junto al Pacífico, donde el Sol es nuestro dios y nosotros somos los hijos del Sol; allí, en el Cuzco, la naturaleza vive al revés; y hace calor cuando nieva en el Mediterráneo y los indios, vestidos de colores, suben a Sacsahuamán al son de las quenas y celebran la fuerza de la vida encarnada en el sol.
La navidad es ante todo natividad: nacimiento; cuando muere la naturaleza nace el espíritu, libre de oropeles, en el cuerpo del más inocente y desvalido de los niños. Pareciera que cuando la naturaleza pierde fuerza se desnuda por fuera, mientras que por dentro vuelve a crecer. Ese niño, metáfora del espíritu, sólo podía ser inocente, vulnerable, desprotegido, pobre; tan débil por fuera como fuerte en su interior. Por eso le temen los poderosos. Asustados, como Herodes, por su fuerza, mandan matarlo pero Jesús ha nacido en Belén; en un pesebre donde no hay más lujo que la paja, donde sólo nacen los animales sin oropeles, donde se manifiesta la naturaleza en estado puro, en toda su desnudez. Y como Herodes no lo encuentra, manda matar a todos los niños en la seguridad de que, entre ellos, estará el niño cuya fuerza siente como una amenaza. La navidad también es la matanza de los inocentes porque hay quien se ofende si uno comete el pecado de mostrarse desnudo, de mostrarse como es.
Y es la huida a Egipto. Dejar tu casa para huir de la muerte, para abandonar los lugares que han sido hollados por las masacres, buscando refugio en un país desconocido donde a veces no hay una casa donde puedas, no digo ya crecer como persona, sino simplemente dormir y comer. Hay muchos refugiados en el mundo. Y Jesús es el patrón de los refugiados, de los perseguidos, de los desamparados, de los hambrientos, de los desvalidos, de aquellos cuya casa estaba en medio de una guerra y tú has tenido que quitarte de en medio para que no te cayeran los proyectiles de ninguno de los dos bandos. En esos casos huir no es propio de cobardes. La huida es la única arma que tienen quienes velan por su familia y no quieren matar y morir; sobre todo porque están en poder de las armas y los únicos desarmados son los inocentes y los pacíficos.
La navidad es, en fin, un árbol: símbolo de la naturaleza en las tierras de Europa central. Nosotros lo vestimos con regalos, con guirnaldas, con luces, con papeles de colores, y en la copa de ese árbol brilla, oh dios, la estrella de navidad. Vestimos a un árbol para celebrar al niño que representa a la vida en toda su desnudez. Y panderetas y zambombas, cantamos villancicos, pedimos el aguinaldo, celebramos la familia unida y comemos el turrón; como aquella otra familia que se fue a Egipto para escapar de la masacre de los inocentes; que en la adversidad crecen el abrazo y el cariño, los arranques tiernos que sólo se pueden saciar apretando al otro entre tus brazos, apretándolo bien fuerte, y el sentimiento se dispara en un corazón transido que ha volado por un instante para luego volver; en ese instante ha sentido la pérdida de la razón y es ese arranque indescriptible que sólo se puede sentir por unos padres, por unos hermanos, por el amor de los esposos, por un niño como aquel ser vulnerable, tan lleno de fuerza, que dicen que un día nació en Belén.
Feliz y grata Navidad mi querida Lechuza Literaria, no me olvides. Desde Perú 🇵🇪 🇪🇸☘️
ResponderEliminar