sábado, 13 de diciembre de 2014

Entre el deseo y la acción está el maestro.





ENTRE EL DESEO Y LA ACCIÓN ESTÁ EL MAESTRO


1.

            Un animal sólo siente: no piensa. Sus decisiones serán impulsivas, y por lo tanto premeditadas. Sólo tendrá un conocimiento sensorial de las cosas.
            Un robot sólo piensa: no siente. Sus decisiones siempre serán premeditadas, pero insensibles; diremos que pensará las cosas con frialdad. No tendrá conocimiento sensorial de nada, conocerá sólo conceptos.
            Un ser humano siente y piensa. Puede tomar decisiones razonadas y vitales; movidas por el impulso afectivo pero diferidas, temperadas y mediadas por el análisis. Tiene conocimiento sensorial y conceptual a la vez.
            -Eso es mentira. Los animales sí piensan. Lo único que no pueden hacer es razonar: es decir, pensar con conceptos. Al pensamiento animal lo guía una razón implícita, pero el animal no piensa con razones, sino con causas. La razón animal es una manta que envuelve su mente, no una actividad que procede de su conciencia; es un recipiente que lo contiene todo, hasta las piedras que no piensan; la existencia de las piedras se ajusta a un esquema racional, a una estructura que las envuelve y penetra; pero la razón permanece en ellos, prisionera, incapaz de filtrarse por sus poros porque las piedras no tienen cerebro que pueda apropiarse de ella; y los animales, que lo tienen, no poseen una corteza cerebral que les permita apoderarse de la razón que los constituye; gobernar con la razón que los gobierna.
            La mañana se presentaba fría. El cielo nublado estaba envuelto en un azul penetrado por el gris; como si el gris fuese la razón de la naturaleza envolviendo el color de la existencia, impregnándolo como se impregna en las paredes el humo del tabaco; absorbiéndolo hasta la médula, saturándolo. Era un color gélido y las nubes se estiraban, con sus repliegues, como si el cielo estuviera cubierto por una manta de colores fríos, desplegada en el azul, encogida por los grises. Un hálito de seriedad emanaba del espacio que parecía insensible; y despertaba en los corazones, por sensibilidad, la única compañía de la nostalgia.
            Juan sintió que miraba por la ventana como si estuviese en clase. Ante sí estaban unos alumnos que no tenía. Las sillas vacías parecían llenas de piernas, y las mesas de papeles, de bolígrafos. Las caras miraban en el silencio y sus oídos escuchaban distraídos. Estaba dormitando.
            -El conocer y el decidir son dos círculos concéntricos. –Juan los dibujó. En el encerado imaginario, que flotaba en su inconsciencia como una holografía gris, dibujó, después, otros dos círculos concéntricos; uno abrazaba el conocimiento, y era el pensar (y recordar); otro abrazaba el pensamiento, y era el sentir; y el sentir era abrazado por las decisiones, por la capacidad de elegir-. El pensamiento analiza y recuerda con Sócrates; el sentimiento tiembla con san Agustín; ambos territorios conforman la conciencia; por eso se confunden. El decidirse lo envuelve todo con Nietzsche, y le gustaría ser irracional; Nietzsche arrancaría las razones del pensamiento. Le gustaría que las nubes sólo tuvieran colores azules; les quitaría el gris.
            Su mente soñadora se paseó por la maraña neblinosa que lo disolvía todo. O lo envolvía, filtrándose entre los bordes de los objetos, sin penetrar en ellos, sin espíritu capaz de traspasar nada. La niebla era un manto sin forma que acariciaba incapaz de penetrar.
            -El análisis contiene frialdad; hay que pensar con la cabeza fría.
            Ciencia.
            -El sentimiento está lleno de calor; hay que sentir las cosas en caliente.
            Ética. Estética.
            -No: la ética es capaz de pensar.
            Mientras siente.
            -El análisis está en la cabeza de Platón.  Neocórtex.
            Razón. Prudencia.
            -Los ideales están en su corazón. Cerebro emocional. Hipotálamo.
            Soñar. Desear. Sentir.
            Lo posible. Lo imposible.
            -El corazón palpita.
            Pero es por las cápsulas suprarrenales. Excitación. Adrenalina.
            -Pero es porque el corazón siente.
            La adrenalina viene porque se lo manda el corazón; no al revés.
            -Acaso.
            Tal vez.
            -Pero quizá palpite el corazón al mismo tiempo que la adrenalina.
            No. Palpita porque se lo mandan las cápsulas suprarrenales. Viene después.
            -Sí, los latidos son provocados por la adrenalina. Pero la adrenalina es empujada por el sentimiento.
            ¿Y qué es sentir? El temblor de los órganos.
            -Quiá. Los órganos tiemblan al mismo tiempo que el sentimiento. Son dos realidades paralelas. Dos relojes sincronizados.
            Leibniz. La armonía preestablecida. El mejor de los mundos posibles.
            -Tal vez.
 


2.

            La base de todo es el conocer. La base de todo es el amor. Vivir.
            Estar en el mundo es conocer. La sensación. La sensación que se agarra a la experiencia. Como amar.
            Sobre esa base (que es el suelo que pisamos) vamos comprendiendo para elegir. O elegimos después. Sin buscarlo. Nos encontramos eligiendo, a veces sin pretenderlo. La realidad nos llama.
            Las decisiones que tomamos (como un montón de elecciones que se suceden) se van acumulando y pasan: como las hojas del calendario; y van pasando como un humus, formando el suelo fértil, oxigenado, que nos recibirá. Sobre ese suelo crece el respeto. O su ausencia. La ausencia crece como un cúmulo de flores parásitas. De arbustos y de espinos. Y nos hiere pero sin flores. A diferencia del rosal que tiene flores. En sus espinas.
            Otras veces sentimos y nuestros sentimientos van conformando las decisiones. Desde el respeto. Y hasta el respeto. Como un círculo sin fin.
            ¡Y cuántas veces, porque somos humanos, comprendemos y sentimos en el acto mismo de conocer! Cultivamos el respeto. O su falta. Porque estamos en el mundo y se cosen nuestros hilos. La vida, como una trama, se anda mientras se cuecen sus ingredientes. Como el caldo que alimenta a nuestro sino. Coser. Tejiendo los hilos, como una parca. Elaborar, preparar, cocerse nuestra comida. El alimento, la sustancia de nuestro espíritu, de nuestro cuerpo. Cocer. Cocer tejiendo. Cocerse.


3. El método AIDA y el método COCERSE.

            -Recordad que, cuando os hablé, en su momento, del método “cocer”, os puse como ejemplo el modelo AIDA: es una de las técnicas que se han empleado en publicidad; estas cuatro iniciales indican que un buen anuncio debe: primero, llamar la atención; segundo, suscitar el interés; tercero, despertar el deseo; y cuarto, conseguir la adquisición. Adquirir el producto es comprarlo, que es lo que quiere el vendedor. La atención y el interés por el producto deben despertar el deseo. Entre ellos está la inteligencia; pero la inteligencia sólo nos muestra una parte de la realidad: la que le conviene al vendedor; es la tentación; y el vendedor es para el cliente un Calipso, un Circe, una sirena; su empeño es cegar nuestra mente para que no veamos qué hay detrás de la tentación. Para que actuemos movidos por un deseo ciego. Después de haber comprado vendrá nuestra perdición, nos habremos entregado a la dulce esclavitud del consumo, encerrados en la isla de Calipso; nos habremos convertido en esclavos, perdiendo la alegría de vivir, en el territorio de Circe; o nos habremos arruinado, destruyendo nuestra economía, como si hubiéramos entrado en la isla de las sirenas. Todos estos efectos pueden ser tremendos, como cuando compramos una casa que nos acabarán quitando porque no podremos pagar la hipoteca; o limitados, como cuando nos quedamos sin dinero para comer porque ese mes nos hemos gastado en esa compara una parte de nuestro dinero.
            Juan respiró antes de proseguir.
            -Los vendedores son calipsos, circes o sirenas disfrazados; y al vendernos sus productos atacan nuestra economía. Para defendernos de ese ataque tenemos que ver las dos caras de la realidad: la que nos presentan ellos y la que se esconde detrás de esa apariencia; en una palabra, tendremos que luchar contra la ceguera moral; despertar la conciencia; eso lo conseguiremos siguiendo los pasos del método “cocer”; porque después de conocer viene la crítica; mejor aún, nuestro conocimiento debe ser crítica a la vez; será un conocimiento crítico: con lo que veremos el daño detrás de la tentación, el perjuicio escondido detrás del beneficio aparente; y será también un conocimiento sentido, con lo que se unifican los métodos “cocer” y “coser”.
            Los muchachos escuchaban impacientes. Claro, no todos; Marta, Diana, Felipe, Aurelio, Estrella, Olga, Alán, Carlos iban a lo suyo.
            -Cuando hemos descubierto, detrás de las palabras del vendedor, lo que esconde su silencio, tendremos que decidirnos; elegiremos entre comprar y no comprar; y todo desde el respeto, que es un sentimiento que el vendedor nos ha querido borrar. A la hora de decidir se pone a prueba nuestra fuerza moral. Si somos capaces de resistir la tentación, a pesar de que sabemos que no nos conviene comprarlo; o si el deseo es más fuerte que nuestra voluntad, en cuyo caso sucumbiremos a los cantos de sirenas. Hay gente que no ha podido resistirse al deseo de comprar un coche, aun a sabiendas de que no tenía dinero suficiente para pagarlo, hipotecando con ello su vida y la de su familia.
            Jimena fue abriendo los ojos poco a poco, y sus labios se habían ido separando.
            -Como os he dicho, hay que evitar la ceguera y la debilidad; que se combaten con la conciencia y con la fuerza moral. El método AIDA busca cegar al comprador y debilitarlo; el método “cocerse” quiere darle la fuerza con la luz.
            -¿”Cocerse”? ¿Qué método es ése? –preguntó cristal.
            -“Co” de conocer, “c” de comprender, “r” de respetar; “s” de sentir y “e” de elegir. Fijaos en un par de detalles: lo primero, que la “e” está también después de la “c”; lo que significa que a veces elegimos después de comprender con la inteligencia, y otras necesitamos reforzar el conocimiento con el corazón (por eso están juntas las sílabas “ce” y “se”); y lo segundo, que la “r” está antes de la “s” y después de la “e”: lo que quiere decir que el respeto, que es el resultado de una elección, es también un requisito previo antes de elegir.
            Era un poco enrevesado; pero Juan lo explicó con ayuda de la pizarra. De todas formas, lo volvería a explicar otro día. Ahora le interesaba que los alumnos cogieran la idea; por lo menos los que no hablaban. Siempre había querido hablar para quienes no estaban motivados para escuchar, pero a veces el hilo de la conversación se centraba en el discurso más que en el oyente; no lo podía evitar.
            -Todo está –remachó Juan- en no actuar de manera irreflexiva; cuando actuamos por impulso nuestras decisiones no son voluntarias.
            -Son caprichosas.
            Era Carlos. Estaba escuchando. ¡Milagro!



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