sábado, 19 de noviembre de 2016

Víctor Andrés Belaúnde: La Síntesis viviente




VÍCTOR ANDRÉS BELAÚNDE:
LA SÍNTESIS VIVIENTE

 

 Exposición.

Víctor Andrés Belaúnde desarrolla la idea de que toda cultura es una síntesis viviente. Una síntesis de materia y forma que, por encima de Aristóteles, conecta con la distinción orteguiana de pueblos-materia y pueblos-forma. La materia es la psicología de cada nación; es la resultante de la herencia, el factor geográfico y la estructura económica. La forma es la esencia: los valores superiores (espirituales) que realizan, a través del tiempo, una obra de inspiración, impregnación y asunción[1]. Cabe distinguir entre forma figurante, forma animante y forma asumente. La primera es propia de los objetos materiales. La segunda, de los seres vivos. Ambas forman una unión indiscernible con sus respectivas materias[2]. La forma asumente, propia de las culturas, no está unida inmanentemente a determinada materia, sino que actúa sobre ella trascendiéndola. “La asunción no es yuxtaposición, ni fusión, es elevación o iluminación de una forma por otra. La cultura incaica era como el alabastro: una piedra hermosa, pero opaca. Iluminado por los valores cristianos, el alabastro se transforma en gema brillante. La forma primitiva está transida por una nueva luz”[3].
Esto significa que en toda transculturación hay un elemento asumente y otro asumido. “La historia de la civilización es un proceso de síntesis vivientes que se integran y se superan (…) Los elementos asumidos no pierden su esencia, sino que adquieren nueva vida al ser iluminados, animados y transidos por el elemento asumente”[4]. Y precisa Víctor Andrés Belaúnde: “en muchos casos el mensaje de la civilización lo aportaron los pueblos vencidos y conquistados cuando dieron su cultura a sus conquistadores. Es el caso de Grecia respecto de Roma”[5]. De modo que no debe confundirse asunción con derrota militar.
En el caso del Perú, territorios y tribus primitivas han sido la materia prima, dice Belaúnde, faltaba “la forma o el alma de una nueva cultura”[6]. Belaúnde prosigue: “nuestra conciencia nacional, aunque tenga un antecedente en la unidad imperial incaica, no es continuación ni resurrección de ésta; es un producto posterior (…) sobre la base de elementos que venían del incario y los de la civilización cristiana traídos por la conquista”[7]. Los incas hicieron de la tributación “la base de la vida económica general”, por lo que el legado incaico de “un gobierno paternal y humanitario” está muy en consonancia con el “sentido cristiano” de la Conquista. “Es un valor esencial en la peruanidad el sentimiento y la preocupación por toda obra social (…) No es pues anatópica[8] (…) la orientación que haga del Perú el país más adelantado de América en obras de justicia social”[9].
Por otra parte, Belaúnde advierte que la conquista envuelve contradicciones. En ella coexisten dos hechos incompatibles: el hecho espiritual, que inspira una política de respeto, y el hecho político de la dominación[10]. La síntesis viviente se refiere sólo al primero, y se da la circunstancia de que en este caso la superioridad espiritual coincide con una superioridad militar (contrariamente a lo que le ocurrió a Grecia frente a Roma).
Para Belaúnde la cultura peruana contiene dos ingredientes:
            A. La hispanidad: aporta la forma, el ethos y el techné.
B. El elemento autóctono: aporta la materia, que consta de dos elementos a su vez:
a)      Una morfología social compatible con las formas que aporta lo hispano.
b)      El esthetos. “El arte peruano ha fundido armoniosamente los elementos indígenas e hispanos”.
Sobre estas bases constituye Belaúnde su teoría más controvertida: la de la síntesis viviente; “el logos y el ethos primitivos”, dice, “son reemplazados por el logos y el ethos de la cultura superior”.
Lo hispano es el elemento protagonista, y el elemento autóctono pone el decorado. En la transculturación “el logos y el ethos primitivos son reemplazados por el logos y el ethos de la cultura superior”. Mientras tanto “los elementos estéticos sobreviven y son asimilados y utilizados por el nuevo espíritu, sirviendo de tema en lo literario y de elemento decorativo en lo plástico”[11]. Eso explica que, mientras las  culturas precolombinas están tan presentes en la literatura, brille tanto por su ausencia la idea de un pensamiento andino. ¿Verdaderamente la amáutica, la filosofía inspirada en los Andes, es mera materia sin forma y debe ser condenada a desaparecer? ¿Sólo florecerá en América lo circumeuropeo? He aquí un potente factor de desvertebración.

 

Crítica.

Esto implica que debe haber pueblos-materia y pueblos-forma; culturas-materia y culturas-forma; un elemento regido y un elemento rector. Pero se presentan aquí algunos inconvenientes.
Como crítica a Belaúnde, asumiendo una metáfora de Basadre, habría que advertir que tanto en potencia como en acto son las dos culturas materia y forma al mismo tiempo. El problema es saber si la semilla, el elemento rector, la vis motrix, lleva a su acabamiento su propia esencia en detrimento de las posibilidades del terreno donde crece; si es el terreno el que llega a su perfección a costa de la semilla; o si ambos caminan hacia su entelequia ayudándose mutuamente.
1º. ¿Parasitismo o simbiosis? La morfología social y el esthetos serán, según Belaúnde, una fusión de lo autóctono con lo hispano; el logos y el ethos no: aquí lo autóctono será reemplazado por lo hispano, que es de naturaleza superior. Pero superior implica progresión a partir de lo inferior, como la potencia contiene a la multiplicación (sin suprimirla) y ésta a su vez contiene a la suma. Ahora bien, cabría postular (aunque haya que demostrarlo) una superioridad del ethos hispano sobre el autóctono: pero lejos de reemplazarlo lo que haría sería asumirlo, superándolo; proyectándolo más lejos de lo que habría podido proyectarse solo. Sin embargo el logos autóctono no es inferior al logos hispano; es, simplemente, distinto; que se expresara en forma mítica no plenamente filosófica no anula sus múltiples posibilidades, en parte distintas de las del logos español, y en todo caso y de ninguna manera inferiores a él; o, por lo menos, no necesariamente inferiores.
2º. La materia es potencia y la forma el acto. Toda potencia se escinde en potentia y possibilitas. Si el elemento autóctono es posibilitas, la hispanidad es potentia: por lo tanto, también materia; el elemento rector no es, pues, la forma de la síntesis viviente, sino otra síntesis que tiene a su vez materia y forma. Y si el ethos hispano es una forma superior, la materia hispana no es superior necesariamente; puede ocurrir que la morfología social hispana sea inferior o igual a la autóctona. El propio Belaúnde reconoce que en la conquista se dan dos hechos incompatibles: el hecho espiritual, que inspira una política de respeto, y el hecho político de la dominación, que deforma al pueblo conquistado”.
3º. Toda cultura tiene su aluvión (possibilitas), su siembra (potentia) y su cosecha; según Basadre el elemento autóctono fue el terreno, la conquista la siembra y la república la cosecha. Para que esa cosecha fuera vertebradora haría falta que se hiciera desde una razón plantada, o sea: desde conexiones lógicas, cronológicas y focales forjadas en profundidad. Y haría falta reconocer, también, que cada cultura contiene posibilidades para la otra, en reciprocidad; si la autóctona es el terreno de lo hispano en algunas cosas, hay otras en que el terreno de lo autóctono es la hispanidad. Toda cultura contiene a la vez potencias y posibilidades. Por el mismo motivo tiene cada cultura, también, su materia y su forma que se combinan parcialmente con aspectos de la materia o de la forma de los demás. El elemento autóctono tiene, bajo la morfología social (el Estado asistencial), su propio ethos: éste no es sustituido por el ethos de la hispanidad, sino que ambos debieran combinarse para dar una verdadera síntesis viviente; no la síntesis truncada que propone Víctor Andrés Belaúnde. En efecto, dos culturas en contacto son a la vez potencia y possibilitas, semilla y terreno donde plantarse. Según sus valencias focales ambas culturas podrán ser parásitas o simbióticas; complementarias o difíciles de vertebrar. Si hay vertebración, y por lo tanto simbiosis, no sólo la morfología social y el esthetos, sino también el logos y el ethos podrán potenciarse mutuamente.
La tesis de Basadre sólo tiene sentido si la cosecha vertebradora del Perú puede concebirse como razón plantada. 

 


[1] Víctor Andrés Belaúnde (1950), Obras completas. VI. La síntesis viviente. Palabras de fe. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1993; p. 5.
[2] Ibídem, p. 10.
[3] Ibídem, p. 6.
[4] Ibídem, p. 7.
[5] Víctor Andrés Belaúnde (1957), Peruanidad (selección), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1968; p. 22.
[6] Ibídem, p. 16.
[7] Ibídem, p. 19.
[8] Término acuñado por Belaúnde, por analogía con “utópico”; es anatópico lo que está fuera de lugar u ocupa un lugar que no le corresponde.
[9] Ibídem, pp. 23-24.
[10] Ibídem, p. 31.
[11] Ibídem, p. 84.

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