LOS PINOS
1.
Los pinos. Los pinos se extienden ante nosotros, y entran en el mar de Castilla como entran las lenguas de tierra en el mar. Parecen istmos entre trigales. Los pequeños pinares forman islotes en la tierra, archipiélagos verdes humedecidos por el otoño, vellones de lana que se fueran cayendo de la piel de la estepa. Boga el coche por la carretera y a sus lados se levantan los pinos; como murallas que suben hacia atrás, y bajan a hacerse pequeños en el horizonte. El aire, húmedo, hincha los colores y oculta las ramas; y forma algodones verdes preñados de humedad, tal unas acuarelas de contornos suaves y redondos, de barrigas hinchadas, llenas de agua, dispuestas a durar.
2.
Los pinos parecen un paisaje de las verdes tierras de Suecia, que navegan entre lagos, brumas del norte, tierras de ensueño, hechas para sentir. También en Baba hay brumas esta mañana. Es una cortina cenicienta que borra las figuras, nubla las imágenes y sólo deja los contornos; y es una silueta de copas hinchadas sin hojas, sin ramas, una silueta que surca el cielo como una sombra verde, bogando en un mar de cielo, sin nubes, sin aire, sin pájaros apenas... Sin perfiles. Una nube cansada se extiende en el horizonte, opaca y plomiza, envuelta en el desánimo y sin fuerzas para ascender. Y un fondo sin fondo borra los perfiles y sólo resalta con su silueta las cansinas marcas del pinar.
3.
De pronto, un vuelco del corazón siembra maravilla en nuestros ojos. Vemos los verdes pinares de Suecia, altos, esbeltos, como a mí me gustaba imaginarlos; las densas brumas del norte desplomadas por el suelo, allá en Baba, y los ojos de la fantasía llenos de magia para ver lo que las almas prosaicas no son capaces de ver. En el corazón de la niebla, jirones de nubes exhalan alientos del suelo, como suspiros de hierba alzándose entre las piedras, buscando los pinos, tensando el aliento allí donde las almas empiezan a vibrar. Y es un furor de ensueño el que conmueve mi ser; que tiembla, como tiembla de calor el cuerpo enamorado, en súbitos arrebatos de alegría; arrebatos que nos barren por dentro, cegándonos y abstrayéndonos de la lógica, del cálculo, del suelo prosaico de la razón. Nuestro ser asciende entonces sobre un suelo gris entre la niebla. Se funde en la nada, jirones etéreos de nubes disueltas y vapor de agua, sustancia nutricia, presencia intangible de las cosas que nos envuelven de todas partes; y nos penetra toda ella, fundiéndonos consigo, haciéndonos aire, haciéndonos sueño, haciéndonos vida arrebatada y sublime, ensimismando la niebla como transida, por un mísero rayo de luz; y es la luz un misterio de sombra, halo de plenitud que nos desborda, un rebosar el alma entera, fragor de quimera que baña los ojos, fragor de lágrimas sembradas al azar; brotadas, como brotan los ríos profundos, en las mejillas donde se deslizan, y donde siembran ríos de vida, y donde las rachas de ensueño, torrentes que rugen, el ímpetu y los bríos, las altas torrenteras se desploman por la cara y la bañan y tienden de agua y de sal; y brillan, como brillan las rocas en las olas, elevando a las alturas su ofrenda de risa sin explotar.
4.
Las olas. Los pinos desfilan en el alma con sus melodías tristes; con sus notas aladas, sus alegres notas, sembrando nostalgia, la sed de regresar. Y allí están, allí, los alegres pinos de Suecia. Allí las tierras del norte repletas de luz. Allí los sueños, los bríos, las cenizas ardientes, el pasado que no fue; allí la infancia soñada, y la infancia que soñaba, las tenues siluetas, la niebla soñada, las rachas del alma, la niebla que mana, brotando a borbotones, brotando en torrentes, las luces del ansia, las fúlgidas miradas, los mil arrebatos, los campos fundidos en éxtasis de luz; teñidos de frío, sembrados de voces, las voces terrenas, las voces de niebla, las pálidas voces, las voces del mar; las tierras del norte sembradas de frío, de nieve y de cuerdas sacadas de sí; y pálidas cuerdas (arpas, guitarras, violines, canciones) con amplias baladas que oímos, soñando, de un más allá que veremos, voces del pinar; dúctiles voces, entrañas mías, dulces baladas y cantos sublimes; abetos, pinares, las tierras del norte, las blancas ventiscas, perdidos neveros, pálidas montañas, en Suecia, Noruega, buscando los fiordos, cruzando hasta el mar; la sierra que rompe las fuentes, que mana en las sienes, la música, los versos, las almas soñadas, las altas cumbres, las ciénagas, las cuerdas, los sueños tiritan sembrando pasión; y, transidos de vino, resueltos, borrachos, rompiéndose el pecho, rasgando gargantas, abriendo los vientos, entrando a cantar; el corazón arañado, los cantos, las uñas, los ámbitos de lejos, partiendo razones, hendiendo el aliento, la quilla, las rocas, mirando a lo lejos, retando horizontes, buscando en el mar.
5.
Los pinos de Baba. Pinos que se visten de ensueño en los ojos llorosos, mojados de invierno; ojos que se bañan de enero, brotando en las nubes, sembrando pinares, aullidos del alma, sedientos de andar. Y están sedientos de aventura estos ojos. Unos ojos tristes, sedientos de ideales, de viajes intangibles, de pálidas aventuras, de fúlgidos latidos, ansiosos de ver; surcando los mares del alma, saltando las cumbres nevadas, volando hasta los fiordos, allí, donde los mares se siembran; y siembran de aromas las leyendas del alma, y van navegando entre los pinos de Baba, y buscan en la niebla, y tiemblan llorando de ansia y de frío; como éxtasis que nos saca de la ruina, fúlgidas aguas; pálidas brumas, álgidas nieves, ríos de savia y de agua, nos llevan los sueños muy lejos de aquí; pensares y sentires de la infancia, pensares y sentires del aire, los vientos que ululan en ríos sin fin; en las cumbres pobladas de barrancos, en la tempestad y el ímpetu, la vida; la necedad de vivir la maravilla, la indómita locura, los arrebatos arrancados a la nada, convertidos en viento, y la escarcha de ideas, la escarcha de nubes, la escarcha de estrellas, distancia y abismo torciendo las rocas, lanzándose al cielo, allí, donde habita el entusiasmo y la demencia se hiende de mil cuerdas nubladas; guitarras del cielo, violines de estrellas, las cuerdas del tiempo, el mundo desierto, vestidas de suelo, flotando en el mar.
6.
He aquí los pinos de Baba. Estos son los sueños que despertaron de mí. Los pinos de Baba, pinares del tiempo, de un lugar sin tiempo, que hoy me arrastran la memoria y me llevan al recuerdo las cosas que vivo desde antes de nacer. Es el bosque del misterio; las profundidades extrañas de mi ser; las entrañas oscuras donde flota, como una extraña brisa, la naturaleza misteriosa del más allá. Los aires que respiraba yo antes de venir al mundo. Los pinos. Pinos rodeados de niebla, como un esquife sombrío de Castilla. Pinos flotando entre nieblas (una niebla sucia, gris, como el humo de la leña agolpada entre las llamas). Mis sueños han sido como luz que iluminaba la niebla. A veces la vemos por la mañana. Es una niebla oscura que se enciende, de repente, transida por una luz de adentro, y se viste de alegría y que pierde opacidad. Entonces se adivina, más que verse, un resplandor detrás de la niebla. Se divisa, entre nubes, un claro del bosque en invierno. Y es en la tierra la misma luz que ahora ha brotado de mi corazón: un resplandor de viento y alegría, una llamarada de tiempo, una voz profunda, una ráfaga de sueño, una niebla de ser.
Pinos muchos y señores de un sueño, pinos emotivos vigilantes de un lugar soñado, me encuentro en su olor, en su frescor y rescato:
ResponderEliminar"He aquí los pinos de Baba. Estos son los sueños que despertaron de mí. Los pinos de Baba, pinares del tiempo, de un lugar sin tiempo, que hoy me arrastran la memoria y me llevan al recuerdo las cosas que vivo desde antes de nacer."
Pinos muchos y señores de un sueño, pinos emotivos vigilantes de un lugar soñado, me encuentro en su olor, en su frescor y rescato:
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