VÍCTOR ANDRÉS BELAÚNDE:
LA SÍNTESIS VIVIENTE
Exposición.
Víctor
Andrés Belaúnde desarrolla la idea de que toda cultura es una síntesis
viviente. Una síntesis de materia y forma que, por encima de Aristóteles,
conecta con la distinción orteguiana de pueblos-materia y pueblos-forma. La
materia es la psicología de cada nación; es la resultante de la herencia, el
factor geográfico y la estructura económica. La forma es la esencia: los
valores superiores (espirituales) que realizan, a través del tiempo, una obra
de inspiración, impregnación y asunción[1]. Cabe
distinguir entre forma figurante, forma animante y forma asumente. La primera
es propia de los objetos materiales. La segunda, de los seres vivos. Ambas
forman una unión indiscernible con sus respectivas materias[2]. La
forma asumente, propia de las culturas, no está unida inmanentemente a
determinada materia, sino que actúa sobre ella trascendiéndola. “La asunción no
es yuxtaposición, ni fusión, es elevación o iluminación de una forma por otra.
La cultura incaica era como el alabastro: una piedra hermosa, pero opaca.
Iluminado por los valores cristianos, el alabastro se transforma en gema
brillante. La forma primitiva está transida por una nueva luz”[3].
Esto significa que en toda transculturación hay un elemento
asumente y otro asumido. “La historia de la civilización es un proceso de
síntesis vivientes que se integran y se superan (…) Los elementos asumidos no
pierden su esencia, sino que adquieren nueva vida al ser iluminados, animados y
transidos por el elemento asumente”[4]. Y
precisa Víctor Andrés Belaúnde: “en muchos casos el mensaje de la civilización
lo aportaron los pueblos vencidos y conquistados cuando dieron su cultura a sus
conquistadores. Es el caso de Grecia respecto de Roma”[5]. De
modo que no debe confundirse asunción con derrota militar.
En el caso del Perú, territorios y tribus primitivas
han sido la materia prima, dice Belaúnde, faltaba “la forma o el alma de una
nueva cultura”[6]. Belaúnde prosigue:
“nuestra conciencia nacional, aunque tenga un antecedente en la unidad imperial
incaica, no es continuación ni resurrección de ésta; es un producto posterior
(…) sobre la base de elementos que venían del incario y los de la civilización
cristiana traídos por la conquista”[7]. Los
incas hicieron de la tributación “la base de la vida económica general”, por lo
que el legado incaico de “un gobierno paternal y humanitario” está muy en
consonancia con el “sentido cristiano” de la Conquista. “Es un valor esencial
en la peruanidad el sentimiento y la preocupación por toda obra social (…) No
es pues anatópica[8] (…) la orientación que
haga del Perú el país más adelantado de América en obras de justicia social”[9].
Por otra parte, Belaúnde advierte que la conquista
envuelve contradicciones. En ella coexisten dos hechos incompatibles: el hecho
espiritual, que inspira una política de respeto, y el hecho político de la
dominación[10]. La síntesis viviente se
refiere sólo al primero, y se da la circunstancia de que en este caso la
superioridad espiritual coincide con una superioridad militar (contrariamente a
lo que le ocurrió a Grecia frente a Roma).
Para Belaúnde
la cultura peruana contiene dos ingredientes:
A. La hispanidad: aporta la forma,
el ethos y el techné.
B. El
elemento autóctono: aporta la materia, que consta de dos
elementos a su vez:
a)
Una morfología social compatible con las formas que aporta lo hispano.
b)
El esthetos. “El arte peruano ha fundido armoniosamente los
elementos indígenas e hispanos”.
Sobre estas
bases constituye Belaúnde su teoría más controvertida: la de la síntesis
viviente; “el logos y el ethos primitivos”, dice, “son reemplazados por el
logos y el ethos de la cultura superior”.
Lo hispano es el elemento protagonista, y el elemento
autóctono pone el decorado. En la transculturación “el logos y el ethos
primitivos son reemplazados por el logos y el ethos de la cultura superior”.
Mientras tanto “los elementos estéticos sobreviven y son asimilados y
utilizados por el nuevo espíritu, sirviendo de tema en lo literario y de
elemento decorativo en lo plástico”[11]. Eso
explica que, mientras las culturas
precolombinas están tan presentes en la literatura, brille tanto por su
ausencia la idea de un pensamiento andino. ¿Verdaderamente la amáutica, la
filosofía inspirada en los Andes, es mera materia sin forma y debe ser
condenada a desaparecer? ¿Sólo florecerá en América lo circumeuropeo? He aquí
un potente factor de desvertebración.
Crítica.
Esto implica
que debe haber pueblos-materia y pueblos-forma; culturas-materia y
culturas-forma; un elemento regido y un elemento rector. Pero se presentan aquí
algunos inconvenientes.
Como crítica a Belaúnde, asumiendo una metáfora de
Basadre, habría que advertir que tanto en potencia como en acto son las dos
culturas materia y forma al mismo tiempo. El problema es saber si la semilla,
el elemento rector, la vis motrix, lleva a su acabamiento su propia esencia en
detrimento de las posibilidades del terreno donde crece; si es el terreno el
que llega a su perfección a costa de la semilla; o si ambos caminan hacia su
entelequia ayudándose mutuamente.
1º. ¿Parasitismo o simbiosis? La morfología social y
el esthetos serán, según Belaúnde, una fusión de lo autóctono con lo hispano;
el logos y el ethos no: aquí lo autóctono será reemplazado por lo hispano, que
es de naturaleza superior. Pero superior implica progresión a partir de lo
inferior, como la potencia contiene a la multiplicación (sin suprimirla) y ésta
a su vez contiene a la suma. Ahora bien, cabría postular (aunque haya que
demostrarlo) una superioridad del ethos hispano sobre el autóctono: pero lejos
de reemplazarlo lo que haría sería asumirlo, superándolo; proyectándolo más
lejos de lo que habría podido proyectarse solo. Sin embargo el logos autóctono
no es inferior al logos hispano; es, simplemente, distinto; que se expresara en
forma mítica no plenamente filosófica no anula sus múltiples posibilidades, en
parte distintas de las del logos español, y en todo caso y de ninguna manera
inferiores a él; o, por lo menos, no necesariamente inferiores.
2º. La materia
es potencia y la forma el acto. Toda potencia se escinde en potentia y
possibilitas. Si el elemento autóctono es posibilitas, la hispanidad es
potentia: por lo tanto, también materia; el elemento rector no es, pues, la
forma de la síntesis viviente, sino otra síntesis que tiene a su vez materia y
forma. Y si el ethos hispano es una forma superior, la materia hispana no es
superior necesariamente; puede ocurrir que la morfología social hispana sea
inferior o igual a la autóctona. El propio Belaúnde reconoce que en la
conquista se dan dos hechos incompatibles: el hecho espiritual, que inspira una
política de respeto, y el hecho político de la dominación, que deforma al
pueblo conquistado”.
3º. Toda
cultura tiene su aluvión (possibilitas), su siembra (potentia) y su cosecha;
según Basadre el elemento autóctono fue el terreno, la conquista la siembra y
la república la cosecha. Para que esa cosecha fuera vertebradora haría falta
que se hiciera desde una razón plantada, o sea: desde conexiones lógicas, cronológicas
y focales forjadas en profundidad. Y haría falta reconocer, también, que cada
cultura contiene posibilidades para la otra, en reciprocidad; si la autóctona
es el terreno de lo hispano en algunas cosas, hay otras en que el terreno de lo
autóctono es la hispanidad. Toda cultura contiene a la vez potencias y
posibilidades. Por el mismo motivo tiene cada cultura, también, su materia y su
forma que se combinan parcialmente con aspectos de la materia o de la forma de
los demás. El elemento autóctono tiene, bajo la morfología social (el Estado
asistencial), su propio ethos: éste no es sustituido por el ethos de la
hispanidad, sino que ambos debieran combinarse para dar una verdadera síntesis
viviente; no la síntesis truncada que propone Víctor Andrés Belaúnde. En
efecto, dos culturas en contacto son a la vez potencia y possibilitas, semilla
y terreno donde plantarse. Según sus valencias focales ambas culturas podrán
ser parásitas o simbióticas; complementarias o difíciles de vertebrar. Si hay
vertebración, y por lo tanto simbiosis, no sólo la morfología social y el
esthetos, sino también el logos y el ethos podrán potenciarse mutuamente.
La tesis de Basadre sólo tiene sentido si la cosecha
vertebradora del Perú puede concebirse como razón plantada.
[1] Víctor Andrés Belaúnde
(1950), Obras completas. VI. La síntesis viviente. Palabras de fe. Lima, Pontificia Universidad
Católica del Perú, 1993; p. 5.
[2] Ibídem, p. 10.
[3] Ibídem, p. 6.
[4] Ibídem, p. 7.
[5] Víctor Andrés Belaúnde
(1957), Peruanidad (selección), Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, 1968; p. 22.
[6] Ibídem, p. 16.
[7] Ibídem, p. 19.
[8] Término acuñado por
Belaúnde, por analogía con “utópico”; es anatópico lo que está fuera de lugar u
ocupa un lugar que no le corresponde.
[9] Ibídem, pp. 23-24.
[10] Ibídem, p. 31.
[11] Ibídem, p. 84.
No hay comentarios:
Publicar un comentario