COMPOSTELA
I.
He viajado muchas veces en este tren.
He venido
muchas veces por esta vía.
Por las
noches lucen, si salimos de Ciudad Real,
las dulces
luciérnagas que la noche olvida.
Mas no es en
el cielo, en llegando a Puertollano,
no es en el
cielo donde las estrellas brillan,
sino en la
tierra: la faz del minero,
el sol del
vagón, la negra orilla
de las vetas
de polvo que en el rostro lucen,
negras como
el carbón que brilla;
no es en el
cielo donde hay luciérnagas,
millones de
estrellas, millones de vidas:
es en la
tierra; esas estrellas son
las luces de
la fábrica, la luz de los muertos
rota en mil
pedazos, muerta en vida:
eco de los
mineros
que murieron
en los brazos del grisú,
eco de los
obreros
enterrados
en los túneles de abajo,
allí donde
la tierra monta en cólera
porque
hurgaron en su vientre con pico y mina;
y allí, en
el vientre de la madre,
donde los
gases de una mala digestión
se juntan,
allí explotan,
inflamándose
en la luz del casco,
y aventan
con su furia roca rota,
y alejan el
carbón a trozos llenos
cuajados de
aristas: la explosión los fulmina;
y allá en el
pueblo, a la luz del juego,
rompen a
llorar, la desgracia grita,
el hijo, la
mujer, la madre, el padre,
cuando
cuenta el compañero las noticias:
ha habido
una explosión (les dicen)
que lo ha
enterrado en la galería
(y la cara
es negra,
y los labios
negros
llenos de
carbón en la tierra mía,
tragando
polvo mientras hablan,
escupiendo
tierra si respiran,
y los ojos,
blancos como una estrella
apagada,
lucen en la
cara negra ya sin brillo,
y la falta
de luz es la luz del compañero
que se acaba
de apagar allí, en la mina.
II.
He llegado a Puertollano
arrastrándome
en el tren de las lejanas vías,
y allí, en
el campo inmenso, sin hierba y sin olivos,
he visto las
luces de la fábrica
como
estrellas que brillaban en el suelo
mientras sobre
el tren, sobre mi cabeza,
en el cielo,
no he visto estrellas que lucían.
Un cielo sin
estrellas es Puertollano,
un suelo
estrellado bajo las ruedas vibra.
El campo
inmenso en el traqueteo insomne
el campo de
las estrellas parecía,
y una
catedral, altar de peregrinos,
la torre más
alta de la fábrica hundida.
III.
Campo de estrellas es mi pueblo,
lugar donde va
la gente pobre
a respirar
los humos de la chimenea
(gas
sulfúrico que hace llorar
los ojos de
la gente que no la olvida):
ellos están, sentados y
hablando, con los vecinos
que salen
por la noche a buscar la fresca
y crujen sus
pasos porque el suelo, forrado de costras,
es
peregrinar de cucarachas;
los hombres
charlan, las mujeres sientan
al niño
sobre la silla por que él también lo sepa;
vete a jugar
(le dicen), mas no te alejes,
que estamos
respirando en la noche negra
y vienen los
gases, picantes y traicioneros,
a picar los
ojos y a cortar el pecho.
IV.
He venido a Puertollano: las luces de la
fábrica
llegan hasta
el tren con las bombillas,
y titilan, a
lo lejos, como estrellas,
como un
cielo que en la fábrica bajo el suelo entierra.
Quiero
llegar. Quiero volver
al pueblo
donde está mi infancia entera,
allí donde
viví, calle Mestanza,
abierta en
canal por la plazoleta.
Allí donde
recuerdo a la cigarra
que cantaba
en el árbol para la siesta,
allí donde
arrullaron secretos grillos
el sueño de la
noche que envolvió mis penas
(el rincón
de la cal, la esquina de la Lucila,
las casas
blancas que pintó la brocha
de día,
cuando no había estrellas que lucieran).
V.
Hoy he vuelto a Puertollano. El rugir de las
máquinas
en la calle
en que jugaba no se oía;
Puertollano;
un cielo de luces en el suelo
y en el
cielo un suelo sin estrellas que dormía.
He pensado
en los mineros
y en las
chimeneas negras,
los obreros
de oídos sordos que rompen las máquinas,
los mineros
que la tierra cubre cuando el grisú crepita.
Y se me ha
ocurrido que allí debajo,
donde la
tierra se hunde porque los picos surcan,
abriéndole
el intestino, las galerías:
he pensado
que duermen los titanes
por debajo
de ese mundo que está bajo el mundo;
y un día, si
los dioses no lo remedian,
despertarán
sus cadenas y temblarán de ira:
y no habrá
quien recuerde que la noche, abajo,
alimentó al
sol que nos iluminaba arriba.
Solo palpo el regreso y andar hacia el cobijo de mi tierra, mi horizonte, rescato: "Quiero llegar. Quiero volver
ResponderEliminaral pueblo donde está mi infancia entera,
allí donde viví,(...)"
El pasado doloroso, nostálgico, de magníficas raíces imponentes frente a nuestro presente casi extraño, moderno y alejado con raíces escarbando la superficie, extendiéndose en el espacio.
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