viernes, 19 de abril de 2019

LA RAZÓN NACIENTE




APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA (4): 
LA RAZÓN NACIENTE (MITO II)
  

 2.1. La última glaciación.

            Muchos años atrás se produjeron cambios importantes en el continente europeo. Hace 12 000 años se produce el final de la última glaciación; para entonces hacía 8000 que el homo sapiens había llegado a América. En torno al año -9000 se produce la revolución agrícola: el ser humano se hace sedentario, se cría a los animales en vez de cazarlos, aparecen las ciudades (primero aldeas y luego núcleos de población amurallados). Mil años después aparece la metalurgia del cobre y, transcurridos otros dos mil, hacia el -6000 aproximadamente, se inventa el telar; hacia el -4000, con la aparición del bronce, ya se conocía entre los sumerios la escritura cuneiforme sobre tablillas de barro; cuando, hacia -2800 aproximadamente, Egipto pone a punto el calendario de 365 días, sus sacerdotes ya escribían sobre papiro. Habrá que esperar al año -1000 para que los fenicios inventen la escritura alfabética.
            La Biblia sitúa la creación en torno al año -4000, pero los restos de la primera ciudad conocida se remontan al año -9000, en los albores de la revolución agrícola: Jericó. Hacia el -2000 vive Abraham, en -1700 aproximadamente aparece el código de Hammurabi y en -1500 se desarrolla la historia de Moisés. En el tercer milenio antes de nuestra era en Europa se construye Stonehenge, en Mesopotamia se rinde culto a Inanna y Egipto construye pirámides en Gizeh; la ciudad de Biblos florece en fenicia.
            A mediados del tercer milenio aparece la cultura cretense y los aqueos, primeros indoeuropeos procedentes de las estepas rusas, se instalan en Argólida; invadirán Creta aprovechando el declive que supone la erupción del Tera (hacia -1600). Para entonces vivimos ya en plena cultura del bronce pero la guerra de Troya, hacia -1250, supondrá en Grecia la entrada del hierro. No será hasta el -840 cuando aparezca Homero en la época de las pequeñas monarquías, y por aquel entonces Grecia colonizará el Mediterráneo; pero antes, hacia -1100, se hundía el mundo antiguo con la invasión de otro de los imparables pueblos indoeuropeos: los dorios; la guerra de Troya, que habían librado los aqueos, la retratará Homero bajo ropajes dorios: para entonces hará cerca de 300 años que se produjo el desplome del mundo antiguo y aqueos, jonios y eolios se desplazarán hacia Anatolia para instalarse en sus islas y fundar ciudades en la costa.
            En el siglo –VIII, en Grecia, la vida agrícola gira en torno a la posesión de tierras por los jefes de clan; el poder económico, político y militar está en manos de los grandes propietarios de tierras y caballos, y frente a estos terratenientes los pequeños propietarios, los artesanos, asalariados y esclavos se ven agobiados por los impuestos; cada ciudad es un centro político, religioso y militar, defendido por murallas y explotando un llano que cultivarían los campesinos pobres.
            Pero en -775, poco antes de la fundación de Roma, se producirá la primera colonización de los griegos: por el este van buscando el mar Negro y por el oeste llegan a Italia meridional. La escasez de recursos en una tierra insuficiente o pobre, unida a un auge demográfico, provoca una crisis que obliga a los griegos a salir de su tierra (menos Esparta y Atenas, que eran en aquella época ciudades prósperas). Una segunda oleada, entre -675 y -500, transforma profundamente la vida económica, social y política de los griegos; para entonces llega a su término la monarquía etrusca y es sustituida por la república.


2.2. Rasgos característicos de la segunda época del mito.

            Los rasgos que caracterizan la evolución del mito se hacen patentes en la Grecia arcaica. Hesíodo y Homero son cajas de resonancia del crisol donde el primitivo pensamiento se ha transformado en otro que, sin salir aún de la órbita del mito, ya empieza a centrifugarse. Es el siglo –VIII. La religión ha dejado de ser terror volcado en los dioses, incomprensión y espanto ante los fenómenos naturales, y también ante los demonios producidos por el inconsciente como tumores en el pensar. Ahora los dioses pasan a ser más accesibles, más racionales y sensibles, aunque lejanos aún. Del primitivo pensamiento mítico hasta ese otro mito cada vez menos maniqueo, menos cortante, cada vez más cargado de matices humanos, se han destilado las esencias que yacían dormidas en la corteza primitiva. Del mito I al mito II se ha producido una lenta maduración que se manifiesta en unos cuantos rasgos; vamos a verlos uno por uno.

            1. El pensamiento secuencial (dominado por las descripciones y los relatos) se hace cada vez más consecuente (porque ya flotan en él las definiciones sobrevolando lo descriptivo); y la lógica empieza a invadir el territorio del relato.

            2. Las intuiciones más o menos inconscientes van ascendiendo a la conciencia.

            3. El pensamiento concreto camina hacia una conceptualización creciente; las primitivas imágenes metafísicas (en las que saltó, sin madurar, la experiencia) se vuelven imágenes físicas ligadas otra vez a la experiencia; y las imágenes físicas se vuelven metafísicas a su vez en una metafísica intuitiva de artistas, no de filósofos.

            4. El pensamiento sintético (cargado de metáforas) se vuelve analítico (es decir accesible a los conceptos); la experiencia sin analizar se vuelve análisis empírico defectuoso (porque las analogías todavía pesan demasiado sobre los análisis).

            5. La experiencia estética destila ciencia a partir de las primitivas intuiciones científicas aisladas; aparecen, de manera menos fragmentaria, las primeras manifestaciones de la filosofía y de la ciencia.

            6. El culto (adosado a la tradición) se abre cada vez más a la investigación y se vuelve cultura; es decir que las ataduras del poder se deslían en una liberalización progresiva.

            7. Paralelamente se empiezan a liberar tímidamente las ataduras del conocimiento; los obstáculos epistemológicos empiezan a ceder muy, muy lentamente.

            8. El mito sigue siendo un punto de llegada, pero su peso es menor.

            Examinemos con algo más de detalle cada uno de estos rasgos de la segunda edad del pensamiento mítico.

2.2.1. El relato empieza a ser invadido por el discurso.

            Los relatos de los primeros tiempos son hermosas historias y descripciones atractivas, es decir discursos cargados de imágenes (recordadas o inventadas) que se suceden en el tiempo y el espacio; su lógica interna establece el orden de aparición de actores y decorados, el lugar donde debe estar decorada cada cosa, todo ello para servir a los valores que son los del público y el narrador. En esta lógica descriptiva se refieren y analizan las cosas del mundo visible, audible y tangible, y es, por tanto, una lógica que utiliza las cosas del mundo manifiesto; una lógica secuencial en la medida en que tiene en cuenta el tiempo que influye en la memoria.
            Puede ser también una lógica de definiciones cuando, por encima del mundo manifiesto del espacio y del tiempo, o detrás de él (o dentro de él, si se quiere), la analogía y la inducción producen verdades que pueden ser válidas para cualquier espacio y cualquier tiempo, no sólo el espacio y el tiempo del que hablamos; y produce, por lo tanto, más que imágenes (Aquiles, Agamenón, Héctor), conceptos (griegos, troyanos, seres humanos, guerreros). Estamos desembocando, a partir del relato, en el discurso; los primitivos relatos contenían trozos de discurso, pero poco a poco la parte del relato se va reduciendo hasta quedar en discurso que ya contiene menos metáforas y muchos conceptos.
´           El discurso se caracteriza por una lógica combinatoria; el relato, por una lógica secuencial; entendemos por lógica secuencial un circuito “cuyas salidas no sólo dependen de sus entradas actuales, son también de su posición o estado actual, almacenado en la memoria”[1]. Los cuentos, las historias, los relatos, no sólo combinan estados y secuencias, lugares, hechos y personajes, sino que cada uno de ellos contiene recuerdos anteriores y de recuerdo en recuerdo la mente de los seres humanos vive sumergida en una memoria ancestral.
            El pensamiento primitivo vive en el tiempo; el pensamiento abstracto, en un empeño por salir de él; uno contiene imágenes, el otro conceptos; en uno hay metáforas, en el otro inducciones; todos razonan deduciendo pero el primero es abstracto y el otro concreto; para decir con palabras de Cornford, “la actuación del filósofo consiste en disipar el velo del mito y penetrar ‘en la naturaleza de las cosas’, una realidad que satisface las demandas del pensamiento abstracto”[2].


2.2.2. Las intuiciones empiezan a ser controladas por la conciencia.

            En el origen de las religiones está el animismo, y el animismo surge del racionalismo analógico: sabemos por experiencia que allí donde hay una fuerza siempre hay otra fuerza que empuja detrás; así también donde la naturaleza despliega fuerzas (y fuerzas que se manifiestan en movimientos: ríos, torrentes, nieve, tormentas, vientos y avalanchas), es porque alguien empuja detrás de ellas: así, la corriente mueve el agua porque el río está vivo y se mueve, no porque sus aguas fluyan cuesta abajo; la tierra está viva y por eso provoca terremotos, el aire es un organismo y por eso, cuando quiere, sopla fuerte, y hasta la roca está animada dentro de su aparente quietud y por eso, cuando se derrama, se nos echa encima provocando aludes y avalanchas. Hasta
Aristóteles sugiere que los cuerpos pesados no caen porque sean atraídos por el centro de la tierra, sino porque ellos mismos lo buscan y se tiran hacia él.
            La conciencia del sapiens primitivo sabe que la naturaleza está viva, pero no porque haya mirado en su interior: lo sabe porque, desde fuera, la compara con él mismo y sabe que cuando él quiere moverse, él se mueve. Pero otras veces intuye vida en los seres inertes sin razonar y sin darse cuenta, ni siquiera lo sospecha: simplemente lo siente. Así se crean en el conocimiento fuerzas que, sin ser concretas, tampoco son abstractas; la corriente del río es una imagen en movimiento, pero la fuerza que la provoca es el corazón del río, y ése es invisible, enigmático, inconcebible, desconcertante; esa fuerza no es una abstracción sino una presencia imaginada y, siendo imaginada, la sentimos físicamente; es como cuando sentimos que alguien nos está mirando y sin embargo nadie nos mira.
            Conocemos lo manifiesto con la vista y el oído, pero lo oculto lo conocemos con el tacto. Cuando una bola de billar choca con otra, decía Hume, percibimos que ambas se tocan, y que después del contacto una sale despedida y la otra se para, pero no vemos (ni oímos) la fuerza que le comunica una a la otra; ahora bien (y esto no lo vio Hume), si una de esas bolas choca con mi mano yo no siento sólo el dolor que me produce, sino también la fuerza con que me golpea; del mismo modo las intuiciones primitivas son, en la mente (muchas veces inconscientemente), obra de la imaginación, y en el cuerpo son obra del tacto; el tacto y el olfato son, en los primeros mamíferos, y hasta en seres anteriores a ellos, las primeras formas de conocer.
            Las fuerzas que provocan los movimientos de la naturaleza están escondidas y nosotros las identificamos, casi sin darnos cuenta, con espíritus que laten detrás de la materia; no son obra de la abstracción, sino de la percepción no visual: en lo que entra en contracto con nosotros es el tacto y el gusto, y en lo que está más alejado, el olfato. Lejos de ser fuerzas abstractas son fuerzas concretas, pero no las podemos ver con los ojos: por eso las más de las veces no tienen forma, aunque percibimos intensidad. Cuando, siglos más adelante, Platón entronice el pensamiento abstracto, despreciará los demás sentidos, como fuentes de vicio y perversión, y sacralizará la vista y el oído como únicas fuentes dignas de conocimiento.
            Esas fuerzas más o menso proteiformes acabaron teniendo formas humanas y convirtiéndose en dioses: pero fueron formas que el sapiens les dio con la imaginación, no las extrajo de ellas analizándolas desde entro. Y cuando, poco a poco, el sapiens se fue dando cuenta de lo falso de esas formas poéticas, se desprendió de los ropajes antropomórficos y las volvió a observar desnudas, comparándolas unas con otras, aislando lo que tenían en común y separando las diferencias: convirtiéndolas lentamente en conceptos. El ser humano ya tenía muchos conceptos sacados de la experiencia cotidiana, pero ahora se trataba de conceptualizar, devolviéndolas a la naturaleza, las presencias que había apartado como sobrenaturales.
            Este proceso se hizo desde la conciencia. En la fase de mito II todavía no se dominaba el manejo de conceptos con ayuda de una lógica combinatoria, porque predominaban las imágenes manejadas con lógicas secuenciales; pero la secuencia, como hemos visto, se fue transformando en consecuencia y esto sucedió cuando junto a las metáforas del mundo oculto (menos físico que metafísico) empezaron a colarse los conceptos.


2.2.3. La metafísica de artistas convive con una conceptualización creciente.

            Homero sabe[3] que la fuerza del choque de un cuerpo sólido depende de su masa y su velocidad y que hay una enorme energía contenida en el agua, como cuando habla de “un río furioso y desbordado que saltara con estrépito, derribando los puentes, sin que los diques ni las cercas de los huertos verdeantes lo parasen”[4]. Habla de la relación entre la temperatura y los vientos (cuando “vuelan en el aire los copos de nieve congelada al soplo del eterno Bóreas”[5]). Habla también de la formación de las lluvias, o de la “correlación entre la fusión de las nieves altas y la crecida de los ríos”[6]. También intuye una termodinámica rudimentaria aludiendo a la “producción del calor (…) por acciones mecánicas”[7] o a la “potencia motora” del fuego[8].
            Habla también de la luz que brota del metal (“la tierra iluminada por el brillo del bronce”[9], y cómo “el bronce de las armaduras lanza rayos incluso durante la noche”[10].
            Hay en Homero, según Mugler, “intentos de sistematizar los fenómenos físicos” en “una forma primitiva de proceso cíclico” cuya fuerza motora es una divinidad; cuando se hayan convertido en los “ciclos recurrentes” estaremos con los presocráticos[11], será filosofía y habremos empezado a abandonar el universo del mito.
            En cuanto a la metafísica intuitiva de los artistas, no sólo desde el segundo pensamiento mítico se alcanzan ideas metafísicas, sino que la propia filosofía no se desprende todavía, en su primitiva metafísica, del halo del mito; Cornford destaca que “los filósofos jonios afirmaban la divinidad de la Naturaleza, una sustancia simple viviente cuya vida era inmanente al mundo”[12]Y así, cuando oímos decir a Hesíodo que la causa del movimiento es el amor o el deseo (“el amor es el arquitecto del universo”), los filósofos no tienen más que sustituir a Eros por la humedad para producir seres vivos; Eurípides se hace eco de que “la tierra reseca desea la lluvia” y el “Cielo, lleno de lluvia, desea derramarse sobre la Tierra”[13].
            Y cuando Hesíodo dice que “antes que todas las cosas, en un comienzo, fue el infinito Caos”, ¿no está prefigurando las cosmologías del siglo XX? ¿Es el Caos un dios, una metáfora o un concepto? Caos, Gea y Eros son los elementos primordiales: ¿personajes de un drama, metáforas sugerentes o conceptos de una metafísica? Los hijos de los dioses y los mismos dioses ¿son seres vivos o metáforas de la naturaleza? Hay conceptos dobles que apelan a una lógica interna. Los conceptos implicados, al estar más allá de la experiencia, son, al tiempo que personajes de un drama, ladrillos de una construcción metafísica: Cronos se parece al tiempo, Rea a la materia, Caos al universo anterior al cosmos, Eros a la fuerza de atracción y el amor (mito de Ares y Afrodita) aparece intrínsecamente relacionado con la guerra. Érebo es, hijo de Caos, la imagen de las tinieblas primigenias; pero lo más curioso es que los órficos lo suponen hijo del tiempo y del destino (Cronos y Ananké), y que el día y el cielo son hijos suyos: curiosa coincidencia con los mitos incaicos, donde Huiracocha, en su segunda creación, hace surgir la luz del interior oscuro de la tierra; ¿no hay, en estas metáforas, sugerencias fecundas para la física, aunque nos empeñemos en separar el mito de la ciencia? Hace falta mucha imaginación, o mucha inteligencia, para no confundir la oscuridad con la noche; la noche era la luz del Éter cubierta por la oscuridad de Érebo cuando se le había quitado la oscuridad (y eso lo hacía Nix, la Noche); y el día era la luz del Éter cuando se le había quitado la oscuridad (y eso lo hacía la otra hija del Érebo, el día: Hémera).


2.2.4. Las metáforas completan un análisis empírico defectuoso.

            Sabido es que, cuando no sabemos lo que nos pasa, nos pasa de todo. “¿Qué te duele?”, le decimos a un paciente que siempre está quejándose; “me duele todo”, nos contesta, y entonces le contestamos nosotros: “ya, pero aparte de eso, ¿qué más te duele?”; o le pedimos precisiones: “dentro de todo lo que te duele, ¿qué te duele más?” Probablemente no lo sepa. 
            El pensamiento holístico, que mira el conjunto sin analizar las partes, es propio de ignorantes. En cierto curso de educación sexual dijo el ponente: “el sexo no es sólo genitalidad, sino que involucra a la totalidad de la persona”; a lo que uno de los asistentes dijo: “ya, pero concretamente ¿qué es el sexo? Porque si yo le doy un beso a mi madre no creo que esté teniendo relaciones sexuales con ella”. Y es que quizá sea cierto que el sexo compromete a toda la persona, pero desde un núcleo de genitalidad y erotismo que se extiende al resto; de lo contrario hablaré del conjunto (la persona) para no hablar de la parte (el sexo); cuando nos empeñamos en ver el conjunto es porque no podemos ver alguna de sus partes; si me empeño en mirar el bosque está claro que nunca sabré lo que es un árbol.
            El pensamiento holístico, o visión de conjunto, se impone cuando no sabemos analizar las cosas. Y a falta de desmenuzarlas estudiando cada una de sus partes, las cubre de envoltorios y les busca a cada una un sitio en el conjunto; y a falta de saber lo que es cada una de ellas, les busca metáforas atractivas, que articulen un mecanismo global que se mueva con armonía.
            Al principio de los tiempos el pensamiento fue sintético. Hasta que aprendió a cortar las cosas y comprenderlas trozo por trozo; entonces empieza un análisis empírico que, por tener dificultades en la observación, debe recurrir a las analogías; cuando no sé lo que es el pulmón lo comparo con un fuelle que sirve para refrigerar el calor de la sangre; y cuando no sé lo que es el cerebro me imagino que los mocos de la nariz son sus secreciones: como le pasaba a Hipócrates, que creía que al sonarnos la nariz nos estábamos sacando gotas del cerebro.
            Las grandes síntesis suelen suceder a los grandes análisis (como le pasó a Newton, que sistematizó en una teoría los análisis de Copérnico, Kepler y Galileo); pero una síntesis que se construye sin análisis previos no hace más que esconder nuestra mucha ignorancia. Las visiones del cosmos con el desconocimiento de sus partes tienen mucho de poesía y poco de ciencia; o mucho de fenómenos que no sabemos lo que tienen dentro; a veces nos divertimos describiendo lo que hay en la superficie sin conocer sus causas ocultas (como hicieron los mochicas); otras nos empeñamos en construir edificios magníficos (entiéndase, edificios teóricos) sin conocer los ladrillos que hay en su superficie, y mucho menos los mecanismos que se ocultan en su interior (como las primitivas cosmogonías); y otras, como Newton, conocen a la vez la superficie y el interior, dominando buena parte de sus precisos mecanismos.
            El conocimiento empieza siendo holístico, sin conocer ni la superficie ni el contenido (es el pensamiento sintético); después analiza la superficie y va perdiendo la visión del conjunto (es el pensamiento analítico); y al final analiza el interior de las cosas para explicar los fenómenos y poder así reconstruir el conjunto (es el pensamiento verdaderamente científico, caracterizado por un continuo vaivén entre el análisis y la síntesis). El primitivo pensamiento sintético es religioso y metafísico; el análisis que viene después es observacional, y en las observaciones se van construyendo los conceptos (en un análisis empírico todavía muy defectuoso); y con la síntesis posterior se puede hacer a un tiempo ciencia y metafísica, pero esta vez la metafísica es más profunda.


2.2.5. La experiencia estética produce intuiciones científicas.

            Burnet afirma que “los rudimentos de lo que luego fueron la ciencia y la historia jónicas” se encuentran en los poemas de Hesiodo[14]. Cornford irá mucho más lejos: para él las “supuestas cualidades científicas de Tales” no lo eran y la “razón” que empleaban los primeros filósofos estaba “contaminada de prejuicios” heredados del pensamiento mítico[15]. Y a pesar de que la escritura no se estableció en Grecia hasta la época de Homero y Hesiodo (año -700), aquella sociedad había perdido muchas ataduras de la tradición a pesar de ser preliteraria; el mito conserva una “importancia cultural extraordinaria hasta (…) Homero”, pero ya no tenía una influencia tan decisiva en la sociedad[16].
            Hasta “la libertad de los dioses está limitada por el destino”[17] y la adivinación, en este mundo predeterminado, puede conocer el futuro; para tener éxito sólo tenemos que “identificar [nuestra] voluntad con la voluntad de Zeus”. Todo “lo que pasa en el cielo y bajo la tierra eran signos de la cólera divina”[18]. Estas afirmaciones, perfectamente compatibles con el pensamiento mítico de los siglos –VIII y –VII, se refieren, sin embargo, a Epicuro; lo que indica que, si bien el mito va preparando el advenimiento de la filosofía, también la filosofía está atada al mito en su forma de pensar; al menos en sus orígenes.
            El vidente se ocupa del futuro; el poeta, del pasado; el filósofo, si bien ancla el futuro en los terrenos del pasado, se ocupa sobre todo del presente, pero no del presente manifiesto, sino del que está oculto[19]. Hemos visto en la cultura chimú un estudio muy detallado del presente manifiesto, pero para que el mito sea filosofía o ciencia  la descripción debe convertirse en explicación, y toda explicación debe generar definiciones; en los tiempos del pensamiento mítico, y aquí nos interesa el periodo del  mito II, las explicaciones de los fenómenos naturales están en el mundo sobrenatural, y el estudio de la naturaleza, si no quiere depender de los dioses, sólo se puede observar, analizar, describir; mundos como el de los ilustrados tenían cabida en la Grecia mítica, pero desde luego sólo eran accesibles a la razón descriptiva, de ninguna manera a la razón explicativa; si la razón es la facultad de análisis y síntesis el pensamiento mítico puede hacer, en la naturaleza, análisis y síntesis de observaciones, que no es otra cosa que el mundo manifiesto; para analizar lo oculto sin recurrir a los dioses habrá que cambiar de forma de pensar. (Véase a este respecto lo que se ha dicho en el rasgo nº 3, de cómo una metafísica de artistas convive con una conceptualización creciente).

2.2.6. El pensamiento se impone frente al poder sin desafiarlo.

            Antes de los tiempos homéricos, antes de la llegada de los dorios, la organización social gira en torno a un rey (anax) cuya autoridad se ejercía en la vida militar, la económica y la religiosa[20]; de él depende el calendario, la vida ritual, él es el dueño del tiempo. El mundo micénico polariza la vida social entre el palacio y el mundo rural, que tiene vida propia[21].
            Con la destrucción del mundo micénico desaparece el anax, pero permanecen las dos fuerzas sociales que sostenían su poder: la aristocracia guerrera y las comunidades rurales[22]. Quien fuera en un tiempo rey divino conserva aún el poder religioso[23], pero pierde [24] la autoridad guerrera para compartirla con el polemarca; y poco a poco comparte su poder político con la asamblea: ahora es el basileus, ya no el ánax. El control de las comunidades rurales se mantiene, pero ya no es absoluto[25]. El mundo homérico contempla reinos como Ítaca, con “su basileus, su asamblea, sus nobles turbulentos, su demos silencioso en segundo término”[26]; el poder se aparta del basileus, que se convierte sólo en figura religiosa; y al mismo tiempo el poder de los dioses se aleja de la tierra; como afirma Jean-Pierre Vernant, “el mundo de los muertos se ha alejado del de los vivos (la cremación ha roto el lazo del cadáver con la tierra); y entre los hombres y los dioses se ha establecido una distancia infranqueable”; al mismo tiempo, echando las bases sobre las que crecerá la obra de Homero, madurará “esta poesía épica que, en el seno mismo de la religión, tiende a apartarse del misterio”[27].
            Se difumina, pues, el poder de los dioses. La justicia desciende de los cielos a la tierra, y lo hace de la mano de la escritura; en efecto, la escritura ya no será privilegio de los reyes que manejan los archivos en el secreto del palacio; será, por el contrario, divulgadora de las cuestiones políticas y sociales[28]. Frente a “la recitación memorística de los textos de Homero y Hesíodo”[29], y junto a ella, “la escritura será el elemento básico” de la educación[30]. La palabra dejará de ser ritual para servir a la argumentación, y la lógica de lo verosímil, propia del mito, derivará poco a poco hacia una lógica de la verdad[31].
            En el año -4000 ya había tablillas cuneiformes en Sumer. Hacia -2800 había papiros en Egipto. Y sólo hacia el año -1000 los griegos heredarán de los fenicios la escritura alfabética. Hará falta que la escritura secreta se vuelva pública, y que la palabra ritual se vuelva palabra argumentada. Y entonces surge la necesidad de escribir las leyes; porque al escribirlas se libera uno de la autoridad del basileus. En el mundo de Hesiodo la justicia (diké) es, para los campesinos, un privilegio de la arbitrariedad de los reyes[32]; pero al hacerse pública, cualquiera puede grabarlas para conocer sus derechos y evitar los abusos. Esta transformación está ligada a la polis en el siglo –VII, pero en -1700 ya se produjo esta transformación en Mesopotamia con la redacción del código de Hammurabi.
            Paralelamente se produce una desacralización de los ídolos, y por lo tanto también de los dioses; las estatuas ya no sirven tanto para manifestar la presencia de un dios como para ser vistas: nada más[33]. Se desacraliza el poder, la escritura, la justicia; hay una liberalización progresiva de las mentes, las ataduras del poder se van soltando; los dioses que nos impiden movernos van perdiendo fuerza y eso es algo que ocurre en Grecia; en el mundo de los Andes las ataduras sagradas de Chavín, en el siglo –VII, no se soltarán ni siquiera en el siglo +XV con el apogeo de los incas; las culturas mochica y nazca (siglo +VIII) serán mundos ilustrados donde la conceptualización creciente y las metafísicas de los artistas no crecerán en el sustrato de la liberación del culto.
                                                                                 

2.2.7. Empiezan a caer obstáculos epistemológicos (sobre todo en el pensamiento extensional).

            En el desarrollo del pensamiento hay, como mínimo, dos tipos de obstáculos: ya hemos hablado de las barreras sociales, que son ajenas al proceso mismo de pensar y conocer; ahora vamos a hablar de las barreras internas, que tienen que ver, primero, con el sujeto que piensa (los límites del pensamiento y del saber), y segundo, con el objeto que queremos conocer (¿todas las cosas son accesibles a la mente humana? Y si no se puede conocer todo ¿qué expectativas podemos tener?).
            Los límites del sujeto existen, y hoy hemos descubierto dos cosas: primero, que no todo lo podemos conocer, porque la realidad se filtra a través de nuestros sentidos y como no todas las especies tienen los mismos receptores sensoriales, cada una conocerá la realidad de distinta forma, o lo que es lo mismo, cada uno conocerá un trozo distinto de realidad; y lo segundo es que nuestro pensamiento también está limitado: con Kant sabemos que la lógica se vuelve loca cuando piensa más allá de los límites de nuestra percepción, y con Gödel sabemos que no todo se puede pensar. Recapitulando: Heisenberg ha descubierto los límites de las percpeciones y sensaciones, porque “lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestros métodos de investigación”; y Gödel ha descubierto los límites de nuestros pensamientos, porque no podemos pensar más allá de la paradoja de Russell.
            Empecemos con la experiencia sensorial: desprovisto de microscopios, telescopios, tensiómetros y espectroscopios, el conocimiento propio del mito II debía conformarse con métodos rudimentarios de observación que difícilmente podían explicar nada sino sólo describir; y que aparte de zigurats y menhires no tenía más observatorio que el ojo desnudo y los sentidos reducidos a sí mismos; el realismo propio de la razón tenía que echarse en brazos de la metáfora a falta de instrumentos para observar, y la metáfora, ya lo sabemos, puede ser raptada por el poder político a la vez que nos abre (y esto es interesante) las puertas de lo sobrenatural.
            Continuemos ahora con la experiencia intelectual: las leyes de la lógica no estaban sistematizadas y mucho menos los límites del pensamiento; el pensamiento propio del mito II caía fácilmente bajo las trampas de todo tipo de falacias, confundiendo un modus ponens con una inducción y cayendo bajo las garras de generalizaciones indebidas, falsas causas o confundiendo el sentimiento con la razón; en el terreno político y moral la opresión se asienta subrepticiamente sobre la falacia naturalista.
            A diferencia del mito I, la siguiente etapa del mito II empieza a liberarse de sus limitaciones con la utilización de instrumentos (un instrumento, según Aristóteles, es la prolongación de la mano). Pero no hablamos aquí de instrumentos para vivir, como sucede con el homo habilis y el homo erectus; ahora hablamos (homo sapiens) de instrumentos para conocer, y no es ya una inteligencia instrumental, sino simbólica; el ojo se prolonga en el zigurat, que es un observatorio astronómico (mito II); pero también, en el año -2500, en alineaciones de menhires como los de Stonehenge (mito I), o el calendario de 365 días que se inventó en Egipto en el año -2800, o el código de Hammurabi que en el -1700 creyó descubrir las leyes del derecho.
            Si miramos de cerca, la mayoría de los instrumentos de observación tuvieron que ver con la experiencia extensional (astronomía y matemáticas); la experiencia intensional tenía herramientas cognoscitivas muy limitadas, y las explotó al máximo haciendo observaciones descriptivas muy detalladas (como con los mochicas); el análisis explicativo todavía tendrá que esperar mucho tiempo.
            La cultura del mito, o las razones del mito (que todos los mitos están llenos de razones), en su fase de mito II, se escinde en dos grandes bloques; en el bloque descriptivo tenemos numerosas y atinadas observaciones engrosando eso que llaman saber popular (a menudo confundiéndose con el folklore); y en el bloque explicativo, a falta de poder hacer análisis de la realidad oculta, encontramos analogías y metáforas escritas; como estas últimas fueron acaparadas por los defensores del poder, han dado lugar a documentos escritos controlados por los escribas (en Egipto fue el libro de los muertos y en Oriente Medio la Biblia y el Gilgamesh, o en la India el Ramayana o el Mahabarata).
            Debió haber sin duda textos que conjugaran metáforas y descripciones, conocimiento escrito y ágrafo, saber religioso y popular; pero como el pueblo llano no tuvo sus escribas, este tipo de textos no abundan; suponemos. Por otra parte, en la medida en que el conocimiento ordinario reúne pensamientos y vigencias, saberes teóricos, prácticos y poiéticos, se convierte en folklore; el folklore constituye, como vida intrahistórica, el conjunto de saberes prácticos y costumbres que, como una religión de los iletrados, constituye, más que saber, sabiduría (la supuesta sabiduría popular: llena de aciertos y errores, de juicios muchas veces atinados, y de prejuicios también).


2.2.8. El mito es pensamiento hecho que empieza a hacer pensar.

            Lo importante no es la  fecundidad de los mitos para producir abstracciones potentes, sino para explicar los fenómenos naturales. La alternancia de la tierra y el hades en el mito de Proserpina no sirve para entender la naturaleza de las estaciones, sino para explicarlas con razones sobrenaturales. No se trata de salir del mito: se trata de vivirlo, de aceptarlo, de estar en él; porque él nos lleva fuera del mundo y fuera del mundo es donde están las fuerzas que explican el mundo; la naturaleza es un mundo aparente y las cosas ocultas no están en su interior, sino fuera de él.
            Ya hemos visto que los mitos son relatos donde se describen personas y cosas; en tanto que relatos, están en el tiempo; en tanto que descripciones, en el espacio. Las descripciones son imágenes y las historias secuencias. Los dioses son personificaciones de fuerzas naturales y sólo en algunos casos esas figuras tienen relieve metafísico: es lo que pasa en Hesíodo, que pertenece a la última fase del mito, ésa que hemos llamado mito II.
            El mito ya ha sido fecundado por la experiencia, pero también por el pensamiento; su fecundidad está lista para alumbrar a la razón pero todavía no ha llegado el momento del parto. El pensamiento mítico ha alcanzado tal variedad de matices, de enfoques, tal capacidad explicativa, que ya puede romper su cáscara para derramar toda la sustancia que, como un huevo que hemos roto, son las proteínas y las fuerzas, las vitaminas y minerales que hacen fecundo el pensamiento; pero mientras esa corteza no esté rota no aflorarán con realismo los contenidos de la razón; el niño pugna por salir, ha llegado al final de la gestación, pero la razón no ha nacido del todo y todavía no es consecuencia que se impone al pensamiento secuencial. Las historias fantásticas, tan cargadas de filosofía, todavía no son filosofía: siguen siendo historias; el mito no es todavía el trampolín de la razón, liberada ya de sus ataduras, sino, atrapada aún en las cárceles del poder, es el último estadio de la fantasía; el que precede a la razón fantástica que se asentará en el mundo; el último anuncio del advenimiento de la filosofía.

2.3. La razón naciente: el pensamiento suelto.

            El saber se libera progresivamente, primero, de las ataduras del conocimiento, y después, de las ataduras del poder; son flujos racionales todavía aislados, pero ya firmes; como el pensamiento extensional (matemáticas y astronomía de observación) mantiene el rigor y la exactitud que le caracterizaban desde el principio, la evolución se manifiesta aquí en la interpretación de la realidad; la cual ya no depende exclusivamente de la analogía, sino que empieza a tomar impulso en el análisis, aunque sea rudimentario, de los hechos. Es la forma de saber que va de Homero a los presocráticos, y pasa por dos fases sucesivas: la fase de mito II y la de filosofía I.
            Entendemos por mito II el tipo de pensamiento que abandona la experiencia sin analizar por un análisis empírico defectuoso (la analogía se completa ahora con el análisis; o al revés). Así, en la península de Paracas hay un candelabro que está grabado en una colina; su eje mayor y sus brazos menores guardan la misma proporción que los brazos de la Cruz del Sur. Con la cultura nazca encontramos ya el embrión de un pensamiento metafísico, pero esta metafísica se construye más con imágenes que con conceptos; no dejarán de desarrollarse las matemáticas y la astronomía (el calendario nazca da fe de ellos), pero ahora hay un interés por interpretar los fenómenos (completando la imaginación con el pensamiento reflexivo y matizando las intuiciones con la inteligencia).
Su interés se centra apenas en la pluralidad circundante para resbalar de inmediato en la estructura profunda, huyendo de la apariencia. No busca, pues, enriquecer el universo empírico, sino metafísico. Trasciende la apariencia para penetrar en su corteza auscultando lo que guarda dentro: aquí metafísica no es teología.
Hacia el siglo +VI la cerámica nazca huye del fondo que rodea la figura y lo suprime dibujando seres que engendran dos seres cada uno, y éstos a su vez engendran cuatro[34]; esta huida del espacio hace presagiar una ontología llena donde el vacío no tiene cabida; ontología intuitiva. Pero es, en la cultura nazca, un sentimiento de artista, lejos aún de la abstracción del filósofo. Esta metafísica intuitiva de artistas (y seguramente, también, de sacerdotes) quizá no fue capaz de generar una ética respetuosa de la condición humana.
            En la primera fase del mito todavía prevalecen el relato y las descripciones sobre las definiciones y la lógica (la secuencia sobre la consecuencia); pero el mito, en su segunda fase, es un pensamiento cada vez menos secuencial y cada vez más consecuente.
            En las postrimerías del mito en su segunda fase apunta lo que ya podemos empezar a llamar pensamiento filosófico; es la primera fase de la filosofía o, más abreviadamente, filosofía I. Algún atisbo de libertad rodea ya al pensador frente al poder político (revestido de oropeles religiosos). El mito, lejos de ser un universo cerrado y un punto de llegada en el pensar, es ahora invitación a pensar y punto de partida de analogías que crearán imágenes cada vez más conceptuales; el culto ha segregado crítica, y convive con la cultura; y el análisis que emergió combatiendo contra las síntesis holísticas, ahora se vuelve sintético pero para construir explicaciones que empiezan a apoyarse, ya, en la observación de la naturaleza (en lugar de flotar entre nubes de metáforas y de imágenes bonitas); y es que surge tímidamente un análisis conceptual explicativo, fragmentariamente desligado de la experiencia pero fragmentariamente, también, unido a ella: es el mundo de los mochicas, de los chimús y, en menor grado también, el mundo incaico. 


            El pensamiento positivista encaja muy bien con la cultura mochica (los mochicas son un pueblo precolombino que floreció en Perú entre los siglos I y VIII de nuestra era). Las representaciones del mundo empírico aparecen en su famosa cerámica, una cerámica escultórica empeñada en “retratar la vida cotidiana”, como hicieron los escritores y artistas del Siglo de Oro español; veremos que aquí aflora también una atmósfera picaresca. Se representan palacios, pero también casas humildes. La cerámica representa al médico, al idiota, al jiboso (reconocible por su rostro triangular), al ciego (“que ya no tiene necesidad de utilizar determinados músculos faciales”). Se representa “la cara del individuo (...): al pensativo, al enérgico, al sereno y al colérico, al que ríe y al que sufre, al de nariz carnosa y al de ojos almendrados; se representan “partos difíciles, hermanos siameses unidos por el costado, caras con huella de forúnculos, labios leporinos, sífilis de tercer grado, mal de Pott, bocio exoftálmico, hemipejia, rostros roídos por la uta, pies y párpados edematosos”. Por último cabe destacar el huaco pornográfico, que parece remitir a ritos sexuales sin afán moralizador[35].
            Frente a la metafísica intuitiva nazca podemos hablar de la extraordinaria observación científica de los mochicas: tal es la cantidad de los datos recogidos que podría hablarse, salvando todas las distancias, de un positivismo mochica. Y sería precipitado seguramente hablar de experimentos (¿o no?), pero lo que sí es cierto es que la observación era muy atenta, minuciosa y detallista; quizá las descripciones mochicas fueran, con respecto a las explicaciones científicas, lo que la cinemática de Galileo fue con respecto a la dinámica de Newton; antes de explicar conviene entretenerse en describir. Lo que sí es cierto es que el positivismo mochica está más cerca de la ciencia que de la filosofía, y si todavía no es ciencia sí podríamos calificarlo, por lo menos, de investigación precientífica. En todo caso se trata de una verdadera secularización y es difícil no imaginarse a buena parte de la sociedad civil disputarle el saber, si no el poder, al sacerdote.
            Resumiendo; la segunda fase del pensamiento mítico es, más que un pensamiento secuencial, un pensamiento consecuente (porque la lógica empieza a invadir el territorio del relato); además la conciencia se va superponiendo a las intuiciones anteriores (sin que esto quiera decir que la intuición tenga que desaparecer de la estela del pensamiento); sobre el primitivo pensamiento concreto va cristalizando una conceptualización creciente, se refuerza el pensamiento analítico sobre el primitivo fondo sintético (pues una dinámica sin cinemática, como la que perseguía Aristóteles, es impotente cuando se quiere comprender la naturaleza); y por último podríamos decir que las primeras manifestaciones de la ciencia (y de la filosofía) se imponen progresivamente sobre la experiencia estética.
            Corolario de todo es que la cultura se impone al culto. La crítica empieza a ser aceptada y surge, frente a la conservación anterior de los conocimientos tradicionales, un impulso decidido hacia la investigación; lo que no significa que sacerdotes y soldados no velen peligrosamente sobre el pensamiento amenazado. La sociedad ha dejado de ser ágrafa.

2.4. Conclusión y apertura.

            Si la oralidad es un rasgo importante del pensamiento mítico, podríamos pensar que Sumer, Egipto y Grecia se estaban despojando de esta forma de pensar (pues la escritura cuneiforme se remonta a cerca del año -4000, los papiros se usan ya en -2800 y en el año -1000 los fenicios llevan a los griegos la escritura alfabética). Ahora bien, si bien es verdad que la filosofía necesita de la escritura, el uso de la escritura, por sí sola, no garantiza que el pensamiento se haya vuelto filosófico. Hace falta algo más.
            Ya sabemos que la inteligencia surge con el lenguaje. La filosofía surge con la escritura. Si en el primer caso podíamos hablar de pensamiento lingüístico, en el segundo tendríamos que hablar de pensamiento alfabético; no basta la escritura ideográfica (que casa muy bien con el mito), se necesita además una escritura de doble articulación, para decirlo con palabras de Martinet. Homero, en quien cristaliza el pensamiento mítico en su máximo esplendor, vivió entre los siglos –XII y -VII[36] no se sabe exactamente cuándo; algunos autores destacan que los poemas homéricos pudieron haber sido “aprendidos por (…) aedos y rapsodas, sin otra ocupación que repetir de memoria los poemas que les interesaba transmitir como principal medio de vida”[37]; el carácter mítico de este pensamiento viene reforzado, pues, por la oralidad.








[1] Wikipedia, “lógica secuencial”.
[2] Cornford, F.M. Principium sapientiae. Los orígenes del pensamiento filosófico griego. Madrid, Visor, 1987, p. 179.
[3] Taton, R. (dir.). Historia general de las ciencias. 2: las ciencias en el mundo grecorromano. Barcelona, Orbis, 1988, pp. 229-230.
[4] Homero. La Iliada, prólogo y notas por Juan Alarcón Benito. Madrid, Distribuciones Mateos S.A., 1995, 9. 85.
[5] Ibídem, p. 300.
[6] Ibídem, p. 229.
[7] Ibídem, p. 229.
[8] Ibídem, p. 230.
[9] Ibídem, p. 300.
[10] Taton, R., ibídem,
[11] Ibídem, p. 230.
[12] Cornford, ibídem, p. 234.
[13] Cornford, ibídem, p. 234.
[14] Kirk, G.S. La naturaleza de los mitos griegos. Barcelona, Labor, 1992, p. 223.
[15] Ibídem, p. 224.
[16] Ibídem, p. 225.
[17] Cornford, ibídem, p. 160.
[18] Ibídem, p. 161.
[19] Ibídem, p. 177.
[20] Vernant, J.P. Les origines de la pensé grecque. Paris, PUF, 1969, pp. 23-24.
[21] Ibídem, p. 27.
[22] Ibídem, pp. 34-35.
[23] Ibídem, p. 28.
[24] Ibídem, p. 29.
[25] Ibídem, p. 29.
[26] Ibídem, pp. 34-35.
[27] Ibídem, p. 34.
[28] Ibídem, p. 32.
[29] Ibídem, p. 47.
[30] Ibídem, p. 48.
[31] Ibídem, p. 45.
[32] Ibídem, p. 48.
[33] Ibídem.
[34] Del Busto, J.A., p. 182.
[35] Ibídem.
[36] Homero. Iliada, p. 9.
[37] Ibídem, pp. 12-13.

1 comentario:

  1. Solo lo he ojeado, me parece que merece revisión, alias mi estimado Mariano, tengo la impresión ahora que te leo de haberte menospreciado un tanto, es la segunda de tus lechuzas y entiendo que hay sapiencia.

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