¿ESTO ENTRA?
Hay
una ruta que une Segovia, San Rafael y Guadarrama. El viajero está en Segovia;
quiere ir a Guadarrama. Mira el mapa y localiza la ciudad de Segovia; luego se
fija dónde está Guadarrama; traza una línea con la regla y se dispone a viajar:
entonces se da cuenta de que está perdido; no hay ningún letrero que lo oriente
hacia Guadarrama; y si, por casualidad, pasa por San Rafael, no sabrá si está o
no en el camino adecuado; claro; cuando miró en el mapa se fijó en Segovia y
Guadarrama, no en San Rafael.
Hay
un vicio muy extendido propio del mal estudiante. Siempre hace la misma
pregunta: ¿esto entra o no entra? (en el examen, claro). Para estudiarse sólo
lo que entra; lo que le ha dicho el profesor; lo que está subrayado; y así,
cualquier error en las respuestas es culpa del profesor. “Ha preguntado por la
perspectiva cónica. Eso no entraba: yo me he estudiado sólo la isométrica y la
caballera”. ¡Hala, un punto menos! No es un punto que yo he perdido, es un
punto que el profesor me ha quitado.
Primer
capítulo: la suma. Segundo: la resta. Tercero: la multiplicación. Cuarto: la
división. Quinto: las potencias. Sexto: las raíces cuadradas. Para matricularme
en este curso tengo que saber hacer raíces cuadradas; me estudio, por tanto,
sólo el sexto capítulo. Luego me preguntan por una resta en una de las raíces y
no me la sé; yo no me sé la resta llevando. Luego me suspenden porque, sabiendo
hacer raíces, me he equivocado en la resta. Protesto y me dicen: “aquí no puede
pasar el que no sepa restar”. Entonces voy y lo denuncio. Ese profesor ha
jugado sucio. Me ha suspendido por no saber restar, y la resta no entraba.
Clase
de filosofía. Aquí tengo a Sócrates, Parménides, Heráclito, Platón, Gorgias y
Pitágoras. El alumno pregunta: “¿qué entra en el examen?” El profesor le dice:
“Platón”. Y entonces el alumno se estudia a Platón. Llega el día del examen.
Primera pregunta: “habla de la presencia de Heráclito en Platón”. Respuesta:
“en el mundo sensible”. Pero yo no me lo sé: Heráclito no entraba. Segunda
pregunta: “¿cuál es en Platón la huella de Parménides?” Respuesta: “el mundo
inteligible”. Pero yo no me lo sé: Parménides no entraba. Tercera pregunta:
“ideas que Platón tomó de Pitágoras”. Respuesta: “la reencarnación y las
matemáticas”. Pero yo no me lo sé: Pitágoras no entraba. Cuarta pregunta: “cita
una obra de Platón cuyo título sea el nombre de un sofista que no sea
Protágoras”. Respuesta: “Gorgias”. Pero yo no me lo sé: Gorgias no entraba.
Quinta pregunta: “¿quién fue el maestro de Platón sin cuya muerte la filosofía
habría ido por otros derroteros?” Respuesta: Sócrates. Pero yo no me lo sé:
porque Sócrates no entraba. El alumno suspende; y hace una reclamación en toda
regla; “el profesor no ha hecho ni una sola pregunta de lo que entraba y se ha
inflado a preguntar sobre cosas que no estaban en el temario”.
Clase
de geografía. Entra el relieve, las coordenadas, la hidrografía, las corrientes
marinas y los factores del clima. El profesor pregunta por el clima que hace en
Asturias: y yo no me lo sé, porque eso no entraba; pero, claro, yo tengo la
obligación de conocer su relieve, su latitud, su hidrografía, su proximidad al
mar, la presencia o ausencia de corrientes; con eso yo habría podido hacer
deducciones sobre su clima; aunque no entrara. Estudiarse sólo lo que entra es
aprenderse las cosas de memoria; conectarlo con lo que ya sabemos es aprender a
razonar.
Historia.
Hemos estudiado la caída de Constantinopla, pero eso no entra; ahora entran los
reyes católicos. El profesor pregunta por qué apoyaron a Colón y el alumno no
lo sabe; y cuando le dicen que, con la conquista turca, se rompió la ruta de la
seda y los países tuvieron que buscar otras rutas alternativas para acceder a
la India, el alumno responde: “eso no entraba; estaba en el tema anterior”. Y,
claro, el alumno rompía todos los apuntes cada vez que pasaban al tema
siguiente.
¿Se
puede entender a Colón sin hablar de los turcos? ¿Se puede entender a Platón
sin los presocráticos? ¿Se pueden hacer raíces sin saber la resta llevando? ¿Se
puede ir a Guadarrama sin pasar por San Rafael? El estudiante se ha
acostumbrado a fijarse en el punto de llegada sin conocer el de partida; y, lo
que es peor, sin conocer el camino que conduce a él. El saber que estudia el
alumno es un saber fragmentado, e inconexo. Las cosas hay que estudiarlas por
separado, sin conectarlas entre sí. Cuando se examina de una cosa eso ya no
entra en el siguiente examen, está prohibido volver a preguntarlo. En cada
examen el alumno se especializa en una cosa; y se olvida de lo que se
especializó en el examen anterior. Esta forma de desarticular las cosas,
quitándoles el hilo que, al conectarlas, les da sentido, constituye la barbarie
del especialismo, que denunciaba Ortega. Es como si un hombre maltratara a su
esposa y por la noche su esposa se negara a abrazarlo. El hombre le pregunta
por qué. La mujer le dice: “porque hoy me has maltratado y yo no estoy de
humor”. Y el hombre le contesta: “eso fue cuando estábamos en la cocina; ahora
estamos en la cama y eso ya no toca”. ¿Se puede vivir así? ¿Se puede llevar una
vida compartimentada? ¿Que lo que hagamos por la mañana no tenga consecuencias
sobre lo que hacemos por la tarde? ¿Puede un marido maltratador pedirle cariño
a su mujer en los momentos en que no la maltrata? La vida tiene episodios
diversos: primer episodio, el maltrato; segundo episodio, ir a la fábrica;
tercer episodio, hacer la comida; cuarto episodio, ocuparse de los niños;
quinto episodio, el abrazo en la cama. ¿Se pueden desconectar estos episodios
entre sí, como si la vida fuera una yuxtaposición de escenas que no tienen un
hilo conductor? ¿Puede analizarse lo que pasó en el último episodio sin tener
en cuenta lo que sucedió en el primero? ¿Significa eso que el momento presente
es lo único que entra en el examen, y que lo que pasó antes hay que olvidarlo
porque ya no entra?
De
acuerdo: relacionar las cosas es aprender a pensar; hacer de la vida una
yuxtaposición de compartimentos estancos es condenarse a hacer las cosas sin
buscarles sentido. Eso no significa que en un examen de un tema haya que
estudiarse todos los temas. La cultura, como muy sabiamente dijo alguien, es lo
que queda cuando hemos olvidado lo que hemos aprendido. Lo que hay que recordar
de los temas que ya no entran es lo que da sentido a los temas que entran. De
un tema a otro está permitido olvidar los detalles, pero de ninguna manera los
hilos conductores. Cuando te examinas de Platón no tienes obligación de
acordarte de todo lo que dijo Heráclito, pero sí de la influencia que Heráclito
tuvo en la concepción platónica del mundo sensible. Cuando estudias a Colón no
hay que acordarse de todos los avatares de la toma de Constantinopla, pero sí
de que su conquista bloqueó la ruta de la seda. Cuando aprendes a extraer
raíces no hay que saberse todas las propiedades de la resta, pero sí hay que
saber restar y multiplicar y dividir, y saber hacer potencias. El árbol de la
ciencia tiene muchas raíces y muchas ramas; cada vez que estudiamos una de sus
partes hay que conocer las ramas y raíces que la conectan con las otras partes,
pero eso no quiere decir que de cada parte lo tengamos que recordar todo. Un
profesor no es el que se lo sabe todo sino el que sabe buscar lo que necesita
cuando se lo preguntan. Un profesor es una máquina de pensar: no un diccionario
ambulante.
Eso
mismo cabe decir de los alumnos. A la
pregunta “¿esto entra o no entra?” habría que contestar: entra todo lo que cabe
en tu mapa conceptual; sólo eso; y como un papa conceptual, como todo árbol,
tiene ramas, entra todo lo que guarda relación con las cosas que antes hemos
estudiado; la relación nada más: no el detalle. ¿Entra San Rafael en el camino
que va de Segovia a Guadarrama, aunque nosotros no queramos ir a San Rafael
sino a Guadarrama? ¿Significa eso que tenemos que conocer todas las calles de
San Rafael?
La
vida es una red de lazos, una tela donde se entrecruzan los hilos sin que
ninguno quede deshilachado. En ese telar, que es el vivir, nuestro ser guarda
la memoria de las cosas necesarias: no de todas las cosas que hemos aprendido.
Para trabajar necesitamos una memoria RAM, que sabe buscar en el disco duro;
pero para saber buscar necesitamos conocer, como mínimo, los hilos; las sendas,
los caminos: no los lugares por donde hemos pasado. Y esa máquina de pensar
tiene un corazón que siente, que les da sentido a las cosas; esas cosas que con
la razón sola serían sólo piedras en el camino. Con el alma, con el corazón
somos, como diría Kant, algo más que sólo una máquina.
Muy bueno. ¿Tú crees que se podría establecer una asignatura llamada "aprender a pensar"?
ResponderEliminar