VÍCTOR RAUL HAYA DE LA TORRE:
EL ESPACIO-TIEMPO HISTÓRICO
1. Culturas arrastradas por otras culturas.
Cuenta Ortega en las Meditaciones del Quijote que Parry, “en su viaje polar, avanzó un
día entero en dirección norte, haciendo galopar valientemente los perros de su
trineo. A la noche verificó las observaciones para determinar la altura a la
que se hallaba, y, con gran sorpresa, notó que se encontraba mucho más al sur
que de mañana. Durante todo el día habíase afanado hacia el norte corriendo sobre
un inmenso témpano al que una corriente oceánica arrastraba hacia el sur”[1].
La cultura quechua, al afirmarse, camina sobre un
témpano orientado en sentido diferente: es la cultura circumeuropea, que
aparece así como elemento rector de lo autóctono. Es lo que ocurre en Lima. En
la cordillera de los Andes puede ocurrir, al contrario, que sea Europa la que
cabalgue a lomos de lo autóctono. Las viejas calles del Cuzco reposan sus
paredes de ladrillo sobre las piedras fuertes y bien talladas de los antiguos
peruanos; lo que no deja de ser una metáfora. Es como la superestructura
marxista reposando sobre una base sólida; pero a veces esa base no tiene
solidez, y flota sobre una base que a su vez flota sobre otra… como corrientes
sucesivas que se influyen mutuamente.
¿Cuál es el elemento rector, cuál el regido? ¿Cuál es
la corriente más fuerte que arrastra a la otra?
Las culturas son como témpanos que llevan a otras
culturas por sus caminos. Si este transporte es compatible, habrá vertebración;
en caso contrario hablaremos de articulación externa y despotismo: en el Perú
se dan importantes factores de vertebración en lo profundo, aunque en la
superficie cotidiana parezca primar, más que el etnocentrismo, el racismo. El
Perú como doctrina es un jalón en la revelación de esas corrientes
subterráneas. Otro parece serlo la tesis del continuo cultural andino. Y otro
es la interesante visión del Perú que aflora en algunas páginas de Jorge
Basadre.
A semejanza de la tectónica de placas que se mueve
bajo los Andes, esta síntesis se puede configurar con sobresaltos.
2. El espacio-tiempo histórico.
Ahora bien, introducir un elemento avanzado en un
complejo que no lo está tanto podría suponer darle a una cultura mayor
velocidad de la que admite su naturaleza. Una cultura es para Víctor Raúl Haya
de la Torre un espacio-tiempo histórico[2]. Si
esto es así, las culturas, al entrar en contacto, alteran sus dinamismos
propios y sus velocidades, desnaturalizándose. Dicho de otro modo: en este
relativismo no cabe el mestizaje. A menos que postulemos, no sé si contra Haya
de la Torre, distintos grados de adaptación en las distintas culturas. Porque
toda cultura es, no lo olvidemos, respuesta adaptativa a los retos que nos
impone el medio.
2.1.
Exposición y crítica.
Se ha dicho que en el mundo la cantidad de espacio-tiempo permanece
constante: si tenemos poco espacio, nos queda mucho tiempo; si tenemos poco
tiempo, nos queda más espacio; y si esa cantidad la llenamos sólo con espacio,
ya no tendríamos tiempo. Sería la eternidad, porque estaríamos fuera de él.
Análogamente, si tenemos cien euros y nos los gastamos todos, estaremos llenos
de mercancías pero no nos quedará dinero; si ahorramos, tendremos mucho dinero
y poca mercancía; así sucesivamente.
Si viajamos en un cohete a una
velocidad cercana a la de la luz, tendremos mucho espacio y poco tiempo; o lo
que es lo mismo, habremos tardado muy poco en recorrer una gran distancia; o lo
que es lo mismo, el tiempo correrá despacio para nosotros y envejeceremos poco.
En la tierra, mientras tanto, envejecerán más rápido porque irán más lentos
(recorrerán poco espacio en mucho tiempo). Si en la nave ha transcurrido un
año, en ese mismo lapso en la tierra habrán pasado cincuenta.
La nave y la tierra son dos
espacio-tiempos, uno más rápido, otro más lento. Al aumentar la velocidad
hacemos más cosas en menos tiempo, pero no vivimos más rápido. A escala humana,
si gastamos mucha energía en poco tiempo nos gastamos más de prisa y morimos
antes; como el consumidor de coca, que gasta más fuerzas y acorta su vida,
vaciándola de resistencia. Si consumimos más fuerzas en menos tiempo acortamos
nuestra vida; el consumidor de coca, que consigue trabajar más comiendo menos,
puede morir a los cuarenta años. La cantidad de vida-tiempo que nos dan al nacer
es fija. Como la de espacio-tiempo. O la de mercancía-dinero.
Una cultura, en opinión de Haya de
la Torre, es un espacio-tiempo. Pero no un espacio-tiempo a secas, sino un
espacio-tiempo histórico. Esto quiere decir, aunque él no lo diga, que la referencia
absoluta en esta relatividad no es la velocidad de la luz, sino la velocidad de
la historia. Esto es relatividad, no relativismo; y por ahí entra en quiebra el
pensamiento de Haya de la Torre.
Porque ¿cuál es la velocidad de la
historia? Alguien nos lo tendrá que decir. Veamos el pensamiento de Haya de la
Torre.
Tesis nº 1.
Su punto de partida está en Hegel: la realidad se genera en la conciencia. Su
idea central es que no hay una cadena única de la historia, sino varias con
puntos de contacto entre sí, pero sin grados evolutivos; “un mismo tiempo
histórico (grado y ritmo de evolución, de cultura, de organización, de
psicología) no es aplicable a todos los espacios”[3]; lo
que hay son espacios-tiempo históricos, espacios modelados por un tiempo
propio, no importado ni, quizá, exportable.
Comentario.
Cada espacio tiene su propio tiempo; el espacio es dinámico. Pero aquí no se
trata del espacio que recorre la nave, sino del que hay dentro de ella. El
espacio de la tierra envejece antes que el espacio de la nave. ¿Por qué? Porque
recorre en más tiempo menor cantidad de espacio exterior. A mayor espacio
exterior recorrido en menos tiempo, mayor duración del espacio interior; y
viceversa. Del mismo modo una cultura lenta (es decir, un espacio interior sumergido
en mayor cantidad de tiempo porque su tiempo exterior está sumergido en mayor
cantidad de espacio) viaja en un medio
rápido. Análogamente la vida es construcción de un orden a costa de generar
fuera el caos; la vida es extracción de entropía para sembrarla en el medio
ambiente: es el segundo principio de la termodinámica.
Una cultura vertiginosa (nuestra cultura, anglosajona
y circumeuropea) envejece pronto porque se gasta antes; porque consume más
tiempo en menos espacio. Es como si fuéramos devoradores de tiempo. Las
culturas lentas (por ejemplo, las de los indios del Amazonas) devoran menos
tiempo y por eso duran más.
Pero diez años duran lo mismo en Nueva York que en el
Amazonas. Sólo que en Nueva York circula vida vieja y en el amazonas vida
joven. Aquí no se trata de tiempo físico: sino de tiempo psicológico. Las
culturas, entendidas como siembra de tiempo psicológico, no se pueden plantar
en cualquier espacio. El Amazonas es un espacio de tiempo lento; Nueva York un
espacio de ritmo rápido. Porque cada espacio genera su propio campo de fuerzas
y la velocidad de atracción (la fuerza) es mayor cuanto mayor sea la densidad
de la masa. Culturas muy densas (como la circumeuropea anglosajona) generan
mayores fuerzas y consumen más tiempo en menos espacio; así, en tan sólo
cincuenta años se han producido en el siglo XX más revoluciones científicas y
tecnológicas que en toda la historia junta del homo sapiens.
Pero aquí surgen dos dificultades. Primera, que el
tiempo de la historia se acelera como si fuera un movimiento uniformemente
acelerado; y segunda, que el tiempo de la tierra y el de la nave no se juntan,
mientras que sí dice haya de la Torre que las distintas cadenas de la historia
tienen algún punto de contacto.
La primera objeción echa por tierra la idea de que
cada tiempo histórico tiene su propio ritmo; como si el tiempo de la historia
fuese uniforme y no uniformemente acelerado.
La segunda objeción echa por los suelos la pretensión
de Haya de la Torre de que su teoría se base en Einstein; en consecuencia, no
está haciendo relatividad, sino relativismo.
El espacio-tiempo incaico tendría un ritmo diferente
del de los españoles. Ambos ritmos entraron en contacto. Como, según Haya de la
Torre, el espacio de los incas sólo tenía gravedad para su propio tiempo,
habría que colegir que el tiempo de los españoles no podría adaptarse a él; con
lo que, o bien se imponía el tiempo de los españoles, o bien el tiempo incaico.
No habría lugar para el mestizaje.
Se impuso el tiempo de los españoles. Pero eso no
impide que, contrariamente a lo que pensaba Haya de la Torre, se puedan
rescatar de entre las ruinas tempos que permitan una síntesis entre las dos
culturas. Así lo suponía Víctor Andrés Belaúnde; aunque para él España tenía
que poner el protagonismo y el decorado lo ponía el elemento incaico.
Tesis nº 2.
Haya de la Torre utiliza la misma terminología que Einstein. Nos habla de
“sistema de coordenadas”, “campos gravitacionales”, “sucesos”, “intervalos”...
Habla también de la “equivalencia social de energía, masa y velocidad o ritmo
histórico”, pero ¿cuál es esa equivalencia? Acaso la velocidad sea la
aceleración de la historia, del progreso técnico, científico y artístico; quizá
la masa sea la población, pero ¿cuál es la energía social? ¿La lucha de clases?
¿El mito? ¿La ambición?
Comentario.
Haya de la Torre le da a su teoría una apariencia científica. Adopta la
terminología de Einstein. Pero cuando Einstein plantea la equivalencia de masa
y energía, lo hace con una fórmula: ¿dónde está la fórmula de Haya para que la
“equivalencia social de energía, masa y velocidad o ritmo histórico” sea
operativa? Y si le falta operatividad, las tesis de Haya sobre la historia
serán todo lo más una hermosa metáfora, pero no serán ciencia; ciencia social,
se entiende.
Tesis nº 3.
La filosofía mira y enjuicia las cosas desde un punto de observación inmóvil:
Europa. Al desplazarse a América cambia el punto de observación, pero el
observador sigue fijo; inmovilizado en su perspectiva europea.
Comentario.
Si el observador europeo se desplaza a América, debería cambiar de perspectiva
al cambiar el punto de observación. El observador debería ser arrastrado por el
espacio-.tiempo que observa, y sin embargo ocurre lo contrario: es él quien
arrastra al espacio que observa con su propio espacio-tiempo; como el témpano
que lleva a otro témpano, como las culturas arrastradas por otras culturas. Lo
que se plantea aquí es el viejo problema de la comprensión en las ciencias
sociales, la dualidad etic-emic. Haya no descubre nada nuevo, pero lo pretende
poniendo nuevos ropajes a problemas viejos. Más que de Einstein, de quien se
trata es de Heisenberg. Porque la movilidad del punto de vista tiene en
Einstein consecuencias más profundas que las que aquí se apuntan (véase el comentario
a la tesis nº 1).
Tesis nº 4.
Definición de conceptos.
a) Espacio geográfico: tiempo objetivo (tiempo
económico de las condiciones objetivas de vida); se define por dos factores:
·
Las
características físicas de cada región habitable del planeta.
·
La distancia
entre regiones.
b) Espacio histórico: tiempo subjetivo; combinación de
geografía y mentalidad (más o menos inconsciente). Haya de la Torre habla de
“alma, conciencia, espíritu de un pueblo”; de “relación telúrica del ser humano
con la tierra”[4].
c) Cultura: síntesis de espacios objetivos y
subjetivos; campo gravitatorio para otras culturas de su entorno.
Comentario.
Aquí no se habla ya de la velocidad interna, o ritmo particular de una cultura;
sino de la velocidad relativa de una cultura con relación a otra. Es como si un
4/4 se superpusiera fundiéndose con un 2/4. Y, más que tiempos generados por la
velocidad de los espacios interiores (naves espaciales, superficie terrestre)
en el espacio exterior, Haya de la Torre concibe espacios organizados por
grupos humanos que los dotan de ritmo; sin decir de dónde viene la velocidad
que genera esos ritmos.
La teoría queda, así, como una extensión de Unamuno; o
una avanzadilla de los tiempos largos y cortos de Braudel (las respiraciones,
largas o lentas, de la historia); de ninguna manera como la teoría de Einstein
aplicada a la historia. La teoría queda como una bonita metáfora: pero para
este viaje no eran menester tales alforjas.
2.2.
Recapitulación (y conclusión).
La duración del tiempo es el número de cosas que pasan
en él. El tiempo se contrae cuando pasan menos cosas, y es lo que pasa en el
interior de la nave; pero, para la tierra, el tiempo de la nave es un tiempo a
cámara lenta; la lentitud es una impresión que tiene el observador exterior, no
el que vive dentro del tiempo que se está observando. Y cuando un tiempo se
está observando a sí mismo se puede sentir rapidez o lentitud dependiendo del
agrado que produce: es el tiempo kantiano. La lentitud, pues, observada desde
fuera, es una diferencia de ritmo; observada desde dentro, es un sentimiento;
“que el tiempo se detenga”, dicen los enamorados.
Después de la criba a que hemos sometido a Haya de la
Torre podemos rescatar parte de su pensamiento, modificándolo en las siguientes
tesis:
1. El tiempo histórico no es un tiempo de Einstein: es un
tiempo kantiano. Es una sensación o sentimiento, no una observación desde un
tiempo externo.
2. El tiempo histórico es un ritmo: una velocidad
psicológica, interna.
3. Una cultura no es un ritmo, sino una sucesión de
ritmos ordenados en crescendo, en diminuendo o con regulaciones variables de
intensidad; las cuales pueden irse acelerando o frenando a su vez según los
momentos.
4. La causa de las sucesiones rítmicas en una cultura es
la naturaleza de su movimiento: que puede ser uniforme o uniformemente variado,
inercial o no.
5. La causa del movimiento histórico son los campos
gravitacionales internos.
6. Dos culturas que entran en contacto producen campos
gravitacionales externos.
7. Un ritmo no es una cultura, sino un corte sincrónico
en una cultura; la duración de un mismo ritmo puede ser caracterizada como un
periodo. Haya de la Torre, al identificar cultura y ritmo, confunde una cultura
con un periodo. Así, la cultura circumeuropea tiene hoy un ritmo trepidante, pero
hace mil años respiraba con un ritmo muchísimo más pausado.
[1] Ortega y Gasset (1914), Meditaciones
del Quijote, Madrid, Revista de Occidente, 1975; p. 89.
[2] Haya de la Torre, Víctor
Raúl (1935-1946), Espacio-tiempo
histórico, Lima, Ed.
Monterrico, 1986, pp. 15, 19 y 24; las pp. IV, XII, 6 y 9 aportan información
complementaria.
[3] Haya de la Torre, V. R. Espacio-tiempo
histórico. Lima, Ed. Monterrico, 1986; p. 17.
[4] Víctor Raúl Haya de la Torre (1935-1946), Espacio-tiempo
histórico, Lima, Ed. Monterrico, 1986¸pp. 7, 22.
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